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Olympus Nigth

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En las páginas de Cronos se han perdido ya lo que voy a relatar, se ha perdido en la bruma del olvido. Ahora Selene brilla como lo hacía en aquél tiempo esperando que Apolo y su carro lleguen, aunque el viejo Cronos pierda la cuenta, sabemos que aún los débiles hombres persistimos a la fortaleza de los dioses, por que ellos ya no están. Por ello aquí un tributo a el placer y la carne griega...

Las noches en el Olimpo solían ser reuniones protocolarias y aburridas para los dioses que juzgaban los destinos de los hombres, siempre las conversaciones rondaban al mismo tema, si cada uno cumplía su parte en la perfección del mundo. Artemisa manejaba el mundo silvestre junto con miles de apetecibles hamadríades, también  Poseidón regía las aguas con impudorosos y bellos tritones en su corte como Afrodita prendía el fuego del amor y la pasión en los hombres. Pero además de eso, todos en el Olimpo sabían que no solo se encargaban de tan aburridas y pretenciosas tareas, eran también memorables las orgías de Bacco, las aventuras de Zeus con ninfas y cuanta hembra se encontrara en su camino y las desventuras amorosas del bello Apolo. Como en un séquito cada uno tenía algo que contar y algo nuevo que probar... Todos menos al  pobre Hermes
.
A Hermes le estaba destinado un trabajo solo comparable con el de Atenea, difundir la elocuencia, perspicacia y sagacidad entre los hombres, dar fortuna a los comerciantes, iluminación a los alquimistas y ,una que otra vez, dar amparo a los ladrones. Hermes solía sentarse en la cena olímpica con Trivio, el dios de los datos inútiles, el que sabía un poco de todo pero mucho de nada; este era el único que no alardeaba de sexo o amoríos con nadie.

Luego de una reunión en el Olimpo, a la cual no asistió Trivio, Hermes se sentó a la derecha de su padre, ya que él era su mensajero personal, y hablaron de , como quien dice, negocios, hasta que inevitablemente llegó la ambrosia junto con las anécdotas y las nuevas historias. Zeus era hábil seductor entre las féminas, aunque alguna que otra vez tuvo un desliz sodomita con Ganímedes. Hermes oía extasiado una historia con una mujer, Almena,  de boca de su padre mientras enfrente suyo Apolo hacía lo mismo. El elocuente de Hermes escuchaba atentamente la historia de su padre aunque no le podía sacar los ojos de encima a Apolo, su hermano estaba tostado como buen dios del sol  y su cabello era rubio, su cara estaba definida por unos labios hermoso que a Hermes le encantaría besar y su cuerpo hacía despertar en Hermes las fantasías menos pensadas.

Hermes salió de la recepción saludando atentamente a todos, pero se fue volando, literalmente. No podía aguantar aquello, todos tenían sexo y el ni siquiera había besado a alguien en su vida. Se sentía frustrado y triste, la imposibilidad de tocar siquiera a alguien le rondaba en la mente y el hermoso trasero de Apolo se ofrecía osadamente en sus pensamientos . Se tiró en su nube en el Olimpo y trató de dormir, pero las dudas, la tristeza y la soledad no lo dejaron tranquilo hasta que un par de lagrimas le rodaron por la cara, lo que causó a perdidas a unos vendedores cretenses. Estaba cansado de ser el que mejor hablaba, el que podía convencer a cualquiera o transmutar plomo en oro y no poder tener en su cuerpo divino las manos de un amante o entre sus piernas un trasero como el de Apolo.

Pasó noches enteras así, lamentándose y humillándose a si mismo con esa idea, o mejor dicho esa realidad. Decidió trabajar también de noche para no tener que escuchar como Bacco tenía ensartada en su verga a dos muchachitos y tres doncellas o como Afrodita le enseñó a un labrador como hacer aullar a su vecino de placer. Trabajar era la mejor manera de dejar a su cabeza libre del hermoso trasero de Apolo que le pedía que abriese como a melón maduro, esa cola dura y tostada...
 

Fue en uno de sus viajes a Tesalia cuando pasó por un monte y vio a un joven pastor durmiendo bajo los rayos de Selene, era un muchachito que no hacía mucho había dejado de jugar, pero su cuerpo no decía lo mismo. Sin su vestido humilde de pastor, era mucho más bello que Apolo y Adonis juntos. Hermes quiso verlo más de cerca, pero el poder de los dioses siempre es más fuerte que su propia voluntad. Entonces Hermes solo puedo ver la humilde ascendencia, los sufrimientos y la inutilidad del pastor para los negocios, la política o la magia, el retrato de un pastor común en esas tierras, pero lo más importante que pudo ver fue su nombre: Teophros. Con su corazón acelerado y su nombre en sus labios, Hermes partió hacía su morada celestial, solo podía pensar en ese muchachito desnudo durmiendo bajo los rayos de la luna, su cuerpo incorrupto y hermoso. Fue esa la primera noche en la cual Hermes pudo dormir...  

Durante el día Hermes se pasaba observando a Teophros en una morbosa obsesión por el muchacho mientras este arreaba a las cabras por el monte en Tesalia o bajaba a beber a un arroyo, pero siempre que este se bañaba en alguna cascada una obligación lo llamaba, y tenía que dejar de observar al bello pastor. Llegó a conocer la personalidad de Teophros como la palma de su mano en unos minutos, pero seguía sin animarse a acercársele por temor al rechazo, pero muy bien sabía que él en su condición de dios, por naturaleza era apuesto. Hermes era un dios, no con nalgas al estilo Apolo, o superdotado como Bacco, pero era apuesto al fin. Era delgado y atlético, imberbe como un joven y su cabello refulgía bajo el sol con un negro azabache que se confundía con el azul. Teophros sin embargo podía ser un dios también, superaba a Adonis y a Paris; era un joven alto de piel tostada, ojos verdes oliva y cabello con grandes rizos de color café; tenia unos labios carnosos y su nariz era perfecta.

Finalmente, bajo el consejo de su divino corazón, Hermes bajó una noche hacia otro monte en Tesalia para aparecérsele al pastor, con una excusa no premeditada, por algo era el dios de la elocuencia! Apareció sin mucho escándalo para no asustar al pobre muchacho, simplemente apreció bajo una rayo de luz que le pidió a Selene y le dijo:

-No temas Teophros, soy Hermes el dios de la inspiración y la sagacidad
 

Primero Teophros se desconcertó ante esa presentación tan pobre para un dios, pero la presencia y la hombría que liberaba Hermes no le dejaron duda alguna, era el dios de la fortuna, aquel al que su abuelo le rezaba en vez de ir a Delfos a consultar el oráculo. El muchacho se hincó en el suelo y declaró.

-He aquí su siervo señor, haga de mi lo que su voluntad quiera, mi cuerpo es su templo señor.

Hermes se regocijo ante las palabras de Teophros, pero su timidez volvieron al instante. Tomó al pastor del brazo y lo levantó del suelo, dejándolo de pie a la par de él, pero siempre sin tocar el suelo con sus sandalias aladas.

-No es necesario eso Teophros, mi presencia aquí es para pedir que vengas conmigo.

-Hermes, como un pobre pastor como yo puede acompañar a su magnifica presencia? Como mi sucia sangre humana puede ser útil para la belleza divina de usted mi señor?

Hermes lo miró a los ojos en su profundidad y utilizó toda su divinidad  para dejar a Teophros a sus pies.

-Teophros, vendrás conmigo?

-Hermes, todo lo que ves ante ti es tuyo, si yo es lo que necesitas, solo tómalo.

 Hermes sonrío de satisfacción y al pastor le saltaba el corazón del pecho,¿¡ que había hecho el dios con él!? Quería que lo tomara, que lo usara y lo hiciera suyo, se había vuelto loco por Hermes, pero lo mas extraño era que lo disfrutaba.

Hermes reunió las cabras del muchacho con su caduceo y con su mano trazó un circulo imaginario que se manifestó como una cinta azul brillante en los cuellos de las cabras.
-No te preocupes pastor, tus cabras quedarán protegidas bajo mi manto, ahora ven conmigo.

Hermes tocó el suelo para tomar a Teophros, pero algo que éste nunca pensó era que el contacto con las suaves manos del dios le harían esas cosquillas que nunca había sentido. Hermes, por su parte, alzó al pastor en sus brazos, pasando lentamente sus manos por esa cola hermosa y luego por su espalda ancha cubierta por la sencilla toga del pastor. Lo asió y ascendieron al Olimpo.

Una vez allí, Hermes dejó que la lluvia bañara el cuerpo de Teophros y lo vio por primera vez desnudo, como las gotas se resbalaban por todo su dorado cuerpo, como sus cabello rizado se humedecía, como los rizos del pubis del pastor goteaban, como se escurrían unas gotas traviesas por los pequeños pezones del muchacho; Hermes a esta instancia ni pensaba, solo actuaba. Se retiró a sus aposentos entre azorado y expectante. Cuando el pastor salió de su ducha olímpica, con su rústica túnica puesta, se dirigió ante el dios.

-Hermes, se que me has hecho algo que no se que es...

El dios se puso nervioso

-...pero señor solo puedo decir que haré todo lo que yo pueda, haré todo lo que me pida con tal de permitirme besar siquiera su mano

Con un poco más de valentía Hermes dijo:

-Mi pastorcillo, ven aquí, Tu harás lo que yo pida y lo que tu también desees hacer conmigo.

Hermes chasqueó los dedos y ambos se encontraban desnudos, pero Teophros no podía ver nada por que ambos estaban dentro del vapor de una nube. Sin embargo Hermes entre niebla y todo puedo ver una pequeña mancha en el hermoso culo del muchacho, algo así como una moneda, símbolo de que el dios de las riquezas era su dueño. Tomo al joven de sus callosas manos y las estrechó con las suyas, suaves y fuertes. Miró los ojos verdes del muchacho y dijo:

-Ya ninguna artimaña te engaña

ya  hechizos no hay entre tus rizos

quedas libre de m...

pero Teophros no dejó terminar el encantamiento a Hermes, apretó sus manos y besó la boca casi femenina de Hermes, la ultrajó con su lengua y sintió el calor dentro de la boca del dios, la otra lengua inexperta se dejaba envolver por la del pastor. Las manos de Hermes buscaron la cintura del pastor y la acercó hacía él hasta que notó el sexo del muchacho en su ombligo, con una cabeza rosada mirándola por su unico ojo, bajó las manos de la cintura y empezó a buscar la línea que dividía los fuertes glúteos del pastor mientras que las manos de éste sostenían la cabeza del dios y revolvían los cabellos de Hermes hasta que lo soltaron.

-Señor no me hace falta ningún vericueto tuyo, se que me deseas y yo también a ti.

Dicho esto buscó el cuello de Hermes y empezó a mordisquearlo mientras que Hermes introducía uno de sus dedos en el esfínter del Teophros. El pastor dio una arcada y se separaron, rodaron por el ¿piso? de la nube y el pastor quedó arriba del dios con sus piernas abiertas dejando entrar más cómodamente los dedos de Hermes. El muchacho empezó a moverse en un vaivén y unas gotas caliente cayeron en el abdomen del dios haciendo que este se excitara al máximo, dio una vuelta con sus dedos y el esfínter de Teophros quedó dilatado, Hermes se puso de pie y dijo:
-Si crees que te dolerá puedo hacer que te duermas...

-Hermes, haz de mi tu voluntad, por favor...-dijo agitado-

Hermes lo penetró y Teophros vio el mundo entero de todos los colores inimaginables, el dios comenzó a moverse y a masturbar al pastor que por intervención divina no paraba de tener espasmos y gritar, por que eyaculaba desde que Hermes tocó su sexo. El pobre pastor no daba más de tanto placer, se iba a desfallecer!!! Hermes comenzó a dar quejidos que él mismo no reconocía y Teophros gritaba ya con la voz ronca.

-¡Hermes! ¡mi señor! ¡Hermes!

El dios ya estaba en clímax y el sexo del muchacho hacía 7 minutos que estaba eyaculando sin parar, por lo que éste estaba temblando como una hoja pero no quería que eso acabase nunca. Hermes eyaculó un espeso líquido plateado, como un metal fundido y llenó de él a todo el cuerpo del pastor que se sacudía y temblaba . Agitados ambos se dejaron desfallecer, pero Hermes dio energías a Teophros. Éste con el sexo contraído y sus testículos empequeñecidos se largó a los brazos del dios y lo retuvo besando su cuerpo lampiño y bebiendo ese semen divino que fluía del sexo de Hermes. Así Hermes tuvo consigo a su mancebo Teophros en el Olimpo, despierto de día y de noche.

(Este es el mito que explica por que el metal moderno se llama esa manera, en alusión a los fluidos divinos de Mercurio, la designación latina de Hermes).

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