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El paraíso que es el sexo lésbico

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Era clase de Química, materia para la que soy pésima, cuando trataba de quedarme dormida, lo único que veía, era el cielo a través de la montaña, donde las nubes se esparcían lentamente. Ya iba a cerrar mis ojos, cuando oigo la puerta sonar y a la coordinadora aparecer con una chica de mediana estatura, ojos cafés y un gran trasero que me hizo sonrojar al darme cuenta que era lo único en lo que me fijaba. Me sentía sucia, toda la hora me introduje en la negación, para decirme a mí misma que no era lesbiana, mi familia es bastante religiosa, y yo solía rechazar a los homosexuales. Al llegar a casa, no hice más que pensar en aquella chica, era preciosa y no dejaba de pensar que ya la conocía, pero no encontraba de dónde.

Toda la semana evitaba hacer contacto visual con esa chica, no tengo idea si lo habrá notado, pero lo que sí vi, fue que ella solía mirarme, lo cual me estremecía de una manera inconcebible. No vi a mi mamá casi ningún día de la semana, más el viernes, imagínense mi sorpresa cuando me dice que vamos a cenar con unos viejos conocidos, al principio se me hizo extraño, pero cuando llegaron entré en shock al ver a la chica de mi clase pasar por la puerta, y notar por fin que era la amiga de mi infancia, con la cual había perdido contacto seis años atrás cuando me cambie de ciudad. Si en el salón era preciosa, ese día logró parar mi corazón, iba vestida informal, pero elegante, con unos pantalones negros y una blusa roja. Lo primero que hice, fue saludar a su padre, que prácticamente también lo fue para mí, y luego la saludé a ella tratando de ser formal, al hacerlo, ella se rio y me dio un abrazo mientras me susurraba:

—Te juro que no te reconocí hasta ahora.

Ante eso, lo único que pude hacer fue abrazarla de vuelta, cuando hice esto, una sensación cálida se esparció por mi cuerpo.

La noche, la puedo describir como una de las más emotivas que tuve en mi vida, al terminar, mamá y los padres de Daniela (Ese es su nombre), salieron para conocer la ciudad. Daniela y yo quedamos solas en casa, lo primero que le resalté fue su cambio de color de pelo:

—¿Con que ahora eres rubia de tarro? —Daniela sonrió y me miró a los ojos.

—¿Tú qué críticas? ¿Acaso no recuerdas la cantidad de veces que te teñiste de rojo?

—¿Por lo menos yo no parezco una Barbie que fue atacada por un perro? —Ambas estallamos a carcajadas.

Continuamos hablando de cosas que no tenían mucho sentido, hasta que llegaron sus padres, cuando se preparaba para salir, no íbamos a despedir de beso en la mejilla, pero terminamos girando hacia el mismo lado, lo que termino en un pequeño beso, soy consciente de que no significa mucho, pero aun así me hizo sonrojar. Ella se rio y me dijo:

—He recibido mejores, pero no me quejo.

Las siguientes semanas durábamos los descansos enteros hablando y riendo, cancelaba citas con mi entonces novio, solo porque ella me lo pedía. Lo que más me asustaba era que solía tener sueños húmedos con ella, e incluso me calentaba el solo hecho de pensar en ella, al final tuve que aceptar que ella me gustaba y corté con mi pareja.

Un día, en clase de Química nos informaron que la siguiente clase sería en el laboratorio y en él habría una evaluación práctica en parejas, evidentemente me hice con Daniela, no solo porque se había convertido de nuevo en mi mejor amiga y además me atraía, sino porque era de las mejores, por no decir la mejor en esta materia. Nos dieron un trabajo, el cual, debíamos llevar desarrollado para poder presentar la evaluación, decidimos reunirnos en mi casa para que me pudiera explicar todo lo que necesitara.

Apenas llegué a mi casa preparé la casa para cuando llegara, ya que, de nuevo, esa semana, mi mamá había estado llegando tarde, por lo cual estaba muy desordenada.

Cuando llegó, tenía una camisa tipo leñador holgada y corta atrás, con un short de jean que resaltaba la forma de su trasero y un esqueleto metido por debajo, sin pensarlo, le di una nalgada en plan de juego, lo que la asustó y la hizo botar sus cuadernos, eso la hizo enojar, fue entonces cuando comprendí por qué mis novios decían que me veía linda cuando me enojaba, por Dios, todos sus atributos se resaltaron en un momento, lo único que hice fue reírme y ofrecerle asiento.

A las dos horas terminamos el trabajo y subimos a mi habitación a charlar, comenzamos hablando de la profesora de francés y sus pechos sobre operados, y terminamos hablando de nuestras parejas y nuestras relaciones sexuales. Me empezó a decir que solo se había acostado con un hombre y que no había sido la gran cosa, el tipo fue bastante apático y no mostró rastros de interés en sus sentimientos, cuando terminó de hablar, me acerqué y le ofrecí mis dotes para su placer, obviamente en plan de juego, ella se acercó más y con una mirada sensual que en un segundo dibujó en su rostro, una mirada entre sensual y desafiante. Al notar la cercanía, no pude evitar morderme el labio y tratar de romper la tensión con una risa nerviosa, ella puso una cara de burla y desconcierto, y retomo con el juego, pero a su manera.

—¿Qué sucede? ¿Se acabó tu seguridad? –Me dijo mientras se acercaba con una sonrisa burlona.

Yo retomé el carácter dominante del principio y le dije con una voz desafiante, pero sin poder borrar la sonrisa burlona de mi boca:

—¿Por qué habrías de intimidarme?

—Porque soy muy sensual. –Dijo mientras se mordía los labios y trataba de conservar su sonrisa burlona. Luego me susurro al oído. Demuestra que eres mejor que un hombre, Michelle.

Después de eso, cada musculo de mi cuerpo me rogaba que acabara con la distancia de nuestros labios. Entonces lo hice, la besé, al principio ella se sentía tímida, pero luego correspondió a mi beso con una pasión que jamás había sentido, yo reafirmé mi posición apretando ese trasero que tanto había deseado.

—¿Es todo de lo que eres capaz? —Me dijo mientras me quitaba un mechón de mi cara.

Ante eso, la empujé a la cama y le quité sus zapatillas, luego subí mis manos lentamente hasta sus hombros, mientras la yema de mis dedos disfrutaba del placer de su cuerpo, me deshice de su leñadora y nuevamente, pero con la suavidad con la que subí a sus hombros, hice lo mismo con su esqueleto.

Me alejé un poco para apreciar su cuerpo, tenía sus brazos sobre la cabeza, por lo cual, sus senos, bajo el sostén, se veían pequeños, pero tan firmes como podían serlo. Bajé en medio de besos por su abdomen mientras notaba su cara de placer, al llegar a su short, lo desabotoné, y bruscamente subí a darle otro beso que duplicaba la pasión del primero, ella aprovechó para tomar el control de la situación mientras yo, de forma algo torpe, le quitaba el sostén.

Ella me quito la ropa de una forma algo brusca con sus manos temblorosas, prácticamente podía respirar sus nervios, eso me lleno de seguridad tras lo que retomé el control y la coloqué de nuevo en la posición de abajo. Tras un ligero beso, tan tierno como era posible, bajé a sus senos y los lamí alrededor, con lo cual ella soltó un pequeño gemido, eso me saco una sonrisa y me incitó a bajar a la zona de oro. Baje al nivel de su cabeza, y por debajo del short, apreté media nalga con una mano, y con la otra le quité esa estorbosa prenda, luego mordí su ropa interior y busque su mirada tras sus senos, ella agarró mi cabello con fuerza y me hizo quitarle su tanga. Ya teniendo su vagina en frente, la agarré de la cintura y como si fuera su boca la que besara, la empecé a “acariciar” con la lengua. Con cada roce de mi lengua, su espalda se encorvaba y su piel se retraía, no tardó mucho en llegar al Clímax, y entonces soltó un gemido que pareció más un grito, yo me acerqué a su oreja, y con una sonrisa en mis labios le pregunté:

—¿No que yo no te producía miedo?

Ella sonrió y me dijo:

—Te mostraré como se hace.

Entonces tomó sus dos dedos y los introdujo dulcemente en mi vagina, lo sentí como el cielo mismo, me vine casi instantáneamente, ninguno de mis novios, alguna vez me había hecho si quiera un oral, y mucho menos había causado que me viniera, luego aparece esta chica y me hace ver las estrellas en menos de dos minutos. Su torpeza mágicamente había desaparecido, y ahora con la mayor dulzura me hacía un oral increíble.

Después de lograr en mí, al menos, dos orgasmos, volvió a mi cara y me besó, los papeles se habían cambiado, ahora la sumisa era yo, y realmente me encantaba. Empezó a actuar de una forma algo más brusca pero igual de sensual, y me obligó a ponerme en un 69, donde yo estaba arriba en cuatro, y ella abajo acostada, después, con sus piernas, aprisionó mi cabeza y me puso tan cerca cómo era posible de su vagina, lo cual hizo que mi abdomen cayera sobre sus senos, cosa que evidentemente le dolió. El tiempo que duramos en esa posición, ella me nalgueaba cada vez que le causaba un orgasmo y yo la mordía en la pierna debajo de su trasero.

Al terminar, no podíamos estar más exhaustas, me recosté en sus senos y puse una mano en su abdomen, mientras ella acariciaba mi cabello. Tras un lapso de al menos diez minutos, ella rompió el silencio diciéndome:

—Si puedes dar más que un hombre.

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