Nuevos relatos publicados: 0

Control de tráfico

  • 9
  • 12.514
  • 8,00 (1 Val.)
  • 0

Puedo prometer que no aprieto mucho el acelerador en la carretera, pero ese día tenía prisa por llegar a casa. Ya me habían advertido que estaban controlando las velocidades, pero ¿cómo leches iban a pillarme?, si no había ningún coche en la carretera. A la altura de Km. 20 de la carretera de los pantanos, vi un choche parado en el arcén. Eran las 3 de la mañana y nadie en la carretera. No se a qué velocidad rebasé aquel coche, pero entre nosotros, …. era bastante más alta que la permitida. En la siguiente salida, me estaban esperando. En la salida 21, había un furgón de la Guardia Civil y un agente agitaba un "palote" fluorescente, indicándome que me detuviera en el arcén. Yo ya había divisado el control anteriormente, así que disminuí la velocidad con anterioridad. En ese momento caí en la cuenta, el vehículo detenido anteriormente, se trataba de un coche "Radar". Me habían cazado.

Una vez detenido, bajé la ventanilla y saqué la documentación. No pensé en ninguna excusa, no creí que mereciera la pena, solo quería encajar la bronca y salir zumbando para casita. Por el retrovisor vi, como se bajaba otro agente del coche y ambos se dirigían hacia mi. La imagen de los 2 agentes caminando hacia mi vehículo, me hizo olvidarme de la prisa y me colocó ante la situación: parado en mitad de la carretera, en mitad de la noche y a punto de recibir una multa.

―Buenas noches.- Me dijo uno, el que se acercó a mi ventanilla.

―Buenas noches, agente. – Contesté

―Por favor, me facilita su carnet y documentación del vehículo.

―Sí, agente. Un momento, saqué la documentación que me requería de la guantera.

―¿Sabe a la velocidad que circulaba? – Preguntó

―No, es verdad que iba algo lanzado, ¿es mucha?

―165 Km/H, ¿Vd. que cree?

―Es mucha.

El otro agente estaba apuntando la matrícula y mirando algo por debajo del coche. Cuando se levantó, golpeó en la otra ventanilla, haciendo gestos para que la bajara.

―Lleva Vd. Una rueda algo dañada, procure cambiarla.

―Gracias agente, mañana mismo iré al taller.

Todo parecía ir bien, el primer agente apuntaba mis datos, posiblemente para la multa, y al otro se había puesto tras el primero.

―De acuerdo, ahora haga el favor de soplar por este ‘pitorro’ de forma continuada hasta que este pilotito se ponga verde. Hágalo de forma decidida. – Me invitaba a soplar por el aparatejo ese que usan para medir el alcohol en sangre.

―No he bebido nada, agente. Vengo del trabajo.

―Da igual, entonces no tiene nada de qué temer. – Me tranquilizó

―De acuerdo.

Soplé con fuerza, hasta que el piloto cambió de color. La verdad es que cuesta soplar el aparato. Casi me quedé sin resuello.

―¿De veras no ha bebido nada? – El comentario del agente me sacó de mis pensamientos. – Esto indica que tiene un 0.5 de alcohol en Sangre.

―No puede ser, ….. un momento, ¿esto detecta el haber fumado mucho? Hoy tocaba cierre en la oficina y me pone de los nervios, así que me ha dado por el cigarro.

―Puede ser, pero la única forma es mediante un análisis de sangre. Verdaderamente
¿está dispuesto a realizarlo? En el Furgón tenemos el equipo necesario. ¿Desea que se haga la prueba?, he de dicirle que en caso de seguir dando positivo, será multado de la misma manera, pero además abonará el coste de la prueba.

―Pero ¿esta si es definitiva?

―Con esta no habrá lugar a dudas.

―De acuerdo entonces. – Dije convencido. Estaba seguro de no haber bebido ni gota de alcohol.

Busqué al chaleco reflectante, lo saqué de debajo del asiento y me lo puse. Bajé del coche y seguí a los agentes. El primero abrió el furgón por un lateral y entraron los dos. Seguidamente subí yo y cerraron la puerta. Me senté en una banquetita y me preparé para que me pincharan. El segundo agente, un tiarrón de casi 1’90 metros me dijo que me quitara la camiseta, ya que no bastaba con remangarme la manga. Me pareció raro, pero……

El primero, un agente más bajito aunque de complexión más fuerte, me impregnó de alcohol el brazo y pinchó la jeringuilla, extrayendo sangre de mi brazo derecho. Metió un par de gotas de mi sangre en un tubo de ensayo junto otras gotas de un líquido transparente. Lo metió en una centrifugadora y lo vació en una paleta. La cual cambió de color de forma inmediata.

―Lo siento caballero, pero su sangre contiene alcohol. Y esto es definitivo. – Me dijo mirando fijamente a los ojos. - No tenemos más remedio que inmovilizar su auto y hacerle esperar hasta que se le pase. Además mañana mismo acuda a la DGT y hará entrega de su carnet. Esto le puede costar muy caro.

―Hombre José. – Interrumpió el alto – siempre queda la tercera opción.

―¿Cual es esa otra opción? Estoy dispuesto, les puedo asegurar que esa prueba es defectuosa. No he bebido nada. – Estaba seguro que eso estaba mal, en verdad no había bebido nada.

―Existe otro aparato que puede soplar, pero ¿está dispuesto a soplarlo?

―Se lo aseguro.

―De acuerdo. Lolo sácalo.

Me di la vuelta para ver aquel aparato y cual sería mi sorpresa cuando, efectivamente allí había un aparato y efectivamente para soplar, pero el aparato no era otra cosa que la polla del tal Lolo. Pegué un respingo hacia atrás por lo que caí de espaldas al suelo. El bajito me puso la rodilla en el pecho y el otro nos rodeó, se puso de rodillas y bajó su tronco hasta mi cara. Su polla estaba flácida y olía a orín. Cerré mi boca para no tragarme aquello tan asqueroso.

―Borracho, abre tu puta boca, o te arranco lo huevos. – El bajito me dijo esto a la vez que me agarró con su manaza el paquete, haciendo presión en mis cojones. Parecía que me los había pillado una puerta de hierro.

―Aghhhhhhhhhhhhhhgguuuuguu, - Mi grito se vio ahogado por aquel tronco de carne que había entrado en mi boca.

Como decía, aquello estaba flácido, pero con los envites del agente y mis intentos por tomar aire (tenía las narices taponas por el vientre del tío) se estaba empezando a poner dura. Según aumentaba se sumergía más dentro de mi garganta, llegando a producirme arcadas. Me vi obligado a acomodarla dentro de mi garganta. Una vez conseguido el agente me invitó a que soplara y empezó a sacar y meter aquello de mi boca.

Yo estaba completamente inmovilizado, con el otro agente encima de mi estómago aprisionándome con los brazos pegados a mi cuerpo. Además había conseguido desabrocharme los pantalones y ya estaban por debajo de mis rodillas. Cuando me los hubo quitado, los usó para atarme con ellos a la banqueta, fija en el suelo.

El sabor de aquella polla me estaba poniendo enfermo, era asqueroso. Desde luego ese tío debía de trabajar mucho, sabía a sudor que mataba y tenía un olor propio de la entrepierna del macho de la raza humana. Creo que aún no he podido olvidarme de ese olor, lo tengo metido en mi cerebro y aún me hace vomitar. Lo peor vino cuando el muy cabrón se me corrió en la boca, no pude llegar a escupir todo el semen, tragándome la mitad. El resto si pude rechazarlo, pero el cabronazo lo recogió con la punta de la polla y me la metió hasta dentro.

―No te dejes nada. – Se reía entre suspiros.

Cuando me vi liberada la boca, supliqué que me dejaran marchar, que no diría nada. Recuerdo que lloraba con una niña.

―No, no. Esta prueba ha salido mal, así que tendremos que tomar muestras de tu intestino. Átale las manos y sujétale, voy a hacerle una inspección rectal.

―¡¡NO, por dios!! Vale ya, hijos de puta. Sois unos putos mariconazos de mierda,… cabroneeeeeeesss

Sin terminar la palabra Cabrones, sentí como un descomunal pollón había desgarrado mis entrañas, de golpe. Sin contemplaciones, sin haberme lubricado antes y sin haberme abierto poco a poco.

―ARHHHHHHHHHHHHHgggggg, me estáis matando, esto es una violación, os voy a denunciar y se os van a caer las pollas del susto. Cabrón¡¡¡¡¡

El cabrón que me había violado la boca, ahora me empezó a escupir en la cara, haciéndome tragar su saliva y una vez inmovilizado de nuevo, me metió en la boca su polla, sucia de semen, sudorosa y en definitiva asquerosa. De nuevo, se empalmó y comenzó a follarne la boca, esta vez más brutalmente.

―Para que te calles, puta. – Me dijo

Fue en ese momento cuando perdí la noción del tiempo. Sentía que el culo me ardía, y que las piernas las tenía despatarradas, me dolían las quijadas de la boca (las tenía desencajadas) y la garganta me quemaba. Así que decidí encomendarme a mi destino, estaba preparado para lo que fuera. Me convertí en un juguete para aquellos machos. Cada vez que intentaba retornar, sentía el palo que entraba por mi culo hasta destrozarme el recto. Estaba follándome, pero no con la idea de la satisfacción propia sino con la idea de matarme empalado. Sus huevos me golpeaban y sentía que él mismo se estaba dañando, me seguía y seguía enculando. Hasta que llegado el momento de la eyaculación se detuvo dentro de mí y soltó sus oleadas de esperma. Estoy seguro que llegaron hasta mi estómago, juntándose con las descargadas por su compañero anteriormente y que me obligó a tragar.

Cuando me la sacó, sentí que mi esfínter se contraía de nuevo, haciéndome regresar y sentir la punzada de dolor. Sentía como su semen, salía a chorros de mi culo (más tarde comprobé que estaba mezclado con mi sangre) El agente se incorporó y empujando la espalda de su compañero le obligó a metérmela más adentro. Sentí como me desgarraba la garganta y como su semen atravesaba mi garganta sin darme opción a regurgitarlo, ya que había traspasado el umbral de mi boca.

Se levantaron y con sus pollas goteando y manchadas de sangre me miraron hacia abajo.

―Pues va a resultar que era cierto que no había bebido nada. La prueba intestinal ha dado negativa. Por las molestias ocasionadas le vamos a perdonar la multa. –Me dijo el bajito, rompiendo las anotaciones hechas. – Vístase y lárguese. Sentimos las molestias.

Me cogieron por las axilas, con los pantalones a medio poner y me dejaron en el arcén. Estaba roto, me senté en el arcén. El primero se subió al furgón y el segundo se dirigió hacia el coche que estaba detenido unos 500 m. Atrás. Cuando llegó a nuestra altura, se pusieron en marcha, no antes de pararse.

―Caballero, No puede detenerse en el arcén. – Se retiraron del lugar sin encender las luces, hasta haber estado lo suficientemente lejos.

Cuando recuperé las fuerzas, me levanté llegué hasta el coche. Me subí y me dirigí al hospital más cercano. Me dieron puntos en el ano, tenía desgarro rectal y anal.

Desde ese momento, no he vuelto a correr en la carretera. No quisiera toparme de nuevo con esos cabrones. Aunque si los vuelvo a ver, esta vez seré yo el que me los monte. Ya os contaré si eso sucede.

(8,00)