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La Soledad de los LLanos (Capitulo 12)

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CAPITULO XII

Tadeo Jiménez colgó el teléfono que el dio la pésima noticia. Los 5 hombres que envió a Texas para asesinar a un cuarteto de forajidos habían sido ultimados en una guerra sin cuartel. Los Rangers de Texas encontraron 9 cuerpos sin vida en el “ahora” abandonado Rancho El Refugio. Según los Rangers había sido un enfrentamiento entre bandas de contrabandistas rivales. John Lee Cole no se volvió a ver en sus propiedades texanas. Abandonó su rancho en Rio Grande y su residencia en Laredo Texas. Las pistas indicaban que después de la batalla en su rancho habría huido a su natal Nashville Tennessee.

Lo que en realidad sucedió después del enfrentamiento había sido distinto. Tanto el Gato como el Gringo arrastraron los cuerpos de Los Cordados hasta donde se encontraban los forajidos de Merced González. Fueron colocados de tal manera que pareciera una verdadera guerra entre estos hombres. El nombre de John Lee Cole iba a ser buscado. Por esta razón el Gato aconsejó escaparse lo más lejos posible. Sin embargo, el pistolero exigió su pago por el trabajo más un cargo adicional por salvar su vida.

***

Tadeo Jiménez no lamentó la pérdida de sus hombres. Eran gajes del oficio. No obstante Aristeo Gutiérrez le parecía una persona leal y confiable. Según Tadeo tenía el temperamento adecuado para hacerse cargo del grupo en un futuro. Pensativo se quitó el sombrero. De pronto su teléfono volvió a sonar para darle una noticia relevante.

-El asesino de tus hombres fue el Gato, ahora su cabeza tiene precio, ve por él con todo el equipo-

Colgó nuevamente el teléfono sin despedirse de su interlocutor. Se levantó para preparar a sus hombres e introducirse en una nueva búsqueda. Estaba dispuesto a recorrer toda la franja fronteriza. Desde Matamoros hasta Nuevo Láredo

***

EL AMOR TOCA A LA PUERTA

Otro infructuoso día transcurrió en los menesteres del joven. Como era costumbre se hincó al costado de la parroquia para dar gracias a Dios por mantenerlo vivo durante aquel año y medio de locura. El muchacho se encontraba inmerso en sus oraciones. Sin embargo, se percató que una mujer tomó asiento justo a su lado derecho. La joven hizo lo propio y en voz alta comentó:

-perdóname padre porque aún no puedo creer que haya hombres devotos-

Luis escuchó dichas palabras y sonrió mentalmente. Segundos después abrió los ojos y observó a la mujer de sus sueños. El muchacho tartamudeó y se disculpó por no haberle dado la bienvenida. Ella simplemente respondió que no tenía ningún problema. Ni siquiera se conocían; Entonces se presentó dulcemente por su nombre mientras que el muchacho no mintió. Mencionó su pila y apelativo completo.

El joven era un manojo de nervios. Conversaron incómodamente por unos minutos. Pero conforme los segundos transcurrían se iba calmando y disfrutaron de una amena platica. La misa estaba a punto de comenzar. Amalia se disculpó con Luis y recibió a su madre en la puerta de la iglesia. El muchacho intuyó que la joven había llegado temprano a misa y su felicidad aumentó. Su cabeza le dio vueltas y consideró la posibilidad de que él le gustara a ella. <<¿Se vino temprano para platicar conmigo?>> Segundos después reaccionó como la mayoría de los hombres que son captados al lado de una hermosa mujer.

<< no sé, no creo, es tan hermosa que debe haber cientos de hombres detrás de ella>>

Minutos después observó a la preciosa joven acompañada de su madre. Ambas se sentaron en las bancas centrales. Al pasar a su lado, la tierna muchacha le volvió a sonreír. Por cuatro días consecutivos Amalia arribaba temprano a la iglesia. Pasaba alrededor de una hora conversando con Luis mientras esperaba a su madre para la misa de las 7:00 p.m. Le sorprendía que un muchacho tuviera valores religiosos tan arraigados. Sin embargo, había parte de su historia que ella no conocía. Sorprendentemente el muchacho decidió contar su vida.

-pues mira, la verdad es que me he metido en cosas que ni te imaginas, no tengo idea como Dios me sacó de allí sano y salvo-

-no cabe duda que todos tenemos un ángel de la guarda que nos cuida y nos protege- expresó con empatía la bella dama.

Al escuchar estas palabras el muchacho se mostró pensativo. Se trasladó a sus momentos de encrucijada. Analizó esas presencias extrañas que le brindaban una inexplicable paz. Recordó sus andanzas en Reynosa, su pasó por Jalisco, la pelea en el Picacho y las visitas de sus enemigos caídos. Sonrió de incredulidad. Sin duda la muestra máxima de protección fue la intervención divina en el Rancho Los Cedros. Amalia le restregó su mano en la cara. Luis parecía hipnotizado ante aquel comentario.

-¿Hey, hola... ¿aquí estas todavía?-

-sí, perdona-

-¿en qué pensabas?-

-¡en Los Ángeles¡-

-ah muy bien, ¿y qué tal, si crees que existen?-

-claro que sí, de hecho, estoy viendo uno en este momento-

Las sonrisas eran inevitables. Luis sentía por primera vez que la chica de sus sueños en realidad le correspondía. La emoción de Amalia era notoria pero antes de que ese cruce de miradas terminara en un beso la joven cambió drásticamente la conversación.

-oye Luis, ¿qué harás el próximo domingo?-

-pues nada- contestó extrañado.

-muy bien, pues el próximo domingo es el día de San Juan Apóstol, me encantaría que estuvieras presente-

-claro que si Amalia, ahí estaré, me encantaría verte también… ¿oye pero donde va a ser?-

-¡aquí tonto!... ¿no te ha dicho el Padre José?-

-¡ah sí... tienes razón, si me dijo!-

***

La Cordada se dispersó por el norte de Tamaulipas. Recorrieron Reynosa, Mier, Camargo hasta llegar a Nuevo Laredo. La zona de Los Ébanos era cubierta por su líder. Jiménez y diez hombres de su grupo se entrevistaron con varias personas. Lograron persuadir a un par de habitantes para que les avisaran en caso de que apareciera el Joven homicida o el temible Gato. Estas acciones eran realizadas por toda la ribereña. Tadeo tomó la decisión de quedarse de planta en el pueblo junto con sus diez hombres. En caso de presentarse cualquiera de los fugitivos los apresarían y llamarían al resto del grupo. El líder de Los Cordados ahora tenía “pajaritos” en pueblos y rancherías claves.

***

Una camioneta a 120 km/h rompía el aire mientras un nervioso John Lee Cole conducía de regreso hasta Laredo. Transitaba la famosa carretera 83 Texana. No había tiempo que perder. El Gato reconoció que fue un error dejar su caballo en el rancho del viejo. Era una prueba contundente en su contra. Pero no podía darse el lujo de volver en su corcel. La situación era apremiante. Se requerían medidas extremas. El norteamericano trató de romper el hielo durante el tenso viaje. Su esposa y El Gato habían enmudecido.

-¡so, didn’t know you speak english… im… surprised![1]-

El Gato volteó su cara y mostró un desprecio evidente a la pregunta.

-I’ve just killed 9 men in your backyard’s ranch… ¿and you’re surprised because “I speak English”?[2]-

-¡well, actually you killed 8 men![3]-

-¿how about if I make it 9 with you?[4]- expresó con fastidio el pistolero bilíngue.

El rostro de Lee Cole palideció ante el comentario peligroso del matón. Cerca de las 4 de la mañana se encontraban a unos cuantos kilómetros de Rio Grande City; Inexplicablemente Rafael Garza Cantú le pidió al norteamericano que se detuviera en medio de la obscuridad. Al parecer el astuto pistolero conocía algún pasaje seguro por alguna parte del río. De inmediato bajó de la camioneta y emprendió la huida caminando. Jamás se volverían a encontrar estos dos hombres. Lee Cole regresaría a su tierra natal donde fue arrestado en septiembre de 1934 por cargos de contrabando y asesinato. 

***

EL MERO DÍA DE SAN JUAN

Las sonoras notas de un violín ambientaban la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. La esperada cita con aquella preciosa joven se aproximaba velozmente. El muchacho trató de distraerse un momento y por mera curiosidad preguntó por Esteban García. No recibió la respuesta que esperaba. Nadie mencionó el lugar de su residencia. La información más interesante que consiguió fue sobre unas tierras del empresario Jarocho en San Rafael Veracruz. Luis recuperó su interés en el asunto y ahondó en el tema. Mencionó que era un excelente vaquero y probablemente podría trabajar allí. Pero cuando descubrió que San Rafael se encontraba a 160 kilómetros del puerto hizo una rabieta enorme.

El fandango ya había comenzado. Los sones jarochos dominaron el recinto. El muchacho caminó sonriente entre la gente. Vivía una experiencia que nunca había tenido. Según Luis una fiesta con música tenía que incluir el acordeón y el bajo sexto, tal vez un mariachi. Pero nunca había presenciado la armonía de la jarana huasteca, la guitarra y el violín. Estaba emocionado ante tan peculiar ritmo. Aceptó que este género musical era mucho más alegre que los deprimentes valses norteños.

Toda esa alegría que el joven percibió aquel Domingo 24 de junio de 1934, se tradujo en pensamientos maravillosos. Una vida compartida con Amalia. En cuestión de segundos reconoció que estaba perdidamente enamorado de ella. La búsqueda por la chica de sus sueños comenzó. Echó un vistazo por todo el patio donde se desarrollaba la fiesta, pero no pudo encontrar a su preciado tesoro. Dentro de este colorido festival se presentaba un duelo de músicos. Por un lado, se encontraba un trío que exponía el arte del Son Huasteco. Se acompañaba por el violín melódico y entonaban el huapango querreque. Por el otro lado esperaba su turno otro trío de músicos que dominaban el estilo del Son Jarocho. A pesar de las similitudes existía una diferencia. El Son Jarocho substituye el violín por el arpa.

El muchacho sintió el antojo de una cerveza, pero al instante recapacitó. Se encontraba en un recinto sagrado. Se dirigió a la mesa donde servían las aguas frutales y ordenó un vaso de horchata.

<<de perdido me voy a echar un cigarro>>

Metió su mano derecha dentro de la bolsa de su camisa y sacó el tabaco. De inmediato un hombre amable le ofreció fuego. Este le agradeció el gesto levantando su mano e inclinó su cabeza. El “querreque” había terminado. Era el turno de los Sones Jarochos al mando del trio “los Sánchez”. Interpretaron unos simples versos y después prosiguieron con Colas y Nicolás. Al final terminaron su popurrí con la afamada y mundialmente reconocida La Bamba. El muchacho no se impacientó. Sabía que tarde o temprano tendría la suerte de encontrar lo que andaba buscando. Así sucedió. Aunque no fue precisamente la presencia de Amalia. Después de varios minutos observando a la gente bailar, escuchó sin pretender una conversación de dos mujeres a su derecha. Las damas mencionaron que los lugares principales de la fiesta eran ocupados por Esteban García y su gente. Luis se metió en el dialogo. Pidió disculpas a las mujeres y preguntó quién era Don Esteban. Las damas lo señalaron y el instinto asesino de Luis retornó. Tal y como sucedió en Los Cedros, la música bajó su volumen y el tiempo se detuvo ante sus ojos. Era como si todo mundo se moviera lentamente. Finalmente había encontrado a su cuarto y último enemigo. Allí estaba sentado en la mesa principal. Al lado de los músicos huastecos. Se rodeaba de 5 hombres corpulentos. Parecía que guardaban armas. No respetaban el lugar. Sin embargo, eso no era problema. El muchacho también escondía un par de revólveres. Tampoco respetaba el recinto sagrado.

Había dejado de usar la funda en la cintura. No pretendía llamar la atención. Más nunca se deshizo de sus armas. Eran su herramienta de trabajo. Su mente se cerró y su objetivo inicial renació de la nada. Su olvido por Amalia fue instantáneo. Cegado por la sed venganza se abrió paso entre la gente para enfrentar a su último rival.

***

El Gato regresó a San Felipe. No veía con buenos ojos quedarse en su casa, pero la curiosidad de saber si ya estaban tras él lo carcomía. Quiso asegurarse sobre la situación en su pueblo natal. Todo parecía tranquilo en aquellas horas que vigiló su casa desde afuera. Nadie parecía darle mucha importancia; De hecho, ni siquiera se veía gente en las calles. Después de casi medio día de rondar su vivienda se decidió a entrar. Todo estaba tal y como lo había dejado. El olor a polvo y encierro le confirmó que nadie más había pisado el suelo de su hogar. Después de recorrer su casa se sentó en la cocina y meditó sobre lo sucedido en El Refugio

<<¿y ahora que chingados voy a hacer contra estos animales?>>

Se quitó las botas y trató de descansar por un momento. 30 minutos después le tocaron a la puerta. Rafael se levantó como resorte. Al instante sacó su arma y después se deslizó por la parte lateral de la puerta. Observó a través de un agujero en la madera, pero no reconoció la silueta. De pronto, El Gato abrió la entrada y apuntó con su arma a un hombre quien asustado levantó las manos en señal de paz.

-¡perate[5] sonso, soy yo Nacho¡-

El pistolero suspiró y lo invitó a entrar

-¿estás bien?- expresó Nacho.

-si… ¿Que chingados quieres? por poco y te mato cabrón- respondió sudoroso el pistolero.

-pos si, ya me di cuenta... ¿Oye cómo andas de trabajo?-

-acabo de regresar de uno- contestó Garza.

-¡te necesitamos para otro!- expresó Nacho.

-¿Quién?-

-Salome Ramos-

-no lo conozco- respondió Rafael.

-es un pinche huerco que me está robando en la tienda de abarrotes y desapareció-

-¡ta gueno!-

El dueño de la tienda describió los rasgos físicos del ladrón en cuestión y le dio sus referencias familiares. Acordaron el pago y un último renglón al encargo.

-¡trae al huerco vivo….  quiero destrozarlo con mis propias manos!-

***

El rabioso joven apresuró su caminar. Quitaba de su camino a las parejas que bailaban como a las personas alrededor. Cada paso le traía cientos de pensamientos. Se preguntaba como terminaría la inevitable batalla. La furia nubló su mente. No consideró un posible combate contra los 5 guardaespaldas de Esteban García. Se visualizaba confirmando el nombre de su rival y después le disparaba a quemarropa.

<<¿Eres Esteban García?...¡Hasta nunca Esteban García!>>

Sin embargo, la reacción de los guardaespaldas sería bestial. Su análisis de consecuencias le brindaba una sola respuesta. <<voy a morir, pero ese hijo de perra se va conmigo>> Hurgó dentro de su chamarra mientras caminaba. Acarició su revolver con la mano derecha. No obstante, sintió un gran vacío en su pecho. Esta vez no percibía la presencia extraña qué siempre lo acompañaba en momentos críticos.  

<<¿dónde está mi protección divina?>> se preguntó a sí mismo.

El pistolero ya había tomado el arma. Estaba a menos de 10 metros de su víctima. De pronto, un último ataque de conciencia lo golpeó.

<<estoy solo, me abandonó mi ángel, eso significa que estoy mal>>

Abandonó su lado consciente y le dio entrada a la maldad. Se empeñó en terminar su trabajo por completo. Se plantó delante de Don Esteban García, pero sorpresivamente apareció un rostro conocido.

-¡Hola Luis!-

-¡Amalia!- exclamó sorprendido el muchacho.


El rostro angelical de la joven hizo que Luis perdiera enfoque. Su ideología se esfumó en un remolino de pensamientos. No entendía una sola palabra. Intentó observar a su presa por encima de los hombros de Amalia, pero comprendió que lucía extraño. Instantes después recobró el sentido y su sonrisa retornó.

-no me estas poniendo atención Luis...  ¿estás bien?- comentó preocupada la joven ojiverde.

-sí, ¿bailamos?- propuso el vaquero.

-pues si- contesto dudosa.

La pareja se dispuso a bailar. Don Esteban fue susurrado al oído sobre su hermana danzando con un desconocido. El empresario veracruzano ya lo había notado desde antes de la mención. Clavó su dura mirada en aquel joven quien también lo observaba detenidamente. Esteban García se levantó y pidió a su gente que lo acompañaran.

<<No puedo creer, viene hacia mí, no creo que me conozca, ¿cómo es posible?>>

La pieza musical había terminado. Esteban se plantó justo en frente de la pareja. El vaquero estaba decidido a sacar su revólver, pero inesperadamente Amalia intervino.

-¿hermano como estas?-

<<¿hermano?>>  sopesó Luis mientras sentía indicios de ansiedad.

La noticia cayó como balde de agua fría. Aquella tensión de iniciar la pelea se postergó. El vaquero volvió lentamente su mano a la postura original. La situación se había tornado sumamente incomoda y tras unas dudosas presentaciones el empresario recalcó su interés en el muchacho.

-¡mira Esteban, él es el joven del que le platiqué a mama!- expresó Amalia con emoción.

Los segundos se extendieron en una tensa mirada mutua.

-se llama Luis- agregó Amalia al ver la estresante situación. Ansiaba que ambos hombres de su vida congeniaran.

-mucho gusto Luis, soy Esteban García, hermano de Amalia… y dime ¿de dónde eres originario, claramente se ve que no eres de por aquí?- comentó cortésmente el veracruzano mientras extendía su mano.

-es de la frontera- contestó la doncella mientras Luis sudaba frío.

-¿de la frontera?... ¿de qué parte?- cuestionó de nuevo el originario de San Rafael.

-si es cierto Luis, no me has dicho de dónde eres-

Esteban interrumpió la emoción de su hermana y le pidió que guardara silencio para escuchar a su amigo.

-Amalia deja hablar a tu amigo, ¿no crees?-

-si perdón- contestó apenada.

-así que… ¿de dónde eres, decías?- retomó el tema Esteban.

-de California- Luis respondió con seguridad, pero en realidad moría de angustia.

-eso está muy lejos- contestó Esteban mientras extendía sus dedos con regularidad.

-demasiado- recalcó el vaquero.

La joven observó ambos hombres y cortó de lleno la incómoda situación. Astutamente invitó a su hermano a la pista de baile y Esteban accedió sin problema. Lo tomó de las manos y se lo llevó del estresante encuentro. Se despidió del muchacho con una dulce sonrisa y le prometió volver.

***

LA VERDAD DOLOROSA

Los hermanos se fundieron en una fuerte discusión delante de los presentes. Tuvo que intervenir el Padre José Sahagún para calmar los ánimos de Amalia y Esteban. El sacerdote solicitó la ayuda de Luis para servir la comida y el joven aceptó de inmediato. Aprovechó esta pausa para relajarse un poco. Después de atender las peticiones del Padre José el muchacho se quedó dentro de la iglesia. Deambulaba por la cocina de la sacristía. Meditaba profundamente sobre su misión cuando escuchó unos pasos acercarse por su espalda.

<<esta presencia es de un hombre>>

El joven se dio la vuelta rápidamente y se encaró con su forzoso destino. Su enemigo había vuelto.

-tenemos que hablar- expresó con calma Esteban García.

-pos tú dirás- contestó retadoramente el muchacho.

-yo sé quién eres…. y se lo que quieres- fue al grano el veracruzano.

-pos pa´ luego es tarde- invitó a la confrontación el vaquero.

-No- extendió la palma de su mano.

-aquí no… es la casa del señor-

En ese momento Luis descubrió que estaba rodeado por los 5 pistoleros de García. Su ubicación era perfecta. Se encontraban a la espalda y lados del joven norteño. Fácilmente podía ser emboscado en cualquier momento.

-¿ocupa a 5 hombres para enfrentarme?-

-¡tengo entendido que 30 no te hicieron nada en Arandas!... ven, acompáñanos-

-No- se rehusó el vaquero.

-¡no te haremos daño!- prometió el ganadero veracruzano.

-dime dónde y te veré allí… pero no iré con ustedes- reafirmó su postura el muchacho.

-muy bien, entonces te veo mañana en mi casa- expresó Esteban.

Enseguida escribió la dirección y dejo la nota en la mesa de la cocina. El empresario se marchó junto con sus pistoleros. El Padre José se encontraba a unos metros de la conversación; Aprovechó la escasa Luz de la sacristía y se escondió para poder escuchar todo. El muchacho trató de evitar otra conversación sobre su origen y el motivo de su visita. No obstante, el sacerdote insistió. Lo obligó a contarle absolutamente todo. Sin remedio ante aquel pedimento el vaquero accedió. Sin embargo, requirió la plena función de los secretos de confesión. El Sacerdote le prometió la santa discreción y así comenzó el arrepentimiento del joven fronterizo.

-Padre, perdóneme por todo lo que he hecho, pero sobre todo por lo que estoy a punto de hacer.-

 

Próximamente el Capítulo 13....


[1] -¡este, no sabía que hablabas inglés… estoy sorprendido!-

[2] Acabo de matar 9 hombres en el patio de tu rancho, ¿y tú estás sorprendido por que hablo inglés?

[3] Bueno, en realidad mataste solo 8 hombres.

[4] ¿Qué tal si alcanzo los 9 contigo?

[5] Esperate.

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