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42.2 Una rosa de regalo

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Me ha permitido que llore besando mi cara en silencio. Es tanta mi emoción, mi dicha que suspiro entre sollozos y noto como mis contracciones van expulsando su pene.

Cuando sale de mí, al cabo de bastante tiempo, me levanto para ir al baño, él viene detrás de mí, quiero lavarme y darme una crema en mi culo, lo siento lacerado, un poco dolorido, pero no era nada.

-He estado un poco bruto.  –me mira desde la puerta.

Fui hasta él y le abracé.

-No te preocupes, me has hecho gozar y he vibrado como nunca entre tus brazos, no quiero tabúes entre nosotros, cuando me hagas daño de verdad te lo diré.

-Pero Daniel, me vas a odiar por mi trato.  –sujeto su rostro entre mis manos y tiro de él para besar sus labios.

-Si tú lo has pasado bien, yo no lo he disfrutado menos, olvídate y no sientas escrúpulos, el gozo y la felicidad que me has dado han sido suficientes. Lávate, o mejor, nos damos una ducha rápida si te parece.

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Quería enseñarle muchas cosas de la ciudad y después de desayunar emprendimos nuestra andadura de turista curiosos. Cogí su mano con la mía y la apreté.

Su contacto me transmitía calor y confianza, resultaba un hombre imponente a mi lado.

-¡Mira Gonzalo!, la Catedral.  –gozaba mostrándole los edificios, a veces haciéndole correr sujetando y tirando de su mano, no quería soltarme de él. Ahora podía materializar mis sueños de niño. Lo deseé hacer cuando del liceo nos traían a Francia para pasar unos días o una semana y nunca me atreví, entonces tampoco él me lo hubiera permitido.

Podía realizar lo que tanto había deseado y acompañado de él, ¿qué más podía desear en este momento?

Había mercado de flores, miles de plantas y bellísimas y extrañas flores, los padres habían traído a sus niños que gozaban del colorido espectáculo. También había jóvenes estudiantes a montones, no todos estaban en la cama o estudiando, la mezcolanza resultaba maravillosa, todo envuelto en las conversaciones y las risas.

Deambulamos entre los puestos de flores, Gonzalo compró y me regaló una rosa, me lancé en sus brazos y sujetándome de mis posaderas me elevó en el aire hasta que nuestros rostros quedaron a la misma altura. Nos miramos largamente hasta que tuve el impulso de besar con inmensa dulzura sus labios.

-Gonzalo, mi hombre amado.  –dejó que fuera resbalando por su cuerpo hasta que mis pies tocaron el suelo.

Cuando llegamos al Palais de Beux-Arts quería entrar, pero no teníamos tiempo para tanto, dejaríamos a Rodin, Delacroix, Goya y otros artistas maravillosos para otro momento. Había tanto que ver, si yo aún no la conocía toda la ciudad y llevaba allí viviendo siete meses, me iba a pasar lo mismo que en Leeds.

-Tienes que enseñármelo un día, volver otra vez a visitarlo y pasar la mañana en él. –me encantaba su entusiasmo, le veía ahora otra vez joven, sin ese aire de chico mayor e importante, un simple mortal más rodeado de sus iguales.

-No lo dudes cariño, es tan importante como el Louvre de París y merecerá la pena, vendremos los dos. -tiré de su mano para seguir caminando.

Había pasado la mañana y buscamos un lugar donde comer, el restaurante de Martine me parecía en esos momentos un lugar quizá muy serio, necesitaba verme envuelto en un ambiente joven y fuimos a parar a la calle donde tiene su casa Rafael, allí hay cantidad de bares donde se puede regalar al estómago con agradables alimentos, desde bocadillos a la comida más sofisticada de la cocina francesa.

No era mi intención encontrarme con alguien conocido, pero vimos a Natalia con otras dos amigas y me llamaron desde la mesa donde se encontraban sentadas. Miraban a Gonzalo y se lo comían con los ojos, dejé mi rosa sobre la mesa y mi amiga la cogió para llevarla a su cara, su sonrisa cómplice brilló imaginando que tenía un significado especial para mí.

Habían pedido para comer patatas fritas con diversas salsas y mejillones al vapor, hicimos el mismo encargo y acertamos, estuvo todo delicioso y además de hablar le vi comer con ganas. Me sentía cada vez más enamorado, si eso pudiera ser.

Tuvieron que notar que había algo entre nosotros, por la forma de mirarnos y sus maneras galantes de ofrecerme una salsa que él ya había probado, no les reprocho que siguieran coqueteando con él y queriendo llamar su atención, resultaba difícil sustraerse a su atracción. Un hombre de veintiséis años como él, con su simpática seriedad e impresionante cuerpo, la belleza morena de su rostro, para unas chicas de apenas veinte o veintiún años tenía que representar un sueño.

Para ellas.

Para mí.

Para cualquiera que supiera ver la varonil belleza que irradiaba y se desprendía de toda su anatomía.

Nos despedimos de ellas y cuando paseábamos de vuelta al hotel, al lado del parque de la Ciudadela y el Zoo, me llamó Rafael para preguntar si iríamos a la noche donde Evans.

Cada uno iría por su cuenta y nos veríamos allí, mi rosa estaba perdiendo su fresca pureza, pero para mí era un tesoro y la conservaba en mi mano.

Estábamos cansados y nos tumbamos en la cama un rato, sin quitarnos nuestra ropa interior y después de besarnos un rato, sin más, solo besar con calidez nuestro rostro y acariciarnos sin llegar a tocar nuestra virilidad, deslice mis dedos por su mejilla.

-Enamoras a cualquiera, ¿ya viste lo alocadas que estaban las chicas por ti?

-También a ti te miraban.  –sí, me miraban, pero de otra manera que a él.

-Ya, puede ser que tengas razón, a ti se te ve tan masculino, tan varonil que embrujas a toda mujer, por mí no pueden sentir lo mismo, ¿no crees que se me ve un poco afeminado?  -se gira para mirarme y pasa sus dedos por mi cara.

-Ni se te ocurra pensar así, en todo caso se te puede ver como un hermoso ninfo, erótico y deseable, además a mí no me importa cómo te vean los demás, no conocen nada de ti.  –nos quedamos dormidos, un sueño ligero de no más de una hora.

Mientras Gonzalo va al baño hago una llamada al padre de Ray, éste permanece tranquilo y se ha levantado para comer con la familia, me deja tranquilo y acompaño a mi chico, ¿novio, amigo?, en la ducha.

Quiere jugar, yo también, pero se hace tarde si queremos cenar algo antes de salir de fiesta y yo quiero que coma, le quiero cebar como a un cerdito, no tanto la verdad. Deseo que nos retiremos no muy tarde, para salir a correr mañana, una vida sana para mi amor al que tengo que cuidar.

Cenamos en la cafetería del hotel y una hora más tarde cogemos un taxi para ir donde nos esperan Rafael y el baile. Inmediatamente después de saludar a los chicos, Evans y Rafael no están, sujeto del talle a Gonzalo.

-Llévame a bailar, quiero estar contigo abrazado y disfrutar de la danza.

-No se moverme como tu Daniel.  –esboza una sonrisa de disculpa y enarca las cejas en un gesto tan sexy que le tengo que besar.

-No importa, tú déjate abrazar por mí.

La pista central y más grande está llenándose de público que se mueve al compás de la música, unos bailan mejor que otros, pero todos lo pasan bien.

-Ves amor, no todos saben bailar, pero gozan del ritmo y de la música, venga vamos a movernos.

Abrazo su cintura y él recoge mi cuerpo envolviéndome en sus brazos, apoyo mi cabeza debajo de su barbilla y bajo mis manos para acariciar sus glúteos, voy moviendo lentamente con sensualidad mis caderas para frotar su miembro con mi vientre.

Levanto la mirada y tiene los ojos cerrados.

-¿Te gusta?, ¿estás bien?  -mientras le hablo aprieto sus nalgas.

-Muy bien, pero me estas excitando.  –río con ganas y sofoco mi risa en su pecho.

-De eso se trata, quiero excitarte y tenerte caliente para luego, ahora baja tu cabecita y bésame.  –sus labios envuelven los míos y sujeto su cuello para que no se me vaya.

-Teníamos que bailar más, me encanta que me tengas así abrazado, que tu boca me bese y sintiendo el deseo de tu pene mientras me lleva la música moviendo con suavidad nuestros cuerpos y rozándose.

Le voy obligando a que se mueva suelto, pidiéndole que siga mis movimientos.

-Me tienes todo excitado, no te separes de mí.  –doy un paso para atrás y mi vista me confirme lo que apreciaba mi tacto, se le nota el bulto de su entrepierna que subirá hasta el elástico de su bóxer, me gustaría ver ahora su cara, seguro que está rojo como una amapola.

-Aquí tienen habitaciones, si quieres cogemos una y bajas tu calentura.  –le hablo en broma. ¿O en serio?

Continuamos así dando pasos de baile, haciéndonos los locos y provocándole también. Llevaríamos bailando más de diez piezas y siento unas manos que sujetan mi cintura cambiando mi paso, Paul se ha unido a nosotros y no me suelta.

-Ya te ha llegado el compañero de baile, voy a descansar un poco.  –no tengo tiempo de responderle cuando se aleja de mí. En un principio me molesta la interrupción de Paul, quería seguir con Gonzalo y aprovechar algunos momentos para abrazarle mientras descansábamos.

-¿Cómo es que apareces ahora?  -Paul me tiene cogido por detrás, apoyando su mentón en mi hombro, me lleva en sus pasos a izquierda y derecha.

-He tenido que trabajar hasta ahora, y creo que ya he dejado satisfecho a mi cliente. –debe de haberse dado una ducha reciente, está fresco y huele muy bien.

Gonzalo se me va del pensamiento, es imposible pensar en otra cosa que no sea el baile, teniendo a Paul que te exige concentración en lo que estás haciendo.

Mi pareja no está mucho tiempo conmigo, no sé qué sistema tienen de enterarse entre ellos, para comunicarse que deben volver a su trabajo, que algún cliente los espera.

Recorro con la vista las mesas donde nos sentamos y veo a Gonzalo con Evans y Rafael, paso antes por la barra para pedir un refresco, el mío que saben cual es y me dirijo a la mesa donde me esperan. Cuando los buscaba he visto la mirada de Gonzalo fijada en mí.

Saludo a mis amigos y Rafael me abraza y me besa en los labios, los ojos le brillan demasiado, algo me tiene que decir y debe de ser importante porque me abraza entrecortado por los nervios.

-Ya hemos estado, es mío.  –sus manos recorren mi espalda. Me contagia su excitación.

-¿Le has hecho el amor?, ¡qué alegría Rafael!  -soy yo el que en estos momentos no puedo evitar tocar sus labios con los míos y resbalar hasta apoyarse con fuerza en su mejilla. Gonzalo nos mira sorprendido y Evans sonriente porque imagina, o sabe, lo que nos sucede.

Mis brazos van de Rafael a Evans, estrechándole con fuerza.

-Felicidades por dejar la soltería, me siento tan contento Evans.

La conversación se extiende y Gonzalo continúa con la arruga entre sus cejas.

-Luego te explico, no pasa nada cariño.  -llega el camarero con lo que ellos tenían pedido y aprovecho para beber un gran trago, estaba sediento.

Llega el momento en que tenemos que marchar y en el taxi le relato a Gonzalo el motivo de mi alegría con mis amigos, ahora también lo son de él. Nos desnudamos corriendo y entramos debajo de la ducha. Bebo agua mientras me miro en el espejo del baño, últimamente me miro mucho, buscando no sé qué en mí.

-Estoy contento de que Evans tenga a alguien que se interesa por él.  –hablo en voz alta para que me escuche, pienso en aprovechar la ocasión para revelarle uno de mis secretos, termino el vaso de agua cuando me llega su voz.

-¿Tengo  que ir a buscar a mi hombrecito?  -voy a la cama colocándome el pantalón de pijama. Me está esperando tapado con la sábana, tiene que estar desnudo por el bulto que se aprecia bajo ella. Me siento a horcajadas sobre su pecho y voy bajando deslizando mis nalgas hasta tropezar con su bulto y quedar mi cara a la altura de la suya.

Acaricié su barbilla cogiéndola entre mis dedos pulgar e índice y los pasé después por sus labios.

-Rafael y yo hemos estado en la cama alguna vez, hemos hecho el amor, es uno de tantos como ya te conté.   –mi mirada no se aparta de la suya, pero no obtengo respuesta, solamente la que me llega de sus sorprendidos o asombrados ojos.

-Debo ser sincero contigo Gonzalo, soy promiscuo, a veces pienso que un puto, tienes que saber el bicho con el que vas a medir tus fuerzas.  –lleva sus manos a mis costados y los acaricia metiéndolas por la goma del pantalón hasta llegar a mis glúteos.

-Y también con ese chico, el árabe.  –mi respuesta es asentir con la cabeza en una muda afirmación.

-No necesitas decirme quienes son los hombres con los que has estado, veo como los miras y lo leo en tu mirada, hasta cierto punto me gustaría no saberlo, pero los has tenido igual que yo Daniel, seguro que los míos han sido más, no me preocupa eso.

Llego hasta su boca para besarla.

-Te amo Gonzalo y te quiero con locura.  -mis besos consiguen que su boca me vaya aceptando y participe en el juego, su bulto va en aumento y lo siento palpitando en mi trasero. Levanto la mirada para sonreírle y llevo mi mano a mi espalda para sujetar su pene retirando la sábana que lo cubre.

-Lo tienes juguetón y con ganas. -me recojo en su pecho riendo con picardía y sin soltar su miembro viril.

Su mirada estaba empañada de ardiente deseo, mirándome fijamente cuando dejaba de besarme y de comerme la boca.

-Tu baile me volvía loco y sentí celos de ese chico que acariciaba descarado tus caderas.  –sujeté su cara para llevarla de nuevo hacía mi.

-Era un baile vida mía, en mi corazón no hay nadie más que tú, quiero que lo sepas.  –el tiempo no existe para mí cuando le tengo en mis brazos y me deja que le colme de mis mimos.

-Quería ocupar su lugar, ya sé que se trataba de un baile, pero no me gustaba como se arrimaba a ti, y tus movimientos tan sensuales de caderas, me tengo que acostumbrar si a ti te gusta bailar.

-En aquel momento llegaba de estar con un cliente, no creo que le quedaran muchas ganas de atender a un hombre más.  –esas son mis palabras, pero no lo que yo pienso, Paul por su trabajo puede estar con dos hombres al mismo tiempo.

-Hazme el amor Gonzalo, has conseguido que me excite manifestando tus celos. Mi amor, hazme tuyo.  –estaba rendido a él y no se daba cuenta de que podía hacer de mi lo que quisiera.

Acariciaba con fuerza mis pezones y empezó a chuparlos y a pasar su lengua por ellos logrando que gimiera, los mordía con suavidad haciéndome retorcer de gusto. Incliné mi cabeza hacia atrás frotando con fuerza mi sexo contra su verga.

Sujeté su pene tan grandote con mi mano por el glande, aunque no cabía en ella y me maché del precum que salía de él.

-Quiero mamar tu polla, la necesito en mi boca.  –susurré lamiendo el lóbulo de su oreja. Mis palabras le enardecen y lleva mi cabeza a su entrepierna. Bajó mi pantalón y comenzó a jugar con mi ano.

Mientras yo miraba embobado su sexo, siento su boca que se apodera de mi polla y la engulle toda entera, arranca un fuerte sollozo de mi boca.

-Más despacio Gonzalo, vas a conseguir que me corra y no quiero.  -necesitaba disfrutar unos minutos al menos del sabor de su miembro, pero es muy fuerte mi excitación.

Resulta asombroso, miro incrédulo el tamaño de su falo cuando esta tan excitado, son muchos centímetros los se ofrecen a mis manos y a mi boca, mi experta lengua comienza a lamer sus testículos pasándola lentamente por ellos, sin importarme los crespos pelos que quedan pegados en ella.

Lamo su verga subiendo y bajando por su fuste, y paso mis labios muy mojados en oblicuo, como si estuviera tocando la flauta travesera, me encanta y vuelve loco su pene, solamente tengo su glande en mi boca y él tiene la totalidad de mi virilidad en la suya.

Se trata de dobles placeres, a veces irresistibles por ser tan fuertes, los que él me hace sentir con sus manos y su boca y los que yo me procuro chupando de la punta de su polla, lamiendo su fuste y sus cálidos huevos.

Gonzalo movía su cadera queriendo enterrarme su verga y que la tragara completa, la metí un par de veces, no conseguía relajarme y tenerla en mi garganta como en otras ocasiones, estaba demasiado deseoso y me traicionaban los nervios.

Mis labios se cerraron otra vez sobre su hombría. Suspiró emocionado y presionó mi cabeza para me la comiera toda, la envolví en la calidez y humedad de mi boca, y emitió un profundamente y potente quejido de macho satisfecho que me enervó.

-¡Oh! Sí, eres el mejor, que gusto me das.  –desvié mi mirada para encontrar la suya y enviarle un mudo agradecimiento por sus palabras.

Al cabo de unos momentos apartó mi cabeza con suavidad de su polla y se colocó de rodillas, no sabía de dónde sacaba sus fuerzas para cogerme en sus brazos y ponerme como quería.

Se colocó entre mis piernas y volvió a lamer mis pechos, a mordisquearlos de nuevo, comencé a mover mis caderas invitándole a que me la clavara, la sentía tan fuerte entre mis muslos, tan húmeda y apetitosa que la quería, me retorcía intentando que su punta tocara mi ano y tenía que meter mi brazo en mi boca para apagar los gemidos que salían de ella.

Seguía chupando de mis pezones sin parar y los besaba a veces.

-Dámela, Gonzalo.  –me tenía desesperado y no llegaba con mis manos para sujetarla y llevarla a mi ano, cuando conseguía agarrarla unos segundos, se escurría y escapaba de mí.

Por fin abandonó mis tetillas que estaban doloridas y rojas, su miraba lujuriosa me hacía temblar de deseo, me besó la boca con fuerza.

-Ahora quiero que muevas tus caderas para mí como lo hacías en la pista de baile, pero con mi verga dentro.  

Sujetó su enorme falo y lo colocó a la entrada de mí ya empapado culo, estaba deseoso de ser perforado por su viril miembro, comenzó a mover con suavidad su cadera y a meterlo con lentitud en mi recto, disfrutaba cada instante y cada movimiento que hacía, me tenía gimiendo de placer, disfrutando de sentirme herido por su dura y maravillosa verga.

Gemía cerrando mis ojos mientras mi culo lo tragaba poco a poco, lo iba metiendo con golpes suaves de cadera, disfrutando de mi cara de vicio por las ganas de que llegara al final del recorrido.

No terminaba de meterla, salía y la metía un poco más cada vez hasta que la hundió entera en mi vientre, hasta que sus testículos golpearon en mi ano y los dejó allí, quieto, como esperando. De pronto me abrazó y me dio la vuelta sin salirse, dejándome a mí cabalgando sobre él.

Le miré y mis ojos le dijeron, -ahora vas a ver-

Elevé mis caderas y comencé a jugar con ellas, a moverlas suavemente en círculos, notaba como su verga se movía dentro de mi recto. Elevaba mi cuerpo para sacar la mitad de su verga y me dejaba caer de golpe penetrándome, estrellado mis testículos en los vellos de su pubis y mi polla en sus abdominales, aumentaba la rapidez de mis movimientos según iba descubriendo el placer que reflejaba su rostro.

Estaba actuando como una puta para su disfrute y me encantaba, sus obscenos gestos eran para mí el máximo placer, la postura resultaba un poco forzada y me exigía trabajar hasta terminar sudando, me cansé y caí sobre su cuerpo dejando que actuara él.

Acercó su rostro para besar mis labios y luego morderlos con los suyos sin causarme daño. Volvió a la postura anterior, a quedarse encima de mí controlando la situación.

-Eres delicioso.  –mi respuesta fue pasar mis brazos por su cuello y apretar mis labios con los suyos hasta que me dolieron.

-Te amo Gonzalo, te adoro. –fue la señal para él.

Comenzó a meter y sacar su polla con fuertes golpes de cadera mientras echaba su cabeza hacia atrás y se sujetaba a mi pierna, movía la que tenía libre forzado por sus enérgicas embestidas, me sentía atravesado en todo mi cuerpo por aquel enorme falo, que me taladraba y llegaba hasta el estómago donde me oprimía.

Disminuyó su ritmo y se inclinó para lamer mis tetitas, abracé su cabeza y la pegué a mi pecho acariciando su cabello.

-Me encantan Daniel, las tienes tan gorditas y desarrolladas por la natación que me vuelven loquito.  –me gustaba que me dijera esas cosas y resultaba agradable, sus palabras eran un regalo para mis oídos.

Tiré de él para que continuara follándome, ya me había cortado mi orgasmo en un par de ocasiones y no podía aguantar más.

-Haz que me vaya, quiero correrme sin tocármela.

Reanudó su mete y saca lentamente pero muy profundo, resbalando su abdomen sobre mi verga, masturbándome con sus abdominales, y otras veces muy deprisa, y sentí como me venía, como me llegaba para ahogarme en gritos de placer al eyacular con fuerza, mis piernas se quedaron rígidas, pegadas a sus pantorrillas hasta que temblaron para aflojarse entre espasmos.

No dejó de moverse, le sentía entrar y salir de mi cuerpo entre sueños, hasta que se dejó caer sobre mi pecho respirando muy fuerte, ni me había dado cuenta de cuando me llenó con su leche, estaba prácticamente inconsciente.

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No podía dejar de mirarle y me venció el dolor de mi codo donde apoyaba mi cabeza, la dejé reposar sobre su vientre algo húmedo aún y girada para mirar desde esa posición su cara.

-Amor, nos vamos a quedar fríos, sería mejor que nos ducháramos y poder dormir para salir a correr mañana.  –acaricia mi cabello y enreda sus dedos en él.

-Estoy tan a gusto a tu lado, así, de esa manera sin hacer nada, viéndote respirar, como se mueven las aletas de tu nariz. Daniel, ¡ay! Daniel, te amo, y a veces me cuesta respirar.  –voy a gatas hasta él, nuestras narices se tocan y nuestros alientos también, río como si fuera un niño restregando mi nariz sobre la suya.

-Gonzalo, eso no es algo extraordinario, es lo mismo que me sucede a mí. volvimos a unir nuestros labios, sin cansarnos, de rodillas ante él adorándole.

Una vez duchados y reluciendo de limpios volvemos a la cama y apagamos la luz, me arrimo a él para que me dé su calor, siento los pelos de su pubis en mi culo y empujo hacía él para hacer un cuerpo de los dos.

-Esta semana nos llegó la memoria de la empresa y venía tu nombramiento.  –abraza mi pecho con su brazo izquierdo y desliza sus dedos por él.

-Es la sustitución de mi abuelo, el pobre no puede dar más y hace mucho ayudado por Borja. ¿Pero eso te preocupa?

-No mucho, solamente un poco.

-A ver, dime por qué.

-Eres una persona muy importante, me gustaría que fueras más normal, como yo.  –me separo de él para colocarme de cara al techo.

-A Nicolás ya lo veía ¡uff!, demasiado. Y ahora tú, ya me dirás lo que eres tú.  –coloca su mano sobre mi ombligo y juega con él, me hace cosquillas y reír un poco y se la retiro.

-Sabes de siempre como soy yo y también mi familia. Eso no tiene importancia, las personas son lo que ellos valen, tu sabes muy bien como es Nicolás y que vale mucho, ¿qué importa lo que tengan sus padres, o en mi caso mis abuelos? Ellos te quieren, te respetan y desean que estés algún día con ellos. 

-Antes era un niño, no me daba cuenta. Pero tienes razón, no me hagas caso, en eso salgo ganando, los padres de Nicolás no me quieren y tus abuelos me conocen desde niño.  –se aproxima para pegarse a mí y me besa en el hombro.

-Por cierto, ¿Carlos quiere que Nico colabore en otros trabajos para él? Tiene unas ideas geniales.  –ya sabía que Nicolás era brillante y no lo podía ocultar, me alegraba que otros se dieran cuenta y lo apreciaran también.

Mis ojos se cerraban lentamente vencidos por el sueño, por las tiernas caricias de su mano en mi pecho y sus besos en mi brazo.

Esa noche soñé. Al principio era un sueño muy hermoso donde Gonzalo me hacía el amor entre caricias muy dulces, el sueño lo había situado  en la habitación de Nico en la Av Foch, estábamos envueltos en una luz muy suave, cenital o del amanecer; el cuerpo de Gonzalo se convertía, se transformaba  de repente en el cuerpo de un gigante que me quería morder, tenía la boca como la de un lobo o un perro, intentaba retenerle apoyando mis manos en su pecho para que no alcanzara mi garganta con sus fauces,  los ojos eran los de Faustin.

Me desperté temblando, Gonzalo pasaba su brazo por mi pecho al darse cuenta de mi desazón.

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A pesar de lo mal que había dormido, me desperté resulto a correr, aún mantenía su brazo pasado por mi pecho, como si supiera que había necesitado su cobijo durante mi sueño.

Aparté con cuidado su mano y le contemplé, resultaba conmovedor ver su sonrisa tan tierna, de niño en un cuerpo de hombre. Deposité un beso en su mejilla y giró la cabeza para continuar con su sueño que debía ser feliz y lo mostraba en su cara.

-Gonzalo.  –fue un murmullo que salió de mis labios, suficiente para lograr que despertara.

-¿Nos tenemos que levantar?   -se le veía adormilado y en su cara una mueca de molestia o enfado.

-Como tú quieras, podemos continuar en la cama.  –me había sentado en la cama y al observar su cara pensé que deseaba seguir descansado, volví a ponerme horizontal a su lado.  Comenzó a reír y saltó al suelo.

-Estoy deseando correr, hoy te voy a dejar atrás.

Había mejorado y trotaba a mi lado ligero y sabiendo respirar. Mi mirada le interrogó mientras ojeaba su cuerpo y el ritmo de sus piernas al avanzar.

-Sí, me he preparado para correr, y no lo has notado, pero creo que tengo un kilo más que llevar encima de mí.  –había acertado en lo primero, lo último no lo había apreciado, un kilo no era suficiente para lo que quería de él.

El resto del tiempo transcurrió como si se tratara de segundos de lo rápido que pasó, recogimos nuestras cosas y bajamos a comer al restaurante del hotel.

 

Como tenía mi coche allí en el garaje desde el viernes, no tuvimos que pedir un taxi. Había resultado un fin de semana dichoso de los que esperaba disfrutar muchos más.

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