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Aprendiendo del maestro

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Viajo constantemente a mi apartamento en la ciudad. De pura casualidad iba saliendo de un campo, cuando veo en la parada de autobús a Antonio, el sobrino de uno de mis trabajadores. Antonio es un chico delgado, fibroso, de 65 Kg y espigado. Su cuerpo está definido y su piel oscura y tostada. Ese día cargaba un jeans pegadito, una franelita negra pegada y unas botas de trabajador rural muy toscas. Apenas lo vi me ofrecí darle llevarlo hasta la siguiente parada de bus, pensando que no iba a ir lejos. Todo lo contrario, iba para la ciudad de Panamá.

Se subió al carro y le dije que se pusiera cómodo. Comencé a conversar y me dijo que venía de vacaciones unos días donde su tía. Mientras hablaba veía sus dientes brillantes, grandes y su boquita sexy y carnosa. Tenía un corte moderno, al rape de un lado y un copete en el otro. Sus muslos se veían tensos bajo el jeans y se le marcaba un paquete delicioso.  Más que nada me fijé en sus manos: uñas recortadas, dedos toscos y bien cuidados, largos y finos.

Nos detuvimos a comer en un KFC y cuando lo vi caminando, ondulando esas nalguitas musculosas, ya estaba maquinando como comérmelo. Todo el viaje estuvo lleno de comentarios de doble sentido y al final creo que entendió cuál era el asunto. Me comentó que quería saber "cómo se siente" pero le daba miedo. Le pregunté si se atrevería a pasar una noche conmigo y llamó a su tía para asegurarle que se quedaría en un lugar de la ciudad y que iría al día siguiente. Yo me sentía mareado pensando en lo que me iba a comer esa noche.

Llegamos a la ciudad, a mi apartamento. Encendí los aires de la sala, la habitación y abrí unas cervecitas. Cada uno se bañó y se puso cómodo. Cuando salió del baño cargaba un calzoncillito apretadito, wao que paquete se le marcaba. Como se veían esos muslos sin vellos. Nos fumamos un porrito y puse una porno. La pinga se le paró de inmediato. Nos acostamos en la alfombra frente a la TV y comenzamos a arropar. Lo comencé a mordisquear por la espalda y él solo se arqueaba y se dejaba tocar. Lentamente me agarró la verga y los huevos y me los sobaba con curiosidad. Mi piel blanca contrastaba con lo oscura de la suya. Este chico estaba totalmente lampiño, se había incluso depilado los pocos pelitos de su reata. Rico. Se dejaba llevar y yo soy muy buen maestro. 

Lo acosté bocabajo y comencé a mordisquear su nuca, bajando por su espalda mientras lamía y tocaba todo su cuerpo. Cuando llegué a sus nalgas las abrí y metí la cara completa en ese culito arrugado, oscuro, sin vellos. Casi se desmaya. Se quedó quieto como si le hubiera metido un hierro en el culo. Mi lengua hurgaba cada esquina mientras con mis manos amasaba esos globos musculosos. Le pedí que levantara sus nalgas para poder lamerlo mejor y se comenzó a menear suavecito.

"culo rico, menéate que se nota que te gusta" "ábrete con las dos manos para que mi lengua te babee mejor". "abúsate que ahora te voy a poner a gozar". Saqué mi botellita de lubricante (del caro) y me di cuenta que la hierba lo tenía bien bateado. los ojos le brillaban y tenía la pinga durísima. Le puse una almohada debajo para verlo abierto y con el huequito brillante de mi saliva. Estaba tan apretado que el dedo me dolía para metérselo. Logré meterlo completo y seguí lubricándolo. Luego otro dedo con saliva y KY y pude ver el interior de su culito rosadito, Uff, solo de verlo la pinga me dolía de lo dura que la tenía. Le puse la pinga en todo el culo y comencé a meneársela subiendo y bajando, dejando que mi verga resbalara por ese huequito. Le puse la punta del huevo en el culito y comencé a empujar. Con mi peso lo mantuve acostado bocabajo en la alfombra y él se quejaba quedito, pero poco a poco le fueron entrando mis casi ocho pulgadas de verga dura, venosa y roja. Se la saqué un segundito y parecía una O, oscurita con el centro rojo.

Lo dejé descansar un ratito y comenzó el mete y saca. Le daba pinga y él se quejaba, pero se dejaba. Lo llevé al sofá y lo puse en cuatro. Ahí seguí chuleándomelo y paseándolo, sobándole los huevitos y diciéndole todo lo que me entraba en la cabeza. Ver ese chico tan tiernito, tan culeado y abierto me ponía súper arrecho. Demasiado. Me vine con una contracción en los testículos tan dura que me dolieron. Sentía mi leche pasando directamente al centro de su culo, que me apretaba con ganas.

Los dos estábamos arrechísimos. Yo saqué con cuidado mi pinga de su culo y vi como se le chorreaba la leche como un volcancito. Un poquito de sangrita, no mucha. Traje pañitos húmedos y lo lavé con cuidado. Dejé que reposara un ratito y su pinga no se bajaba. No se había venido así que comencé a mamarlo suavecito y a pajearlo hasta que disparó un chorro de leche caliente, con un olor ligero a cloro, espesa, tan espesa que ni siquiera corría. Ese pelao podía preñar a tres yeguas con una sola venida. La leche no era tan blanca sino un poco amarillenta, como si no se hubiese venido en meses.

Y esa fue sola la primera culeada con mi querido Antonio, a quien estoy enseñando a usar su cuerpecito.

(9,00)