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Flowerdie a cara o cruz. Cara (1ª Parte)

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Hola, lo que podréis leer a continuación, es el quinto relato de una serie que he decidido escribir como recuerdo de las experiencias vividas, sin maquillaje y sin adornos, simplemente lo sucedido relatado con la humilde habilidad que puedo aportar.

Tras lo sucedido en mi primer relato, Inesperado inicio, la verdad es que mi sexualidad había dado un vuelco, si bien disfrutaba de las relaciones que podríamos catalogar como convencionales tenía la sensación de que a mis 21 años podía ir más allá, hasta ese lugar que me recordara esa excitación intensa vivida con aquella maravillosa pareja.

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Internet empezaba a ser entonces una posible fuente de experiencias, los chats te permitían descubrir tus cartas sin el habitual miedo al que pensaran, ese miedo que al conocer a alguien te impide mostrarte realmente como eres, mostrar aquellas inquietudes sexuales que todos llevamos dentro.

Desde hacía un tiempo los temas relacionados con la dominación y la sumisión me atraían cada vez más. Disfrutaba de videos y fotografías llenas intensidad, erotismo, con ese punto fetichista tan estético. Me resultaban realmente morboso y aunque había excesos que llegaban ser desagradables sabía que mi atracción por todo ese mundo no podía dejarme en la posición de mero espectador.

Trasteando por la red tope con Mazmorra, un chat dedicado al BDSM que rápidamente me atrapó. Tarde tras tarde consumía mi tiempo descubriendo su mecánica, los roles de la gente, gustos, conversando a veces con gente correcta y otras con los típicos mentirosos que pueblan estos canales, sin embargo, un día mi suerte cambio. Un nick me resulto llamativo, Flowerdie, en un segundo me vi abriendo un privado para conocer a la persona que había detrás y afortunadamente ella me respondió.

Flowerdie era una chica tremendamente agradable, una dama gótica, inteligente y morbosa que había caído en las redes de este mundillo inducida por la estética de la que era su música y lectura favorita. Cada conexión la buscaba y las conversaciones se sucedían derivando de un modo cada vez más claro hacía la vertiente sexual, las confesiones personales no tardaron en llegar dejando al descubierto todos nuestros anhelos más escondidos. Ambos teníamos ganas de experimentar alejados de excesos y sin establecer unos roles estrictos, queríamos probarlo todo y después decidir en qué lado de la correa queríamos estar, de pie, de rodillas, ¿quizás en ambos?  

Estaba claro que el teclado se nos quedaba pequeños y conocernos era algo que tenía que suceder. La primera vez llegó, jamás había estado tan nervioso, conocía su físico por las fotos y sabía que no me había mentido, no era ese el problema ni la raíz de mi angustia, era pensar que jamás me había presentado ante alguien que conociera tanto de mí, de mis deseos más íntimos, de mis perversiones más ocultas.

La vi llegar de riguroso negro, su rostro no era de facciones especialmente dulces pero sus ojos tenían un brillo pícaro que la hacían muy atractiva. Su cuerpo delgado resultaba muy atractivo envuelto en una ropa nada excesiva, apenas una blusa semitransparente sobre una camisa de tirantes y unos vaqueros negros ajustados, los cuales fui recorriendo con la vista hasta perderme sin darme cuenta en sus botas altas de cuero negro, inconsciente fetichismo, cuando levanté la mirada ya la tenía frente a mí. Su sonrisa señalaba que se había dado cuenta del efecto que causaba en mis sentidos. Torpemente sonaron los primeros besos en las mejillas en una situación claramente tensa, era una mezcla extraña, dos personas desconocidas y al mismo tiempo tan expuestas por la confianza de largas horas de confesiones. Tras los saludos de rigor la conversación poco a poco fue avanzando, la música y los hobbies resultaban un tema cómodo para romper el hielo inicial. Una cena divertida y las primeras copas ayudaron a dejar atrás los tabús y los primeros tonteos comenzaban entre bromas, recordábamos lo que ella y yo nos habíamos confesado entre risas y piques claramente intencionados. El alcohol empezaba a hacer mella y parecía que ninguno se atrevía a dar el paso, hasta que una frase suya llegó para dar un golpe en la mesa.

Entonces, ¿quieres que juguemos o no? —la voz de Flowerdie entre el griterío del bar y la música no era clara, pero yo había escuchado perfectamente el mensaje.

¿Jugar a qué?

Bueno, los dos queremos probar los roles de Amo y sumiso, ¿no? —era cierto, lo habíamos hablado y era algo que sin duda me excitaba.

Sí, claro que sí, pero… ¿jugar?, explícate.

Nos lo jugamos a cara o cruz —su sonrisa maliciosa me encantaba— elige, el primero que acierte tendrá al otro una noche para él y podrá disponer de su cuerpo como quiera —uffff, solo de pensarlo se me aceleraba el corazón— Te lo vuelvo a preguntar, ¿juegas?

Si —como iba a decir lo contrario.

Ok, dame una moneda y elige —estaba claro que ella había tomado la iniciativa.

Cruz —al momento la moneda voló, tras atraparla la dejó tapada con su mano sobre la barra.

¿Unos chupitos? —joder…, yo nervioso con todo aquello y ella con ganas de aumentar la tensión sexual que ya se podía cortar. De un trago nos bebimos el bourbon, era el momento de conocer el resultado.

Cara, jajajaja, ummm —acercó su boca a mi oído— tu pierdes putita —Uffff un escalofrío me recorrió de arriba abajo y más aún al sentir su boca pegada a la mía.

Su lengua se abría camino como si ya quisiera cobrar su premio. Era el primer contacto físico, tras interminables charlas, por fin el ansiado arranque para nuestros cuerpos. Mis brazos rodeaban su cintura mientras la batalla de nuestros labios crecía minuto a minuto. De repente, ¡zas!, un golpe de realidad nos despertó, las luces del bar se encendieron rompiendo por completo el momento, el maldito bar cerraba. Nos miramos abrazados entre risas y aceptamos deportivamente la situación, era hora de marcharse.

Parecíamos una pareja tradicional que paseaba en busca de un taxi, pero ambos sabíamos que eso no era cierto. Vimos uno libre, era hora de despedirse.

El sábado que viene a las 8 eres mía putita —lo dijo alto, claro y con la puerta del coche abierta, su juego había comenzado y con él también mi primera humillación porque la frase hizo el taxista se girara sorprendido a mirarme.

Si Ama —mi cara roja de vergüenza era casi ridícula, pero quería que supiera que no me iba echar atrás.

La semana fue eterna y con apenas un mínimo contacto con mi dama, pasaba las horas ensimismado pensando en cómo iba a ser todo aquello, sabría estar a la altura de sus deseos, ¡dios! …, ya me estaba comportando como un sumiso obsesionado por agradar a su Dueña.

El día se acercaba y ya tenía solucionado el tema del lugar, mi madre estaría fuera y disponía de la comodidad y la seguridad que me aportaba mi casa. Pensé en que no habíamos pactado ningún límite, pero mi confianza en ella era total, las horas de chat habían dejado claros nuestros gustos, obsesiones, fetiches y también nuestras líneas rojas, pese a estar a su merced sabía que ella no las iba superar.

Un mensaje al móvil a dos días de nuestro encuentro acelero mi pulso:

Estoy de compras putita y son para ti, voy a disfrutar usándote mi niña. Quiero que tú también compres unas cosas. Quiero que dispongas una cama en el centro de la habitación y que esté rodeada de velas, cómpralas. Necesito unas tiras de raso negro, ves a la mercería, cuatro de metro y medio, y una de medio metro.

Si Ama, era la única respuesta adecuada.

Por fin era el día, estaba como un gato enjaulado, casi podía subir por las paredes, hacía horas que había dispuesto la habitación como me había ordenado mi Señora, me había aseado, perfumado, no encontraba nada más que hacer y cada minuto era eterno.

El timbre me sobresalto, ya estaba, era ella, no había vuelta atrás y sinceramente, aunque la hubiese no la quería, la deseaba de un modo insoportable. Abrí la puerta y de nuevo su riguroso negro apareció ante mis ojos. Observe su melena negra y su rostro pálido con una sonrisa aún más pícara si cabe que en nuestro último encuentro. Lucía una blusa transparente similar a la del primer día, pero esta vez era un precioso corsé negro realzando su pecho y su cintura, le seguía una falda de cuero negro sobre unas medias a juego y de nuevo esas botas de tacón alto que ensimismaron mis ojos la primera vez q la vi.

Hola —mi voz sonó torpe.

¿Qué haces ahí de pie?, de rodillas Alba —su dedo me empujo autoritario hacia el interior de la casa al tiempo que cerraba la puerta, su voz no dejaba espacio a la duda, ¿había oído Alba?

Si Ama —me quedé de rodillas con la espalda recta y mis manos apoyadas en mis muslos, las horas de pornografía hacían su efecto en mi inconsciente ayudándome a permanecer en la postura correcta. Dejó su bolsa en el suelo y con su mano posada en mi cabeza comenzó a darme la vuelta.

Bien mi putita, hoy eres mía pero no te quiero así, quiero sacar a la esclava de la que tanto hemos hablado, vas a ser Alba, te voy a transformar y a usar a mi gusto. ¿Estás de dispuesta?, sino es el momento de decirlo.

Afirmé con mi cabeza y vi como sus vamos rebuscaban en la bolsa que había traído, una correa de perro fue su primer regalo, lo unió a una cadena eslabones metálicos y tiró de mí.

Vamos perrita, ¿dónde está el comedor? —le hice un gesto, ella tomo su bolsa y guiándome con la correa me hizo recorrer a cuatro patas el pasillo— Muy bien, ahí quieta —estaba en el centro del salón observándola incrédulo, esa mujer simpática y divertida de la otra noche había sufrido una transformación total. Tomó una silla, retiró la cadena y se sentó frente a mí. Su mirada se imponía sobre mi cuerpo y también sobre mi mente obligándome a bajar la vista— Muy bien, de pie, desnúdate, quiero ver cuánto voy a tener que mejorar.

Me sentía excitado y a la vez avergonzado, era cierto que conocía todo de mí, pero nuestros cuerpos aún no se habían mostrado y los lascivos besos de la primera noche no me habían dado la seguridad suficiente. Obedecí bajo su atenta mirada, me sentí como si fuera un juguete que observas y repasas antes de comprar. Dejé todo mi cuerpo desnudo, durante unos segundos que parecían eternos solo sentí el silencio y sus ojos clavados en mí.

Flowerdie se levantó y fue jugando con sus dedos sobre mi piel, girando alrededor de mi cuerpo, de nuevo esa mueca maliciosa. Puso la cadena de nuevo y continuó con su dominio.

Al suelo puta, vamos a comenzar tu transformación, hay mucho trabajo, dime donde está el baño.

Se lo indiqué y de nuevo seguí sus pasos como la perrita que era, esta vez desnuda. De vez en cuando percibía como se giraba a observarme y esbozaba una sonrisa, estaba disfrutando y su forma perfecta de asumir el rol que el azar le había otorgado hacía que todo tuviera el clima adecuado.

Al llegar al baño extendió una toalla en el suelo.

Túmbate boca arriba, voy a hacer de ti una sumisa delicada, no quiero ni un pelo en tu cuerpo.

Si Ama.

Fue extendiendo espuma de afeitar sobre mi pecho y mi vientre, la cuchilla comenzó a deslizarse mientras no podía dejar de admirar su seriedad, parecía una profesional ajena a todo contexto sexual, sin embargo, yo estaba allí, desnudo, expuesto y eso comenzaba a producirme una excitación que pronto iba a reflejarse en mi cuerpo. Terminó la zona y su interés se posó más abajo.

Vaya putita, creo que no te he dado permiso para esto —dijo socarrona mientras jugueteaba con sus dedos por el tronco de mi pene semierecto— ¿tanto te pone ser mi perra?, si aún no hemos empezado y mírate, ya estas siendo desobediente.

Lo siento Ama —no sabía controlarlo y sus palabras no me ayudaban, todo lo contrario, me ponían más, y esos dichosos deditos juguetones, uffff.

Dime Alba, ¿te voy a tener que castigar?, ¿no vas a ser obediente?

Seré obediente, pero… no puedo evitarlo, tus manos… tú... —mis pucheros parecían divertirla.

Bueno, por ahora está bien, me resultará útil para rasurarte con más comodidad, pero no te equivoques, si más adelante te corres sin mi permiso me las pagarás —el tono utilizado en la última frase no sonó para nada a broma.

Extendió de nuevo el gel, pero esta vez lo repartió con una intención claramente provocadora, recorría mi pubis, las ingles, deteniéndose a continuación en mi escroto, tomándolo en sus manos como un saquito de canicas con el que jugar, presionando y soltando a placer mientras me veía resistir como podía, sin remediar ya mi completa erección.

Me gusta tu polla putita, pero hoy creo que no te va servir de mucho… bueno… ya veremos —la vi morderse el labio claramente a posta, su espíritu juguetón no tenía límites.

Agarro fuerte el tronco con su mano arrancándome un suspiro, la cuchilla empezó a deshacerse de todo el pelo sin dejar un milímetro a su cuidado. Jamás me había rasurado, sí que recortaba mi bello, pero nunca de esa forma. Una palmada suave en la base de los huevos me hizo prestarle toda mi atención.

Ponte a cuatro, perrita, es una posición que vas a dominar y a adorar, jajajaja —como disfrutaba— Te voy a dejar sin un pelito aquí detrás, ¿adivinas para qué?

Sí, Ama.

Ella conocía mi pasión por los juegos anales, desde niño habían sido parte de mi sexualidad y tuvieron su máximo cuando la parejita del camping me desvirgó, sin embargo, desde aquel día nadie que no fuera yo había practicado con mi entrada trasera. Flowerdie lo sabía, se lo había contado siendo el tema principal en varias de nuestras conversaciones y eso sin duda había abierto la veda a cualquier juego que ella deseara.

De nuevo, su delicado trabajo dejó limpio de bello mis nalgas y mi zona anal, se entretuvo en regalarme algún azote acompañado de esos apelativos que ya empezaba a interiorizar. Las piernas fueron el tramo final antes de permitirme que me pusiera de pie.

¿Lo ves Alba?, así estas mucho mejor —me señaló el espejo y pude verme por primera vez completamente rasurado— separa las piernas un poco —obedecí al instante y sentí sus manos tomando mi polla desde atrás, por el interior de los muslos, estirándola hacia mis nalgas— cierra.

Si Ama —mi pene y mi escroto quedaron atrapados entre mis mulos quedando ocultos, sentía un pequeño dolor debido a la erección.

Mírate ya casi pareces una nena de verdad —puede observarme y era cierto, sin bello, con mi miembro desaparecido, el triángulo que se conformaba en mi pubis parecía el de una niñita.

Venga, a la ducha te quiero limpita y sin eso olor a espuma de afeitar de hombre. El agua fría, por cierto, que estas muy acelerada perrita —una palmada sonora y fuerte en mis nalgas arranco mi movimiento.

Odio el agua fría, pero entendí que tenía razón, si quería satisfacerla debía controlar mis deseos y el calor interno que no paraba de fluir por mis venas. Flowerdie permaneció impasible disfrutando de mis escalofríos al contacto con el agua helada, era curioso como todo para ella parecía ser algo pausado, sereno. Me desconcertaba esa capacidad para manejar la situación manteniendo mi mente completamente embriagada por sus órdenes, sin que en ningún momento tuviera la sensación de que nuestro juego era ridículo o parte de un teatrillo. Me agradaba ese tono dulce y a la vez dominante, me llevaría hasta donde ella quisiera, lo sabía perfectamente.

Terminé helado y el calor de la toalla me reconfortó, mi erección había desaparecido y curiosamente eso me satisfacía.

De rodillas.

Si Ama —la escuché actuando con la ducha, pero de espaldas como estaba no sabía el motivo

Levántate, quiero que te sientes en el borde de la bañera con las piernas un poco separadas, tu culo dentro de ella —me acompañó con sus manos para dejarme como ella quería— ahora que estás bien limpita por fuera es hora de dejarte limpia por dentro —escuché como abría el agua y la graduaba sin entender bien a qué se refería— te voy a poner una lavativa y no quiero que dejes escapar ni la más mínima gota hasta que yo te dé permiso, ¿lo has entendido?

Si… —la verdad que nunca había recibido ninguna y me sentía incómodo con aquello cosa que percibió al instante, sufrí su reacción inmediata cuando una sonora bofetada me pilló por sorpresa.

¿Si qué? —su mirada fue desafiante.

Si Ama —no quería recibir otra bofetada porque realmente lo odiaba, bajé la cabeza y el trance.

Mi ano expuesto sintió por primera vez la goma de la ducha y el líquido templado pronto comenzó a inundar mis entrañas. La sensación inicial no fue para nada desagradable, incluso, al contrario, sentía ese flujo recorrer mi cuerpo, era una especie de cosquilleo curioso, pero pronto todo cambio, la cantidad que inundaba mi cuerpo empezó a ser molesta, una sensación de hinchazón se hacía fuerte, intensa, hasta arrancarme los primeros quejidos.

Aguanta puta, hazlo por mí y te daré un premio —su susurro a mi oído acompañado de su mano acariciando mi tripa hinchada se mezclaba con la dolorosa sensación de no poder más. Por fin detuvo el flujo— ¡De rodillas perra!

Torpemente y haciendo un esfuerzo por no dejar escapar ni una gota como ella me había exigido me coloque a sus pies. Con una lentitud endemoniada empezó a retirarse las botas, los espasmos de mi tripa casi me impedían disfrutar del espectáculo, sensualmente levanto levemente su falda de cuero y pude ver como desabrochaba las ligas que sujetaban sus medias. Los segundos pasaban lentos, deslizo sus medias dejando al descubierto sus piernas delgadas.

Puedes lamer mi pie derecho, pero… cuidado con perder tu carga perrita.

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