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La fantasía de mi esposo

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Mi nombre es Patricia y desde mi pubertad he estado marcada por una parte de mi anatomía que siempre ha sido el centro de atención. Desde bien joven con mis 155cm de altura, tener una talla 42DD de pecho es algo que llama la atención. Y mucho. Conforme iban pasando los años, que todos los chicos se fijasen en eso fue algo que llegué a considerar normal, si bien no acababa de satisfacerme que más allá de esto, muchos no descubriesen el resto de mi persona. Tras mis estudios conocí al que hoy en día es mi esposo. También aprecié en él esta fijación que cuento, pero fue más allá y tras una bonita relación de novios decidimos casarnos.

No voy a descubrir aquí que los primeros momentos de casados siempre son maravillosos, con sexo muy satisfactorio a cada momento y sensaciones de complicidad y felicidad. Pero el paso del tiempo va cambiando la magia de los primeros momentos por la costumbre. Sigue siendo satisfactorio, pero a veces queda la sensación de que falta algo. Y lo peor es que a veces, ni uno ni otro sabe qué es eso que falta.

Después de tres años de casados en los cuales mi esposo y yo hemos tratado de complacernos mutuamente, y con éxito, en una noche de fin de semana en la que mi marido estaba encima de mí, al tiempo que me penetraba con sus manos sobaba mis pechos. Su cara de evidente placer denotaba que su mente no estaba en el polvo que estábamos echando, y eso, aunque él no lo crea, yo puedo notarlo incluso en la propia excitación que me produce. Cuando se corrió (yo, como digo, no me excité tanto), se tumbó a mi lado y mientras me sobaba mis tetas quedó pensativo. Este silencio duró poco ya que girándose hacia mí me miró como para decirme algo muy serio e importante. -Tengo que decirte una cosa que no sé cómo te lo vas a tomar -me dijo. Yo, en ese momento viendo lo distante que había estado mientras follábamos me temí lo peor. ¿Estaría con otra mujer? ¿Pensaba dejarme? Estaba en ascuas mientras él, dudando aún si decirme lo que tenía pensado seguía callado. -Tengo una fantasía que me gustaría cumplir -dijo de sopetón. Suspiré aliviada. Mis temores se disiparon de golpe, aunque me quedaba por escuchar la fantasía que quería él.

-Pues tú dirás -contesté.

-Es sólo una fantasía, ¡eh!, algo que a veces ronda por mi mente.

-Ya, pero dime. ¿De qué se trata?

-Verás -dijo- Sabes que me encantan tus tetas.

-Sí, lo sé -dije interrumpiendo con cierta sorna.

-Pero he visto que muchos otros hombres se te quedan mirando por eso continuó diciendo- A veces me he excitado pensando que un desconocido te las soba y le haces una de esas cubanas tan maravillosas que tanto me gustan.

- ¿Estás loco? -repliqué-. ¿Quieres que me líe con otro?

-Noooo -dijo presuroso-. No se trata de eso... lo que me excitaría sería ver cómo le haces una cubana mientras yo me masturbo.

-¿A ver! ¡explícate!  -dije un poco enfadada.

-Mi amor, no permitiría que te hiciera nada más. Sólo ver como usa tus tetas. Ver como se excita con ellas y sólo con eso llega a correrse.

-Pero... de verdad que querrías eso? -pregunté un poco incrédula.

-Bueno, es sólo una fantasía.

-Pues así se va a quedar, como una fantasía.

Tras decir esto me giré dándole la espalda y apagando la luz. Realmente me sentía molesta por la proposición que acababa de hacerme ya que se trataba de utilizarme para su propio placer y el de un desconocido sin haber contado conmigo.

Durante el día siguiente mi esposo estuvo más atento que de costumbre a lo que le decía y más solícito a cualquier capricho mío. Los días siguientes fueron igual de modo que mi enfado por su proposición fue pasándose. A los pocos días ya en la cama comenzó a acariciarme y a excitarme diciéndome cosas que sabe que me ponen muy caliente. Me pidió que le hiciera una cubana, cosa que no me extrañó ya que le gusta mucho y es algo muy habitual. Mientras se la estaba haciendo comenzó a alabar mis tetas al tiempo que me decía lo que a mí me gustaba. Es cierto que me excita tener su pene entre mis tetas y apretarlo con ellas, pero me sorprendió que él me lo indicara tan a las claras. Los siguientes días, en momentos de intimidad, me pedía antes de follar que le hiciera una cubana y cada vez más abiertamente hablaba de lo caliente que me ponía tenerme entre sus tetas, hasta el punto que lo veía casi necesario para excitarme al 100% antes de recibir su polla en mi coñito. Pasaron las semanas y se acercaba el cumpleaños de mi esposo. La verdad es que por los asuntos de mi trabajo apenas había tenido tiempo para buscar un regalo que supiera que le iba a encantar. No me gusta hacer regalos sin alma, sin que sean concienzudamente pensados, y en esta ocasión no me había dado tiempo a ser lo suficientemente detallista.

Recordé su fantasía que creo que él ya tenía olvidada o habría dado por imposible. ¿Qué mejor regalo podría hacerle que cumplírsela? La siguiente noche que íbamos a tener sexo no hizo falta que me pidiera una cubana ya que fui yo misma la que con mis manos cogí mis tetas y con ellas abracé su polla. Se quedó un poco sorprendido, gratamente, creo. Pero más se sorprendió cuando, ya muy excitado, en medio de la cubana le dije que por su cumpleaños le regalaba el cumplir su fantasía. Fue oír esto y correrse sobre mis tetas de inmediato.

-¿De verdad accedes? -dijo tras reponerse de la corrida.

-Sí, mi amor, ¿te gusta mi regalo?

-Me encanta -dijo entre besos.

Lo que teníamos por delante ahora era planear cómo la llevaríamos a cabo. Por una parte, una de las premisas de mi esposo era que se tratase de un auténtico desconocido. Yo en eso estaba completamente de acuerdo con él. Sobre cómo buscarlo a mi esposo se le ocurrió poner un anuncio en internet. Dejaríamos claro que no tendría que haber más sexo que eso y que mi esposo debería estar presente.

Al día siguiente, mi esposo abrió el laptop y me enseño varias páginas donde había anuncios de tipo sexual y de contactos. Estuvimos hojeándolas un poco para ver en que apartado encajaría nuestro anuncio. Al final nos decidimos por una ya que los anuncios que había allí eran con un carácter fetichista más marcado y justo lo que buscábamos era un auténtico fetichista de las tetas grandes. "Si eres capaz de correrte viendo unas tetas grandes, la mejor cubana de tu vida te está esperando. Solo una cubana. No más. Llámanos al xxxxxxxxx". Así rezaba el anuncio que al final decidimos poner. Tras enviar el formulario con el anuncio, durante un rato después revisábamos por si ya estaba puesto hasta que pasadas unas horas por fin lo vimos colgado en la web.

-Ahora a ver si llaman -dijo mi esposo.

-Con los salidos que hay por ahí? Estoy segura que sí, y más de uno -dije.

-Y si llaman muchos, ¿qué hacemos?

-Pues seleccionar al mejor candidato -dije acertadamente sin apenas haberlo pensado.

Al día siguiente recibimos la primera llamada. Después de un par de preguntas de mi esposo el tipo preguntó por si me gustaba recibir por el culo, con lo que inmediatamente mi esposo colgó la llamada ya que no se ajustaba a nuestros requisitos.

Hubo otras cinco o seis llamadas más en las que tras unas preguntas lo que quedaba claro era que los interlocutores lo que de verdad querían era follar conmigo, a lo que ninguno de los dos estábamos dispuestos. Esa misma noche, en la cama, mientras le estaba haciendo otra cubana a mi esposo me dijo que le encantaría que el desconocido me dijera cosas soeces y que eso le pondría más caliente aún. Él mismo esa noche no paró de decirme de todo y, curiosamente, yo me excité bastante con eso. Sobre las 10 de la mañana del siguiente día recibimos la llamada de un tal Ramón. Se le notaba tímido pero muy fetichista de un par de tetas grandes. Nos dio la impresión de ser el típico hombre que viendo un par de pechos como los míos se olvida del resto del mundo. Con gestos los dos nos dijimos que ese era el elegido. Así pues, para no desvelar más datos nuestros que los estrictamente necesarios, nos citamos con Ramón al día siguiente, que era Domingo, en un céntrico hotel de donde vivimos.

Un cuarto de hora antes de la hora de la cita estábamos mi esposo y yo en la cafetería del hotel en el que habíamos quedado. Ramón debería llevar un pantalón negro y una camisa azul clara, tal y como nos dijo. Puntual a la cita, entró un hombre con las ropas que he descrito en la cafetería. Miró las mesas y cuando su vista pasaba por la nuestra se detuvo. No era complicado
reconocernos ya que éramos la única pareja que había y para más señas, mis grandes tetas estaban en parte visibles gracias al generoso escote que llevaba. Según se acercaba le saludó mi esposo.

-Ramón. ¿Eres tú?

-Sí. No me ha sido difícil reconocerles.

Dio la mano a mi esposo y a mí me dio dos besos mientras los cuales no quitó ojo a mi escote. Ramón era un hombre más bien delgado, alto y con la piel de color canela. Sus rasgos faciales dejaban muy claro que tenía algún ancestro africano.

-Y bien -dijo dirigiéndose a mí-, ¿usted es cubana?

-Noo -dije un poco sorprendida por su pregunta-. Soy de aquí.

-Ahh, como el anuncio habla de una cubana, pensé que quizás usted...

El acento con el que hablaba Ramón no era de nuestro país sino más bien caribeño. Mi esposo captó inmediatamente la confusión que había tenido Ramón.

-El anuncio hablaba de cubanas, pero de otro tipo, ya sabe -dijo mi esposo señalando a mis tetas, las cuales seguían siendo el centro de atención sin disimulo de Ramón.

-Ahhh, jajaja -río Ramón dándose cuenta de la confusión-. Pensaba que se trataba de una mujer cubana, ¿sabe? Yo es que soy cubano y allá, como comprenderá no lo llamamos así.

Los tres reímos y aunque mi esposo y yo pensábamos que no se iba a poder cumplir la fantasía ya que Ramón se iba a retirar, éste nos sorprendió al decir:

-Pero si se trata de lo que usted dice -señalaba a mis tetas casi tocándolas-, creo que es mejor de lo que yo pensaba...

-Recuerde -apuntó mi esposo- que nada de sexo.

-Yo con esto -su dedo estaba a escasamente un centímetro de mi pecho- tengo bastante.

-Y otra cosa más -advirtió mi esposo-. Como ya le dijimos, yo tengo que estar presente.

-No habrá problema por mi parte -dijo Ramón.

Una vez aclarados varios puntos pagamos nuestro café y subimos a la habitación. En el ascensor, sin que mi esposo se diera cuenta, Ramón me sobaba el culo, cosa que salía de lo pactado. Extrañamente yo me estaba excitando con eso mientras imaginaba cómo sería la polla de Ramón. Esta pequeña infidelidad no se la conté a mi esposo y quizás algún día se la cuente. Ya en la habitación hablamos de cómo haríamos. Mi esposo se sentaría en un sillón que hay cerca de la cama. Yo me tumbaría en ésta y Ramón tendría mis tetas para lo que quisiera. Me recosté sobre el cabecero y me quité el top. La cara de asombro de Ramón al ver como botaban mis tetas nos hizo reír a mi esposo y a mí, y tuvo efecto en él ya que bajo su pantalón empezaba a notarse un bulto prominente.

Le hice un gesto para que se despojase de su ropa y se pusiera cómodo antes de venir a disfrutar de mis tetas. Ramón, que efectivamente era algo tímido, tardo unos segundos en comenzar a quitarse la camisa y el pantalón. Mientras, me despojé de mi sujetador y se lo lancé a mi esposo. Su calzón apenas conseguía tapar su erección. Se colocó a horcajadas sobre mi vientre y comenzó a sobarme las tetas como un poseso. Mi marido, desde el sillón en el que se había sentado no quitaba ojo de las maniobras del cubano y no sé si era por vigilar o por morbo, aunque supongo que sería esto último ya que su mano se masajeaba la polla. Mi estado de excitación iba subiendo por momentos. Aparte del repaso que estaban dando a mis tetas, el notar el pollón de Ramón en mi vientre me estaba poniendo muy caliente y estaba deseando tenerla ya entre mis tetas. Tras diez minutos más de sobeteos indiqué a Ramón que se acercara más a mí y se quitara el calzón que aún tenía puesto.

Se incorporó y lo dejó caer. Dejó ante mí una polla de cerca de 22 centímetros con escaso vello y un par de testículos enormes. A una seña mía de nuevo se puso sobre mí con su polla cerca de mis tetas. Yo, con las manos me las cogía e iba pasando mis pezones por la punta de su pene e iban quedando mojaditos con su líquido preseminal. Cuando ya no aguantaba más, abracé su polla con mis tetas. Ramón comenzó a moverse arriba y abajo suspirando y acariciando mis pezones con la yema de los dedos al tiempo que me decía muchas cosas, a cuál más soez, pero eso no es problema porque me calienta mucho. Mi esposo, en un considerable estado de excitación también estaba con la polla fuera, envuelta con mi sujetador, masturbándose. Yo quería probar más la polla de Ramón y en un momento que mi esposo tenía los ojos cerrados, según Ramón embistió bajé la lengua y pude chupar un poco su pene. Realmente estaba deseando tener esa polla en otros sitios, aunque hacerle una cubana me excitaba mucho. Poco rato después notaba como a Ramón le quedaba poco tiempo para correrse, al igual que mi esposo que meneaba su polla casi con violencia. A un gesto mío, que entendió perfectamente, mi esposo vino a mi lado y me ofreció su polla.

En un instante estaba en mi boca y yo la succionaba con avaricia. Contemplar esto fue el detonante para que Ramón embistiera con más fuerza previo a correrse. Afortunadamente, mi esposo se corrió un poco antes y tras tragarme toda su corrida se apartó justo a tiempo para ver como la polla de Ramón comenzaba a escupir chorros de semen que impactaban en mi barbilla y en mi cuello. Los alaridos de Ramón seguramente podrían oírse en las habitaciones contiguas. Ramón quedó apoyado con sus manos sobre la almohada y su polla entre mis tetas. Con el más mínimo movimiento podría haber puesto su polla en mi boca, pero lo pactado no era eso y él lo sabía. No obstante, al levantarse trató de llegar, como sin querer, con su polla a mis labios, pero viendo que mi esposo estaba bastante atento moví la cabeza lo justo para que no se produjera ese contacto. Una vez levantado, el cubano fue al baño para limpiarse. Yo aproveché unas toallitas que había sobre la mesilla para limpiar la corrida que Ramón había dejado en mi cuello y pechos. El bamboleo de éstos mientras limpiaba comenzó a calentar de nuevo a mi esposo que ya tenía de nuevo su polla erecta.

-¿Y tú te vas a quedar sin correrte? -me dijo.

-Pues parece que sí -contesté un poco apenada.

-Eso lo soluciono yo ahora.

Se acercó a la cama y me despojó del short que llevaba puesto. Acto seguido me bajó las braguitas y abriéndome las piernas se situó entre ellas y de un empujón me clavó su polla. Como estaba ya muy mojada de la excitación que yo también tenía no me causó ninguna molestia y si una ola de súbito placer. Embestía casi con rabia, como queriendo castigarme por haber hecho una cubana a otro hombre, pero en cada empujón yo gemía de gusto. Vi como Ramón ya vestido salía del aseo. Se quedó un instante mirando la escena y pude ver como su paquete crecía de tamaño bajo su pantalón, pero comprendió que a esa fiesta no estaba invitado y despidiéndose con voz muy baja salió de la habitación. Mi esposo estaba tan centrado en el polvo que me estaba echando que ni oyó cuando se cerró la puerta. Un poco rato después yo comencé a tener los síntomas previos al orgasmo. Se lo insinué a mi esposo que al oírlo me daba más fuerte. De resultas de esto, estallé en un orgasmo muy intenso debido a la calentura acumulada en toda la velada. Mi esposo un par de minutos más tarde también se corrió con fuertes espasmos. Se dejó caer a mi lado y contrariamente a lo que habitualmente hace, no masajeó mis tetas. Supongo que tendría algún tipo de remordimiento por la experiencia vivida o que no quería tocar allí donde Ramón había derramado su leche.

Tas unos minutos de reposo decidimos darnos una ducha. Una vez duchados ambos dimos por finalizada la experiencia. Nos vestimos y abandonamos el hotel rumbo a casa.

Esa noche en casa no hubo sexo, ni comentarios al respecto. En poco rato, los dos caímos dormidos.

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