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Gilbert

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Mi nombre es Gilbert. Nací en Liberia, pero pasé parte de mi vida en Guinea Ecuatorial. A los 17 años subí hasta Marruecos y desde allí fui en Patera hasta España. A los 20 años ya me encontraba en Madrid.

No soy atractivo ni tengo un cuerpo especialmente formidable pero lo que destaca es el tamaño de mi pene. Mide unos 30 centímetros. Los hombres negros tenemos esa fama. Bueno no es del todo cierto pero la verdad es que de 10 hombres 5 la tienen enorme. Bueno tampoco es verdad. Pero yo la tengo grande.

Lo que sí es real es que a los 20 años somos unos expertos en follar. Eso es lo que nos diferencia del hombre blanco y civilizado. En Liberia o en Guinea Ecuatorial callejeamos 20 horas al día. Perdemos la virginidad a los 13 años. Sin embargo, no le damos la misma importancia al sexo que se le da en el norte. Estamos más preocupados por sobrevivir a la miseria, a la guerra, al hambre o al miedo.

Comencé en Madrid vendiendo un periódico en las bocas del metro. Una señora de unos 48 años me acosaba ¿Por qué? Bueno es normal que a lo largo del día tengas una erección y claro está que ella se dio cuenta de que la tenía como un burro. Así es como he conseguido todas mis conquistas. En África y en España. Pero lo que no sabía es que la mujer española tuviese tanta lujuria. Ella se había divorciado 8 años atrás y desde entonces no había tenido ningún contacto sexual. Conmigo enloqueció. No podía imaginarse que un día estaría con una polla así. Pasé con ella varios meses. Para mí significaba tener buenas comidas y dormir cómodo. El día que me fui se puso histérica, decía que me iba a denunciar a la policía.

Pasé a vender cedes en el metro. Una chica joven se fijó en mí. Pero quizás me gustaba más la madurita. La jovencita sólo me ofrecía fines de semana en el chalet de sus padres.

Trabajar en el metro y estar ahí en las calles más de 12 horas al día permitía que me pudiesen conocer fácilmente y eso que soy más bien callado. Muchas chicas se fijaban en mis erecciones, especialmente las adolescentes. Y no sólo querían iniciarse conmigo con simples pajas. Querían sexo completo. Follar e incluso muchos anales ¡Estaban locas!

A pesar de mis conquistas no conseguía una buena esposa como alguno de mis compañeros. Decidí ir a un gimnasio y ponerme fuerte. A día de hoy no he conseguido ligar con una mujer con dinero. Sólo encuentros esporádicos.

Os voy a contar una experiencia que tuve hace un mes. Ahora tengo 29 años. Estaba vendiendo cedes en el metro con un compañero. Llegaron dos parejas y me compraron dos discos. Los dos chavales eran regordetes y simpáticos. Ellas eran atractivas, sexys, pero parecían modositas. Llevaban camisetas cortas y se les veía el ombligo. Tenían 19 años.

Al día siguiente sobre las 11 de la noche me quedé solo y de pronto las vi llegar. Estaban riendo y se acercaban a mí. Habían bebido algo. Dije que me parecían modositas porque con los novios que tenían no parecía que les fuese demasiado el rollo del sexo. Vamos normal, pero sin obsesionarse.

Se me acercaron.

―Oye Gilbert, ¿tienes algo que hacer esta noche?

Esbozó una corta sonrisa.

―De verdad. Te invitamos a ver unos ‘deuvedes’ en casa.

Se llamaban Laura y Natalia. Laura era alta, rubia, de ojos azules, delgada y de nariz larga. Muy sexy. Natalia era baja, carnosa, de prominentes pechos y pelo castaño.

―Vente a mi casa― decía Laura.

―Niñas, ¿os habéis vuelto locas?

―Hemos bebido algo. Parecemos pedos, pero nos lo estamos haciendo― contesto Natalia.

―Estamos mejor de lo que tú te cree― dijo Laura.

―¿Y por qué queréis que vaya esta noche a tu casa?.

―Porque no queremos que pases frío― respondió Laura.

―Pues vamos entonces a ver esa película.

Así que fuimos a la casa de la alta Laura. Pusieron la película de “Gangs de Nueva York”. Me sentaron en el centro. Ellas se apretujaban a ambos lados de mí todo lo que podían. Ya no se reían tanto. Tenían razón no estaban tan borrachas. Estos apretones continuos hicieron que me excitara y que fuese teniendo una erección. Con mis 30 centímetros de polla se notaba muchísimo a través de mi pantalón de tela. No sé cómo las chicas me agarraron de mis fuertes brazos y terminaron directamente metiéndome mano en el pantalón.

―Wou― dije yo.

Nada más decir esto me bajaron la bragueta y me desabrocharon el cinturón. Mi polla negra salió disparada como un misil. Sus cuatro manos me la pajeaban. Oí sus jadeos. Estaban como locas. Parecía como si corriesen una carrera y luego se ahogasen. Se inclinaban para pasarme sus lenguas y lamérmela como un polo. Y también se la metían en la boca chupando y succionando. La verdad es que llevaba cuando menos un mes sin eyacular y aquella masa de carne negra y ardiente estaba a punto de explotar. Solté 3 chorros de semen que nos puso perdidos. Jadee con fuerza.

―Y cuando te repongas te vienes a mi cama vale― me dijo la rubia Laura.

Me di una ducha rápida y me senté entre ellas otra vez que estaban desnudas de cintura para abajo. Se acariciaban el clítoris y se metían algún dedo. También me bajé los pantalones con mi polla arrugada pero grande. Ellas no dejaban de mirarla. Aquello era un show. No me imaginaba que aquellas chicas fuesen tan lanzadas.

Una hora después ya estaba empalmado por completo. Ya he dicho que llevaba mucho tiempo sin hacerme pajas. Laura me miró con sus ojos azules y me ofreció su mano. Se la cogí y me levanté. Me llevó a su habitación. Se sentó sobre mí dándome la espalda. Fue en esa posición como me la follé. Una de las cosas que más he trabajado haciendo gimnasia son los muslos y las pantorrillas, además de los brazos. Precisamente para poder hacer lo que le hice a la chica. Conseguía erguirme con ella encima y así hacíamos el movimiento del coito y muy rápidamente. A ella le costó algo metérsela toda. Para ello se ayudó de un gel. Comenzamos muy lentamente hasta terminar con toda la fuerza que mis piernas, brazos y polla me lo permitían. Ella gritó y gritó. Hasta que me corrí dentro. Ella se había tomado la píldora.

Salimos al salón.

―¡Cómo me ha enloquecido el cabrón!

―Lo he oído, lo he oído, ja, ja, ja― le repuso Natalia.

Seguimos viendo la película que me pareció que casi estaba acabando. A la media hora la volví a tener tiesa.

La carnal Natalia se levantó y me hizo un gesto con la cabeza para que me fuera con ella a la habitación de Laura. Natalia era bastante más baja que yo. La posición que eligió fue por detrás, pero por la vagina. Así que comencé a darle agarrándola bien por la cintura. Flexioné mis piernas y sí como un gimnasta me la follé primero despacio y luego con fuerza. La pechugona hacía de cuando en cuando, "ay", terminando en un jadeo. Quise levantarla, pero no me dejó. A ella no le gustaba eso. Se sentía demasiado dominada. Seguí con esa postura que le gustaba tanto a ella. Me corrí con un gran resoplido.

La película había terminado. Laura me invitó muy amablemente a quedarme a dormir. Nos fuimos los tres a su habitación. A su cama. Se pusieron dos camisones y me quedé sólo con mis calzones. Las dos a ambos lados, sintiendo mi sudor, pasaron sus brazos por mi cintura y pecho buscando protección. Me dormí muy tranquilo.

Noté empujoncitos. Me desperté. La delgada Laura me miraba con ojos brillantes.

―Gilbert despierta...

―¿Qué pasa ahora?.

―Levanta.

Me incorporé. Eran las cinco de la mañana. Laura paso varias veces su mano por mi erecta polla.

―Vayamos a un sitio donde podamos estar a solas.

Fui con ella, aunque lo que me apetecía era quedarme durmiendo un rato más. Entramos en otra habitación.

―¿Qué sitio es este?

―Es la cama de mis padres.

Me tumbé encima.

―Tú quédate que ahora vengo― me dijo.

―¿Dónde vas?

―A ponerme unos enemas.

Esta chica está loca pensé. El caso es que me volví a quedar dormido. Volví a notar unos empujoncitos. Laura me miraba con sus ojos azules. Me bajó el calzón y me lo quitó. Se colocó sobre mí dándome la espalda. Se puso en cuclillas y comenzó a metérsela por el ano. Tenía el culo lleno de aceite y de no sé qué. Utilizaba la mano derecha para agarrársela y apuntársela directamente a su agujero. A veces ella no conseguía mantener el equilibrio y se me caía encima. Volvía a intentarlo clavándosela poco a poco. Se untaba más aceite. Gritaba. Lanzando lamentos de dolor como en un parto.

―Chiquilla, déjalo que te estás haciendo daño.

―Déjame.

Resoplaba y apretaba los dientes. También se acariciaba el clítoris para estimularse. La sujeté por la cintura con mis fuerte brazos. Así consiguió metérsela hasta la mitad. Empujé hacia arriba hasta conseguir meterla bien adentro. Ella seguía acariciándose el sexo. Me sacaba la cabeza. Era muy alta. Le lamí por la nuca. Conseguí meterla hasta el fondo. Apoyé mis pies en la cama y erguí las piernas, levantándola en el aire. Ella tenía jadeos bestiales acompañados de lamentos de dolor. Comencé a moverme rápidamente. Seguía toqueteándose el clítoris hasta que se corrió y se lo noté. Tuvo un espasmo. No tarde en soltar mi leche dentro de su culo.

―Me has roto y violado el culo cabrón.

Volvimos junto a Natalia. Yo tenía unas ganas locas de dormir. Lo siguiente que recuerdo es una voz de una chica gritándome.

―Despierta... Que despiertes― decía Natalia.

―Gilbert despierta o ésta no me va a dejar dormir― me dijo Laura.

Yo no era capaz ni de abrir los ojos.

―¿Qué quieres ahora?.

―¿Cómo te encuentras?.

La chica del pelo castaño levantó la sábana para comprobar si mi polla estaba en erección y desgraciadamente lo estaba.

―Aquí no os lo hagáis. Y en el cuarto de mis padres tampoco― dijo Laura.

Fuimos al cuarto de baño. A la ducha. Me enjabonó todo el cuerpo.

―A mí no me hace falta, pero a ti sí― me dijo―. Eso ha estado untándose de muchas cosas.

Señaló hacia mi polla. Me roció de agua hasta conseguir que el jabón se fuera por el desagüe.

―Ahora déjame a mí― me dijo.

Volví a escuchar esos jadeos que oí viendo la peli en el video. Se metía mi polla en la boca, saboreaba y luego hasta el fondo. Acercaba su cabeza hasta conseguir besar mi pubis con el cipote negro y de 29 centímetros en su boca entrando por su garganta. Me asusté porque creí que se ahogaba. La oía toser. Tenía arcadas. Soltaba babas. Me estaba poniendo perdidas las piernas. Su mano derecha estaba sobre su sexo. Se acariciaba el clítoris con frenesí. A Laura le gustaba el anal y a Natalia el oral, pero a ambas de una forma extrema. Nunca sospeche que estas dos chavalas fuesen así. Sus novios tenían pinta de buenos chicos ¡Cómo engañan las apariencias! Ellos formales y ellas unas locas. Ellos estarían en casa con sus ordenadores y ellas practicando porno duro con un negro. Eyaculé y se tragó todo mi semen.

Déjame, déjame― me dijo.

Natalia abrió de nuevo el grifo de la ducha y dejó que el agua cayese sobre ella. Me metí debajo del chorro para limpiar los restos que quedaban en mis muslos, en mis brazos o en mi pecho. Ella estaba debajo. Se acariciaba el clítoris con la mano derecha y con la izquierda se metía un dedo. Su respiración aumentaba hasta llegar a un ay fuerte. Así la dejé.

Volví a la habitación con Laura y no recuerdo nada más. Me desperté y me pareció que eran las dos de la mañana.

Me desperté y me pareció que eran las dos del mediodía. Fuera, en el salón, estaban Laura y Natalia hablando.

―De verdad tía lo mejor ha sido al principio― decía la alta y rubia Laura.

―Sí. Cuando le hemos empezado a meter mano y se la hemos chupado.

―Y cuando se ha corrido.

―Tía esa corrida parecía la de un caballo― decía la carnal Natalia.

―Después cuando nos hemos hecho las pajas es cuando me he corrido.

―Y yo.

―Cuando se la cogimos es que me estremecía.

―Nos hemos pasado.

―Es que nos ha dado un acelerón muy fuerte.

 

Aproveché aquel momento para abrir la nevera y darme un atracón. Y al día siguiente volví a mis quehaceres diarios.

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