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Las dos Marías

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Vivía yo tiempos de calenturas como de bestia. Todo mi masculino cuerpito juvenil era como un depósito de leche hirviendo, y poseído por esas calenturas que me tenían ardiendo, había agarrado aquella pajera costumbre de ir toditas las tardes de aquel caluroso verano, a mirar las muchachas que pasaban por aquel puentecito que unía mi suburbano barrio, con el camino que llevaba o volvía de la ciudad.

Quedaba, estratégicamente adentro de un tupido monte por donde pasaba aquel arroyo.

Y habiendo yo captado que desde una escondida ubicación debajo del puentecito podía verse a las personas que por allí pasasen viéndolas uno desde bien abajo, pues...no tuve mejor idea, que ir a apostarme allí, para verle las piernas y el culo a las chicas cuando por allí pasaban.

Pero mi elucubración no quedó sólo en esconderme y mirarlas, sino... ¡en esconderme, completamente desnudo! para hacerlo más emocionante!!!más pajeramente emocionante!!!

Llegaba pues al lugar, me desnudaba quedando bien - bien desnudito, y dejando mi ropita allí, detrás de mí, sobre una piedra, me ponía debajo del puentecito mirando hacia el camino, y allá aparecían las chicas pasando encima mío, y sus piernotas, nalgas y rajas, eran el centro de mis ardientes miradas.

Yo, un superdotado genital afortunado en haber sido agraciado por la naturaleza con una tremenda pijota de más de 28 cm., iba allí a apostarme debajo del puente, para eso hacer; y encima...empalado como un burro.

Ya, había agarrado yo esa costumbre. ¡Toditas las tardes hacía eso! Pero aquella tarde, aquella fatídica tarde, me sucedió "aquello".

Sí, "Aquello". ¡Ay! ¡"aquello” ...!

Había llegado yo tal cual era ya mi costumbre, y habiéndome desnudado como de rutina y colocado mi ropita sobre la piedra, allá voy hacia aquel lugar debajo del puentecito, ¡y a esperar las muchachas se ha dicho!

Pasaron una... dos... tres... y yo, ¡extasiado en tales contemplaciones!

Las que habían pasado eran unas piernonas despampanantes y con unas minifaldas de infarto, y ya podrán imaginarse, ¡cómo me habían dejado el grandote! ¡Enorme me había quedado!!!

De pronto, mientras miraba yo atento hacia allá donde el camino anunciaba la aproximación de otra chica acercarse, siento detrás mío aquella voz así hablarme:

-"¿Muchacho??? ¿Qué haces ahí desnudo, muchacho???"

¡La María! ¡era, la María!!! Hermosísima y muy sensual vecina veinteañera, mayor que yo, que luciendo una cortísima minifalda de última moda por aquellos entonces, abiertas con un tajo lateral y acordonadas con un cordón que pasaba por ojales dejando ver entre los cordones los costados de los muslos en hiper-sensual estética, y vistiendo encima un diminuto top que le dejaba afuera más de la mitad de sus hermosas tetas, así, así vestida y riéndose burlona al así haberme sorprendido y colocado sus manos en la cintura al así hablarme, me sorprende con esa pregunta a mis espaldas habiendo hasta allí llegado sigilosamente sin haberla yo escuchado, llegando no por el camino, sino por un insólito atajo del monte que nadie jamás en la puta vida se usaba. Por ahí, ¡pues, aparece ella!

Obviamente me había descubierto en ésas mis costumbres, y allí detrás mío así parada y burlonamente de mí mofándose, había comenzado su juego de divertirse con mi infortunio.

-"¿Se puede saber qué estás haciendo ahí desnudo "y en ese estado"?, ¿eh???"

-Ayyyy.... exclamo yo como un imbécil, y salto desesperado a agarrar mis ropitas para ponérmelas, y... ¿qué creen...? ¡no estaban!!!

-Ayyyy, mis ropas...mis ropas!!! exclamo desesperado buscándolas inútilmente donde debían estar, pero... ¡no estaban! La María, sonriente y mirándome buscar, me preguntaba burlona:

-"¿Se puede saber qué buscás con tanta desesperación?"

-¡Mis ropas, María... mis rooooopas!!! -Le respondo poseído por un estado de nervios atroz. Ella, muy tranquila y sin dejar de sonreír, responde:

-"¿Ropas decís? Aquí vos estabas desnudito desde que llegué, y muy tranquilo te veía estando ahí desnudo... ¿qué te desespera ahora???

-¡"María...dame mis roooopas, no seas soreeeeta!?!?!?!?!???" -Le suplico casi llorando mientras seguía yo buscando ahí cerca de la piedra. Ella, mirándome ex profesamente hacia mi verga, reía y me decía con calculada manera de desesperarme todavía más:

-"No vengas aquí a inventar cosas... vos estás desnudo porque vos andás desnudo, ¡y te gusta andar desnudo!!!"

-"¡Marííííiaaaaa, devolvéme la ropa, Maríííííaaaaaa!!! " Ya, a esa altura, lloraba yo. Ella, había ya, comenzado su juego conmigo.

-"¡Explicame porqué es que estás aquí desnudo! ¿Qué cosa venís a hacer aquí desnudo??? ¿A ver, contame???"

-"¿Devolveme la roooo- - paaaa, Maríííí- -aaaaa????" Lloraba yo ya, como un pelado chiquito ahí suplicándole desesperado.

La María, riéndose y continuando con argumentos donde me decía que yo era un chico que ahora se le había dado por andar desnudo y que para querer negar eso ahora me estaba haciendo el que buscaba la ropa, más me desesperaba todavía más, y cuando me preguntaba qué porqué entonces yo estaba desnudo, yo... obviamente no quería decirle lo que ella obviamente ya lo había captado, y se divertía viendo cómo yo no quería decirlo y jugaba a su antojo con ésa mi situación.

Y dice la María en un momento, mientras se hacía la decidida:

-"¡Me voy!!! Yo me voy, porque vos aquí estás muy loco, y no quiero seguir discutiendo con vos!!!"

Y así diciendo, hizo como que rápidamente se iba, y yo la agarro desesperadamente de un brazo reteniéndola, y le suplico que no se vaya, y le insisto con lo de mi ropa, sabiendo obviamente que ella me la había escondido, y ahora estaba jugando ella con esa carta a su favor.

-Me-sol-tás! ¡yo, no-ten-go-tu-ro-pa!! -Me decía sin poder aguantar la risa, y se reía en mi cara y me miraba la verga riéndose. Yo, le veía esas inmensas piernotas gordas y más se me paraba la pija, y los dos nos reíamos, pero yo, desesperado y medio llorando, además.

Sí: ¡aquello, ahí debajo del puentecito y entre aquella vegetación, era algo fuera de serie!!!

-"¡Yo me voy y te dejo a vos con tus locuras, y seguí haciendo lo que quieras, que no pienso molestarte! ¡Me voy! ¡Chau! ¡Soltáme!"

-"Noooo, Maríííaaaa, noooo!!!" -Le suplicaba yo agarrado a su brazo como una sanguijuela, y le dije desesperado:

-"¡Haré lo que me pidas, María... haré lo que me pidas, ¡pero devolveme la ropa después… sí... si... si!!!!"

Eso, exactamente eso, era lo que quería oír de mí, la María. Su hermosísima cara dibujó una sonrisa por demás cochina oyéndome aquello decir, y sin prara de reírse, me respondió:

-"Bueno... por ésta vez, y sólo por ésta vez, si te portás bien y hacés lo que yo te digo, ¡vamos a entendernos y recuperarás tu ropa! ¿Estás de acuerdo... o no?!?!" -Me dijo.

-Síííííííí... sííííííí!!! -Le respondía yo, ¡sintiendo que me volvía la vida al cuerpo! Y comenzó a decirme:

-"Vamos a hacer ciertas cosas, pero vos, así como estás... estás muy "peligroso" y quiero tener seguridad; así que nene... tendré que asegurarme amarrando tus manitas detrás, y entonces sí, ¡podremos hacer mejor las cosas!" –Dijo.

-"¿Quééééé??? ¿atarmeeee???" -Protesté.

-"Atarte!" -Afirmó; y para sacarme de dudas, amenazó con irse de nuevo, y enseguidita me hizo entrar en razón, aceptándole la condición, y... ¡comenzó a quitarse el cordón de la minifalda, con el cual iría yo a ser maniatado!

Y ahí, ahí debajo de aquel puentecito, entre el follaje y el monte ahí rodeándonos, la María comenzó a amarrar mis dos manos detrás, dejándola yo hacer, hasta quedar completamente maniatado y además, completamente desnudo como ya estaba.

Se reía la María...

Riéndose, comenzó a manosearme cosquilleándome de manera desesperante, y sus dedos y sus labios recorrían mi desnudez haciéndome gemir y suspirar, poseído en desesperaciones eróticamente monstruosas.

La María, aquella escultural y hermosísima vecina con la que siempre nos saludábamos con las más hipócritas risitas fingiendo amistad, aunque el deseo nos carcomía a los dos, ahora... la suerte había jugado a su favor dándole aquella oportunidad que supo ella aprovechar para hacerme lo que comenzaba a hacerme.

Me montó subiéndose sobre mis hombros para montarme desnudo por el monte en una humillante monta haciéndome así llevarla por donde me indicaba ir, y poseído yo en calentura monstruosa sintiendo la hermosura de su cuerpo encima mío desnudo y su peso erotizarme de manera colosal, era yo un juguete de ella y sus pies jugaban atrapando mi verga y mis huevos haciéndome hasta corcovear como un potro en una doma, con sus risas festejando aquella cosa que me hacía a su antojo. Acrobáticamente la María se volcó quedando agarrada con sus piernas de mi cuello para colocar su cara frente a mi verga empinada atrapándola con sus manos comenzando a hacerme una desesperante mamada mientras debía yo así continuar andando, y los orgasmos me invadían haciéndome ir meta gemidos y suspiros y desesperaciones eróticas, mientras mi cara estaba ahora entre sus nalgas y el culo.

Mamándome y pajeándome, la María reía mientras los orgasmos comenzaban a hacerme saltar aquellos torrentes de leche que por la verga me salían entrando en la boca de la María.

Sí: la María, se divertía haciéndome aquello que me ponía más a mil que de una manera convencionalmente tranquila... digamos.

Era recién el comienzo de una insólita orgía en la cual ella hacía conmigo lo que quería, y yo estallaba soportando lo que viniera y por adentro del monte aquél, desnudo, caliente y atado, era yo el juguete de la María.

Tendido en un lugar del monte donde había pasto y comodidad para echarnos, la María me tumbó de espaldas para comenzar a amasarme, y acomodándose encima mío, fui su más completo objeto follándome en un sube y baja frenéticamente vertiginoso en aquel arriba-abajo-arriba-abajo-arriba-abajo-arriba-abajo así meta y meta amasarme. ¡Yo, aullaba ahí adentro del monte! ¡Cómo se reía la María!

Ni hablar que me hacía lamerle bien el culo y la concha y las tetas y axilas, y que todo yo era un cúmulo de calentura estallante en orgasmos de locura. Una vez y otra y otra y otra en un derrame como anormal de rendimiento sexual como de historieta más que de realidad. yo hervía en una loca mezcla de placer es verdad, pero era un placer donde la desesperación entremezclada con la locura, me dominaban con la María como directora en aquella obra.

Por fin, cuando ya sus ganas de hacerme y hacerme se vieron por ese día satisfechas, amainó su hacer y aunque sin liberarme aún, ahí conmigo amarrado charlaba preguntándome y haciéndome decirle todo como yo era y sentía, ahí me tenía y me contemplaba riéndose al así tenerme. Yo... soportaba. Todo.

De pronto, por allá por el camino, venía otra vecina. María también su nombre. Otra hermosísima muchacha también exuberante como ella, y amigas las dos de siempre. Veinteañera ella también. Desde nuestro lugar allá entre el follaje, la vimos aparecer allá por el camino acercarse. Venía, con una idéntica minifalda como la de la María que me tenía, y cuando comienza a pasar por el puente, la María... ¡le grita llamándola! ¡Yo...quería morirme!!!

Se detiene en el puente la María que venía al oír el grito de la María que me tenía, y buscando con la mirada para encontrar el llamado... ¡nos ve!

-"¡María... vení, vení acá, vení, bajá!!!" -Le grita llamándola entre risitas cochinas, la María que me tenía. Yo la miraba como para matarla con la mirada, y la muy cochina soltaba las risitas y me sacaba la lengua y me hacía morisquetas. La María que venía...comenzaba a bajar viniendo hasta donde estábamos...

-Cuando nos ve y ve cómo estaba yo así completamente desnudo y maniatado, pregunta sonriendo con la más pícara de las risitas:

-"¿Qué es lo que está pasando acá???"

-"Querrás decir..."lo que ya pasó"..." -Le respondió la María que me tenía; mientras me miraba, y se reía...

Todo. Todo, absolutamente todo, le contó la María a la María. Yo, ahí al lado de las dos, desnudo y maniatado, estaba. Mi pija, se empinaba de nuevo...las dos, mirándome, se reían.

Mi vergüenza era atroz. Ellas, me miraban y se reían.

-"¿Qué pensás hacer ahora?" -Le preguntó la María que venía, a la María que me tenía.

-"¿Ahora...? y.…lo voy a soltar, ya me divertí bastante, además, tengo que irme..." -Le respondió. Las dos, me miraban, y se reían...

Hubo un pequeño silencio. Sólo se reían silenciosamente y me contemplaban las dos ahí viéndome desnudo... De pronto, le dice la María que venía, a la María que me tenía:

-"¿Me lo prestás?"

-"¡Claro que te lo presto!!!" -Fue la respuesta instantánea.

-"¡¡¡No, no no y no, putas de mierda...!" -Exclamé indignadísimo ante tan inmunda cosa entre las dos Marías, y enojadísimo y recaliente, me puse a pensar como en voz alta así diciéndoles:

-"¡No voy a dejarme volver a atar esta vez, putas de mierda!!! ¡Vos vas a tener que desatarme porque no vas a irte con ese carnaje inmenso al aire, puta piernuda! ¡Así que no voy a dejarme atar otra vez con el cordón de mierda de esa otra minifalda, putas!!!" -Les dije a las dos, que se reían como cerdas...

Entonces, mientras las dos se reían, la María que venía empezó a sacarse el cordón de la mini que era idéntica a la de la María que me tenía, y sacándoselo del todo, se lo pasó a ella que se lo puso tranquilamente haciéndome morisquetas, y a las risas, se despidieron las dos con un beso y se iba tirándome besos y la María que ahora me tenía, ¡empezó igualito como la María que se iba...!

 

¡Desnudo, caliente y empalado, volvía yo a sentir en mi cuerpo, los dedos de la María!!! ¡Otra vez lo mismo, otra María me hacía!!!

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