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La madre fulana de un compañero de trabajo

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Yo tenía 23 años y trabajaba de administrativo para una importante empresa del ramo informático. Durante la comida había oído que la madre de uno de nuestros compañeros era madama de una barra americana que se encontraba en las afueras de la ciudad. Ella era viuda y su marido se mató viniendo de un viaje de negocios y todo se lo gastó en copas y zorras, ya que trabajaba de representante de una firma comercial, y se tuvo que tirar a la "calle del medio" y prostituirse.

Tuvo que pagar los gastos de su hijo y de ella trabajando en un burdel, casi desde muy joven y ahora que ya rondaba los 50 conservaba un buen cuerpo, ya que no se excedía con la comida ni la bebida e iba todas las mañanas al gimnasio. Esta mujer no era muy guapa de cara, pero destacaba por su culo, buenas tetas y unas piernas sexys. Un día hablé con este compañero que se llamaba Juan y la cosa derivó en temas familiares y me acabó enseñado fotos recientes de él y su madre durante unas vacaciones en la playa. ¡La verdad es que para los casi 50 que tenía, ¡estaba de vicio! Eso hizo que me interesara más por esta madura tan carnalmente apetitosa y apetecible. Casi me da un infarto al ver las fotos, me dio morbo esa mujer tan atractiva, de la que su hijo decía lo contrario.

Una tarde, poco antes de acabar el trabajo en la oficina, me enteré de donde trabajaba la madre de este compañero y el ultimo día antes de llegar el fin de semana, traté de contactar con alguno de mis más cercanos compañeros para ir a conocer a la madre de Juan. Ya sabía dónde trabajaba ella, lo único que me faltaba era reunir fuerzas para conocer a esta morbosa madura y conocerla carnalmente. Hablé con Alejandro que era el que más cerca tenía y le animé para que me acompañara, con la condición de que le invitara a un pelotazo.

Al llegar a casa, me tumbé una hora antes de cenar y luego me preparé una ligera cena, para a continuación, ducharme, afeitarme otra vez y salir oliendo a limpio y bien rasurado, incluido el vello púbico, para poder follar a gusto y a la zorra de la madre de nuestro compañero Juan. Según se iba a acercando la hora de salir, me fui vistiendo, me puse un tanga de cuero con pequeñas cadenas a los lados al que perfumé, porque sabía que se pondría lasciva y concupiscente al verme con el puesto, una camisa que me marcaba los músculos y el tórax y que había perfumado para oler a macho en celo, así como un pantalón vaquero dos tallas menos que estaban a punto de explotar, para que realzara mi rabo y culo y al verme se pusiera todavía más lúbrica y libertina.

Llamé a mi amigo Alejandro para que viniera a buscarme, ya que luego nos iríamos en mi coche. En el camino al lupanar, le comenté el cuerpazo que gastaba la madre de nuestro compañero para los casi 50 que tenía y que estaba mejor que muchas jovencitas que habíamos conocido en otros ambientes. La situación era más bien morbosa y concupiscente, pues había follado otras putas, pero ninguna era cercana a personas allegadas a mí. Según nos acercábamos, el corazón me empezaba a latir con fuerza y mi rabo se estaba empezando a poner nervioso, pues la sola impresión de conocer carnalmente a la madre de este compañero, me estaba excitando sexualmente. Yo trataba de calmarme y seguir la conversación con mi amigo.

Al llegar al burdel, hubo que esperar un poco para encontrar plaza donde aparcar, pues, aunque estaba cerca de la barra americana, era una zona donde la gente solía aparcar sin problema, dado que no era una zona de parking restringido a vecinos. Después de dar un par de vueltas, me fui relajando, ya que iba pensando en donde dejar el coche, lo que contribuyó a que me despejara mentalmente. Salimos del coche Alejandro y yo y caminamos en dirección al lupanar de donde era madama la madre de Juan. Tenía buen aspecto y casi parecía una discoteca por los neones exteriores y por la decoración. Una vez allí dentro, la cosa cambió. Había chicas solas, algún hombre tonteando con alguna zorra y la madama, que era la madre de Juan, charlaba con el barman. Entramos y nos dirigimos a la barra a pedir un par de pelotazos de whisky, según estábamos pidiendo los whiskys se nos acercó la supuesta madama.

—Hola muchachos —dijo la madama— ¿se les ofrece alguna cosa? —añadió.

—Bueno, queremos conocer a las señoritas del lugar —comenté yo-.

—Aquí tengo diez chicas, once si me contáis a mí —expuso la madre de Juan.

—he visto algunas bailando, otras charlando con clientes y otras cerca de la barra —manifestó mi amigo Alejandro.

—¿algún gusto en particular? —observó la madre de Juan.

—creo que Ud. está mucho más buena que la mayoría de sus chicas —afirmé yo.

—por favor, no me trates de Ud., me haces vieja —observó la madre de Juan.

—bueno, pues tu estas más buena que alguna de tus chicas —aseveré yo.

—oh, gracias muy amable, eres muy simpático, halagador y galante —expresó la madre de Juan.

Miré a la madre de mi compañero de trabajo y vestía más provocativa y sugerente que muchas de sus señoritas. Llevaba una escotada blusa que empezaba en los hombros y que se los desnudaba, a la altura de la cintura, llevaba un cinturón negro ceñido que le destacaba su lascivo culo, así como unas sexys medias negras de rejilla y unos zapatos negros de punta de tacón de aguja muy llamativos que la elevaban las tetas. La verdad es que la imagen que me daba la madre de mi compañero de trabajo, era la de una irresistible come hombres y no podía ni debía dejar escapar esta tremenda oportunidad.

—la verdad, es que esta madama está muy buena —le comuniqué a mi amigo Alejandro.

—Bueno, ¿cómo os llamáis? —preguntó la madre de Juan.

—yo me llamo Alejandro —expuso mi amigo.

—y yo Lorenzo —añadí yo— ¿cómo te llamas tú? —inquirí yo.

—me llaman Débora —proclamó la madre de Juan.

A renglón seguido nos dimos dos castos besos cada uno con ella y siguió la charla. Yo me mostré galante y caballeroso y Débora empezó a mirarme de manera diferente.

—¿dónde trabajáis? —interrogó Débora.

—Trabajamos en una importante empresa informática, somos administrativos y somos compañeros y amigos —afirmé yo.

Me acerqué más a Débora e insistí en que nos fuéramos a una mesa. Ella me cogió de la mano como si fuera mi novia y me llevó a una zona oscura que ella conocía bien para empezar el pre-calentamiento. Nos sentamos y empezamos a departir.

—He llegado al club y la primera mujer que he visto has sido tu —le susurré.

—que galante y gentil eres, pero si casi puedo ser tu madre —manifestó Débora.

—¡qué dices, Débora!!, ¡estás muy buena! —le musité al oído.

Me pegó un morreo, un auténtico beso con lengua que fue toda una eternidad. Mientras nos comíamos a besos, ella me sobaba y magreaba los huevos y yo le tocaba una teta y nuestra temperatura sexual comenzó a ascender. Me abrí de piernas para que ella me pusiera abrir la cremallera.

—¡Guau! —exclamó ella— ¡llevas un tanga!, ¡que morboso eres, cabrón, ¡eres sexy!, ¿eh? —añadió Débora.

Débora también se abrió de piernas para que pudiera tocar su coño y sentí que, de la excitación sexual, ya estaba mojada. Seguimos comiéndonos a besos, y nuestras lenguas se entrelazaban y anudaban febrilmente como si fueran dos boas constrictor tratando de estrujar una a la otra. Nuestra temperatura ascendía más gradualmente y Débora me sobaba el tanga con satisfacción y auténtico deleite carnal y mi enhiesto, pero duro rabo se ponía más y más duro. Yo le metía mano al coño y con el dedo la perforaba y la tela del tanga me estaba dando más morbo y al advertir que era elástica, me ponía más cachondo y yo la perforaba y aunque nos besábamos con lujuria y pasión, Débora gruñía de gusto y gozo sexual al sentir que estaba teniendo otro orgasmo.

Ya estábamos más cachondos, salidos y calientes y nos pusimos de pie y nos volvimos a propinar otro depravado beso con lengua. Débora me volvió a tomar de la mano y me llevó a la habitación, al pasar cerca de la barra, el barman le dio una llave y mi amigo Alejandro me hizo la señal de mostrarme el pulgar, sabiendo que había conseguido mi objetivo el cual habíamos venido a tratar de conquistar. Yo me alegré y le hice la mueca de la sonrisa. Ya dentro del pasillo, anejo a la barra, Débora me volvió a pegar otro beso francés, mientras me magreaba el tanga y yo le agarraba el culazo que tanto me ponía. Nos separamos e iniciamos el camino corto por el pasillo que tenía fotos eróticas de mujeres desnudas y parejas follando en distintas posiciones y hasta algunas de las actuales chicas en posiciones depravadas y sicalípticas. Mientras Débora abría, yo le masajeaba el culo y hasta alguna guarrada provocativa le largaba.

Ella me miraba con más lujuria y hasta algún insulto sexual me devolvía y eso me excitaba y enardecía mucho más, sin saber ella, que el lenguaje chabacano, sucio y fuerte a la hora de follar con una mujer me excitaba sobremanera y me ponía más cachondo, salido, calentorro y obsceno. Entramos, nos acercamos bien a su libidinoso trono sexual y me empezó a desnudar lenta y lujuriosamente y me iba diciendo una serie de procaces y obscenas guarradas que me incitaban y estimulaban a un irresistible sexo sin límites. Al ver mi atractivo, estimulante y sugerente tanga de cuero con las cadenitas a los lados, se relamió de gusto y regusto, pues me destacaba y resaltaba mucho el rabo, así como las nalgas y pensaba en mi como alguien que la iba a follar y fornicar anal y vaginalmente y con depravación y obscena lujuria, me miraba con deseo y con excesiva impudicia no solo al culo sino también al rabo, pues intuía que esperaba que yo, cual macho semental, taladrase, petase y entaponase su sugerente y muy vistoso culo.

Débora se quitó los provocativos taconazos, le quité lúbricamente el sexy tanga y le arranqué el sujetador y se lo olí y olía a zorra en celo. Se subió a la cama y se puso de rodillas, con un dedo me indicó que fuera a ella mientras se magreaba y toqueteaba salaz e impúdicamente que ya, la muy golfa pero limpia, tenía afeitado. Yo iba hacia ella con mi obsceno tanga y con el rabo duro por fuera, nos pegamos un morreo corto mientras nos metíamos mano mutuamente. Yo le lamía y mordía cerca del mentón hasta llegar al cuello y cerca del hombro mientras ella me tiraba del rabo. Me seguía tirando del rabo y ella tocaba y tocaba su sexo y gemía de placer. Me quité mi sexy y obsceno tanga mientras ella daba vagidos de ansia sexual y volvía a tirar de mí ya enhiesta, pero dura verga y la comenzó a mamar. Mamaba y mamaba mi verga y yo me tumbaba para que la felación que me estaba haciendo la muy zorra, fuese más placentera para ambos.

Jugaba con mi rabo en su boca y se la deformaba por dentro y yo berreaba y daba gemidos y a Débora le gustaba, porque reafirmaba así sus lascivas artes de tragar rabos varoniles y masculinos como el mío. Nos cruzábamos insultos sexuales, y ella destilaba y rezumaba mucha saliva, producto de la mamada que me estaba haciendo. Ella me chupaba y mordía los cojones y me gustaba e hicimos un 69 muy libidinoso. Mientras le lamía su coño y jadeaba y gemía como una fulana depravada. Me comió más todavía el rabo hasta llenarlo de saliva y muchas babas, porque anhelaba y ansiaba tener mi cipote dentro de su ardiente coño. Me trotaba y cabalgaba y seguía gimiendo, jadeando y berrando lúbricamente y soltaba tacos obscenamente y me hacía notar que yo era su astro porno particular.

Débora se tumbó, le abrí bien de patas y le hundí con fuerza mi dura verga y siguió berreando, gimiendo y jadeando cual depravada fulana y sus insultos sexuales me ponían más salido y vicioso y me pedía que siguiera y siguiera. Se puso un guante de silicona en una mano, le puso gel, para hacerme un dedo en el ojete. Débora me empezó a magrear el rabo y empezó a horadarme el ojete lentamente para darme placer y yo gemía como un verdadero vicioso, La muy puta sabía cómo hacérmelo, pues estaba muy lleno de gel el dedo medio y me iba taladrando gradualmente el ojete para darme gozo anal, ya que yo le había comido el coño y ella casi había puesto los ojos en blanco de placer y había encadenado tres orgasmos.

Cambiamos de postura y ahora ambicionaba tener mi rabo dentro de su muy provocativo y sugerente culo y nos tumbamos de lado y me pidió con urgencia que la petara y perforara analmente sin límites, sin prisa, pero sin pausa y nuestros lascivos y depravados vagidos iban en aumento, mientras la fornicaba analmente la agarraba una pierna y ella me metía un dedo en la boca y eso aumentaba mi lujuria tan obscena. Sus insultos sexuales iban en lubrico aumento y ella se sentía la más puta y ramera que todas sus chicas. Saqué mi enorme vergón de su caliente y agitado culo y le exploté toda la agitada pringosa lefaza en sus atractivas tetas. Ella, debido a su lujuria se tragó los restos que todavía emanaban de mi cipote. Yo saqué mi vergaza pringada de mil flujos y lefas ya casi deshinchándose y Débora me miraba con sonrisa de estar exhausta, cerramos un poco los ojos y los volvimos a abrir al cabo de cinco minutos, pues el casquete que echamos nos dejó algo aturdidos y nos relajó.

Nos dirigimos al baño, nos duchamos y Débora me hizo una última y maravillosa mamada que me dejó todavía más relajado. Nos secamos, y mientras nos vestíamos tuvo el enorme detalle de dejarme su teléfono, por si me volvía "a picar". Salimos en dirección a la sala con las chicas, pero antes, Débora me dio un beso de despedida y yo marché junto a mi amigo Alejandro. Débora se puso a charlar con el barman como si nada hubiera ocurrido. Yo me puse a charlar con mi amigo Alejandro y al marcharnos, le dije adiós a Débora con la mano. Al salir, pegamos ambos un bote de emoción, pues habíamos visto a la zorra madre de este compañero y yo me la había tirado.

Nos abrazamos por el éxito conseguido y en el camino de vuelta, le relaté los pormenores de la jodienda sexual con esta apetecible, obscena y atractiva madura y el mutuo placer que nos habíamos dado.

 

Nos prometimos y juramentamos, que nunca le contaríamos a Juan, la jodienda que yo había tenido con la fulana de su madre, porque posiblemente iríamos otras veces, ya que no solo estaba "cañón" sino que además fue un auténtico y libidinoso encuentro sexual de película porno, regado de mil jadeos, vagidos, gemidos y un lascivo uso de lenguaje fuerte y muy chabacano.

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