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¡A los pies de todas!

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Éramos, un grupo de chicas y chicos -las damas primero siempre-, alumnos de una escuela de modelos publicitarios donde la belleza de cada uno, era requisito fundamental.

Tanto nosotros los varones como ellas, dotados de una estética verdaderamente admirable, lo que era requisito, para ahí entrar.

Recién comenzábamos nuestros estudios allí, y en ese primer año lectivo, las muchachas habían tenido una muy superior actuación en absolutamente todos los rubros a estudiar, quedando nosotros los varones con esa espinita del orgullo herido y ellas, con esa maliciosa felicidad donde solían permanentemente aguijonearnos con socarronas burlas humillándonos subrepticiamente.

Conformábamos un conjunto de diez chicos y diez chicas, estudiando siempre juntos en las mismas clases.

Cuando las tres directoras que conducían el grupo deciden, para hacer más competitiva la cosa juntar a las mujeres en un grupo conjunto y a nosotros igual para competir entre nosotros y ver quiénes imponían supremacía, la cosa entre nosotros adquirió una tensión absolutamente mayor todavía.

Ellas reían como relamiéndose ante la posibilidad de acrecentar las humillaciones a las que nos venían sometiendo, y nosotros... nos retorcíamos en la desesperación de saber que tendríamos que revertir sí o sí, tal cosa.

Cierto día tuvimos una prueba de excepcional fuerza competitiva debiendo todos nosotros poner el máximo de nuestros conocimientos y esfuerzos para obtener los mejores puntajes en esa pugna, y al final de la misma y presentando las profesoras los resultados... las chicas habían resultado más ampliamente triunfadoras que nunca sobre nosotros, y aquello era como la más atroz tortura para nosotros los varones que debíamos soportarlas en sus desaforadas risas y sornas de todo tipo, y una manera de hacernos arder en calenturas que parecían como hechas en un molde para conseguirlo!

Y siendo todas tan malditamente hermosas... ¡peor!

Muy pocos días después de eso, y estando nuestros ánimos al rojo vivo por tal cuestión, ellas y nosotros nos reunimos en un alejado parque donde debíamos solos, sin docentes allí, realizar un juego en el cual deberíamos demostrar quiénes desarrollaban mejor rapidez mental, astucias e inteligencia.

Ellas, ya en una continua manera burlona de sutilmente hacernos hervir en rabias y fastidiándonos como sólo ellas sabían hacerlo, comenzaron a decir que "otra vez, irían a tener una práctica con nosotros sometiéndonos una vez más, a las humillaciones a las que ya estábamos acostumbrados". Y eso diciéndonos, soltaban aquéllas sus risitas y miradas con muecas y burlas mil.

Estallamos me acuerdo en una especie de discusión contra ellas diciéndoles que se les había terminado la suerte, y que iríamos a demostrarles que éramos nosotros los mejores y no ellas, y que, si ellas habían tenido todas esas sucesiones de suerte exagerada, eso se les había acabado y que allí iba ya ahora, a quedar demostrado.

Soltaron todas las carcajadas, y aquello fue el comienzo de una muy fuerte discusión entre nosotros y ellas, que vino a terminar en un insólito desafío en el cual el sexo... ¡estaría sobre el tapete!

Repletos de rabia y excitación erótica por ellas también, las desafiamos a apostar algo por demás subido en audacia:

Si las derrotábamos, deberían ellas...dejarse hacer cualquier cosa por nosotros, entregándose resignadas a esa entrega donde el sexo, sería supremo actor.

Aún recuerdo, las miradas que entre todas ellas cruzaron, al oírnos eso plantearles.

Como relámpagos silenciosos sus miradas parecían inmediatamente coordinar sus pensamientos en uno solo, y sentí terror al advertir en aquellas mujeres, esa capacidad de inteligente acción y entendimiento que cuando ellas se lo proponen, saben conseguir de una manera tan rápida y eficaz como en los varones nos es imposible lograr. ¡Terror, al captarlo, sentí!

Una de ellas inmediatamente adoptó la representación de todas en la respuesta dada, y con serena y socarrona entonación de suficiencia burlona, así nos dijo:

-"Claro que lo aceptamos...! ¡Claro que sí...! ¡Pero deberá ser obvio que ustedes también, deberán aceptar tener que cumplir exactamente con lo mismo, si el resultado nos favorece y fueran ustedes los perdedores! ¿Lo aceptan, o tienen a eso miedo???"

Las risitas en todas comenzaron a ser un creciente coro socarronamente burlón, y nuestro silencio hacía crecer ese coro que iba transformándose en carcajadas hasta grotescas, y mirándonos entre todos entre confundidos y sin saber qué decir, las oíamos ahora soltar estruendosas risotadas entre los bailes de brazos en alto de varias de ellas, y el revolcarse por el verde césped de alguna en hilarante ataque de risas al así a todos nosotros contemplarnos ante aquel inesperado planteo.

-"¡Jjajajajaja! ¡además de burros...cobardes!!!" -Fue la exclamación entre risas y exclamaciones, de una de las chicas en medio de aquél nuestro exagerado silencio. Estábamos, quedando en un ridículo demasiado evidente ante ellas; y nuestro desafío, que en ningún momento había previsto la contrapartida de esa responsabilidad de tener que nosotros también aceptar lo mismo si ellas nos vencían, ahora...se había vuelto boomerang contra nosotros.  Habíamos quedado embretados en esa encrucijada de tener que aceptar ese terrible riesgo, o.… desistir de tal cosa, quedando como reverendos cobardes.

-"Aceptamos... claro que aceptamos!!!" Fue el responder de un audaz chico que no podía ya soportar más tanta humillación, mientras la mayoría lo mirábamos con el más profundo descontento y otros, estupefactos y enmudecidos, no atinaban a nada expresar.

Ellas, a las risas y captándolo todo en nosotros, comenzaron a manejar aquello, tomando como palabra de todos  la palabra del chico que ya había hablado, generando entre nosotros una división que no tardó en exhibirse, y que todas gozaban para mayor regocijo de todas y logrando que por fin, por no quedar demasiado en un ridículo tan extremo, tuviéramos que ordenarnos entre los varones aceptando lo que había de nuestra propia propuesta desafiante así resultado, y...¡debíamos jugar, con aquel pacto así trazado!

¡Quienes perdieran...serían esclavos de quienes ganaran!

Eufóricas y triunfalistas, aquellas mujeres comenzaron a aquello decirnos, que...nos dejó perplejos al oírlas:

"-¡Lo primero que vamos a hacerles, será...hacer que todos ustedes deban lamernos bien los pies completamente desnudos ante nosotras, y después sí...pasaremos a hacerles, todas las demás cositas!!!"

Risas y carcajadas hasta grotescas en ellas, y desconcierto y temor en nosotros...

Y a la disposición para aquel juego debimos prepararnos ubicándonos tal cual el reglamento del mismo lo imponía, y ya por fin prestos a aquel comienzo, ¡comenzamos a jugar!

Tratábase de un juego con pelotas, aros y cestos, y una ingeniosa trama de requisitos donde la habilidad, la velocidad mental y el sentido de equipo, debían imponerse como cosa fundamental.

Ellas, tan malditamente hermosas y sensuales como siempre, hacían maravillas sabiendo sutilmente exaltar eso que sabían era en nosotros punto débil, haciendo cosas que resaltaban tales cuestiones y excitándonos aún más en pleno juego ahí ya en disputa.

Un esfuerzo sobrehumano por parte de nosotros los varones fue haciendo aquel comienzo verdaderamente equilibrado y parejo, y ellas se movían actuando con la astucia y la decisión que tan impecablemente sabían manejar.

No podía haber errores, pues muy caro costarían...

Uno de nosotros vio la posibilidad de poder sacar ventaja arriesgando un lance difícil pero que aportaría tres valiosísimos puntos, y.… ¡arriesgó! El yerro arrancó inmediatamente las risas de ellas, y una aprovechó de inmediato esa mala fortuna del chico que había malogrado su suerte, tornando a su favor el lance que en ella... ¡fue acierto seguro! ¡Todas, soltaron sus carcajadas!

En desventaja continuamos jugando, y una de las chicas en una sensacional maniobra consigue colocarnos diez puntos de un solo golpe lo que ya haría como imposible para nosotros descontar tal desventaja, y bruscamente ahora la balanza se volcaba en total favor de ellas que ya, eran un cúmulo de risas y carcajadas jugando entre nuestra desesperación y desconcierto fatal.

Un timbrazo erótico recorrió mis genitales entrañas sintiéndome ya en esa realidad cercana de verme lamiéndole los pies a una de ellas como todos mis demás compañeritos con las demás todas, y eso... avivó en mí cierta sobreexcitación que no imaginaba.

A la gran mayoría de los demás varones nos estaba pasando exactamente lo mismo, y nuestra concentración en el juego se desvaneció como de golpe, inclinándose ahora sí la balanza de manera abruptamente brusca al tomar las chicas el dominio total del juego y aplastarnos en despampanante derrota, para comenzar entre todas la más eufórica algarabía de saltos y gritos festejando aquel rotundo triunfo sobre nosotros, mientras sus caras mirándonos... eran un poema por demás puerco anunciándonos las cosas que irían a pasarnos con ellas.

¡Debimos desnudarnos ahí... ahí mismo! De rodillas y ante cada una, las veíamos descalzarse entre sus risas y carcajadas, y sus miradas a nuestras caras haciéndonos aquellas morisquetas entre risitas y sacaditas de lengua. Sus plantas, descalzas ya y húmedas en sudor y olorosas...iban apoyándose en nuestros rostros. Empezamos a lamer, lamer y lamer...

Era el comienzo, de un placer fetichista que ni por asomo, habíamos imaginado así conocer.

Cierta vez me había alguien comentado que cuando un varón en estado de excitación es sometido a sentirle el olor y el sabor de una planta a una chica, automáticamente queda éste capturado en ese súbito placer que no se vá mas, nunca jamás, de su erótico sentir.

¡Era verdad! Un volcánico placer comenzaba en mis sentidos a experimentar mientras mi lengua recorría la sudorosa planta olorosa de aquella hermosa chica que eso me estaba ahí haciendo mientras burlonamente reía, reía y reía, y yo sentía infiernos de calentura sexual recorrerme la humanidad entera, ¡entera enterita!

Como idiotizados luego de lavarles los pies con nuestras lenguas, comenzamos a ser de ellas sus eróticos juguetes, y aquello en aquel parque comenzó a tornarse en la más fantástica orgía en la cual diez hermosas muchachas, se regodeaban impúdicamente sometiendo a diez chicos, a las más arrolladoras prácticas donde el hacer y el hacer de ellas, era única norma proporcionándoles todo el placer que como deseaban tenerlo lo tenían, mientras que, en nosotros, una avasallante caravana como enloquecedora nos iba sumiendo en cascadas orgásmicas que ellas sabían arrancarnos entre nuestros desgarradores alaridos de enloquecido placer, y el tronar de sus risas, carcajadas y mil exclamaciones gozando tan gorda cosa.

Nunca nuestras masculinas lenguas habían tenido que recorrer tanta femenina anatomía.

Desde los pies hasta el alma, creo que todo, pero todo lo que se dice así TODO, a troche y moche tuvimos que lamerles.

Nuestros cuerpos masculinos fueron el paseo preferido de sus manos y sus pies, y una y cien y cien mil veces nos culeaban como desvergonzadas, y nuestras dignidades fueron por ellas usadas como plantillas de su calzado.

Así, exactamente así, fue como caímos a los pies de aquellas muchachas.

Y encima...quedando para siempre en nosotros, el fetiche de sentirnos como idiotizados, ante los pies de una chica.

 

¿Por qué negarlo? Así resultaron las cosas, y así, como estampadas con un sello, quedaron esas realidades que para siempre nos dejaron ¡a los pies de todas!

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