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Pepa LaDiosa.

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Pepa LaDiosa es una tortillera dispuesta a meterse en las bragas de quien se lo proponga, y aunque nadie se lo propusimos, ella se metió en las bragas de la esposa de nuestro socio y él alucinaba al ver a LaDiosa follarse a su esposa.

Todo comenzó por una operación comercial entre empresas. Yo andaba tras una pequeña empresa dedicada a la fabricación artesanal de armas de caza de unos 20 trabajadores y con una excelente cartera de pedidos. La empresa en cuestión era propiedad de un anciano que estaba liquidando todos sus negocios y el precio parecía de oportunidad, pero la operación tenía trampa.

Muy buen precio, muy buena cartera de pedidos, prácticamente sin competencia posible, pero el problema era el gerente, un hombre que vivía por y para la empresa, aunque no tenía participación en el capital. Si compraba la empresa y no conseguía incorporar al gerente, todo se podía venir abajo, porque Rodrigo, que así se llama el gerente, podía independizarse y llevarse consigo tanto a los artesanos que trabajaban en la empresa como a los clientes, de modo que compré la empresa al anciano empresario y le puse una cláusula de rescisión si no conseguía contratar y dejar atado a la empresa a Rodrigo, el gerente.

Quizás ya conozcan por anteriores relatos que soy economista y junto a mi socio hemos creado un excelente holding de pequeñas empresas y que nuestros negocios prosperan magistralmente. No es por casualidad ni por un golpe de suerte, es profesionalidad y mucho trabajo, además claro de cuidar y de involucrar a los trabajadores en la marcha de las empresas. Con esos antecedentes, entenderán que para mí representaba un reto conseguir fichar a Rodrigo, pero a pesar de las reuniones preliminares y de mis buenos oficios, no iban bien las cosas.

Yo, de alguna manera lo entendía. Rodrigo hasta ahora no dependía de nada ni de nadie, porque la empresa marchaba sola, daba beneficios, tenía una plantilla que todos se sentían muy identificados con el negocio y formaban un equipo muy unido y, ahora, nosotros representábamos una amenaza a su forma de vida, de modo que cierto día en la mesa de negociación, a la que asistía Rodrigo, su abogado, e inopinadamente también la esposa de Rodrigo, creí que la negociación iba a fracasar.

Por nuestra parte, en la mesa estaban sentados nuestro abogado que había redactado el contrato que vinculaba a Rodrigo y al personal a nuestro holding de empresas, incluso con participación en el accionariado, mi socio en la empresa, un servidor de ustedes y, a mi lado, Pepa LaDiosa, una excelente ejecutiva de la empresa que se encarga de las relaciones tanto laborales como de orden interno. LaDiosa es una mujer corpulenta, guapa, elegante y marimacho, muy marimacho. Ella misma se define como tortillera, porque dice que de alguna manera definirse como lesbiana es muy light, que tortillera es mucho más cool.

Pues cuando creí que la negociación estaba en punto muerto y que el fracaso estaba cantado, va LaDiosa y me pasa un papelito doblado, lo abro discretamente y leo textualmente "Esa tía me parece lesbiana".

Obviamente "Esa tía" no podía ser otra que Cándida, la esposa de Rodrigo que, no sé por qué razón, la había traído su marido a sentarse en la mesa de negociación, pero a decirles verdad, tampoco sabía que coño tenía que ver la tendencia sexual de la esposa de Rodrigo con la marcha de la negociación, de modo que eso me animó a seguir negociando lo innegociable, porque yo creo que Rodrigo había traído una idea preconcebida y nada le haría cambiar su decisión.

Y en esas andábamos, dando vueltas a un molino sin aspas, cuando al cabo del rato LaDiosa me vuelve a pasar un nuevo papelito. Intrigado por su contenido lo vuelvo abrir y ahora el papelito decía "Esa tía es lesbiana, no apures la negociación y posponla para una reunión más íntima". Ahora ya no decía que le parecía lesbiana, ahora me decía que era lesbiana. Yo no entendí absolutamente nada, pero le hice caso y pospuse la negociación para el día siguiente y que les avisaría del lugar.

Cuando salieron todos, mi socio incluido, me quedé a solas con LaDiosa y le pedí explicaciones para entender qué estaba pasando.

-Esa tía es lesbiana y se quiere meter en mis bragas, vamos a dejarla que se meta y cuando este dentro veremos qué quiere- me dice como toda explicación mi jefa de personal, Pepa la Tortillera, como también se la conoce entre algunos empleados envidiosos de su capacidad laboral.

Y con semejantes mimbres me propuse que la siguiente reunión la celebraríamos en un ambiente íntimo y relajado. Como ya también conocen algunos por anteriores relatos, yo soy propietario de una esplendida mansión en una zona de lo más lujosa de Madrid, en La Moraleja. Mi casa tiene una piscina con una terraza cubierta muy acogedora y muy íntima, de modo que dispuse una comida para cuatro personas, Rodrigo y su esposa Cándida y, LaDiosa y yo, nadie más, incluso advertí al personal de servicio que una vez servida la comida que desaparecieran del lugar.

La comida se desarrolló en un ambiente cordial, aunque a los postres y ya sin el personal de servicio surgieron los primeros, digamos "sofocos", porque al bueno de Rodrigo no se le ocurre otra cosa que preguntarle a LaDiosa si estaba casada.

-No, no estoy casada, soy tortillera-

Como pueden suponer Rodrigo se puso como un tomate, no así Cándida que para seguirle la corriente va y le pregunta:

-¡Ah!, muy bien, o sea que le gustan las mujeres. ¿Y yo le gusto? Le dice con cierta maldad.

-Ya lo creo cielo, tú gustas a cualquiera- y así, entre inocentes picardías transcurría la comida hasta que decidimos dejar la mesa y tomarnos los cafés sentados en unos cómodos sofás de la terraza. En uno se sientan Cándida y LaDiosa y en el otro, al lado, Rodrigo y yo. Debo decirles que previamente a la comida, los cuatro nos habíamos dado un pequeño baño en la piscina y que los cuatro vestíamos unos glamorosos albornoz de Versace con nada debajo, porque LaDiosa nos había recomendado sacarnos los trajes de baño para no resfriarnos, aunque por lo que vino a continuación, yo creo que su intención era otra.

Al sentarse LaDiosa, como con un esmerado descuido, dejó al descubierto unos esculturales muslos que dejaban casi, casi al descubierto, una más que prometedora mata de pelo que le cubría su pubis. Lejos de cubrirse, Pepa se abrió un tanto más el albornoz y le mostró a la fiel y atribulada esposa de Rodrigo un tatuaje justo, justo en la comisura de los labios externos de su flamante chumino. Eso fue demasiado para Cándida y, literalmente, se metió en el chocho de LaDiosa.

Rodrigo no sabía si hacerse el despistado o recriminar a su esposa e hizo justamente lo que no debía:

-Cielo compórtate que estamos de visita- le dijo tímidamente.

-Cállate gilipollas y mira- le contestó insolentemente su encelada esposa.

Y le hizo caso, se calló y miró. Yo también le hice caso y callé y miré. Cándida después de hacerla una discreta mamada a LaDiosa, se subió encima de ella, la despojó del molesto albornoz y se la folló. Se la veía con arte y con oficio, nada de improvisaciones, Cándida sabía lo que quería y sabía como hacerlo. Le abrió a LaDiosa las piernas y ella se metió entre sus muslos, busco con maestría, con oficio, con práctica de quien sabe, los labios del chumino de LaDiosa y encajó los suyos con precisión, después fue un frenético frotar, un sonoro jadear, un impetuoso masajear el cuerpo de LaDiosa.

Rodrigo, amagado en el sofá, tenía los ojos como platos y la boca como cerrada con candado. Yo ardía en deseos de saltar a la palestra, pero no me atrevía a interrumpir aquella auténtica danza de los chuminos en celo. Pronto los jadeos se fueron intercambiando con espasmos y pude darme cuenta que Cándida se estaba corriendo como una burra, pero no crean que cesó ni por un instante su impetuosidad.

Enseguida cambió de postura, se echó de rodillas al suelo y le metió la lengua en el chumino de LaDiosa para hacerla una mamada y hacerla correrse. En semejante postura Cándida nos ofrecía un más que esplendoroso paisaje de su culo en pompa y de su chocho al aire. Yo creo que fue una transmisión de ideas, porque de momento se para, se vuelve insinuante hacía nuestro sofá y nos pregunta sugerentemente:

-¿No hay alguna polla disponible para este culo?-

Yo miré receloso a Rodrigo, pero él no se atrevía a mover ni un dedo, de modo que acepté la sugerencia, me deshice del albornoz y le medio metí la polla por el culo a Cándida. Ella ralentizó por un instante la mamada que le estaba trabajando a LaDiosa para facilitar la penetración que le estaba haciendo y pronto, los tres magistralmente acompasados, proseguimos por unos minutos más la follada que nos estábamos metiendo.

Yo creo que ambos, LaDiosa y yo nos corrimos a la vez y los tres caímos exhaustos en el sofá. Al ratito Cándida y LaDiosa se levantan y se van a los roperos a vestirse. Yo hago otro tanto e invito a Rodrigo a que me acompañe para vestirnos.

Ya en los vestuarios comenzamos a charlar como desdramatizando el asunto. Rodrigo el hombre estaba muy cohibido, pero conseguí hacerle sentir a gusto y comenzó a contarme confidencias y hacerme preguntas.

-No sé qué decirle, yo nunca había visto a mi mujer tan cachonda, ¿usted cree que también ella es tortillera?-

-No lo sé Rodrigo, pero parecía que tenía práctica-

-Nosotros, sabe usted, no tenemos hijos, mi mujer nunca los ha querido. Yo siempre he estado dedicado a la fábrica y ella ha salido muchas veces sola, a lo mejor se iba a echar un polvo con alguna mujer-

-No hombre, no creo-, le digo para agradarlo, -lo más probable es que saliera, pero a follar con hombres-. Aunque yo creo que no logre calmarlo, sobre todo porque a continuación, desde el vestuario de mujeres, empezaban a escucharse unos más que reconocibles gemidos, jadeos, suspiros, soplos, resoplos, golpecitos contra puertas, grititos, lamentitos y auténticos rugidos de leonas en celo.

Cuando al cabo de casi una hora se acallaron los rugidos, ambas salieron a la terraza con las manos entrelazadas y con una sonrisa en el semblante más que evidente.

-Cándida se viene a trabajar con nosotros. Le he estado contando nuestro proyecto empresarial y esta encantada de participar- nos dice LaDiosa con indudable satisfacción.

Cuanto ellas lo dicen será cierto, pero a mi me parecía que lo que habían estado haciendo es follándose, pero bueno. En ese momento yo creo que a Rodrigo le cambió el semblante, estaba encantado de ver a su fiel esposa con un fabuloso polvo, perdón, con un fabuloso trabajo.

Antes de abandonar la casa y después de firmar el contrato que le ligaba a nuestro holding de empresas Rodrigo se me acercó al oído y me pregunto con cierta sorna:

-¿Comidas como esta no dará usted muchas en la empresa?-

Pero también Cándida tenía algo que preguntarme antes de abandonar satisfecha la casa:

-La próxima vez me la meterás más adentro ¿No?-.

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