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Imagina

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Imagina que estoy detrás de ti acariciando tu pubis, besando tu nuca, tu cuello, oliendo tu cabello. Te digo al oído que te he esperado durante muchos años, que te deseo. Me siento y te siento sobre mis piernas, traes un vestido corto y yo un pantalón de mezclilla, restriegas tu culo contra mi verga, sientes el bulto, la erección; yo sigo en ese ritual de oler tu cabello, inundar mis pulmones de tu esencia. Acaricio tus pezones diminutos que tímidamente se ponen erectos entre mis dedos. Beso tu espalda, levanto tu vestido y busco la humedad entre tus piernas, con mis dedos índice y medio dibujo la forma de tu tierna vagina, agito tu clítoris, acaricio tu monte de venus y tus muslos, y sigo en el rictus de besarte la nuca, la espalda, el alma, si es que el alma está detrás del cuerpo.

Mete los dedos en tu vagina, imaginando que son los míos, que se deslizan dentro de tu palpitante sexo. Imagina que te pongo sobre mis rodillas, con las nalgas al aire, y te azoto hasta ponerte rojo el culo. Dejo mis dedos marcados en cada nalga, rojo fuerte, que hace un contraste exacto con el resto de tu piel. Te masturbo y te azoto, acaricio tu espalda como un piano. Siente la mezcla de placer y dolor, el laberinto de la conciencia que se estrella contra las paredes de la nada… Acaricio tu ano, el ojo de Sodoma se dilata, se complace, se arroja a la caricia tierna, al guiño exacto. Luego te pongo de rodillas, mete los dedos en tu boca, prueba tu sabor. Imagina que es mi pene flácido que se pone duro al contacto de tu saliva, se hincha en tus glándulas salivales, se pone grueso y sus venas son cables de electricidad en tu garganta. Desliza tu lengua de gata de la punta al tronco y de regreso, báñalo en el laberinto de tu saliva.

Bombeo un poco tomándote del cabello, mientras mi verga cada vez está más dura, lo suficiente para insertarse en ti. Imagina que levanto el vestido corto, ya no traes braguitas. Luego meto lentamente mi pene, entroncándose con ternura, con suavidad. Entra con delicadeza, como entran los sueños en el corazón. Tócate imaginando mi pene erectísimo atravesándote las entrañas, en un vaivén supremo, sientes la dureza que se agita cada vez más rápido entre tus piernas, con el vértigo del gemido, con el equinoccio de la demencia.

Sujetar tu cuello apretándolo, besarte y seguir penetrándote, una y otra vez; me cabalgas, enredas tus manos en mis hombros para encontrar equilibrio y rebotar una y otra vez como una puta sumida que cae complaciente al filo de la muerte. Imagina mi corazón a punto de estallar con tu nombre como una granada de mano. Te pongo en cuatro y comienzo a penetrarte, por el ano, tu ojo de Sodoma se expande, se contrae; se arroja como un dado a mi suerte…

Mi miembro entra entero, como la navaja del asesino y te embisto cual potro pura sangre, una y otra vez en vaivenes esquizofrénicos mientras paso mi cinturón por tu cuello y te aprieto poquito, mientras te humedeces con gemidos entrecortados como el universo mismo. Aprieto tus pechos, retuerzo tus pezones, respiro tu cabello, dejo mi aliento como una trasparente capa de vaho bautizando tu espalda, es como el aliento de un lobo que busca alimentarse de ti eternamente…

 

Mi verga se endurece aún más y suelta un chorro de tibio semen que se desliza por tus entrañas como el alivio de un tiempo breve que infinitamente se estira en las manos de la muerte.

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