Nuevos relatos publicados: 8

Sorpresa le dio la vida

  • 4
  • 14.081
  • 8,95 (38 Val.)
  • 0

«La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay, Dios»

Rubén Blades

 

Había llamado a aquel número telefónico que encontró en una página vieja y arrugada del Diario Confusión que estaba tirado en la calle. Arrastrado por la curiosidad se había fijado en ese aviso clasificado titulado:

 

«SI TE GUSTA LO PLACENTERO, LO INEXPLICABLE, NO DUDES EN COMUNICARTE».

Después de marcar aquella llamada, decidió pasar por el Bar Moral a tomar una cerveza, esto le ayudaría a sentirse más hombre. Tenía presente los consejos de los viejos que decían que «antes de estar con una mujer hay que tomar un trago de ron o cerveza para apaciguar los demonios».

Nervioso bebió rápido. Miró su reloj. Marcaba ya las siete. Pagó la cuenta y salió del lugar.

Caminó unas cuadras. Llegó a la parada del bus donde habían acordado encontrarse. La mujer estaba allí esperándolo. Era formidable, esbelta y bella.

León se le acercó algo tenso. Luego se relajó. Por su mente se desbordó un sentimiento de sexo. Pensó en montarla.

Ella lo vio y dijo:

-Hola mi nombre es Katiuska, soy la del anuncio.

Embelesado por su figura y el escote que hacía notar sus senos turgentes, tardó en responder.

-Oh, mi nombre es León, encantado.

Ambos sostuvieron una conversación sin muchos detalles. Cuando estaba a punto de invitarla a su casa, la dama como si hubiera leído su pensamiento le comento:

-Quiero que me disculpes, pero se me presentó un asunto, será en otra oportunidad, llámame luego, y te prometo que tendrás un momento divino.

Se despidió de él con un beso en la mejilla y una sonrisa pícara.

Él caminó un par de cuadras. Molesto por la situación arrojó en una cesta de basura la página del diario.

Pasaron dos semanas desde aquel encuentro. León volvió a recordar aquella dama encantadora, pensó en llamarla, pero como se deshizo de su número, creyó que podría encontrar de nuevo el clasificado en el periódico. Decidió ir a disfrutar un café en la Panadería Deleite, y así revisar con disimuló el diario. Lo hojeó varias veces, no encontró ningún aviso. Decepcionado, se fue a su trabajo.  Buscó por mucho tiempo el anuncio, pero todos sus intentos fueron fallidos.

Una mañana cuando León estaba parado en la esquina de una acera esperando el cambio del semáforo, un bus se detuvo frente a él, pudo ver que, desde una de las ventanillas Katiuska lo saludaba invitándole a que subiera.

Cuando estuvo a punto de hacerlo, el semáforo cambio la luz y el autobús procedió su marcha.  Desesperado trató de alcanzarlo, corrió esperando que hiciera alguna otra parada. Luego el vehículo estacionó a un par de cuadras. Fue hacia el trasporte y miró a todos los pasajeros que bajaron uno tras uno. Subió al bus pero ya no estaba. Exhausto decidió irse al departamento. 

Tras subir los siete pisos, abrió muy cansado la puerta, cuando entró, vio que Katiuska estaba allí. Paralizado, no articuló ninguna palabra. Ella sonrió. Se quitó despacio la blusa dejando al descubierto sus pechos.

León se relajó. Pensó en poseerla. La mujer viéndolo a los ojos le dijo muy despacio:

-Espero que no te hayas olvidado de mí, te prometí lo inolvidable y placentero.

-En absoluto ternura- contestó emocionado.

Katiuska se quitó su hilo dental. Quedó desnuda. Él la llevó al cuarto y ansioso se quitó la ropa. Acarició sus pezones, besó su cuello y orejas, palpo su sexo.

 

La acostó en la cama boca arriba. Llevó el miembro entre sus piernas. La penetró. Ella acarició su espalda y lo arañó.  León se excitó. Cuando quiso besarla el cuerpo hermoso de Katiuska se transformó en algo espeluznante. Atemorizado intentó soltarse. Lo abrazó con fuerza entre sus garras y lo hizo dueño de la oscuridad.

(8,95)