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La zorra viciosa del pub liberal

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Un vecino de la barriada reveló que no muy lejos de nuestras casas existía un pub liberal y que había parejas que se intercambiaban y un día a la semana que eran los viernes, podían ir hombres y mujeres sueltos, que podrían ser elegidos por esas libertinas parejas y formalizar un trío. Una noche que no tenía nada que hacer, pues mi novia se acababa de largar con sus amigas, a su semanal "noche de chicas" decidí ir a probar fortuna y descubrir por mi si aquello era cierto. Me puse mi slip más ajustado, me afeité el vello púbico para que la mujer que me eligiera disfrutase a tope de mi masculina verga y hasta me lo perfumé un poco para que se deleitase al comerme la polla.

Cuando terminé de vestirme y acicalarme, me dirigí todo caliente y morboso al susodicho pub liberal. Aquello parecía un club cerrado, pues hube de llamar a la puerta y abrieron una pequeña ventana que había en la puerta, al ver que yo tenía atractiva presencia, me permitieron penetrar en el pub. Llegué a la barra del pub que estaba dirigido por una madura tetona y solicité un whisky "on the rocks" con cola. Me lo sirvió en una gran copa de balón y al dar un pequeño primer sorbo, me percaté que estaba una chispa cargada más de lo normal. Comencé a beber lenta y pausadamente y percibí que en aquel pub nada se movía. Pasaban los segundos morosamente y al cabo de cuarenta minutos cuando ya estaba a punto de irme por hastío y aburrimiento, la tetona dueña me llamó:

oiga Ud. aquella pareja le requiere.

Yo enfilé mi corto camino hacia la mujer que me esperaba de pie y me puse a bailar con ella.

Ella me soltó:

¿cómo te llamas? —dijo Virginia.

Ricardo revelé yo.

yo soy Virginia dijo ella.

venimos todos los viernes a este pub buscando un hombre diferente para que me folle delante de mi marido, ya que eso le da morbo explicó Virginia.

antes íbamos a los de cambios de parejas y así me he tirado a los maridos de mis amigas y mi marido se ha tirado a mis amigas y a mujeres que me importa un bledo, eso sí, en habitaciones contiguas añadió Virginia.

¡qué morbazo! exclamé yo.

sí, pero ahora mi marido no puede, porque tiene un trabajo muy estresante y no se le pone dura ni con viagra. Ya ha tenido un infarto y un amago y no quiero que, en plena follada, la doble prosiguió Virginia.

pues vaya ... manifesté yo.

Lo hago por él y porque le quiero y el desea que yo sea feliz a toda costa y como sea y quiere que cada vez me folle un macho distinto y bien diferente el uno del otro reveló Virginia.

Mientras bailaba agarrada a Virginia, pude descubrir sus redondas formas sexuales a pesar de que la luz estaba apagada para dar morbo en el encuentro. Virginia tenía buen culo y tetazas y eso me sedujo y atrajo más.

Pusieron música lenta y Virginia comenzó a besarme ante la mirada de su marido y yo la correspondí, mientras la manoseaba el culo. Seguíamos bailando y continuábamos besándonos con fruición y se me iba poniendo dura.
Virginia lo percibió.

¿tanto te gusto?, ¿tan cachondo te he puesto? —preguntó Virginia.

—¡qué buena estás! —exterioricé yo.

Ya que habíamos iniciado el precalentamiento Virginia no quiso perder un minuto y hacer aflorar la puta libertina que llevaba dentro. Salimos del local y Virginia me presentó a su marido que se llamaba Enrique. Él era algo mayor que Virginia y vestía normal. Virginia estaba ligeramente gorda, pero lo suficiente para que a mí me pusiera caliente y muy cachondo. Virginia tenía buenas tetas, un culo algo gordo pero muy morboso, vestía como una loba en celo, pues llevaba un vestido azul vaquero, con una cremallera que iba de las tetas hasta el final de la falda y un ancho cinturón negro y calzaba unos zapatos negros de tacón alto. Nos metimos en el coche y Enrique toleró que Virginia y yo nos sentáramos detrás para que prosiguiéramos metiéndonos mano lúbrica y muy fogosamente. Yo le metí mano sobre la falda a Virginia y comencé a manipular su coño, ella me iba desabrochando y mientras nos comíamos a besos, Virginia daba berridos y gañidos de placer.

Le bajé el vestido y comencé a comerla las tetas y la temperatura sexual de Virginia ya había roto moldes.

La zorra Virginia me empezaba a insultar sexualmente.

—sigue, cabrón, sigue. Me gusta lo que me haces —chilló Virginia.

Virginia estaba bullente y agitada sexualmente y su marido veía a través de su panorámico espejo retrovisor como nos refocilábamos salvaje, alocada y sexualmente y aquello debía de ir a más. Llegamos al garaje y Virginia y yo proseguíamos con nuestra depravada lujuria. Enrique carraspeó dos veces para hacernos notar el fin de trayecto. Yo tenía un despiadado empalme sexual y mi enardecido y agitado rabo, pugnaba por salir del tanga y empitonar algún agujero de Virginia. Salimos del coche y Virginia y yo íbamos de la mano y Enrique delante. Enfilamos el ascensor y nos aguantamos las ganas de comernos, porque no era un plan agradable desfogarnos delante de su marido, en un espacio tan mínimo. Entramos en su casa y Virginia me llevó a una habitación de color verde con un cuadro en medio y debajo un tresillo color teja con algunos cojines color marrón. Enrique se sentó en un lateral algo alejado de nosotros y ahora era el momento depravado y obsceno de follar y dar rabo a esta zorra facilona de Virginia.

—quiero que me folles, cabrón —gemía Virginia, mientras se tocaba el coño y un poco por encima de sus fascinantes tetazas de zorrón lascivo.

—que rica, estás puta —le musitaba yo.

Virginia me sobaba el torso y yo a ella y comenzaba a sobarle un poco las tetas y empecé a bajarle un poco la cremallera del vestido.

—lámeme las tetas, chúpamelas, lo deseo —mugía Virginia.

Yo le lamía y chupaba sus tetas y me puse más cachondo al ver que eran de silicona, mi atracción por esta fulana lasciva fue en aumento, tenía más ganas de follarla.

—así, cabrón, así. Cómeme las tetas —jadeaba Virginia.

Mientras proseguía lamiendo aquellas tetas de silicona de la furcia Virginia, comencé a quitarle su cinturón negro. Se lo quité, lo tiré y seguía lamiendo sus tetazas y la muy puerca gemía como una loba salida. Virginia se quedó con un tanga rosa muy sexy y sus negros taconazos que le hacían parecer una ramera provocadora. Se retiró la tela del tanga y observé que lo llevaba todo afeitado y eso me sedujo más para deleitarme con aquel sexo concupiscente y efervescente. Observé que llevaba un piercing en uno de los labios y le quité totalmente el tanga. La muy marrana de Virginia jadeaba y gemía y yo le tocaba la teta derecha y con la otra mano le hurgaba el coño y al mismo tiempo se lo comía.

—eres un maricón vicioso, se nota que disfrutas con mi coño —reveló Virginia.

Yo le lamía el clítoris y le hurgaba la vagina con un dedo y con la mano izquierda le sobaba su teta derecha. Virginia proseguía jadeando y graznando de deleite sexual como una sucia zorra.

—¡Así cabrón!, ¡cómeme el coño!, ¡haz de mi tu puta!

Virginia se levantó, me desnudó por completo y comenzó a comerme la polla.

¡Slap!, ¡Slap!, ¡chok!

Virginia se deleitaba comiéndome el rabo y a la vez se pajeaba el coño.

¡Slap!, ¡Slap!, ¡chok!

Yo gemía y jadeaba como un cabrón vicioso e insultaba sexualmente a Virginia.

—¡qué bien la chupas, puta. Me estás haciendo gozar como un cabrón —expresé yo.

Virginia mamaba y succionaba mi polla de semental como si se fuese a acabar el mundo hasta que decidió clavar mi verga en su agitado y muy bullente chocho.

—¡oh!, ¡sí! ¡fóllame, jodido cabrón! 

Virginia se sentó sobre mí y se fue clavando lentamente mi rabo.

—¡que polla tienes, maricón, me estás matando de gusto!, ¡Sí!, ¡jódeme maricón! —gimió Virginia.

Virginia me había dado la espalda y yo la agarraba por detrás las tetas y la muy zorra gemía y se agitaba como una loba libidinosa.

—¡Así, cabrón, fóllame!, ¡jode a esta puta puerca —clamaba Virginia.

Virginia botaba y botaba con mi rabo dentro de su coño y me insultaba procaz y obscenamente. Cambiamos de postura y la empecé a joder de lado y la furcia Virginia continuaba con sus gemidos y jadeos sexuales.

—¡oh, sí!, ¡jode a esta zorra lasciva!, ¡jódeme ya, cabrón —berreaba Virginia.

Después de hacer gozar a esta ramera promiscua de Virginia, cambiamos de postura. Le levanté las patas y comencé a follar aquel hirviente coño.

—¡así, jódeme cabrón!, ¡fóllame!, ¡mátame de gusto —graznaba Virginia.

Yo le daba lentos golpes de polla en el coño a Virginia y jadeaba y gemía más y más sin parar.

—¡Eres una puta y tu marido un cornudo! —bramé yo.

Virginia estaba corrida de gusto y la muy golfa me pedía más polla. 

—¡Así, cabrón, así, jode a esta puta puerca! —sollozaba Virginia.

Volvimos a cambiar de postura y se puso a cuatro patas y comencé a darla empellones.

—¡fóllame!, ¡jódeme bien, cabrón!, ¡jode a tu puta! —gimió Virginia.

Yo le barrenaba el coño y ella gemía como una fulana pervertida. 

—¡mátame de gusto!, ¡dame rabo, jodido cabrón!, ¡no me la saques, maricón! —rugió Virginia.

Le di unos últimos empellones despacio para volver a darlos deprisa y que Virginia gimiera más y más. 

—¡oh!, ¡oh!, ¡cabrón, que bueno estás!, ¡qué bien me estás jodiendo, maricón! —chilló Virginia.

Se la saqué de su bullente y agitado coño y le eché mi lefa en una nalga.

Virginia gimió:

—¡Así!, ¡que gustazo me has dado, jodido maricón!

Virginia se quedó con el culo en pompa y parecía que saliera humo de su hirviente coño, porque pese a que ya me había corrido, la muy puta, continuaba gimiendo. 

—¡qué gran polla me ha jodido! —gimió Virginia.

Virginia se limpió mi pastosa y pringosa lefa extendiéndola por todo su culo. Terminó sobando su culo y gimiendo y diciendo: 

—¡gran polla!, ¡gran polla! 

Yo me vestí. Dejé a Virginia de esa manera y hablé con Enrique sobre lo buena que estaba su mujer y lo mucho que me había encantado joder su coño. Enrique, sin comerlo ni beberlo, me atizó un sobre y me fui.

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