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Espartano y Profesora... empieza el vicio

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Después de la primera cachada y puesta de cachos a su marido, la profesora tenia sentimiento de culpa, era de esperarse una mujer recatada con buenos principios había faltado a su matrimonio, pero había algo bien claro era una mujer de carne y hueso que necesita pinga y gozar de todos los placeres que dan las cachadas después una leve platica en ese cuarto de hotel saque la otra botella de Vino, ya estaba un poco picada y en otro mundo sus pupilas dilatadas y su coño súper mojado.

Le dije:

—necesito que hagas algo...

—qué cosa —me dijo.

—quiero que me chupes la pinga mi amor, así como está.

—ya...

Mi pinga estaba aun con todos sus flujos vaginales y mi leche aĂşn estaba en mi pinga que escurrĂ­a.

—primero lambela como si fuera tu paleta, tu chupete, con toda tu lengua.

Sin mediar palabra bajó e hizo lo indicado. Descargas de placer me llegaban a la corteza de mi cerebro que me hacían retorcer y emitir quejidos. Con una mano agarré mi pinga y empecé a exprimirla para que salga toda la leche que se había quedado en ella y dársela en la boca… Sus palabras fueron:

—saladito amor que rico, no pensé que la leche fuera tan rica mi amor —me decía— ¿puedo seguir chupando?

—claro mi amor —le dije.

En un desliz bajó a mis pelotas que aún estaban con residuos de su leche y la mía, se las metió en la boca un rato cada una. Esos espasmos de placer que me daba eran inimaginables. Había despertado a una bestia insaciable de placer, a un volcán de arrechura, pero yo feliz porque estaba dispuesto a calmar todo eso después que me hizo eso, le dije:

—profesora es momento de que te haga lo mismo.

—No tu no me hagas eso —exclamó.

—¿por qué?

—no lo hagas por esto —me dijo y se metió la mano en el coño y estaba mojada, su mano brillaba de todos los fluidos que estaban saliendo producto de la arrechura.

—amor —le dije— no importa, dame tu coño, no me importa como esté, así... es más —le dije— en un momento le sacaré más...

La acosté en el filo de la cama, le levanté las piernas como ginecólogo y ahí estaba ese coño que invitaba a que le hagan de todo. Cogí mi dedo índice y pulgar de la mano derecha y lo abrí... su clítoris estaba allí, rosadito y apetitoso… me acerqué despacio y con la punta de mi lengua empecé a acariciarlo y ella empezó a gemir y a gritar no aguantaba el placer y la sensación que tenía... con sus manos trataba de alejarme, pero yo estaba prendido allí… lambiendo y chupando su coño.

—déjame —le decía— quiero que te vengas en mi boca.

—espartano no, ya déjame no aguanto —gritaba.

—no importa, solo dejate llevar amor.

Se retorcía como culebra en arena caliente, pero yo seguía prendido en su coño, después de varias movidas y succionadas de coño, llego lo más apetecible. Se vino en mi boca todo ese néctar… salí de allí abajo y le mostré.

—mira amor —le dije.

Ella se sentĂ­a avergonzada...

—no te preocupes... esto va pasar siempre que cachemos y te chupe el coño.

Le enseñé mi pinga que parecía fierro y me decía:

—a mi marido nunca se le pone así de dura.

—esta es la pinga de un verdadero macho.

—Espartano que dura que está.

—para que pruebes lo dura que está quiero que te subas y cabalgues a tu Potro Negro, a tu semental.

—si —me dijo— quiero subirme.

Me acosté y subió, conforme sintió que la pinga entraba en su coño, empezó a gemir... empezó a moverse y luego, como si algo se hubiese apoderado de ella, empezó a moverse y moverse... de adelante hacia atrás y de lados, era una maquina cachando y yo feliz que le seguía el ritmo. Allí fue donde empecé a hacerla hablar...

—di que te cacho mejor que tu marido.

—-¡me cachas mejor que mi marido!

Y me di cuenta que cada vez que hablaba así, más se arrechaba... seguía metiéndole pinga y ella gozando... era el momento de alternar otra pose...

—ahora ponte como una perra en cuatro.

—¿así?

—si —le dije— está bien.

Pero cogí y le abrí las nalgas pomposas y le chupé su culo que estaba sudado, pero sabía riquísimo... mi profesora no dejaba de gritar y gemir, pero seguíamos gozando. Ahora era momento de meterle la pinga... que se resbalaba en ese coño chorreado... de verdad que parecía un perro negro cachándola. Me acomodé mejor, teniendo una pierna de rodilla y la otra en cuclillas como para poder palanquear y jalar con fuerza... sus palabras eran…

—sigue amor, continúa, no pares por favor.

—claro que voy seguir.

No paraba de bombear ese coño, se chorreaba varias veces ya que mi pinga sentía su leche caliente... hasta que me dijo:

—amor ya no doy más, por favor termina.

Pero yo aún no empezaba, recién estaba en el preámbulo... No me quedó otra cosa que empezar a darle pinga, pero refregando las bolas... y le gustó... me decía:

—continúa amor, continúa amor.

Después de varias movidas... muchas, sentía que mi leche bajaba, le dije:

—te la voy dar en las tetas.

—ya —me dijo— amor, déjamela donde sea.

Mi leche se venía y… y se la chorreé en las tetas, emití un quejido de placer... cansancio a la vez, pero feliz...

Solo nos miramos y dijimos:

—te amo…

—ahora si me voy que el cachudo ya debe estar llegando a casa.

 

Continuará.

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