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Con ella Norma − Parte II: Pichi era todo un ángel

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Uno a uno se va sembrando los besos,

Las caricias, la piel toda se va uniendo,

Es imposible dejar ya que los vientos

Deshagan los amores que van naciendo.

 

Esa noche la quería para mí y ella - Norma - tenía que trabajar. Nada pudo hacer Roberto, lo recuerdan, el anfitrión del “Playón”, el sitio de reunión donde la conocí y enloquecí por ella, a punto de hacer naufragar mi relación de años con Ricardo.

Y es que mi experiencia de aquella noche con Norma fue realmente sorprendente deliciosa y mil veces repetible. 

Su masaje ruso me hizo explotar varias veces aquella noche, y eso no se olvida fácilmente; al punto que al día siguiente sentí a todas horas sus sedosas manos frotando tibiamente mi clítoris anal, mi punto griego.

Nada, como tenía que esperar cuatros horas - reglamentarias para Norma en el negocio —me fui a la barra— no podía tener contacto con Norma, inflexibilidad del sitio para los ya novios, que consumíamos, pero no pagamos servicio sexual y allí conocí a Ángel, nunca un nombre venía tan bien puesto, pues era un verdadero ángel caído del cielo. Nos impactamos de forma muy rápida y simpatizamos a primera vista.

Él, Ángel, tenía un apartamento muy cerca del negocio y me invitó a conocerlo, lo hizo frente a Roberto, que muy aguantador me guilló el ojo como forma de aprobación para que fuera con Ángel. Él le explicaría a Norma mi ausencia de un rato fuera del sitio.

Pues nada nos marchamos y fuimos caminando hasta el apartamento. La noche estaba helada y la vereda en penumbra lo que nos permitía tomarnos ciertas ligerezas. Al poco de ir caminado y hablando, Ángel tomó mi mano y la apretó en las suyas que estaban muy calientes, volví mis ojos a los suyos y nos detuvimos para darlos un beso realmente delicioso; nos abrazamos y seguimos el camino, apurando el paso. Algo que estaba brotando era “…imposible dejar ya que los vientos/ Deshagan los amores que van naciendo.” Eran los versos que había iniciado poco antes de conocer a Ángel.

Llegamos al apartamento y “pichi” así llamaré a Ángel en este relato— se fue al bar, sirvió dos generosos whisky on the rock y nos sentamos en un cómodo sofá de un impecable blanco.

—Desde cuándo conoces a Norma —me preguntó.

—hace tres días apenas —le respondí francamente.

—Es mi amiga de hace algún tiempo —me dijo.      

—¿Te hizo el masaje ruso?

—Sí, ¿por qué?

—Porque nadie como ella para eso.

—¿Te lo ha hecho a ti?

—Sí…, realmente es muy buena.

Pichi en ese momento busco mis labios y yo se los ofrecí prontamente; nos besamos largamente y nuestras inquietas manos comenzaron a moverse. La suya fue directa a mi tulipán y la mía acariciaba por encima del pantalón lo que prometía ser un falo hermosamente prodigioso.

Tomé la iniciativa y le bajé el cierre, dejando que aflorara lo que ya presumía, 14 o 15 centímetros de jugosa carne presidida por un promontorio color rosa que despedía una fragancia real y delicada.

Me separé de los labios de Pichi y comencé a lamer finamente aquel prepucio algo salobre pero exquisito. Pichi me dejó el juego y yo gustosamente lo continué hasta poder sostener aquel divino sable entre mis manos para sin dudarlo llevarlo todo a ni boca con ansias de una garganta profunda. Pichi jadeaba, mientras, no con cierta dificultad, iba desabrochando los botones del mi vaquero que me quedaba muy ajustado. Finalmente lo logró y comenzó a acariciar el borde mi marroncito que ya pedía su masaje ruso.

No quería por nada dejar de saborear ese majar que se estremecía en boca haciéndose cada vez más erecto.  Sin embargo, mis labios buscaron los de Pichi trasfiriendo ese sabor plácido que estaba impregnado en mi boca, producto de aquel miembro viril estupendamente fascinante.

Ya los dedos de pichi instalados en mi agujero comenzaron a dar el placer que sin duda él había aprendido de Norma.

Rápidamente son separamos para quitarnos la ropa y quedar piel con piel, estremecidos de placer y divina lujuria que poco a poco fue tomado fuerza en nuestros cuerpos.

Un dedo de Pichi iba abriendo camino y permitiendo que mi agujero se dilatara para albergar aquella polla hermosa dentro de mí. Así fue y en pocos momentos disfrutaba a plenitud la empollada, mientras Pichi provocativo besaba y lamía mi cuello, apretaba mis pectorales y buscada mi boca con locura, exorcizando momentos de intenso placer. Describir aquellos momentos es realmente un segundo disfrute de los mismos.

Pichi estaba ansiosos por correrse y no quise evitarlo, dejando que baldeara mi culo con aquel caliente líquido que manaba a torrentes desde su polla.

Realmente resulta indescriptible aquel gozo y portento que me animaba a no separarme de Pichi por un buen rato.

En ese momento sonó el timbre del intercomunicador…, era Norma que llegaba…, Pichi se asombró; la atendió y le permitió subir al apartamento.

Lo que sucedió se los cuento en la III parte.   

Espero que lo disfruten.

(8,90)