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Diario de un Prisionero VI: no todo es color de rosa...

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Diario de un Prisionero VI: no todo es color de rosa…

 

A San José, 28 de septiembre

Mi tierno Andrés,

Anoche hicimos el amor por primera vez desde el secuestro y fue maravilloso, pero todavía mejor fue despertar y verte dormido con esa tremenda sonrisa en la cara, te habría besado, pero no quería borrar esa sonrisa, no todavía. Así que me levanté y preparé el desayuno, vamos, desempaqué los sándwiches que nos preparó la nana jajaja tampoco es que tuviera mucho qué hacer, como no llevamos enseres de cocina, no había café, pero lo sustituí con Coca-Cola y recé porque te gustara la sorpresa, porque lo único que tenía de bonito el desayuno era el mesero, pero hice lo que pude.

Así que coloqué todo en una bandeja y la dejé al pie de la cama, entonces sí que te desperté con un beso (aunque se borrara la sonrisa, porque sabía que volvería con pronto) y cuando te quisiste levantar, me senté sobre ti, pude sentir tu pene, duro como la roca, acariciar mis nalgas, pero no le presté atención, sino que me incliné (está bien, fue incómodo, pero así no te levantabas), recogí la bandeja y te la puse en el abdomen… me encantó cómo se erizó tu piel con el frío de la bandeja contra tu piel desnuda, pero más me gustó tu sonrisa. Comiste con buen apetito, tanto que si no me como mi sándwich en dos bocados, me dejas sin desayuno, pero vi que mirabas hacia todo lado, como si algo faltara, pero no, de hecho el desayuno es lo último que teníamos planeado comer allí, así que no había más comida, entonces te pregunté que qué buscabas y me dijiste que siempre desayunabas con un vaso de leche tibia y que no lo veías.

Intentaste hacer un puchero, pero no te salió, tu mirada fue demasiado pícara como para no entender lo que querías, así que la bandeja volvió al piso y me acosté sobre ti y te dejé beber de mis labios, que nuestras lenguas dijeran lo que sentíamos en su danza particular, mientras tu mano investigaba el estado de mi pene que estaba más que dispuesto a tu requerimiento, pronto giramos en la cama y me besaste el cuello, las tetillas que ya estaban como piedras de sólo pensar lo que me ibas a hacer, me besaste el ombligo, con lo que el pre-seminal empezó a brotar como una fuente por mi verga, así que acudiste presuroso a limpiarlo… luego te zampaste mi polla de una y me hiciste una mamada como pocas, no sólo por amor, que también, sino por el maravilloso placer que sentía, además, un dedito tuyo se puso a curiosear por la entrada de mi culito y mi placer fue todavía mayor, literalmente, estallé de amor y tú te lo bebiste todo, ni una gota se derramó de mi semen, luego me besaste y yo te recosté y besé tu hermoso cuerpo, desde la oreja hasta el ombligo y luego bajé a tu amiguito, al que esta vez sí presté atención, pero no fue sólo una mamada lo que le di, lo metí a mi boca para lubricarlo, pero no era mi intención que permaneciera allí, todavía recuerdo tu carita triste cuando me separé de él, pero cuando viste que lo que hacía era remplazar mi boca con mi culito, tu boca volvió a sonreír y yo me senté sobre ti al tiempo que introducía tu polla dentro de mí y tú gemías de placer y me decías que me amabas, ya no podía expresarte más mi amor, sin embargo, mi corazón me lo pedía, así que hice lo único que me vino a la mente, dejé que tú llevaras el ritmo de las embestidas y me incliné para besarte, después sentí como te tensabas y se me ocurrió darte el mejor orgasmo de tu vida, así que dejé de besarte y te dije al oído “te amo” mientras cerraba mi esfínter alrededor de tu pene y sentí como llenabas mis intestinos de tu semen mientras decías entre gemidos “eres el amor de mi vida”, luego saqué tu pene de mi culito, me acosté junto a ti, te abracé y te repetí que te amo, estuvimos un buen rato así hasta que llegó la hora de irnos, así que me levanté y te pregunté si querías que compartiéramos ducha, de inmediato estabas en pie y nos lavamos entre besos y palabras dulces al oído, luego empacamos todo, dejamos en orden la cabaña y volvimos a casa, los dos con una sonrisa en la cara.

Tal como habíamos planeado, llegamos para almorzar y la nana y Sergio nos acompañaron, la nana hizo un almuerzo de lujo y a Sergio se le veía mejor, no lo había superado del todo, pero ya no tenía esa cara de que en cualquier momento lloraba.

En la tarde teníamos cita con Alicia, que nos pidió que lleváramos a Sergio, así que le dijimos que nos acompañara, no le hizo mucha gracia porque pensó que tendría que aguantar cómo nos besábamos todo el rato, pero no fue así, nos limitamos a tomarnos de la mano y hablamos con él todo el trayecto: de cómo estaba, qué tal el rendimiento en el equipo de atletismo, qué decía el entrenador sobre tu ausencia del equipo y demás hasta que llegamos al consultorio. Allí Alicia nos recibió y cuando hiciste ademán de quedarte en la sala de espera, pensando que Alicia hablaría sólo con él (y supuestamente conmigo), la doctora te llamó y entramos los tres. Esta vez tú y yo fuimos espectadores, pues casi todo se basó en lo sucedido con Sergio, cómo estaba después de terminar con Julio y demás, pero ella también nos pedía opinión y más parecía una sesión de terapia de grupo intentando consolar a Sergio qué otra cosa, pero le vino bien y ella le recomendó que se tomara un par de días lejos de todo para pensar las cosas. También nos dijo que nos convendría retomar nuestra rutina anterior al secuestro, que, si bien algunas cosas han cambiado, como que ahora vives en mi casa y duermes conmigo siempre, que te conviene retomar tu vida y a mí, si bien no estoy listo para las clases, al menos tener horarios de estudio en casa, salir un poco, aunque sea a verte en los entrenamientos y así, de a poquitos, ir volviendo a nuestra vida normal. Le dimos las gracias, pagué sus honorarios y nos fuimos. En el camino de vuelta Sergio nos dijo que nos tenía una noticia: habría una competencia centroamericana de atletismo en la que participaría el equipo en representación del país y tenías que ir, que el entrenador lo pidió explícitamente, que no podía dejar que el mejor atleta no participara, así que te irías del 2 al 12 de octubre a Honduras y me tendría que quedar solito, pero eso sería útil para lo que nos recomendó Alicia, así que en el fondo no era tan malo.

Para la cena, cuando estábamos por sentarnos a comer, apareció Quique, que tenía que hacerme una entrevista que imperaba la ley para casos como el mío, más que todo para que la policía pudiera asegurarse que todo estaba bien y que yo no terminaría con “instintos asesinos” ni nada por el estilo. El muy listo, como le abrí yo, pensó hacerme la entrevista en la puerta, pero le dije que sería mejor hacerla con un plato de sopa de por medio y aceptó, dijo que no informaría nada de la sopa, sus superiores nunca se enterarían de lo amena que fue la entrevista, con la nana, Sergio y tú buscando cómo volver broma las preguntas de Quique y mis respuestas, hasta que Quique dio por terminada la entrevista y un poco más serio dijo “ahora, lo personal” y simplemente me preguntó “¿te hace feliz? ¿lo haces feliz?” a lo que los dos contestamos afirmativamente y entonces nos abrazó fuerte, muy fuerte y se despidió no sin antes alabar a la nana por tan magnífica sopa y hacerme prometer que me cuidaría y que algún día vendrían él y Martín a probar tan maravillosa comida. Prometí ambas cosas con gusto y Quique se fue, después arreglamos entre todos, la cocina y nos fuimos a dormir, pero esta noche no abracé ningún osito de peluche, te abracé a ti y amanecimos con sendas sonrisas.

Tu feliz enamorado,

Pablo.

 

A San José, 1° de octubre

Andrés,

Hoy ha sido un día “maravilloso”, gracias a ti, es que no sé ni por qué lo dije, pero la verdad es la verdad, hoy, por la mañana fuimos a tu entrenamiento y tus compañeros te recibieron con muchísima alegría, era tu “retorno” al mundillo del deporte y yo me alegré mucho, pero en pleno recibimiento el entrenador sonó el silbato y todos se alinearon, entonces el entrenador dijo “para que haya fiesta tienen que estar todos los homenajeados, ¡PAAAABLOOOO, VEEEEEEEEEN!!! –me gritó y mientras me acercaba pude oír como seguía hablando- pero no sólo él, ahora se reincorpora el detective Vega al equipo, Quique, por favor”. Ver salir a Quique los vestuarios y quedar atrapado en un abrazo de oso colectivo fue la misma cosa, después de un rato, Quique pudo saludarme y luego el entrenador también me saludó, un hombre muy simpático llamado Gustavo, el profe Tavo le decían todos. Nos sorprendió, porque así que todos nos hubimos terminado de saludar, volvió a sonar el silbato y dijo algo como que mientras hablábamos en la sala de reuniones del equipo (entiéndase una salita anexa a los vestuarios) había una sorpresa para todos. Fuimos allí y, ¡madre mía!, el entrenador había contratado (supongo que de su bolsillo) todo un banquete y había tres puestos de honor: tú, Quique y yo. Todo un detalle, allí pude conocer un poco a tus compañeros y me cayeron muy bien y te veías muy contento, con lo que olvidé por un segundo que estaba en un lugar extraño y un poco estrecho con un montón de desconocidos, seguramente el que estuviera contigo, Quique y Sergio me hizo sentir en confianza, así que hasta yo me divertí.

Pero cuando estábamos en casa, tomando la merienda, empezamos a hablar del tema y solté un comentario, para mí completamente normal entre amigos, para ti, algo más; dije: “Quique se veía muy guapo, ¿no?” menos mal que no eres celoso, porque casi me dejas sordo de cómo gritabas, que por qué me fijaba en él, que si no eras suficiente para mí, que tú no te la pasabas viendo el culo de nadie porque me amas y toda la típica cháchara de niño celoso que la verdad me hiciste enojar y terminamos mandándonos a paseo mutuamente, la nana no lo notó porque esta noche Alberto nos llevó a dejarte a ti y a Sergio al aeropuerto y al volver cenamos solos la nana y yo, con lo que creyó que simplemente te extrañaba, no pensó que lo que quería era matarte, en fin, espero que estos días fuera, en Honduras, te sirvan para pensar, porque yo estoy seguro de una cosa: eres un idiota y un celoso, pero eres mi idiota y mi celoso y así te amo, sin embargo, no te dejaré tocarme hasta que me demuestres que confías en mí, porque si algo odio es la desconfianza…

Espero que recapacites,

Pablo.

 

A San José, 7 de octubre

Mi enojón Andrés,

Hoy ha sido un día malo: esta mañana empezó el juicio y tuve que ir para declarar todo lo sucedido, fue horrible, tuve que ir solito porque mis padres están fuera de la ciudad, Sergio y tú en Honduras y la nana no podía descuidar sus obligaciones, además no me siento como para pedirle eso a mis suegros, por lo que me fui con Alberto, él ha sido muy simpático conmigo, de hecho ya no lo veo como un empleado, es más un amigo para mí que otra cosa, así que le pedí, con todo el miedo a que no quisiera, que me acompañara, para mi sorpresa accedió y buscó sitio en el estacionamiento de la Corte y entramos. Alberto se sentó en primera fila y cuando entré para declarar lo miré y me sonrió y me hizo señas de que todo estaría bien. Ya después no lo vi, ni a nadie, porque estaba de espaldas a la gente y sólo veía al juez, pero me hicieron contar todo, desde que me subí al auto, la muerte de Luis y demás, hasta cuando Quique me rescató, el juez estaba muy interesado en cómo deduje que era Antonio durante la primera violación y le llamó mucho la atención cómo me cuidaba para que no sufriera “más de la cuenta”, pero no fue más allá, simplemente me preguntó cuántas veces me había violado, le dije que 5, una por mes. Terminada la declaración, el fiscal me explicó que ya no tenía que ir más, a menos que me llamaran, hasta que terminara todo y se dictara sentencia, que ese día no era obligatorio que fuera, pero que sería lo mejor. Le di las gracias y nos fuimos.

Alberto me llevó a un restaurante italiano y la verdad era un buen sitio y sirven la mejor lasaña que he comido en mi vida, resulta ser que al igual que nosotros, es su comida favorita. Luego Alberto me llevó a la cita con Alicia, pero no quería bajarse del auto porque ya sabía lo que le esperaba, al final lo convencí y entró conmigo, Alicia, muy divertida me dijo “cada vez traes un amigo diferente, ¿eh?”. Le expliqué por qué no estabas tú ni Sergio, pero igual estaba contenta por la cantidad de amigos que tengo, en fin, que Alberto “sufrió” su batería de preguntas, pero tampoco fue tan exhaustiva como contigo o Sergio, supongo que tomó en cuenta que hacía poco que me conocía y que no sabía nada de mí antes del accidente, pero bueno, al final terminaron súper amigos jajaja. En fin, que salimos por la mañana y volvimos por la tarde a casa. La nana nos recibió con un buen café que acompañamos con un budín que habíamos comprado de camino y me fui a estudiar, porque la mañana en el juzgado me había atrasado bastante.

Por la noche me sorprendió mi padre, me llevó a una habitación que según yo estaba desocupada (nuestra casa es muy grande, la heredamos de los abuelos y hay zonas deshabitadas que algún día iremos ocupando), bueno, la habitación en cuestión es bastante grande y tiene fácil acceso desde nuestro cuarto y mi padre la remodeló y puso dos caminadoras, dos bicicletas estáticas y algunas otras máquinas de gimnasio, cuando le pregunté el motivo me dijo que sabía que en mi estado actual no podría volver al gimnasio sin sentirme tremendamente incómodo, así que trajo el gym a casa. Mi padre nunca había tenido un detalle así conmigo y se ganó un buen abrazo y muchos besos, pero le hice prometerme que no dirá nada para darte yo la sorpresa, así que espero que vuelvas.

Sólo para que lo sepas, estos días he dormido abrazado al osito de peluche, me acostumbraste a dormir abrazaditos y ya no puedo dormir solito, te amo mucho y te extraño. Me arrepiento mucho de haber peleado contigo, pero bueno, ahora sólo queda que regreses y quieras perdonarme.

Tuyo y arrepentido,

Pablo

 

A Tegucigalpa, 10 de octubre

Mi tontito Pablo,

Estos días fuera me han ayudado a pensar, sobre todo porque no quise coger nada que me recordara a ti, todavía estaba enojado y no quería saber nada, pero no sé si fue el aire acondicionado del avión, o el concentrarme en algo distinto, la cuestión es que dejé de pensar en que te gustaba Quique y llegué a la conclusión de que simplemente me dijiste que era un chico lindo porque lo es: cuidó de ti aunque yo le gustaba, hizo lo que pudo por encontrarte cuando te secuestraron y ahora es un gran amigo de los dos, encima tiene un cuerpazo de lujo que cualquiera envidiaría. ¿Cómo pude enojarme contigo por eso? Sólo decías la verdad… bueno, al menos ganamos la competencia, ahora vamos a los Juegos Panamericanos que serán en dos meses, pero eso no me alegra, solo sé que en tres días volveré a verte y seré feliz de nuevo.

Tuyo y arrepentido,

Andrés

 

A Tegucigalpa, 11 de octubre

Querido amigo,

Te parecerá extraño que yo esté escribiendo, pero Andrés me convenció de que a veces necesitamos expresar nuestros sentimientos por escrito y visto que ahora mismo necesito poner mis ideas en orden, le hice caso. Te estarás preguntando cómo estoy, pues te lo digo en una frase: triste pero bien. Quiero decir que estoy triste por lo sucedido con Julio, como novio era muy bueno, pero rompimos con toda la madurez que nos permitió nuestra edad y ahora he descubierto que como amigo es mejor, la verdad, es que, aunque murió el amor, la amistad perdura y eso vale mucho, dice la gran persona que es él, porque pese a todo lo que pasó, sigue ahí, como un amigo fiel.

Pero no es eso lo que me confunde, al final de los Juegos, Andrés ganó la medalla de oro (es lógico, es el mejor) y Jesús la de plata. Jesús era un chico más del equipo, el profe Tavo le ve mucho futuro, pero nadie le hacía mucho caso porque nunca ha ganado nada, pero ahora se lució, Andrés le ganó como por el cordón de las tenis, fue muy justo y la verdad nos alegramos mucho por él, los 400 metros planos no son tan fáciles como muchos creen y la verdad se lucieron los dos, pero lo que más me sorprendió es que yo estaba en la gradería viendo la carrera y mis ojos no se despegaron de Jesús, era como si tuviera un imán que no me permitía ver nada más que a él. Me sorprendió también que cuando le pusieron la medalla se giró hacia donde yo estaba (era el único del equipo que podía ir a verlo y nadie, ni siquiera él, sabía que iría, fui por no aburrirme) y me dedicó una gran sonrisa mientras acariciaba la medalla. Mayor fue mi sorpresa cuando estábamos en el hotel festejando y Jesús se acercó y me dijo “esta medalla te la dedico, es lo mejor que he obtenido en mi vida, así que te la mereces”, me derretí, pero no podía hacer nada en ese momento salvo dedicarle mi mejor sonrisa, me dio la impresión que él entendió, porque se fue radiante a donde estaba el profe llamándolo. Ya por la noche, tocó la puerta de mi habitación (tuvimos la suerte de que nos tocara un hotel pequeño, tan pequeño que todas las habitaciones eran para uno, aunque todo de muy buena calidad) y le dejé entrar, una vez dentro me dijo que qué pensaba de lo que me había dicho; mi respuesta fue sencilla y franca, le dije que también me gustaba, pero que acababa de terminar con mi ex, que por favor fuéramos despacio, pero que, aunque todavía la herida no hubiera cerrado del todo, estaba dispuesto a intentarlo con él. Jesús de inmediato comprendió y se acercó a mí, pensé que me besaría, pero sólo me abrazó y me dijo al oído “gracias, eres el mejor, yo también te amo”, me dio un beso en la mejilla y se fue.

Pero no podía consentirlo, no podía dejarme así, derretido y sin un beso siquiera, así que fui a buscarlo a su habitación y cuando me abrió la puerta puse mis manos en su pecho (sólo usaba bóxer para dormir, así que pude disfrutar de sus pectorales a gusto) y lo empujé levemente hacia dentro, cerré la puerta y cuando me miró con curiosidad por lo que hacía le dije “eso no se hace” y antes de que preguntara nada lo abracé y uní mis labios a los suyos, dejé que mi lengua acariciara la suya y nos dijéramos lo que había en nuestros corazones, cuando nos separamos le dije “así se sella un noviazgo”, salí de su cuarto y me fui. Eso fue ayer y hoy yo competía en la carrera de relevos de 800 metros (era la última competición) y él vino a verme; ganamos el oro y cuando estábamos esperando el bus que nos llevaría del hotel al aeropuerto me acerqué a él y le dije “creo que ya sabes para quién gané esta medalla”, él hizo lo mismo que yo el día anterior: sonrió, me guiñó un ojo y me dijo en un susurro “te amo”, en eso llegó el bus y nos sentamos juntos, no dijimos nada, sólo estuvimos uno junto al otro, disfrutando de poder estar así, lo mismo en el vuelo, juntitos, aunque me tomé la libertad de recostar mi cabeza en su pecho y dormir desde el despegue hasta el aterrizaje, cuando me despertó con un beso en la frente, vaya que me ha enamorado Jesús, pero sé que es pronto, así que dejaré pasar un poco más de tiempo para presentarlo oficialmente.

Creo que ya aclaré todo: amo a Jesús y listo.

Enamorado,

Sergio

P.S.: cuando Sergio me mostró esta página decidí incluirla en nuestro diario, así que se lo dije y juró vengarse. Andrés.

 

A San José, 13 de octubre

Mi celosito Andrés,

Hoy era el regreso, vi todo en las noticias, la medalla de oro que ganaste, la de Sergio y las demás del equipo (no me sé muy bien los nombres, aunque Quique me decía quién era quien, él no pudo ir por el trabajo, así que comparábamos impresiones), pensé en no ir a recogerte, que Alberto fuera sólo por Sergio y te dejara esperando, sería una venganza un poco fuerte, pero no, al final decidí que te amo y que no podía hacerte eso, necesito besarte, así que me puse bien guapo y fui con Alberto a buscarte. Llegamos al aeropuerto y por suerte no se atrasó el vuelo ni nada, así que rápido salió todo el equipo, me pareció ver que Sergio le guiñaba un ojo a uno de ellos mientras se despedía de todos con un gesto. Tú te despediste igual, pero sin guiño, subimos todo al auto en silencio y nos subimos al carro y nos fuimos rumbo a casa. Hicimos que Sergio se sentara entre los dos y el pobre no entendía nada, nos veía a los dos con cara de póker y a Alberto mirarnos preocupado, así que él, que me conoce bien, le pidió a Alberto parar en donde pudiera y pusiera las luces de emergencia y cerrara las puertas de modo que sólo él pudiera abrir y una vez que lo hizo, entonces nos preguntó qué pasaba y tú le dijiste que eras un tonto por ponerte celoso de Quique y que habíamos terminado peleando, Sergio me dijo que qué pensaba y no le contesté, sino que te pregunté directamente que si te arrepentías y me dijiste que sí y que nunca más dudarías de mí. Entonces le dije a Alberto: “arranca y vete lo más rápido que puedas a casa, que Andrés y yo tenemos algo qué hacer”. Alberto obedeció y pronto estuvimos en casa, bajamos las cosas entre besos y palabras de amor y cuando íbamos a llegar al cuarto te desvié y te mostré el “gimnasio” que nos hizo papá y me dijiste que a partir de mañana empezábamos a hacer un poco de ejercicio, ya que papá compró dos de cada máquina lo que me dio la impresión de que lo hizo con la intención de que hasta haciendo ejercicio estuviéramos juntos, en fin que llegamos a nuestra habitación y te reclamé por desconfiar de mí y tú simplemente agachaste la mirada y tu carita se puso muy triste y dolida y me dijiste que no lo volverías a hacer, que todo fue un error tuyo y que te perdonara. No pude contenerme más y te besé, un beso de esos de reconciliación, donde el problema, sea el que sea, se va al olvido y nunca vuelve. Disfrutamos ese beso como pocos, pero te noté cansado, estabas que te caías de sueño, así que te ayudé a desnudarte y dormimos abrazados, como debe ser, como siempre debió ser. Creo que ni te diste cuenta cuando te di las buenas noches, pero hasta dormido tus besos son tiernos. Te prometo despertarte mañana con una sorpresita, te va a gustar.

Feliz de estar a tu lado,

Pablo

 

A San José, 17 de octubre

Mi adorado Andrés,

Hoy fue un día extraño, ya que los entrenamientos son cerca de casa y, curiosamente, Sergio se fue dos horas antes a “hacer algo de caminata extra”, cosa totalmente sin sentido, pero bueno, últimamente ha estado saliendo mucho y no soy su madre como para pedirle explicaciones, aunque sí debo admitir que está radiante otra vez, feliz y contento, como me gusta verlo siempre. En fin, que como la pista donde entrenas está cerca, decidimos ir caminando, además así Alberto tenía un poco de tiempo libre, que últimamente el chico, tan atento que es, no me deja manejar nunca y la verdad es que sus atenciones son muy bien recibidas, nuestra amistad ha crecido muy rápido en poco tiempo. Bueno, lo que quería decirte, es que, supongo que lo recordarás, la estación de bomberos de Julio está de camino a la pista, así que pasó lo lógico, cuando pasamos enfrente de la estación, Julio estaba fuera, seguramente tomando un poco de aire, y lo saludamos, no podíamos disimular que lo habíamos visto, pero él nos devolvió el saludo como si nada y nos trató como siempre, como un buen amigo y eso a mí me puso muy contento, porque aparte de lo que pasara entre Sergio y él, para mí es alguien muy importante por todo lo que hizo por mí y la verdad me dolía perder su amistad, pero parece que él diferencia entre Sergio y nosotros y estuvimos bromeando y charlando como amigos tanto como pudimos, porque teníamos que llegar a tu entrenamiento, bueno, que al final llegamos al entreno y todo normal, bueno, yo me deleité viéndote y cada pequeña carrera que ganabas me lanzabas un beso, lo que me hacía tremendamente feliz, creo que después de la pelea nuestro amor es más fuerte y eso me gusta, aunque no me gusta que peleemos, pero bueno, sirvió para algo.

Eso fue en la mañana, por la tarde fuiste a clases y yo me senté a estudiar en el despacho y el día transcurrió como uno más.

Tuyo y cariñoso,

Pablo

 

A San José, 20 de octubre

 

Mi guapo Andrés,

Hoy el día ha sido totalmente normal: entrenamiento, estudio, apapachos. Pero por la noche quisiste al cine y me propusiste ir con Sergio, a ver si contaba lo que lo tenía contento, en fin que nos fuimos a un cine nuevo que, paradójicamente, sólo pasa pelis viejas, bueno, la cuestión es que por alguna razón nos obligaste a elegir Titanic, visto que iba de romance y que todavía faltaba una hora para que empezara la peli, llamé a Quique, que en 15 minutos estaba con Martín incluido, pero Sergio, que dijo que iba al baño, ya tardaba, así que íbamos a ir a investigar, cuando lo vimos venir, venía con un chico del equipo, Jesús, creo. Cuando llegaron, tú les preguntaste si pasaba lo que pensabas que pasaba, la única respuesta que te dieron fue un beso. No hubo que preguntar más, sólo felicitaciones y ya nos pusimos en la fila para entrar a la sala, tendríamos que dejar la cena par después de la peli. Menos mal que elegiste un clásico de clásicos, porque la sala estaba vacía para nosotros seis y no sé qué hicieron los demás, pero yo me la pasé besándote principio a fin, aunque creo que por las caras de todos, al final cada pareja hizo lo mismo: besarse como nunca. En fin, disfrutamos mucho la película y terminamos cenando en un Taco Bell, luego cada quién a su casa, supongo, igual no.

Tu romántico enamorado,

Pablo

Continuará…

Gracias a todos los que me soportáis, por favor, comentar y valorar, ya sea aquí o en los medios habituales

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