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No soy gay pero me culearon entre cuatro (final)

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El viejo rió entre dientes mientras se incorporaba, me aferró por el pelo y con un fuerte tirón me puso de rodillas para después darme una cachetada.

-¿Vas a seguir haciéndote la loquita?

-No… está bien… -el miedo se impuso y tragándome el orgullo me rendí para evitar más golpes.

Se sentó nuevamente y repitió la pregunta:

-Bueno, contestame, ¿entendés que sería inútil denunciarnos porque no tenés ninguna prueba?

Tuve que aceptar que era cierto y se lo dije.

-Bien, putita, muy bien, así que tranquilita, a tragar pija dos días y después te vas a tu casa.

El muy degenerado parecía haber naturalizado el tratarme como si yo fuera una chica y yo hacía mucho que había aceptado que tenía cosas femeninas: la cola, las piernas, la ausencia de vello, la cintura estrecha, la comba de las caderas, pero no era marica y por eso era un calvario para mí lo que estaba padeciendo.

El viejo, con las cosas ya claras en mi condición de carne de verga, me tomó de un brazo y me llevó a otro cuatro más chico, sin muebles ni ventanas y en el cual había algunos trastos.

-Acá te quedás. Esta noche te traigo algo de comer. –y se fue sin darme tiempo a plantearle nada.

Horas después me trajo dos sandwichs de miga y un vaso de agua, una cena miserable y esa noche tuve que dormir sobre una frazada que doblé en dos con la pretensión de hacerla un poco más gruesa. Es fácil imaginar que en semejantes condiciones apenas pude dormitar de a ratos.

Por la mañana estaba despierto cuando el degenerado me dio un cepillo de dientes y me sacó de ese cuartucho para llevarme de un brazo al baño.

-En un rato vienen esos tres, así que lávate los dientes y date una ducha… Te queremos bien limpita… -me dijo y soltó una risa que me dolió tanto en el alma como esas pijas me dolían en el culo.

Lo único que me sostenía de alguna forma era el saber que dentro de dos días iba a ser liberado. Cuando terminé, con el viejo junto a la bañera, hizo que me secara, que me lavara los dientes y después me llevó a la cocina, donde se preparó el mate.

-¿Qué hora es? –le pregunté.

-Las 11.

-¿Y… y ellos a qué hora van a venir?

-A las cinco, así que después de almorzar voy a tener tiempo de darte pija antes de dormirme una siesta. –dijo como si violarme fuera la cosa más natural del mundo. Escucharlo me estremeció.

Me sentía cansado después de haber pasado tan mala noche y me atreví a preguntarle si me dejaba dormir un poco en su cama:

Él pareció pensarlo mientras le daba varias chupadas a la bombilla y finalmente dijo:

-Está bien, andá… Va a estar bueno que te agarremos descansadita, jejeje. Yo voy a ver televisión antes de comer y cuando termine de almorzar te despierto y me chupás la pija antes de que me duerma una siesta.

Con un cierto asombro ante ese gesto considerado del viejo salí de la cocina y una vez en el dormitorio me derrumbé en la cama y me quedé dormido casi enseguida, vencido por el cansancio y a pesar de que me esperaba tener que chuparle la verga.

El viejo me despertó zamarreándome cuando yo estaba sumido en un sueño profundo. Desperté sobresaltado y sin darme tiempo a salir de la somnolencia me hizo salir de la cama y me llevó al cuartucho donde yo había pasado la noche. Allí me hizo arrodillar en la frazada, sacó su pija y me ordenó que le hiciera una mamada. Cerré los ojos y enseguida sentí su pija en mi boca. Chupé. ¿Qué sentido hubiera tenido resistirse? Chupè y tragué su leche a pesar del asco. Antes de irse me dijo sádicamente:

-Preparate, putita, jejeje… -después se fue y oí la llave girar dos veces en la cerradura.

Han pasado tres años de ese calvario y por eso a veces tengo alguna dificultad para contar prolijamente mis sentimientos ante cada una de las circunstancias que tuve que soportar en manos de mis violadores, pero creo que el lector puede apreciar, a través de este relato, el drama en el que me vi sumergido por la sola culpa de ser lindo, casi femeninamente lindo.

Pero retomando la sucesión de hechos, me había quedado dormido sobre la frazada y me despertó el sonido del timbre indicándome que era la hora de sufrir nuevas violaciones.

Oí las voces de los pervertidos, algunas risotadas y enseguida la entrada de los cuatro en el cuartucho encabezados por don Cosme.  Me llevaron a empujones al dormitorio y en el trayecto sentí manos en mis nalgas y hubo más risas.

Yo temblaba, aunque ya había comprendido que suplicar no servía de nada y entonces sufría en silencio. Esas últimas cuarenta y ocho horas de mi cautiverio fueron terribles. Me violaron muchas veces de todas las maneras posibles. Don Cosme fue el primero, pero mientras él me tomaba por el culo Pipi me metió su gran polla en la boca.

-¡Chupá, putita! –me ordenó mientras me tomaba por el pelo para enderezarme la cabeza.

Claro que chupé, aunque me costó tragar esa pija por sus dimensiones que la hacían la más grande de las cuatro. El viejo bombeaba y bombeaba provocándome un intenso dolor en mi pobre culo, que no se acostumbraba a pesar de las muchas veces que había sido violentado. Poco después me sentí lleno de leche, la de Pipi en la boca y la del viejo en la cola. Enseguida, sin permitirme siquiera un breve descanso, El cabezón ocupó el lugar de don Cosme y me la metió en el culo, al tiempo que Tachero me ocupaba la boca. Yo no había tragado el semen de Pipi, pero no me había atrevido a escupirlo, así que cuando empecé a chupar la verga de Tachero conservaba esa leche en mi boca. Mamé y mamé mientras sentía el fuerte dolor en el culo por la penetración de El Cabezón que, como ya he dicho, era eyaculador precoz, de modo que ese martirio terminó pronto, mucho antes del orgasmo de Pipi, que había estado torturándome sicológicamente mientras yo se la chupaba.

-Te gusta, putita… Sí, te gusta chupar una pija… -y se reía entre dientes alternando esa risita con gemidos de placer.

Por fin me soltó cuatro chorros de semen que fueron a parar a mi garganta y que debí tragar para no ahogarme mientras El Cabezón le dejaba su lugar a Tachero, que de inmediato me hizo sentir la punta de su verga en mi orificio anal y casi seguro me la hubiera metido sin lubricación, de no habérselo impedido don Cosme, aunque no por consideración a mí:

-¡¿Qué hacés, boludo?! ¡¿Querés romperle el culo y que no podamos darle más?!

-Bueno, está bien, don, ya me pongo crema… -aceptó Tachero a regañadientes y segundos después me penetró con tal violencia que lancé un largo grito de dolor. Una vez que empezó el bombeo, don Cosme se paró delante de mí con su pija bien dura y palpitante a pocos centímetros de mi cara.

-Abrí la boca que me la vas a chupar, putita…

Lo hice comprobando, cuando me la metió en la boca, lo dura que la tenía. Me pregunté tontamente si  habría tomado viagra, para mostrar semejante vigor sexual a sus años. ¡¿Qué importaba eso?! Lo que sí importaba era ese ir y venir de la pija dura como piedra dentro de mi cavidad bucal. Igual me ocurría con mi culo, que seguía sin acostumbrarse a las violaciones y me dolía tremendamente cada vez que era penetrado, yo seguía sintiendo mucho asco a cada mamada.

Instantes después, otra vez a tragar esos lechazos en tanto rogaba que Tachero acabara pronto y se terminara el martirio al que mi pobre culo estaba siendo sometido.

Esa tarde las violaciones siguieron durante varias horas. Fui tomado por el culo y por la boca en parejas que iban cambiando sus integrantes e incluso también me violentaron entre los cuatro, uno dándome por el culo, otro por la boca y otros dos a cada uno de mis costados, para que yo los masturbara y ellos echarme su semen en mi cuerpo y en mi cara

Por la noche me costó mucho dormirme y sólo conseguí hacerlo de a ratos, en un sueño superficial del que despertaba sobresaltado. Es que el culo me ardía mucho después de tanta verga y en vano había sido mi ruego a don Cosme para que me aplicara alguna crema. Como respuesta sólo obtuve sus burlas:

-Mirá que habías sido floja, putita…–me dijo y luego de una carcajada se fue del cuartucho cerrando la puerta con llave.

A la mañana siguiente ya el ardor del ano había desaparecido, pero eso fue un pálido consuelo ante lo que imaginaba otra jornada de violaciones. Éstas comenzaron a la tarde, cuando llegaron Tachero, Pipi y El Cabezón. Entraron al cuartucho precedidos por el viejo, que me levantó tomándome de un brazo, con rudeza:

-Que se dé una ducha. La queremos limpita, ¿cierto, chicos?

-Sí, sobre todo que se limpie bien el culo. No quiero que me manche la pija con mierda. Los otros dos coincidieron y tuve que ducharme en presencia de los cuatro y escuchar sus ofensivos comentarios:

-Es increíble el cuerpo que tiene…

-Sí, parece una mina (mujer)…

-Mírenle las piernas…

-Y esa cinturita…

-Las caderas, son increíbles las caderas… Nunca vi caderas así en un macho… Cuando voy a veces al club a jugar al fútbol y después me ducho veo a varios pibes (chavales), pero ninguno tiene las caderas de esta putita…

-¡Porque son machos y no putitas como ésta!

Los cuatro prorrumpieron en carcajadas y después de que me hube secado me arrastraron al dormitorio, donde durante un tiempo que no supe calcular, pero que me pareció interminable, volvieron a someterme a innumerables violaciones.

Desmadejado sobre la cama y con el orificio anal ardiéndome otra vez me alegré –si cabe esa palabra- cuando los escuché decir que esa misma noche, a favor de la oscuridad, me iban a dejar libre.

Poco después los muchachones se iban y horas más tarde don Cosme se sentaba en el borde de la cama con mi ropa en su mano derecha.

-Vestite que te vas, putita. ¡Vamos!, que estoy agotado y quiero cenar y acostarme.

Impulsado por la inminencia de mi libertad comencé a vestirme y cuando estuve listo el viejo me hizo seguirlo hasta la puerta de calle y antes de abrirla me soltó una nueva advertencia:

-Cuando llegues a tu casa, boquita cerrada, ¿oíste, putita? Inventá algo para explicarle a tu tía y acordate de que si contás los chicos te lo van a hacer pagar muy caro. Vos sabés lo duros que son, ¿eh?... Seguro que conocés la fama que tienen en el barrio.

-No voy a decir nada… le aseguré al viejo mientras en mi mente comenzaba a tomar forma la mentira con que iba a engañar a tía Olga sobre mi desaparición de tres días. A partir de entonces, si me mandaba al almacén de don Manuel yo daba un largo rodeo para evitar a don Cosme y a esos tres degenerados.

Pasaron tres años de aquel infierno. A mi tía, que me recibió con una mezcla de alivio y enojo, le dije que unos delincuentes me habían secuestrado para pedir rescate, pero que finalmente se dieron cuenta de que me habían confundido con el hijo de un matrimonio de mucha plata y acababan de soltarme.

Poco después pude liberarme de la tutoría de tía Olga mediante un fallo de La Justicia.

Desde entonces vivo solo, estoy de novio con una chica preciosa, trabajo en un estudio de abogacía y pienso ingresar en la Facultad de Derecho. El lector pensará que todo está bien ahora en mi vida, pero debo aclararle que no es tan así.

No vivo tranquilo, porque sigo padeciendo en la calle el asedio de esos sátiros que me dicen obscenidades y en el bus y el metro siguen haciéndome sentir la polla dura en el culo con inquietante frecuencia. Es que conservo un aspecto aniñado y mi figura mantiene esas formas casi femeninas que tientan a tantos perversos que andan por ahí.

Fin 

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