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El albañil y la dama

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Era verano, carnaval, y un par de días antes a mi jefe lo llamaron para hacer unas reparaciones en un muro de una casa que habíamos hecho un tiempo atrás ya que lo habían chocado y se había caído una parte. Era un trabajo de uno o dos días como mucho. Mi jefe me preguntó si me animaba a levantarlo solo ya que él tenía que salir de vacaciones y era un buen cliente con varias casas. Yo con mis 20 años en ese momento le dije que si ya que trabajaba para pagarme la universidad durante el invierno. La mañana había empezado sin novedades, yo haciendo la mezcla, bajando materiales, derribando partes flojas para asegurar el resto y comenzar a trabajar.

En eso llega la señora de la casa a ofrecerme una limonada. Una señora de no más de 40, bajita, no más de 1.60, con algunos kilos de más pero no muchos que se le notaban más que nada en sus curvas y pancita. De piel bronceada, morocha ojos negros como la noche. En principio no la miré mucho solo le dije que sí y me tomé un vaso de limonada. Ella llegó vestida con una salida de baño, la que se sacó para tomar sol en la reposera con sus dos piezas negro con una tanguita muy sugerente.

Ahí si presté un poco de atención, pero seguí mi rutina. Cerca de las 13 se me acerca ya con la bata para preguntarme donde voy a almorzar y me invita ya que está sola en la casa. El almuerzo pasó normal, pero cuando terminamos de comer se sacó la bata y dejó ver un vestido cortito negro, pero con un buen escote en la espalda y algo adelante. Después pasó como hacia la heladera y se inclinó como a sacar algo de abajo y ahí me di cuenta que no tenía nada debajo de la ropa. Y mientras se inclina me pregunta ¿el postre lo querés ahora o lo dejamos para después? Ahí mismo sin mediar palabra me le abalancé, la tomé por la espalda, la paré y la comencé a besar mientras le apretaba sus generosos senos. Yo a esa altura además de medir 1.85, tenía la piel bronceada del trabajo, los músculos trabajados, mis cabellos lacios cortos castaños bien claros, y mis ojos miel. Ella respondió a los besos con su lengua juguetona y me pidió que le hiciera todo lo que quisiera.

Entonces empecé a bajar por el escote de su espalda hasta sus piernas y empecé a lamerle la conchita que estaba muy húmeda ya. Luego de tenerla un rato inclinada con toda su cola para deleitarme, la tomé en brazos y la llevé a su cama. Ahí la arrojé sobre su cama y le ordené que se desvistiera para mí y que me sacara la ropa mientras recorría mi cuerpo con su lengua. Ella dejó caer su vestido sacándolo por sus hombros y quedó desnuda frente a mí; y dijo: ¿así me querías ver?

Yo rápidamente le dije, así no, te quiero ver de rodillas lamiendo mi pija. No lo dudó un instante. Luego que recorriera con su lengua desde mis huevos a la punta del glande varios minutos, la levanté y la puse en 4 para empezarla a penetrar. Ahí largo un fuerte gemido mientras pedía que le diera duro y no solo un polvo como el cornudo de su marido. Luego de tenerla unos minutos así, la giré y me le subí encima, pronto ella me giró y quedó cabalgando sobre mí. La imagen de sus senos saltando sobre mi cara y su cara de puta que está siendo bien cogida no se me borran más. Después la volví a poner en 4 pero esta vez no fue su conchita el lugar para penetrar. Cuando se dio cuenta, dijo que tuviera cuidado que le iba a doler, pero a medida que entraba pedía que se la pusiera más y más fuerte.

Luego de terminarle en la cola, fuimos a la ducha donde empezamos otro polvo que lo terminamos en la piscina, pero lo empezamos con ella de piernas abiertas contra la pared, pasamos por el piso de la habitación con ella cabalgando y terminamos dentro del agua con mi pija de nuevo en su cola.

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