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Lara, una chica muy obediente

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Todo es hermoso en ella, incluso su nombre. Tiene 34 años, dos hijas pequeñas y un marido con el que goza de muy buen sexo en el que no faltan ciertos juegos sadomasoquistas con ataduras y nalgadas.

Pero Lara tiene, además, una vida secreta cuyos orígenes datan de cuando sus padres, al comenzar la secundaria, la inscribieron como pupila en cierto instituto de muy buen nivel pedagógico y reglas muy severas, donde completó sus estudios y tuvo sus primeras experiencias de dominación lésbica.

Por aquellos años de adolescencia ya apuntaba a ser la belleza que es hoy, alta y delgada, de pelo rizado color caoba, ojos marrones de mirada insinuante, boca sensual, de labios carnosos que cuando se entreabren permiten ver los dientes blancos y parejos; y un cuerpo que el ejercicio semanal en el gimnasio ha modelado cual escultura de carnes firmes y formas embriagadoras, con pecho medianos, erectos y firmes, cintura estrecha, piernas largas, admirablemente torneadas, y un culito empinado, redondo y firme que por la calle atrae como un imán las miradas codiciosas de los hombres y no pocas mujeres.

Fue una noche, durante la cena en el comedor del instituto, cuando Lara advirtió que dos chicas, ubicadas en una mesa a escasa distancia, no le quitaban los ojos de encima.  Eran algo mayores que ella y Lara las reconoció de inmediato como cursantes del último año. Las miradas de las dos eran tan penetrantes que se puso nerviosa y dejó de prestarle atención a la charla de su compañera de mesa. Sin dejar de observarla, ambas pupilas sonreían y hacían comentarios que Lara imaginaba como referidos a ella.

-Oye, ¿qué te pasa? No me estás escuchando. –le dijo de pronto su compañera, algo molesta.

El reproche la liberó de esa cadena invisible que la mantenía unida a las otras dos:

-Oh, perdona, perdona, es que me distraje pensando tonterías. –dijo sacudiendo la cabeza como queriendo quitar de ella algún pensamiento inquietante.

-Sí, ya me di cuenta de que estabas distraída. Bueno, no te preocupes, Lara. Me voy a mi cuarto, mañana te veo.

-Sí, claro, que descanses.

-Tú también. –dijo la chica y se encaminó hacia la puerta del salón.

Eso recordaba Lara mientras se desvestía en el baño para tomar una ducha antes de acostarse. El cuarto tenía varios espejos que ella y su marido, Tony, habían ubicado estratégicamente y que le permitían contemplarse desde diversos ángulos, algo que le encantaba hacer.

Se miró quitándose la camiseta lentamente, como si lo estuviera haciendo para alguien. Luego, mientras se bajaba el ajustado jean celeste, dirigió su vista hacia otro de los espejos y observó cómo iba apareciendo su magnífico culito apenas cubierto por un minúsculo tanga rosa, y enseguida sus muslos. Una vez más cambió de espejo y esta vez se regodeó en la contemplación de sus pechos. Llevó sus manos a ellos y notó cómo rápidamente los pezones se le ponían duros al contacto de los dedos. Los estiró y retorció un poco, hasta gemir por esa mezcla de dolor y placer de la cual era tan devota.

Se descalzó y fue hasta el botiquín, del que extrajo un envase de desodorante, redondo, de unos quince centímetros de largo por tres de ancho y con tapa ovalada. Probó la temperatura del agua y entró después en la bañera apretando el desodorante en su mano derecha. Mientras el agua tibia caía sobre ella se lo llevó a la boca, sorbiéndolo durante un momento con los ojos cerrados y pensando en la polla de Tony. Sin embargo, esa imagen se fue diluyendo y en su mente aparecieron otra vez Eva y Juani.

Su compañera de mesa se había ido y entonces Lara las vio levantarse y dirigirse hacia ella, que bajó la vista mientras los latidos de su corazón se aceleraban.

-Hola, cariño. –le escuchó decir a una de ellas. Sentía un nudo en la garganta y estaba tan nerviosa que no pudo responder el saludo. Haciendo un esfuerzo las miró y la rubia le dijo:

-Soy Eva y ésta es Juani... ¿Tú cómo te llamas?

Pero Lara siguió en silencio y tras una pausa preguntó con un hilo de voz:

-¿Qué... qué quieren de mí?...

-Yo pregunté primero, niña. –dijo Eva y sin más se sentó a la mesa.

-Tu nombre. –insistió con tono firme y le indicó a su compañera que se sentara también.

-Me voy. –dijo Lara cada vez más nerviosa e intentó levantarse, pero la morena, que se había sentado a su lado, se lo impidió reteniéndola por un brazo.

-Tú no te vas a ninguna parte, preciosa. Estamos conversando y debes ser una buena niña.

-¡Suéltame! –protestó Lara forcejeando para liberarse, pero Juani acentuó la presión de su mano y Eva, inclinándose hacia ella por sobre la mesa, le dijo:

-Eres una chavala muy mal educada y eso no nos gusta, ¿verdad, Juani?

-No nos gusta nada... –apoyó la morena.

-¿Pero quiénes son ustedes para tratarme así? –alegó Lara mientras su inquietud iba en aumento.

-¿Quiénes somos? –contestó Eva. –Simplemente dos chicas que quieren ser tus amigas, pero tú te pones difícil, cariño... y eso no está bien.

“¿Por qué no me voy ahora mismo?” –se preguntó Lara sin encontrar respuesta, o, mejor dicho, tratando de ignorar esa respuesta que empezaba a esbozarse en su interior.

-Me llamo Lara. –dijo de pronto.

-Qué bonito nombre... –le dijo la rubia. –Casi tan bonito como tú...

-Vaya que eres atractiva, Lara... –agregó Juani tomándole una mano entre las suyas.

Lara se paralizó. Hubiera querido liberar su mano, pero no pudo. En cambio, dijo:

-Me... me voy... Estoy algo cansada... Ha sido un día muy difícil...

La morena, sin soltarla, le dijo:

-Bien, cariño, vete a descansar, pero mañana cenaremos juntas en nuestra mesa...

-¿De acuerdo, Lara? –le pregunto Eva.

Lara asintió con la cabeza, sin saber muy bien por qué.

-Chica obediente... –concluyó Eva con una amplia sonrisa y tanto ella como Juani siguieron a Lara con sus miradas hasta que desapareció tras la puerta del salón.

De regreso en su cuarto, Eva dijo:

-¿Qué me dices de la niña?

-Que es un bocadito delicioso... Quiero comerla...

-Y la comeremos, Juani. Se me ha ocurrido una idea.

-¡Venga, cuéntame!

-¿Te gustaría tenerla como compañera de habitación?... aún está libre la vacante.

-¡Claro que me gustaría! –se entusiasmó la morena. –Pero... ¿cómo lograrlo?

-Muy simple. Mañana hablaré con la Directora. –prometió Eva mientras se arreglaba el cabello ante el espejo.

-¿Piensas que te hará caso?

-Tengo muy bien preparado el discurso. Tu vendrás conmigo y asentirás a todo cuanto yo diga.

-Te juro que me estoy mojando de sólo pensar en tener a esa preciosura aquí, a nuestra disposición.

Eva giró en redondo y dijo mientras sus ojos claros brillaban de calentura:

-¿Así que estás cachonda?

-Muuuuuy... ¡muy cachonda!...

Eva se adelantó hacia ella y de un empujón la echó de espaldas en su cama.

-Vamos a comernos, entonces... –dijo e inclinándose sobre ella le buscó los labios con los suyos mientras le desabrochaba los botones de la camisa.

................

Al día siguiente, cuando terminaron las clases de la tarde, Eva solicitó a través de una de una de las celadoras una entrevista con la Directora del Instituto, y una hora más tarde ella y Juani eran recibidas por Doña Beatriz en su oficina. Era una mujer de unos sesenta años, alta y delgada, de aspecto serio, con gafas y pelo canoso peinado con rodete. Vestía un conjunto gris de chaqueta y falda, blusa blanca y zapatos negros. Estaba sentada a su escritorio revisando unos papeles y cuando entraron las chicas los apartó indicándoles que se acercaran.

-Me han dicho que querían hablarme. –dijo.

Eva tomó entonces la iniciativa:

-Sí, Doña Beatriz. Gracias por recibirnos.

-No tengo mucho tiempo, niña. Así que al grano.

-Bueno, se... se trata de que aún no ha sido designada la tercera ocupante de nuestro cuarto.

-No lo sabía, en verdad son muchos los asuntos de los que debo ocuparme.

-Sí, Doña Beatriz, lo suponemos. El caso es que hay cierta niña con la que hemos hecho una muy buena amistad...

-Y pensamos que sería muy grato para las tres que fuera ella nuestra compañera de cuarto. –intervino Juani.

-¿Y quién es esa niña? –quiso saber la Directora.

-Lara Hernández, de cuarto año.

-Ya veo, menor que ustedes.

-Sí. –dijo Juani. –incluso podríamos ayudarla en sus estudios.

-¿Las tres tienen residencia permanente?

-Sí, Doña Beatriz. Nosotras dos y ella pasamos aquí los fines de semana.

La mujer pareció meditar un instante y luego dijo:

-Bien, si esa niña está de acuerdo con mudarse de cuarto yo no tengo ningún inconveniente. Haré que hoy mismo traslade sus pertenencias a la habitación de ustedes.

Ambas chicas debieron hacer un esfuerzo para contener el entusiasmo que las embargaba y Eva dijo:

-Gracias, señora... Muchas gracias.

-Está bien. Pueden retirarse. –contestó la Directora mientras volvía a tomar la pila de papeles.

Una vez fuera de la oficina Eva y Juani se abrazaron, saltando de contentas.

-La tenemos... –dijo Eva con una amplia sonrisa.

-Espera, ¿no resultará que la niña diga que no quiere mudarse con nosotras? –preguntó Juani.

-Pudiera ser, y por eso iremos a hablar con ella ahora mismo. Vamos a ver dónde está.

Después de deambular un rato por una y otra de las plantas del instituto la encontraron en la biblioteca, aplicada a la lectura de un libro de química.

Lara, que no las había visto entrar, se sobresaltó cuando se le sentaron una a cada lado, pegadas a ella.

-Hola, cariño. –la saludó Eva.

-Estoy... estoy estudiando... –alegó Lara, nerviosa. –Es que mañana tengo... -

-No seas descortés, niña. Venimos a darte una noticia. –le dijo Eva cerrando el libro y tomándole una mano entre las suyas. Lara intentó librarse, pero la chica se lo impidió, y Juani le dijo mientras con un brazo le rodeaba la cintura:

-Acabamos de estar con la Directora. Te mudas a nuestro cuarto.

-¡¿Qué has dicho?! –exclamó Lara con una mezcla de asombro e inquietud.

-Lo que oíste, preciosa. Que a partir de hoy eres nuestra compañera de habitación. Eso le hemos pedido a Doña Beatriz y ella nos lo ha concedido.

Lara se sentía francamente asustada. Desde su primer encuentro la noche anterior con esas dos chicas, había comenzado a sentir algo desconocido hasta entonces, que la atemorizaba y excitaba a la vez. Sentía que la dominaban, que le imponían su voluntad con un propósito que intuía y se negaba a aceptar, aunque sin demasiada convicción.

Tragó saliva y por fin dijo:

-Pero... pero ¿por qué?...

-Nos gustas, cariño... así de simple... –se sinceró Eva.

Lara no era una inocente en materia de sexo, aunque no tenía aún experiencia práctica.

“Lesbianas...” –se dijo. “¡Son lesbianas! ...”

-Pero... pero... ¿cómo les gusto?... no sé a qué te refieres... –fingió.

-Eva la miró un momento con el deseo brillando en sus ojos verdes, acercó lentamente su rostro al de ella y dijo en un susurro sensual:

-¿Quieres saber cómo nos gustas?... así nos gustas... –y le dio un beso en la boca que Lara trató de esquivar en vano, porque Juani, rápidamente, le sujetó la cabeza impidiéndole moverla.

Tras un instante Eva se apartó y Lara, entre sofocos y una intensa turbación, le escuchó decir:

-¿Te ha quedado claro ahora cómo nos gustas, cariño?... Y debe quedarte en claro algo más también. Cuando vengan a decirte que debes mudar tus cosas a nuestro cuarto no demostrarás sorpresa alguna y mucho menos vas a negarte a hacerlo. ¿Entendido?

Lara, presa de violentas y contradictorias emociones, permaneció en silencio, moviendo la cabeza como si quisiera aclarar sus ideas.

¿Por qué no se levantaba inmediatamente y se iba? ¿Por qué continuaba dejándose enredar por esas dos desvergonzadas? La respuesta la asustó tanto que ese miedo a sí misma y a su interior profundo y oscuro la paralizó por completo.

Entonces, aún vuelta un poco de costado hacia Eva, sintió ambas manos de Juani ceñidas a su cintura, y se estremeció.

-¿Entendido? –le repitió la morena con la boca pegada a su oído. –Pórtate como una buena chica y haz lo que te hemos dicho si no quieres pasarlo mal.

La timidez de Lara, su naturaleza sumisa y el miedo que le provocaba esa amenaza terminaron imponiéndose sobre el intento desesperado de resistir al avasallamiento al que estaba siendo sometida por ambas alumnas, y dijo mientras sentía que el corazón le latía muy rápido.

-De acuerdo...

Eva y Juani se incorporaron sonriendo, satisfechas, y la rubia le dijo:

-Muy bien, cariño... Me alegra que hayas entendido que nosotras mandamos y a ti no te queda más que ser buenita y obedecernos... Pero ¿sabes una cosa?... Lo pasarás muy bien obedeciéndonos. Vamos, Juani...

-Sí, vamos... Hasta esta noche, preciosura...

Y ambas se retiraron dejando a Lara temblando y sin posibilidad alguna de retomar la lectura del libro de química. Decidió volver a su cuarto y recluirse allí para pensar en la nueva situación. En el camino la detuvo una de las preceptoras:

-Te cambias de cuarto, Lara, ¿lo sabías? Te vas con Eva y Juani, del último año. –le dijo mientras la extendía un papel con el número de la habitación que Lara tomó con mano temblorosa y cada vez más agitada por fuertes y encontradas emociones.

-Haz ya mismo la maleta y preséntate en tu nuevo alojamiento. –concluyó la preceptora antes de seguir su camino.

“Ay, Dios mío, ¿qué están haciendo conmigo?... me están manejando... se están apoderando de mí, de mi voluntad...” –pensó angustiada. Sin embargo y a pesar de esa angustia en cuanto estuvo en su cuarto se puso a preparar la maleta, impulsada por una fuerza oscura y potente que la dirigía desde su interior más profundo.

Tomó la maleta, volvió a mirar el número de cuarto escrito en el papelito y se dirigió hacia allí. Golpeó a la puerta y una voz que reconoció como la de Eva le indicó que entrara.

La rubia estaba sentada en el borde de su cama, con Juani de pie a su lado, y luego de mirarla de arriba abajo le dijo sonriendo:

-Bienvenida a tu nuevo hogar, niñita, ésa es tu cama... –y señaló la que estaba en el medio de las otras dos.

-Y aquel es tu closet. Anda, pon todas tus pertenencias allí.

Lara permanecía con la vista en el piso, sin saber qué decir, absolutamente trascendida por la situación.

-Vamos, niña, obedece. -La apuró Juani mientras se acercaba a ella para tomarle la cara entre sus manos y luego decirle:

-A partir de este momento vas a ser una buena niña que hará todo lo que le ordenemos. ¿Está claro, preciosa?

-No, creo que no lo tendrá claro hasta que le enseñemos cómo son las cosas. –intervino Eva. –Tráela aquí.

Juani sonrió y tomando a Lara de un brazo, con fuerza, la llevo ante la rubia.

-Acomódala. -indicó Eva y Juani puso entonces a Lara boca abajo sobre las rodillas de su compañera.

-¡No, no! ¡¿qué pensáis hacerme?! ¡no!... –suplicó Lara cada vez más asustada mientras Juani le subía la falda hasta la cintura para después deslizar las pequeñas braguitas blancas hasta los tobillos.

-Mmhhh... qué buen culito tienes, querida. –comentó la chica devorando con la mirada esas redondeces perfectas cuya firmeza pudo comprobar cuando las aferró con ambas manos.

-Sujétala, Juani. –pidió Eva y entonces la morena se hincó a la derecha de su compañera e inmovilizó los brazos de Lara aferrándola por las muñecas.

-Voy a darte una buena lección, niña, para que aprendas a comportarte. –dijo Eva e inmediatamente alzó su mano para dejarla caer con fuerza sobre el tierno culito de Lara, que gimió al sentir ese primer chirlo.

Sus padres jamás le habían pegado. Fue para ella una experiencia absolutamente desconocida, como también lo era la humillación de estar boca abajo e indefensa por completo sobre las rodillas de esa chica. Eva le dio el segundo azote, más fuerte que el primero, y Lara volvió a gemir mientras se sentía presa de una intensa y extraña turbación.

-¿Vas aprendiendo, niña desobediente? –le preguntó Eva y siguió nalgueándola mientras Lara, humilladísima y con las nalgas doloridas y ya rojas, suplicaba inútilmente por el fin del castigo. No supo cuántos chirlos había recibido cuando al concluir la paliza Eva la echó al piso, donde la pobre quedó sollozando y frotándose las pompis a dos manos en procura de calmar el intenso ardor que sentía.

Eva y Juani intercambiaron una mirada cómplice:

-¿Crees que habrá aprendido la lección? –preguntó la rubia.

-No lo sé, será cuestión de comprobarlo. –contestó Juani guiñándole un ojo a su compañera.

-Llevas razón, querida, a ver, tú, ponte de pie. –dijo Eva inclinándose sobre Lara.

-Por favor... –rogó la pobre sin poder contener los sollozos que la estremecían.

-¿Debo volver a darte? –la apremió Eva.

-No, no por favor, no.… no más...

-Bien, entonces obedece, niña tonta.

Lara se incorporó asustada y sintiendo en todo su ser esa humillación de estar ante ambas chicas con sus braguitas por los tobillos y las mejillas bañadas en llanto, coloradas de vergüenza.

-Líbrate de esas bragas. –le ordenó Eva y Lara lo hizo.

Estaba con el uniforme del instituto, camisa blanca, corbata roja, falda escocesa a cuadritos rojos y azules, medias tres cuartos azules y zapatos negros de taco bajo.

-Descálzate y quítate las medias. –fue la siguiente orden dada por Eva, que al igual que la morena se había sentado en el borde la cama. Lara vaciló un instante y Eva entonces repitió imperativa:

-¡Hazlo ya!

Lara pensó que le convenía obedecer y se quitó los zapatos y las medias mientras sentía que había empezado a temblar por la posibilidad cierta de tener que exhibirse desnuda ante ambas chicas. Recordó en ese momento la vergüenza que sentía en las duchas, entre sus compañeras de curso, cuando todas debían tomar un baño después de cada clase de gimnasia, pero ahora sería infinitamente peor.

-La corbata... –le ordenó Eva demorando ex profeso la continuidad del obligado striptease.

-Dámela... –dijo la rubia extendiendo su mano. Lara se la dio mientras mantenía su mirada fija en el piso.

-¿Qué prefieres que se quite ahora? –preguntó Eva dirigiéndose a Juani.

-Mmhhh, a ver... la blusa y después el sujetador, quiero verle las tetitas. –contestó la morena con la ansiedad reflejada en su voz.

-Bien, niña, ya oíste. –le dijo Eva con ese tono imperativo que atemorizaba a Lara. Con dedos temblorosos desabrochó uno a uno todos los botones y se quitó la camisa.

-El sujetador. –dijo Juani.

-Por favor... se los ruego... –musitó Lara retorciéndose nerviosamente las manos.

-¡Quítate el sujetador! –le gritó Eva.

Lara volvió a llorar, de miedo, de vergüenza y también, o quizá, sobre todo, por ese algo oscuro que cobraba cada vez más fuerza en su interior y que esas chicas le estaban revelando.

“¿Por qué no me voy?... –se preguntó angustiada. ¿Por qué no tomo mi ropa y me voy a denunciar este atropello a la directora? ...”

-¿Quieres que te lo quitemos nosotras? –escuchó decir a Eva.

-Tal vez prefiera eso la muy putita... –agregó Juani poniéndose de pie.

-No.… no... –balbuceó Lara y se quitó el sujetador desnudando sus pechos hermosos, ni grandes ni pequeños, redonditos y firmes que deslumbraron a sus dominadoras.

-Vaya tetitas que tiene nuestra niña... –dijo Por fin Eva luego de contemplar los pechos de Lara durante un largo instante.

-Ahora quítate la falda... –agregó Juani.

A esa altura Lara era presa de un vértigo que le impedía pensar. Como un autómata obedeció la orden y se exhibió por fin completamente desnuda ante las dos chicas, cuya excitación era ya muy evidente.

-Gírate, preciosidad, gírate lentamente, queremos verte completita. –le ordenó Juani.

Lara comenzó entonces a girar con un brazo cruzado sobre sus pechos y una mano en su entrepierna, por pudor. Había perdido toda su capacidad de resistirse, y eso la asustó mucho al descubrir que obedeciendo experimentaba un intenso goce. En la obediencia se sentía como en un refugio, no tenía por qué elegir, sólo debía hacer lo que se le ordenaba, y había en eso algo de sensual y liberador al mismo tiempo.

-Pon tus manos en la cabeza. –le ordenó Eva. -¿No te ha dicho Juani que queremos verte completa?

Aunque lastimada en su vergüenza, Lara llevó ambas manos a la nuca y siguió girando con lentitud, ofreciendo las maravillas de su figura adolescente a la afiebrada contemplación de las dos chicas, que no dejaban de hacer comentarios obscenos acerca de su cuerpo:

-Vaya culo que tiene...

-Y sus piernas, mira que muslos, voy a lamérselos desde las rodillas hasta la rajita...

-Mmhhh, qué rajita tan prieta... se nota que aún no deben haberle metido nada por allí...

-¿Y qué me dices de sus tetas?... Son de las que me gustan, ni grandes ni pequeñas... y tan redonditas...

-¡Perfectas!...

-Es un verdadero manjar nuestra niña... Será sublime saborearla...

A esa altura Lara sentía que no podía ya con la humillación, expresada en el rojo intenso que teñía sus mejillas, pero tuvo que reconocerse a sí misma que todo aquello la excitaba al extremo de haber empezado a mojarse.

“¿Qué están haciendo de mí?... ¡¿en qué van a convertirme!?...” –se dijo, desesperada, mientras el llanto asomaba a sus ojos.

-Sin embargo, hay una cosa que no me gusta de ella… -dijo Eva.

-¿Qué cosa? –se asombró Juani.

-Esos pelos en su conejito. Debemos rasurárselo. –dictaminó la rubia para espanto de Lara. Juani aprobó con entusiasmo la idea y entre las dos la arrastraron al baño desoyendo las súplicas de su víctima.

-A la bañera, zorrita… ¡Vamos! –ordenó Eva mientras Juani la empujaba riendo entre divertida y excitada.

Lara se volvió trastabillando con los brazos extendidos hacia su agresora, en un último y vano intento de impedir lo que le esperaba, pero Juani la abofeteó diciéndole en un tono atemorizante mientras la rubia abría el grifo de agua caliente:

-¡Oye, niña estúpida! ¡Aquí se hace lo que nosotras decidimos! ¡¿O no lo tienes claro todavía?!

-¡Métela en la bañera de una buena vez! –intervino Eva y allí acabó Lara empujada por la morena, echada de espaldas, temblando al tiempo que la rubia abría el botiquín del que extrajo una maquinita de rasurar, un pote de crema para tal menester y una pequeña tijerita.

En uno de los bordes anchos de la bañera había un pequeño recipiente de plástico que Juani tomó para llenarlo de agua caliente. Cuando lo tuvo listo se lo alcanzó a su compañera, cuyos labios lucían curvados en una sonrisa morbosa.

“Si grito quizás alguien me escuche y vengan por mí”, pensó Lara, pero no gritó.

Eva se metió en la bañera y le ordenó que abriera las piernas. Lara lo hizo con los ojos mojados de lágrimas como su rajita lo estaba de flujo y creyó morir de vergüenza cuando la rubia, después de arrodillarse entre sus muslos, la tocó y miró luego a Juani diciéndole entre risitas burlonas:

-¡Ay, querida, si vieras cómo está la muy putita!...

-Déjame comprobarlo… -contestó la otra y de inmediato estiró una mano para entreabrir con sus dedos los labios vaginales de la atribulada Lara.

-¡Ay, ay, ay, cariño! ¡Estás a tope! ¡Qué calentona habías resultado!

-Tienes un incendio ahí abajo… -agregó Eva mientras empuñaba la tijerita. Lara corcoveó un poco y entonces Juani le dijo tomándole la barbilla con fuerza entre el pulgar y el índice:

-Quédate quieta o podrías resultar lastimada…

Lara comprendió que era cierto. Cerró los ojos y se dejó hacer escuchando el sonido de la tijerita, la respiración agitada de las dos chicas y sus comentarios:

-Vaya que está quedando precioso este conejito…

-Pronto estará para comerlo…

-¡Y qué manjar será!...

Cuando la mata de pelo quedó a ras de la piel, Eva humedeció la zona, aplicó abundante crema y fue rasurando lentamente, con pasadas precisas de la maquinita. Finalmente quitó los restos de crema con una toallita y se incorporó con aire de triunfo y una amplia sonrisa.

-¡Ahora sí estás perfecta, zorrita! –exclamó observando satisfecha el resultado de su obra.

Lara sólo sollozaba ante tamaño avasallamiento de su intimidad y no opuso resistencia cuando Juani la tomó de un brazo para incorporarla.

-¡De pie! ¡Sal de ahí! ¡Venga!

-Por favor… Déjenme ir, por favor… -se atrevió a suplicar, aunque sabiendo que era más para acallar su conciencia que por un deseo real de escaparse. En realidad, se sentía cada vez más excitada a medida que la dominación de ambas chicas sobre ella iba creciendo.

Eva y Juani la tomaron de los brazos y la llevaron otra vez a la habitación.

-Échate allí. –le ordenó Eva señalándole la cama del medio. Lara ya no estaba en condiciones de resistirse, sumergida como se encontraba en ese vértigo hecho de temor y calentura. Agachó la cabeza, caminó hacia la cama y se tendió sobre ella de espaldas, con los ojos cerrados, un brazo cruzado sobre los pechos y la otra mano en su entrepierna.

-¿Qué pasa, niña? ¿Te da vergüenza estar desnuda?... Sin embargo, con el cuerpo que tienes deberías sentirte orgullosa al exhibirlo… -le dijo Eva acercándose despacio. Lara abrió los ojos y la vio contonear las caderas mientras le sonreía provocativamente.

Juani se acercaba por el otro lado y enseguida las tuvo a ambas junto a la cama, mirándola fijamente, o, mejor dicho, devorándola con los ojos. Eva fue la primera en inclinarse sobre ella, que de inmediato tensó todo su cuerpo en una espera hecha de temor y ansiedad. Se estremeció cuando Eva fue acercando su cara a la suya con expresión de deseo mientras Juani, sentada en el borde de la cama, le deslizaba una caricia lenta y suave en uno de sus muslos.

-No… no pueden hacerme esto… no pu… -rogó Lara al borde del llanto, pero la súplica fue interrumpida por el beso de Eva en sus labios, que la hizo estremecer. Sólo por empecinamiento autodefensivo mantuvo su boca cerrada unos segundos, hasta que sintió la mano de Juani en su vulva mojada y entonces su boca, sus muslos y todo su ser, a la vez confundido y ardiendo, se abrieron a la nueva y embriagadora experiencia.

-Así, bonita, así… muy bien… -le susurró Eva luego del beso largo y profundo que las había dejado sin aliento por un instante. Mientras los dedos expertos de Juani le entreabrían los labios externos de su vagina, la rubia empezó a pasarle la lengua por la oreja, y Lara, con la piel erizada, se deshizo en un prolongado gemido.

-Ya la tenemos… -dijo Eva incorporándose.

-Sí… -contestó Juani imitándola. –Esta niña está comprendiendo…

Ambas comenzaron a quitarse el uniforme sin dejar de mirar a su presa con una expresión hecha de una fuerte tensión sexual y satisfacción por el éxito de la cacería.

Lara, mientras tanto, luchaba consigo misma, con esa calentura que la encendía de pies a cabeza y con la culpa que la atormentaba poniéndola de cara a ese placer intenso que ambas chicas le estaban dando con su dominación y sus artes lésbicas.

“¡No está bien! ¡no está bien” –se repetía una y otra vez tratando de que ese mandato se impusiera en su conciencia, pero al mismo tiempo no podía dejar de mirar y admirar esos cuerpos que poco a poco iban exhibiendo sus encantos.

Ya desnudas por completo, ambas volvieron a inclinarse sobre ella. Eva le apresó las tetitas entre sus manos y volvió a besarla en los labios. Juani le separó los muslos, que temblaban como toda ella, y comenzó a besarla y a pasarle la lengua despacio por el vientre, muy despacio y describiendo círculos con su boca que se iba acercando lentamente al objetivo.

Eva seguía magreándole las tetas, cuyos pezones, ya bien duros y erectos, eran juguetes entre los dedos de la rubia. Lara sintió de pronto la lengua de Juani en su vulva y dio un brinco tratando de esquivarla, pero Eva la retuvo:

-Quieta, niña, quieta… Esto recién comienza… -le dijo y Lara pensó que era cierto, que estaba en el inicio del camino que estaba llevándola a ser una sumisa. Jamás había sentido nada siquiera parecido a lo que estaban enseñándole sus violadoras. Jamás nadie la había tocado como ellas lo estaban haciendo. Sus orgasmos habían sido siempre por masturbación, pero cuando se tocaba nunca había fantaseado con chicas. Sin embargo, ahora estaba en manos de dos de ellas, y aunque asustada y culposa, debió reconocer que la hacían gozar como loca.

No pudo seguir pensando. La lengua de Juani ya empezaba a hundirse entre sus labios vaginales hinchados y húmedos. Quiso protestar, pero Eva le sujetaba la cabeza con ambas manos y le hundía la lengua en su boca, en un beso profundo y apasionado que terminó de privarla de toda capacidad de resistencia. La tenían mojadísima y ardiendo como una brasa, sin posibilidad alguna de escaparse.

Juani andaba ahora con su lengua endiablada estimulándole el clítoris, que de inmediato salió de su capullito y se puso duro.

-Bien, putita… Muy bien… -murmuró la morena y enseguida volvió a darle lengua en tanto Eva le sorbía y mordisqueaba los pezones. A esa altura Lara era un volcán en erupción de tan caliente y había resignado por completo sus deseos iniciales de oponerse a la violación. Empezó a sentir los temblores que preanunciaban el clímax y se abandonó a esas sensaciones plenas de irresistible voluptuosidad. Por fin, el orgasmo largo e intenso sobrevino cuando la rubia le mordió con cierta fuerza uno de sus pezones mientras Juani le apresaba el clítoris entre sus labios voraces al tiempo que le metía en el conejito dos de sus dedos hasta los nudillos.

Después, durante algunos momentos, la atmósfera se pobló de jadeos y gemidos, del sonido de respiraciones agitadas que se iban normalizando poco a poco, lentamente, mientras la presa yacía de espaldas en el lecho, ya atrapada definitivamente por sus cazadoras cuyos cuerpos sentía pegados al de ella, entremezclando sudores.

 

(Continuará)

(9,51)