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Claudito y su tío Roque (2)

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Claudito no se fue mientras el hombre acomodaba en el placard la ropa que había traído para esos días en Buenos Aires. Se retorcía nerviosamente las manos sin dejar de observar a su tío que cada tanto lo miraba y le sonreía y que, de pronto, lo sorprendió con una afirmación:

-Con lo lindo que sos seguro que tenés novia, ¿eh, Claudito?

El chico sintió el rubor en las mejillas: -N… no, tío, no… no tengo novia…

-¿Y novio?... ¡Es una broma! –dijo el tío Roque y soltó carcajada sin dejar de observar al chico para ver su reacción.

Claudito se había puesto coloradísimo y lo único que pudo hacer fue emitir una risita nerviosa y agachar la cabeza.

-Bueno, contame, sos muy lindo y no tenés novia. ¿Por qué? –lo apuró el hombre dispuesto a ir estrechando el cerco sobre su presa.

Claudito vaciló un momento y luego se dijo que estaba ante la gran oportunidad de franquearse ante su tío, ese hombre que tanto lo excitaba.

-Porque… porque no me… no me gustan las chicas, tío… -admitió finalmente atreviéndose a mirar al hombre a la cara.

El tío Roque interrumpió el gesto de sacar de la maleta otra prenda y clavó en el chico una mirada entre asombrada y caliente. Volvió a dejar la prenda en su sitio, se irguió, rodeó la cama y fue lentamente hacia Claudito. Cuando estuvo junto a él lo tomó de los hombros, acercó su rostro al del jovencito y dijo:

-Me gusta que no te gusten las chicas, Claudito…

-Ay, tío…

-Estás temblando, sobrino… Contame por qué…

-L…los… los nervios, tío…

El hombre rozó con sus labios la mejilla derecha de Claudito y le murmuró al oído:

-¿Solamente los nervios, Claudito?... –mientras sus manos descendían de los hombros de su sobrino y llegaban a las nalgas.

Claudito se estremeció al sentir esas manos que aferraban sus pompis y luego de tragar saliva admitió:

-No, tío… no… no solamente los nervios…

En ese momento se oyó la voz de la madre desde la cocina:

-¡Claudito! ¡andá a la panadería a comprar facturas para el mate! ¡¿Ya te duchaste, Roque?!

Al chico le costó desprenderse del abrazo de su tío.

–Voy, mamá… -dijo en el pasillo mientras trataba de normalizar su respiración.

-¡No, Sara! ¡estuve acomodando la ropa en el placard! ¡Ya me ducho! –gritó Roque con la pija buen dura y erecta.

Una vez bajo la ducha fue tal la calentura que lo abrasaba que tuvo que masturbarse.

Por fin llegó la noche y Sara se fue a dormir poco después de la cena mientras su hijo seguía preparando en su cuarto el ingreso a la Universidad. Entonces alguien llamó a la puerta.

-¿Mamá? –tanteó el chico.

-No, soy yo, Claudito… -aclaró el tío Roque al tiempo que entreabría la puerta.

-Ah… Yo… -vaciló Claudito presa de los nervios al advertir que se avecinaba el momento decisivo, aquello que ansiaba y temía a la vez.

Cuando giró para mirar a su tío, que estaba en calzoncillos y descalzo. Vio el vello grisáceo y espeso en el pecho, los brazos y las piernas. Vio, en tanto su respiración se hacía agitada, ese bulto bajo el calzoncillo.

El hombre ya estaba junto a su sobrino, que seguía sentado a la mesa donde abundaban libros y apuntes.

-Vamos a seguir lo que tu mamá interrumpió, sobrino… -le dijo el hombre con voz algo enronquecida.

El chico temblaba con las manos de su tío Roque en ambas mejillas.

-Parate, Claudito. –y Claudito se paró. Las piernas le temblaban de miedo y excitación y en ese estado de ánimo se dio cuenta de que la forma de seguir adelante era dejarse conducir por su tío, otorgarle el control de la situación, obedecerle.

-Sacate la ropa, Claudito.

-Sí… sí… sí, tío… -y el chico se desvistió con movimientos nerviosos ante la mirada ardiente del tío Roque, cuyo pene iba abultando cada vez más el calzoncillo.

Por fin el cuerpo del chico se exhibió sin velos y entonces el hombre se deleitó con esa belleza tan apetecible, con esas piernas largas, de muslos bien torneados, más mórbidos que musculosos y cuando le ordenó a su sobrino que se diera vuelta pudo admirar el culo respingón, redondito y carnoso.

-Mirame, Claudito.

El chico giró sobre sí mismo y venciendo su vergüenza miró al hombre a la cara, aunque no se le escapó la notoria erección que su tío evidenciaba.

-Vení, sobrino. –y el chico fue hacia su tío con la cabeza gacha y las mejillas ardiendo.

-Sacame el calzoncillo.

Luego de una fugaz vacilación el chico se aplicó a la tarea y tuvo que arrodillarse para quitar totalmente la prenda. En esa posición escuchó la orden:

-Vas a chupármela, Claudito… Quiero una buena mamada antes de que te la dé por el culo.

-Ay, tío… murmuró el chico temblando entero al punto de que le costaba mantenerse sobre sus rodillas.

El tío Roque empuñó la verga con la mano derecha y la fue dirigiendo hacia la cara de su sobrino. Era un pedazo de dieciocho centímetros por tres y cuando Claudito la miró sus ojos se agrandaron al máximo.

-Abrí la boca, Claudito. –exigió el hombre y su sobrino obedeció como un autómata, casi en estado hipnótico y ardiendo de calentura y deseo de esa verga que palpitaba dura a centímetros de su rostro. Abrió la boca y sintió ese ariete entrándole despacio, dándole tiempo a paladear su sabor, a regodearse con su textura. Cerró los ojos y comenzó a sorber, a lamer recorriendo con su lengua desde el glande hasta la base una y otra vez, para luego volver a chupar.

-Mirame… -pidió el tío Roque y el chico alzo la vista hasta el rostro del hombre, que se veía arrebatado.

-Qué bien lo hacés, Claudito… ¿Seguro que no estuviste antes con un hombre?

Claudito interrumpió la mamada y contestó algo ofendido ante la duda de su iniciador: -¡No estuve con  nadie, tío!... Usted es el… el primero…

-Entonces tenés un talento natural como putito. –dictaminó el tío Roque y emitió una risita.

-Bueno, volvé a chupar… -y Claudito siguió chupando y lamiendo hasta que su tío le sacó la verga de la boca cuando ya brotaban algunas gotas de líquido pre seminal.

-Quiero acabarte en el culo, sobrino, mañana terminaré en tu boquita y vas a tener que tragar toda mi leche.

Claudito, excitadísimo, respiraba fuerte por la boca y después de tragar saliva pudo murmurar: -Lo que usted quiera, tío Roque…

-Bueno, vamos a la cama.

Y allí fueron; Claudito conducido del brazo por su tío, que comandaba la situación cual un avezado director teatral.

Con el hombre de pie junto a la cama, Claudito debió tomar la almohada, doblarla en dos y tenderse sobre ella de espaldas, para después flexionar las piernas y separar bien las rodillas.

Muy bien, Claudito, muy bien...

-Tengo miedo, Tío Roque… Usted la… la tiene grande… -murmuró el chico con sus ojos fijos en la verga que palpitaba erecta.

-Calma, sobrino, confíá en mí. Te va a doler un poco mientras te la meto, pero después el dolor se va a reducir hasta casi desaparecer. Vas a gozar, Claudito… Vas a gozar mucho… -lo tranquilizó el hombre, que mientras le hablaba fue lubricándose la pija con abundante saliva que aplicó también el orificio anal del chico.

Después, ya con todo listo, trepó a la cama y con la mano derecha guio su verga hacia el objetivo mientras Claudito, con los ojos cerrados, respiraba fuerte por la boca. Se estremeció al sentir el contacto del glande y exhaló un largo gemido de dolor cuando los primeros centímetros entraron en su tierno culito. Ya con todo el pene adentro, el tío Roque comenzó a bombear y el chico sintió que el dolor iba menguando poco a poco hasta convertirse en un goce intenso que lo estremecía.

-Así, tío… así… ¡Asíiiiiiii!...

-Gozá, Claudito… ¡Gozá!... –lo animaba el hombre en tanto se deleitaba con el sonido de sus huevos tamborileando contra las nalguitas a cada embestida.

-¡Así, tío Roque, así!... ¡¡¡Siga, tío, asíiiiiiiiii!!!... ¡¡¡Asíiiiiiiiiiiii!!! –clamaba el chico y ese clamor excitaba aún más a Roque hasta que por fin explotó en un orgasmo que inundó de leche caliente el culo de su sobrino. Se derrumbó sobre el chico, le buscó la boca con sus labios y ambos se fundieron en un beso ardiente, en un combate apasionado de lengua contra lengua.

Después el tío Roque se arrodilló y dijo: -limpiame la pija con tu boca, sobrino… -y Claudito lo hizo agradecido por esa prolongación del goce que su querido tío Roque le proporcionaba.

A la mañana siguiente el hombre partió temprano para hacer sus trámites en el centro de la ciudad después de desayunar con su hermana Sara, mientras Claudito aún dormía en ese paraíso al que el tío Roque lo había transportado.

 

(continuará)

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