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John la tiene demasiado grande

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John es un flaco taxista que vive en Arraiján. 1.75, si acaso llegará a las 150 libras, blanco pálido. Tiene 33 años, casado, dos hijos, cabello largo y ojos grises. Flaco como una escoba. Las piernas huesudas. Los dedos largos. Tiene una expresión permanente como de tristeza. Un poco de vellito en el pecho. Para cualquiera pasa inadvertido. Lo que John tiene que le sobra es una pingota como de 9 pulgadas y media, tan gruesa que mi mano no le cierra. Los huevones le cuelgan tanto que parecen dos pelotonas llenas de pelo, al igual que su pito.

La primera vez que culee con él no me la pudo meter. Me metió tres dedos largos en el culo por un buen rato, pero nada, cuando llegó la hora de la verdad la cabezota de su verga circuncisa ni siquiera me entró. Pero me puse a mamarlo y a sobarlo mientras él me ensartaba sus dedos y los meneaba con ganas hasta que la leche se le salió.

La segunda vez íbamos preparados. Popper, un dildo pequeño y ahí comenzó el de nuevo, con sus dedos largos a masajearme el hueco del culo. Tengo buen par de nalgas con un culito rasuradito, limpiecito, un culo que le pongo mucha atención. John metía los dedos con lubricante hasta que me sentí abierto. Luego me metió el dildo y lo sacó suavecito. Luego más rapidito hasta que sentí ese hueco súper abierto. Bien abierto.

Me senté en un sofacito de espaldas con el culo sobresaliendo. Se me acercó y me punteó con la cabezona de su pinga. Ya yo estaba súper arrecho, caliente y con ganas de sentir ese huevo adentro, pero la verdad es que me dolía solo la cabeza. Le dio y le dio, suavecito, rozando el culito con su cabezota. Se puso un condón rojo, de esos que tienen olor y sabor como a fresa. Trató por un buen rato y solo le había entrado la cabeza de su pito. Yo seguí quejándome y meneándome de adelante para atrás, poco a poco fue entrando el huevo. Sentí un ardor y se quedó tranquilito. Entro un rato y quedó a mitad de sus 9 pulgadas y media. Sentía como que estaba rompiéndome el ano. Se meneo dos veces, respiré hondo y sentí como me enterró la verga hasta los huevos.

La verdad es que el popper me ayudó a relajarme y ´comencé a menearme más, cada vez más hasta que sentí que se le bajaba la pinga un poco. Se quitó el condón, me metió tres dedos y se le paró de nuevo. Esta vez, sin condón, me metió la verga de una vez. Yo ya no sentía dolor sino ganas que me diera pinga. Así se lo dije y me mandó de nuevo ese huevote hasta el fondo, metiéndolo y sacándolo mientras me daba de nalgadas.

Me puse entonces en la esquina de la cama y con los dedos tocaba su poronga mientras me estiraba el culo mojado. Se lo agarraba y sentía cuando entraba y salía, mi culo era como una chuchita mojada, resbaloso, caliente y con ganas que me diera duro. Me acosté entonces del todo bocabajo en la cama y levantaba las nalgas para sentir como sus huevones chocaban contra ella mientras Johnny se meneaba para todos lados.  Le agarré las nalgas huesudas para que me la metiera toda.

El hijueputa me comenzó a morder y a chupetear la espalda mientras me daba pipí. Sentí como se le hinchaba el huevo y se corrió adentro, bien profundo de mi culo. Una sensación de que me estaba quemando por dentro. Pero rico, bien rico.

Me fui al baño corriendo y cagaba un montón de leche con sangre. Pero que ganas de que me diera pipi de nuevo. Me lavé y regresé a la cama. Ahora me metió 4 dedos en el culo, bien llenos de lubricante mientras yo me pajeaba. Me mordió los pezones y el pecho hasta que me vine…

Por supuesto que me dejó fuera de combate por una temporada, pero cada vez que me pajeo me acuerdo de como ese flaco me dio su lechita.

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