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La nocturna prostituta transexual

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Durante esa noche que escuché junto a la barra del garito donde acudía a ligar y follar guarras, había unas lobas libidinosas que dijeron que vendrían con más amigas, ya que el ambiente les había encantado y que era propicio para lo que estas zorras lascivas buscaban.

Toda la semana me preparé muy a fondo, pues quería y deseaba estar galante y obsequioso con las depravadas "guarronas" que allí acudiesen.

Fui todos los días al gimnasio, pues deseaba estar atractivo para todas aquellas lobas libidinosas y lujuriosas "fulanonas" y acabar ligando y tirándome a la más sucia, puta y depravada de todas ellas.

Dicho y hecho, me daba unas atroces y bárbaras palizas de padre y muy señor mío en el gimnasio y sudaba a chorros para perder los cinco kilos que me sobraban y al llegar el apetecible y codiciado caliente sábado que me esperaba para dar rabo a esas lascivas "putonas".

Al arribar ese libertino y ambicionado día había cumplido con lo que me había prometido a mí mismo. Llegó la noche y me preparé a fondo vistiendo lo más depravado, obsceno, sexy y concupiscente posible para ligar a las primeras de cambio a la más guarra del local. Me "entoligué" uno de mis más procaces y obscenos tangas que la última fulana que me ligué allí, me regaló después de haberla llenado de lefa durante cuatro días, mientras el cabrón de su marido estaba de viaje de negocios. Un vaquero negro que me enfatizaba y acentuaba el sexo, un fuerte perfume que atrajese a cualquier guarra disoluta y lúbrica que se me acercase y una camisa de manga corta para parecer un chulo perdonavidas y mis zapatos de las grandes ocasiones.

Salí de mi casa y dejé la puerta del portal y como hacía buena noche y era pronto todavía, consideré y convine que sería buena idea andar un rato para así bajar la cena e ir más ligero al garito de esas depravadas y procaces lobas salidas en cuestión.

Caminé y caminé en la dirección correcta y a lo largo de la noche, me iba cruzando con todo tipo de mujeres y a algunas se las observaba y advertía que irían a infectos garitos en busca de rabos-calmantes para aplicar su viciosa y sicalíptica sed de machos en celo como ellas.

Seguí y proseguí mi nocturno camino y con algunas de las concupiscentes lobas que me cruzaba, me silbaban lujuriosas y provocadoramente, pues se les percibía a donde irían a parar.

Al final de una de las calles por donde yo deambulaba y brujuleaba, aprecié que había alguien que parecía una mujer esperando y apoyada en un muro. Tenía redondas formas y vestía sexy con cierta obscena procacidad.

Me acerqué a ella para charlar y saber algo más:

—Hola, ¿esperas a alguien? —investigué.

—Sí, esperaba a un amigo, pero dadas las horas, creo que me ha fallado —replicó ella.

—¿Te sirvo yo?, ¿a dónde pensabais ir? —examiné.

—Sí, sí, tú me sirves. Pensábamos tomar unas copas y posteriormente acudir a una discoteca o algo así —expuso ella.

—Bueno, ya que estás sola y no tienes compañía me presentaré, me llamo Rafael, pero puedes llamarme Rafa —manifesté.

—Yo soy Alana y puedes llamarme Alana —habló ella.

Alana tenía una larga melena color azabache y usaba un ceñido vestido de tirantes, así como unos negros zapatos de tacón de aguja plateados que se ataban a la altura del tobillo y que elevaba sus tetazas y el sexy culazo que tenía.

—Creo que a las horas que son, podemos pasar de las copas y te invito a mi apartamento —propuso Alana.

—Bien, me parece perfecto —opiné.

Alana, sin pensarlo dos veces, me agarró de la mano y como si fuera mi novia me condujo con ella hasta su apartamento.

—¿vives cerca de aquí? —pregunté.

—Sí, vivo bien cerca. De hecho, había quedado con este amigo que vendría a buscarme —afirmó Alana.

Yo la miraba con desenfrenada lujuria y ella a mí también, pues tenía un cuerpo muy follable y el hecho de pensarlo ya me ponía calentorro y cachondón.

—Estás muy rica. ¿haces algo especial? —conjeturé.

—un poco de ejercicio, dieta sana y además soy profesora de baile, así como otras disciplinas —explicó Alana.

—Tú también te cuidas. ¿practicas algún deporte? —tanteó Alana.

—Nada especial, voy al gimnasio y corro un poco, pero solo a mi ritmo —testimonié.

Después de esta pequeña charla, y tantearnos físicamente el escenario cambió por completo y aprecié y percibí que ahora la cosa iba a más.

Al llegar a su portal, entramos rápidamente en el ascensor y allí empezamos a sobarnos y comernos a besos. Yo le sobaba el culo y las tetas y ella me abrió la cremallera del pantalón y se puso cachonda y lasciva al notar que yo llevaba un tanga.

—Eres un cabrón morboso y libidinoso, el tanga que llevas es provocativamente sexy y muy obsceno. Me has puesto muy salida y cachonda —reveló Alana.

—Intuía que algo pasaría. Me gustan las transexuales morbosas como tú —proclamé.

Me agarró el rabo y empezó a masajearlo con salacidad y lubricidad muy lujuriosa. Al llegar al noveno piso donde ella vivía, entramos a su apartamento, abrió la puerta y nos dirigimos rápidamente a su habitación.

Nos sentamos en un sofá de cuero con estampado cebra y ella me desnudó hasta dejarme solo con el tanga, el concupiscente vestido que ella llevaba era lascivamente sexy y provocadoramente obsceno y se lo quitó hasta quedarse solo con las rojas medias, los zapatos de tacón de aguja plateada que en unas cintas llevaban plata y ese tanga rojo que me volvería loco y me empujaba a taladrarla y barrenarla el ojete y darla placer con mi enhiesta pero dura verga de libidinoso macho en celo.

La muy puta llevaba en sus tetas unos corazones rojos que le tapaban los megrones y eso me daba más morbo y vicio y reforzaba y acrecentaba mis enormes ganas de darle rabo sin parar.

—te gusto, eh, cabrón?, ¿quieres joder a esta zorra depravada en celo?, te pongo cachondo? —evidenciaba Alana.

Yo ya tenía hecha la tienda de campaña dentro del sexy y concupiscente tanga y de un momento a otro parecía que mi duro rabo fuera a salir de él.

—¿me deseas?, ¿quieres follarme el culo? —manifestaba Alana mientras se ponía en pie y jugaba con su sexy tanga.

La muy guarra se daba la vuelta, me mostraba su perfecto y jodible culo y seguía jugando con ese lujurioso tanga que me estaba volviendo loco.

—¿te gusta que te la meta, eh, guarra? , eres una zorrita provocadora, Alana —largué lujuriosamente.

La putona impúdica de Alana, se había subido al sofá y se había puesto a cuatro patas mientras se apoyaba en el respaldo y tenía a medio bajar ese sicalíptico tanga rojo que me volvía loco.

—Este va a ser el polvo más cachondo de tu puta vida —proclamé mientras le miraba lascivamente su culo y babeaba por taladrarla.

Alana se toqueteaba y sobaba las nalgas, entretanto me pedía que la follara.

—¿deseas petar este sabroso culo? —comunicaba Alana.

Me acerqué a Alana y la muy puta empezó a chupar, lamer y relamer mí ya endurecido rabo por sus concupiscentes miradas ardientes y meneaba su cabeza arriba y abajo y yo me enardecía y excitaba del bucal placer tan obsceno que esta zorra transexual me producía.

—¡wow, yeah!, ¡que gustazo me dasss, guarrraaa!, ¡qué plaaaaceeeerrr! —jadeaba yo tan caliente.

Alana mamaba embelesada y extasiada con vivacidad, placer, satisfacción y deleite mi enhiesta verga y mientras agarraba mi rabo con la izquierda y lo chupaba y lamia seducida, con la derecha se magreaba una teta y toqueteaba y jugaba con su rojo sexy tanga.

—¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop!, ¡slurrp!, ¡slap!, ¡slop! —chupaba enloquecida Alana.

—¡Sigue así, zorra!, ¡me das mucho placer guarra! —resoplaba yo enardecido.

La fulana transexual Alana mamaba y mamaba mi rabo y me cogía las pelotas con dureza y eso me gustaba y hacía que mis gordos cojones se llenaran de lefa.

—Que bien me la chupas, zorra. Eres una auténtica mamona de pollas —gemía yo viciosamente.

El golfón de Alana, sacó mi duro rabo de su bocaza de guarrona depravada para lamer viciosamente la punta de mi cipote, entretanto, la muy cerda, ponía sus ojos en blanco del tremendo gustazo que le daba mamar y relamer mi rabo, cuando sacó mi pollón de su lasciva boca le pegué un soberbio morreo con lengua que le animó más a tirar y tirar de mi rabo y jugábamos y jugueteábamos con nuestras excitadas y encendidas lenguas y mientras la guarra Alana tiraba de mi rabo, yo le tocaba su tanga que me ponía cachondo y rijoso.

—Ven aquí sucia cerda, te voy a romper el ojete, puerca —berreaba yo muy vicioso.

Alana se dio la vuelta y la muy zorra me ofreció su culo, que, al punto, yo horadé y peté con lujuriosas ganas, su ojete. Ella apoyaba sus manos en un cojín rojo que había en el sofá de cebra y esta postura me animaba a darla rabo sin parar hasta llegar a un total clímax.

—¡toma rabo, puta!, ¡toma rabo, guarra!, ¡siente mi polla, zorra! —bramaba yo lujurioso.

—¡ah, sí métemela toda, cabrón !, ¡que follada me estas pegando canalla!, ¡oh, sí!, ¡dame rabo, cabrón! —vociferó Alana jadeando.

La guarra Alana parecía una máquina de jadear, rezongar y gemir y a mí me estaba matando de gustazo del tremendo placer que me daba ese lascivo culazo de Alana que hervía más que el agua.

—¡oh, sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡qué gustoooo! —aullaba Alana lascivamente.

—¡toma polla, puta!, ¡toma rabo, guarra!, ¡toma polla, puta! —graznaba yo muy vicioso.

—¡jodeme más!, ¡dame rabo, cabrón!, ¡jode a esta sucia zorra! —vociferaba Alana muy salida.

Mientras jodía sin parar a esta loba transexual de Alana, la muy zorra, se giraba para verme joder su culo y la muy puta, tenía una cara de gustazo que no podía con ella. Su cara de zorra transexual lo decía todo, pues sus ojos mostraban el placer que le daba yo con mis mil empellones a su profundo y excitado ojete.

—¡cómo me pones, puta!, ¡me quemas el rabo, guarra! —aullaba yo viciosamente.

—¡amo tu polla, cabrón!, ¡me gusta tu rabo, hijo puta! —bramó Alana jadeando.

—¡me pones muy caliente, cabrón!, ¡me estás matando de gusto, canalla!, ¡qué bien me follas, hijo de puta —confesaba Alana mientras me miraba el joderla su bullente culazo.

—¡dame polla, maricón !, ¡dame polla!, ¡no me la saques!, ¡me das mucho placer, mariconazo! —se desgañitaba Alana.

Alana me mostraba todo lo dilatado que tenía el ojete después de haberla petado inmisericordemente el ojete y gemía de gustazo por volver a tener mi duro rabo dentro de sus borboteantes entrañas.

—Nadie me está jodiendo ahora tan bien como tú, canalla —bufaba Alana de puta lujuria.

Saqué mi enhiesta pero dura verga de su hirviente ojete y ella me miraba sicalípticamente a la vez que yo me pajeaba y escupía en la oquedad de su culo para darla más pollazos si cabe.

Me senté en el sofá de cebra para que Alana se clavara mi rabo en su ojete y me montara para seguir la depravada jodienda.

—¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ah!, ¡uff!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí! —ululaba Alana de puto placer lascivo.

—¡toma rabo!, ¡gózame! ¡goza, guarra!, ¡toma polla, puta! —bufaba yo libidinosamente.

—¡dame tu rabo, cabrón ¡, ¡jódeme, canalla! —bramó Alana lascivamente.

—¡así, guarra, así!, ¡me pones muy caliente, puta! —bramé de lubricidad.

—¡Me encanta cabalgar sobre tu polla y correrme! —aulló Alana viciosamente mientras me miraba con más deseo.

Alana seguía con mi rabo de macho en sus entrañas y ponía una lasciva boca de corrida que me daba más morbo y vicio todavía.

—¡Eres un jodido cabrón vicioso! , ¡me das mucho placer! —jadeaba Alana impúdicamente mientras no paraba de botar y botar con mi enhiesta pero dura verga en su acalorado ojete.

—¡pero que puta eres, cariño!, ¡cómo me haces gozar, zorra! —graznaba yo libertinamente al tiempo que le comía una teta.

—¡estoy muy cachonda, maricón!, ¡me estás volviendo loca!, ¡no pares de entaponar mi ojete! —enfatizó Alana lascivamente.

—¡qué buena estás, puta!, ¡qué bien te mueves, zorra! —chillaba yo del gustazo que me daba petar el ojete de Alana.

—¡me estás matando de gusto, cabronazo! —jadeaba Alana muy salidísima.

Saqué mi pollón de su hirviente ojete de zorra transexual, pues observaba que me iba a quemar el rabo y quería gozar más de su efervescente culo y darla rabo y petarla desenfrenadamente y no deseaba correrme tan pronto.

—¡que buenas estás, cariño!, ¡me encanta ser tu puto! —vociferaba yo mientras la barrenaba su ojete y ella se pajeaba sin parar.

Yo la taladraba y Alana me miraba lujuriosamente y la daba mil golpes de rabo en su hirviente ojete de golfa transexual.

—¡dame polla, maricón!, ¡dame polla!, ¡dame rabo!, ¡no me la saques, bribón! —berreaba Alana.

—¡goza, guarra!, ¡toma rabo!, ¡gózame! —aullaba yo con sicalipsis.

Alana recibía mis golpes de rabo lenta y libidinosamente y gemía como una sucia zorra a la que estuvieran matando de placer y lloraba y gemía del gustazo que tenía al recibir mi horadante rabo.

—¡eres un hijo de puta traidor, me estás matando de gusto!, ¡eres un cabronazo!, ¡jodes como un actor porno!, ¡vaya rabo que tienes, maricón!, ¡me vas a romper! —aullaba Alana del placer que le daba al sentir mi rabo en sus bullentes entrañas.

—¡me estás matando de gusto, guarra!, ¡toma rabo, puta! —berreaba yo muy salido.

—¡jodeme!, ¡jodeme más!, ¡dame rabo, cabrón!, ¡jode a esta puta zorra!, ¡jodeme, cabrón! —aullaba Alana de puto vicio.

Yo continuaba dando golpes con mi socavante rabo a su bullente y profundo ojete de loba libidinosa y la golfa obscena de Alana proseguía y permanecía lanzando y soltando "ayes" de placer carnal al tiempo que bramaba mil palabras soeces que me ponían más lascivo y libidinoso y me impelían a poseer más ese profundo y agitado ojete de Alana.

—¡me estás matando de gusto, maricón!, ¡me haces llorar de gusto!, ¡qué bien sabes usar tu polla, cabrón!, ¡qué bien me estás jodiendo! —chillaba de placer esta zorra de Alana.

Finalmente, después de haber petado y entaponado salvajemente a esta zorra transexual de Alana, expulsé un excelente chorro de pringosa lefa en el vientre de la zorra transexual Alana y ella también, pues el haber aguantado tanto hizo que el orgasmo fuera más brutal y pegamos un alarido alucinante y magnifico al corrernos a la vez.  Marchamos a la ducha y todavía la muy viciosa me hizo una soberbia y fenomenal mamada que me terminó por dejar seco sexualmente. Cuando ya nos secamos, me dio su número para volver a pegar otro polvazo.

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