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Lara, una chica muy obediente (8)

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Afortunadamente era sábado y, por tanto, no había clases. Lara, agotada por el intenso trajín sexual al que había sido sometido en la víspera por Eva, Juani, Papi y Ana, durmió hasta el mediodía, porque las cuatro chicas no se contentaron con el primer asalto vespertino, sino que después de cenar volvieron a abusar grupalmente de ella.

Cuando abrió los ojos se encontró sola en la habitación y las camas de sus Amas sin hacer.

Se desperezó largamente, apartó la sábana y abandonó el lecho, totalmente desnuda, tal como la habían dejado sus violadoras.

Momentos después, bajo la reparadora ducha caliente, se puso a pensar en la celadora, en cuánto había gozado en manos de esa mujerona y lamentó tener que olvidarse de ella. Además, tomó conciencia definitivamente de que la excitaban sobremanera las mujeres y hombres mayores. Un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza al pensar en don Ramón, en lo que había pasado con él y lo que pasaría cuando fuera desvirgada por ese vejete lascivo. Pensó también, y mientras pensaba no dejaba de enjabonarse lentamente todo su cuerpo y sobre todo las tetas y el coño, en la Directora, en Doña Beatriz, que la seducía con su porte majestuoso, con su voz firme de bellos tonos graves, con sus modos severos y elegantes al mismo tiempo…

“¡Ay!” –pensó. “¡Si a mis Amas se les ocurriera entregarme a ella!”

Pero no abrigaba esperanzas ciertas ni sobre esa deseada intención de Eva y Juani y mucho menos sobre el interés sexual que Doña Beatriz pudiera tener en ella. La había visto sólo dos o tres veces en los tres años que llevaba como alumna del instituto y la última vez la dama se había mostrado muy dura, al extremo de ordenar que fuera llevada al sótano y azotada. Lara revivía todo aquello y casi sin pensarlo su mano buscó el coño, que empezaba a humedecerse, se sentó en la bañera recostada contra uno de los bordes de modo tal que el agua caliente de la ducha bañaba sus pechos mientras ella comenzaba a acariciarse el conejito. Se masturbó lentamente, disfrutando con intensidad de las sensaciones intensas que le producían esos dedos metidos y el pulgar estimulándole el clítoris.

“¡Soy una viciosa! –pensó con algo de culpa. “Mis Amas han hecho esto de mí… Soy una puta hambrienta de sexo…” y en medio de esa certeza se corrió en un orgasmo que para su placer se le antojó casi interminable.

Momentos después, ya de regreso en la habitación, tendió las camas de sus Amas y la suya, eligió un conjunto de braguitas pequeñas, negras como el sujetador, y luego se puso el uniforme. Sintió hambre y se dirigió al comedor pensando que allí estarían sus Amas, pero no las encontró.

Ocupó una mesa y cuando se le acercó la camarera le pidió un croissant a la plancha con mantequilla y jalea y una taza de café con leche.

Mientras desayunaba se dio otra vez a pensar en su condición de esclava y reparó entonces en que con el fin de las clases Eva y Juani terminarían la preparatoria y abandonarían el instituto para volver a su provincia. Eso significaba que ya no las vería, que sería el final de su sometimiento a ellas. Esa toma de conciencia la sumió en una especie de vacío doloroso. Sabía que ya no podría vivir en libertad, sin someterse a una voluntad ajena que reemplazara a la suya, de la cual sus Amas la habían despojado por completo. Lara supo en ese momento que no podría nunca más llevar la vida de una chica común y corriente.

“Soy una esclava y quiero vivir como una esclava.” –se dijo y experimentó una suerte de orfandad ante la idea de que a fin de año ya no tendría a sus dueñas.

A punto de terminar su desayuno y mientras se encontraba sumida en la tristeza escuchó a la celadora, a la que no había visto llegar y estaba de pie junto a ella:

-Hola, perrita. Hoy me levanté con ganas de tenerte. –le dijo la matrona sin preámbulos.

Lara se estremeció con tal intensidad que, a punto de llevarse la taza a la boca, estuvo a punto derramar el resto del café con leche.

Traqó saliva dificultosamente y temió que aparecieran sus Amas sorprendiéndola en tan embarazoza situación. La sola presencia de la celadora la había excitado, pero debía ponerle punto final a ese acoso, tal cual se lo habían ordenado Eva y Juani.

-No, señora Sara… -dijo en un murmullo, como si le costara decirlo.

-¿Qué has dicho? –preguntó la matrona con un tono que mezclaba asombro y enojo.

-Que no… -insistió Lara. –Que el otro día perdí la cabeza y estuvo bueno, pero no quiero convertirme en lesbiana. –completó con la mayor firmeza de que fue capaz.

Sara hizo silencio un momento y por fin le dijo mordiendo las palabras, con furia contenida:

-Jamás te voy a perdonar este desaire después de lo del otro día y óyeme bien, puta: que no te sorprenda yo en una falta porque entonces tendré la oportunidad y el placer de despellejarte el culo a varillazos, que es lo que quisiera hacerte en este mismo momento. –Y sin más se alejó dejando a la niña sumida en sensaciones intensas y contradictoras. Había obedecido a sus Amas, había actuado como una buena esclava, pero a la vez no podía ocultarse a sí misma la frustración que le provocaba no haber podido entregarse nuevamente a la celadora.

Aún quedaba café con leche en la taza y un poco del croissant, pero había perdido por completo el apetito y decidió regresar a la habitación, donde encontró a Eva y a Juani.

-¿Dónde estabas? –le preguntó la rubia.

-En el comedor, señorita Eva, desayunando. –contestó.

-¿Qué te pasa? –intervino Juani.

-Nada… na… nada, señorita Juani. –dijo y quiso ir al baño para evadirse de la situación que empezaba a plantearse, pero la morena se lo impidió tomándola de un brazo.

-Tú no vas a ningún lado. Venga, suelta el rollo, habla.

-Sí. –se sumó Eva. –Algo te pasa, perrita. ¡Tienes una cara!, vamos, cuéntanos. ¿O prefieres que te soltemos la lengua a cintarazos?

-No, señorita Eva, no me peguen, es que… es que me resulta difícil decirlo…

Juani perdió la paciencia y sin soltarle el brazo, que mantenía aferrado con su mano izquierda, le dio una fuerte bofetada con la derecha.

-¡Basta de tonterías y habla de una buena vez, niña estúpida! –y de un empujón la derribó al piso.

Lara quedó boca abajo, inmóvil, en posición fetal y con los ojos llenos de lágrimas, pero Eva la incorporó brutalmente, tomándola del pelo.

Lara creyó que iba a golpearla y se cubrió la cara con las manos.

-¡HABLA! –le gritó la rubia y la niña tuvo tanto miedo de una dura paliza que se decidió a contar el episodio con la celadora.

-Es esa celadora…

-¿Qué hay con ella? –preguntó Juani.

-Se me acercó en el comedor mientras yo desayunaba y quiso… quiso… quiso tenerme…

-Vaya, vaya con la matrona, ¿y tú qué?...

Lara dudó un instante, pero finalmente se decidió a contar toda la verdad.

-Yo le dije que no, que no iba a entregarme otra vez a ella porque no quería convertirme en lesbiana…

-¡Muy bien, perrita! ¡Muy bien!... –aprobó Juani. -Muy buen argumento encontraste para no desobedecernos. ¿Y qué ocurrió entonces?

-Se enojó mucho, señorita Juani. Me dijo que nunca me iba a perdonar y que si me encontraba en alguna falta me iba a… a despellejar el culo con la vara… Eso me dijo…

Eva y Juani rieron y la rubia dijo:

-¡Vaya calentura que tiene esa mujer contigo, perrita!... Para haberse puesto así tiene que desearte mucho.

-Sí, creo que sí, señorita Eva… -y luego de un momento y de volver a pensarlo, agregó:

-Yo… a mí… a mí también me excita ella… -su voz había sonado apenas audible, por el miedo.

Se produjo una pausa densa durante la cual Eva y Juani se miraron con cierto asombro ante la inesperada confesión de la esclavita.

Lara aprovechó esa pausa para lanzarse decididamente a contarles a sus Amas todo lo que estaba sintiendo ante el no tan lejano final de su relación con ellas.

-No voy a poder vivir como una chica normal, señoritas. Ya siento una pena enorme de pensar que ustedes van a irse y voy a quedar a la deriva. Ustedes me permitieron descubrir lo que soy de verdad. Ustedes me permitieron saber que soy una esclava, que estoy hecha para servir, para obedecer, para ser usada. Soy una esclava y no puedo concebirme sin serlo.

Lara había cobrado todo el valor necesario para abrirse por completo ante sus Amas, y continuó, aunque con la vista clavada en el suelo y las manos atrás, tal como se le había enseñado.

-Por eso, señoritas, como ustedes van a abandonarme a fin de año, yo… empecé a ver a la señora Sara como una posible Ama a la cual entregarme cuando ustedes se vayan.

Eva y Juani volvieron a mirarse, esta vez largamente, y fue Eva quien finalmente habló:

Por lo que acabas de decirnos veo que hemos hecho contigo un trabajo mejor que el que suponíamos, Lara. Hemos hecho de ti una auténtica esclava y a mí, y estoy segura de que también a Juani, me da mucho morbo saber que jamás vas a volver a ser una chica vainilla.

-Jamás, Ama Eva… -coincidió la niña.

-Créeme que lamentamos tener que dejarte para volver a nuestra ciudad. –dijo Juani. –Pero dentro de todo nos complace saber que no vas a quedarte sin un Ama.

-¿Entonces… entonces no ven mal que yo… que yo cuando ustedes se vayan me… me entregue a la señora Sara?...

-No, perrita, al contrario, lo que nos disgustaría es que te conviertas en una esclava sin dueña, en un manjar que nadie saborea, y como lesbianas que somos tampoco nos gustaría que optes por un Amo. –dijo Eva.

-No, señorita Juani, quiero ser de la señora Sara.

-¿Pero ella es Ama? ¿Conoce el bdsm? ¿te ha dicho algo de eso?

No, no me ha dicho nada concreto, pero… pero es muy dura, muy dominante, muy severa… Quizá ella no sepa que es Ama, quizá no sea consciente de eso, pero lo es…

-Perfecto, entonces, no te quedarás sin Ama cuando nosotras nos vayamos y para celebrarlo, será esta noche que te entregaremos a don Ramón para que te desvirgue. Tu coño es el último de tus agujeros que a ese vejete le queda por usar. –dijo Eva

-Sí, señorita Eva, lo que ustedes dispongan… -¿Puedo… puedo decir algo?...

-Habla. –concedió Juani.

-Es sólo que… que me da un poco de miedo… He oído que duele…

-A algunas más que a otras, pero nada del otro mundo, y además después del dolor gozarás como la perra en celo que eres. –acotó Juani soltando después una risita.

-Por último, esclava, para el final de los cursos restan dos meses durante los cuales te cuidarás muy bien de tomarte ni siquiera la más mínima licencia con esa celadora. La ignoras por completo y te portas muy, pero muy bien, ¿has oído?

-Sí, Ama Eva…

-Supongo que en vacaciones vuelves a tu casa, ¿verdad?

-Sí, claro, Ama Eva...

-Bien, a tu regreso para el próximo año será cuando te entregues a tu nueva Ama, pero hasta entonces nada con ella y menos que se dé el gusto de despellejarte el culo con la vara.

-Queremos que tenga mucha hambre de ti cuando por fin te agarre, perrita, jejeje. –intervino Juani y ambas chicas rieron.

…………..

Las horas de la tarde transcurrieron tranquilas para Lara. Sus Amas le hicieron dormir una larga siesta y por la noche cenaron las tres en un comedor que se veía mucho menos poblado que en días de clase, porque numerosas alumnas eran de la ciudad y pasaban los fines de semana en sus hogares.

Lara comió muy poco. Estaba inapetente por los nervios que sentía ante la inminencia de su desfloración.

Por fin, alrededor de las 11 de la noche, Eva y Juani llevaban a su esclavita escaleras arriba hacia la vivienda del conserje.

El vejete caminaba por el living como una fiera enjaulada, excitado e impaciente ante la inminencia del placer que lo esperaba. Nada menos que desvirgar a una adolescente de 15 años y, para mejor, dueña de una llamativa belleza.

Eva fue quien llamó a la puerta y rápidamente don Ramón les franqueó la entrada mientras sus ojos se clavaban en Lara.

-Aquí está su comida de esta noche, don Ramón. –dijo Eva mientras empujaba a Lara hacia el viejo, que la recibió gustoso apretándola entre sus brazos y besuqueándola. Lara se estremeció sintiéndose en una prisión que la excitaba y aterrorizaba a la vez. Había oído muchas cosas sobre la desfloración y la tenía muy inquieta esa posibilidad de experimentar un dolor desconocido y, por tanto, atemorizante.

-Una niña de carne tierna a la que esta noche usted hará mujer, don Ramón. –dijo Juani.

-Sí, sí… venga, pasemos al dormitorio. –invitó el vejete tomando a Lara por la cintura. La niña giró la cabeza y miró a sus Amas con ojos suplicantes, pero sólo tuvo como respuesta la sonrisa perversa de ambas chicas, ansiosas por lo que vendría.

Don Ramón se sentó en el borde de la cama e invitó a Eva y Juani a hacer lo mismo.

-Desvístete, niña, -ordenó el conserje. Venga, haz un Stree ptease para nosotros, jejeje.

-Hazlo como te hemos enseñado, perrita, lentamente… -agregó Eva.

-Y en el orden que ya sabes. –completó Juani.

Lara sabía que su suerte estaba echada y que nada podría evitar su desvirgamiento. Se agachó para despojarse de los zapatos y luego de las medias y volvió a erguirse. Se quitó la faldita escocesa, la corbata, la blusa y cada prenda que la abandonaba iba descubriendo progresivamente sus encantos: esas piernas largas, de muslos llenos y tan bien torneados, la cintura alta y estrecha. Le llegó el turno al sujetador y cuando se lo quitó y lo depositó en el piso, quedaron al aire sus deliciosas tetitas de pezones oscuros, más bien pequeñas, redondas y bien paraditas.

Cuando empezó a deslizar despacio las braguitas en dirección a los tobillos el conserje la interrumpió:

-Espera, date vuelta, muéstranos el culo y sigue.

Lara temblaba y tenía las mejillas ardiendo de vergüenza, pero obedeció y continuó hasta que las bragas estuvieron en el piso junto a las otras prendas. Ya estaba totalmente desnuda, lista para el sacrificio de su virginidad. La niña no podía verlo porque seguía de espaldas, pero el vejete miraba como hipnotizado ese culo perfecto, de nalgas redonditas, carnosas y firmes que él estrenara unos días atrás.

-Es el culo más hermoso que he visto en mi vida… -dijo como hablándose a si mismo.

-No sólo lo ha visto, don Ramón. –dijo Juani. –También lo ha disfrutado, jejeje.

El viejo salió entonces del encantamiento en que parecía haberse sumido:

-¡Y cuánto lo he disfrutado, chavala! –exclamó. –Y espero que me permitáis disfrutarlo nuevamente muy pronto. Pero ahora quiero su coñito virgen, quiero darle a ese nidito su primera polla. –y así diciendo tomó a Lara de un brazo, la hizo girar y con sus ojos de sátiro clavados en la entrepierna depilada de la niña, le dijo:

-Ahora vas a desvestirme, quiero follarte en pelotas. –pero la niña permanecía inmóvil y con una expresión de miedo en su rostro. Entonces intervino Eva que en una de sus prácticas favoritas le dio una bofetada. Juani hizo lo mismo y mientras Lara tambaleaba tratando de no caer le dijo con tono duro:

-¿Quieres más, perra estúpida?

De la boca de la niña brotó una súplica y entonces Eva la tomó del pelo para enderezarla y volvió a pegarle una y otra vez hasta que los ojos de la esclavita se llenaron de lágrimas que bañaron sus mejillas.

-Por favor, señorita Eva… Por favor… -rogó Lara entre sollozos.

-¡DESVISTE YA O SEGUIREMOS DÁNDOTE HASTA QUE LO HAGAS! –fue la impiadosa respuesta de la rubia.

La reticencia de Lara no era otra cosa que miedo a la desfloración, a lo desconocido, a ese dolor que sabía iba a sufrir pero que no podía dimensionar, porque en realidad lo que estaba viviendo en manos del vejete y sus Amas la excitaba, la humedecía, estimulaba su masoquismo ya totalmente innegable. Ella era eso y lo aceptaba. Necesitaba como el aire que respiraba la férrea y perversa dominación de sus Amas, los castigos, las humillaciones, el sexo que le imponían con hombres como don Ramón y chicas como ellas y como Pepi y Ana.

“Bueno –se dijo. -al fin de cuentas no ha de ser tanto el dolor del desvirgamiento si ninguna se ha muerto de eso” –y con paso algo vacilante avanzó hacia el conserje, le quitó los zapatos y las medias, le soltó la hebilla del cinto, corrió el cierre de la bragueta, tomó con manos temblorosas el borde superior de los pantalones y comenzó a bajarlos hasta ver la polla ya semi erecta que emergía por el costado izquierdo del calzoncillo y que hizo que los latidos de su corazón se aceleraran. Mientras completaba el descenso de los pantalones recordó cuando tuvo esa polla bien dura en la boca y la evocación hizo que se humedeciera aún más.

-¡Venga, niña, apresúrate! –exigió don Ramón. –y un momento después ya estaba mostrando ante las tres su cuerpo de carnes blanquecinas, arrugadas y flácidas, sus escasos pelos en las piernas flacas.

“No es lo que se dice un Adonis.” –pensó Lara mientras sus ojos lo recorrían de arriba abajo. “Pero me excita justamente por eso, porque es un viejo, un viejo asqueroso… Estoy enferma y no puedo hacer nada contra eso… Mis adoradas Amas me enseñaron a verme tal cual soy…” Animada por esa conciencia que acababa de lograr respecto de su condición le quitó al viejo la camisa y por último el calzoncillo, para lo cual tuvo que arrodillarse y en esa posición, con la polla ya erecta a centímetros de su rostro, tuvo que contener, con esfuerzo, la tentación de metérsela en la boca y mamarla hasta extraerle toda la leche que ella hubiera tragado con gusto. Pero la voz del vejete la sacó de sus fantasías:

-Dobla la almohada en dos y échate de espaldas sobre ella. –le ordenó. Estaba doblando la almohada cuando Eva y Juani la tomaron de los brazos y la pusieron en la posición que había indicado el conserje. Esa intervención de sus Amas le hizo bien, porque la arrojó de lleno en su condición de esclava usada y sin decisión propia. Se sintió un objeto de placer que era colocado para el uso de quien lo deseaba. Carecía de la más mínima libertad, del más pequeño porcentaje de voluntad propia y eso la liberaba de culpas y de la pesada tarea de tener que elegir esto o aquello, hacer esto o no hacerlo, algo que era corriente en la vida de las personas. Pero ella no era una persona sino una esclava y, por tanto, estaba exenta de esas obligaciones que a veces resultaban abrumadoras. Lo único que ella debía hacer era obedecer y ésta era su vocación, de modo que no le alcanzaría la vida para agradecer a sus Amas el habérselo revelado.

En medio de esos pensamientos y vertiginosas sensaciones se encontraba cuando Eva y Juani, una a cada lado de la cama, le flexionaron y abrieron las piernas para que el vejete se arrodillara entre sus muslos con su polla erecta en su mano derecha, apuntando hacia el blanco. Lara miró ese ariete y ya no tuvo miedo. Por el contrario, lo deseaba entrándole en el coño y quitándole el último vestigio de su condición de chica común y corriente: la virginidad.

El viejo miraba con ojos desorbitados ese conejito depilado cuyos labios externos Eva y Juani habían abierto para facilitarle la penetración. Después de superar su miedo, Lara estaba húmeda y esto lo comprobó Juani cuando mientras el ariete del viejo se acercaba a su objetivo introdujo un dedo para masajear un poco el clítoris y enseguida otros dos, que sacó mojados de flujo y los llevó a la boca de la esclavita para que ésta se los limpiara.

Por fin la polla del conserje entró despacio en el nidito de la niña, que se estremeció ante ese primer contacto y sus Amas la sujetaron por ambos brazos temiendo que tratara de resistirse, pero Lara no tenía la menor intención de hacerlo. Por el contrario, gimió cuando la polla empezó a deslizarse hacia adentro y hasta adelantó sus caderas para acelerar la penetración. Al notarlo, Eva y Juani se miraron complacidas.

El vejete empujaba, pero el caminito era estrecho, aunque la lubricación que Juani favorecía con una muy hábil estimulación del clítoris, ayudaba a que la polla fuera avanzando lenta pero inexorablemente mientras Eva masajeaba las tetitas de la niña y jugueteaba con los pezones, que estaban duros y erectos. Lara se retorcía con los ojos cerrados y una expresión tensa en su cara, a la par que de su boca brotaban gemidos que expresaban alguna molestia. Sentía dolor y a la vez ansiedad por tener esa polla dura toda adentro; que su virginidad estallara de una buena vez y fue lo que ocurrió un instante más tarde, cuando el viejo embistió con un golpe de caderas decisivo y su ariete atravesó la barrera y continuó su avance hasta el fondo mientras la cabeza de la niña era un universo de estrellas enloquecidas y Eva no alcanzaba a impedir el grito de dolor que salió de su boca.

-¡Siga, don Ramón, siga! –apremió Juani ante la tan esperada consumación del desvirgamiento. Y claro que el sátiro siguió y siguió en tanto el dolor iba gradualmente atenuándose para dejar paso a un goce que fue haciéndose poco a poco cada vez más intenso hasta sumirla en una tensión que la encendía entera y llenaba sus ojos de lágrimas.

-Sí… sí… así, don Ramón… ¡¡¡asíiiiiiiiii!!!... –clamó anhelando el estallido orgásmico que la liberara de tanta tensión ya insoportable. El viejo bufaba como una bestia y un instante después se corría entre espasmos para caer desmadejado y jadeante sobre la esclavita llenándole el cuello de baba.

Eva y Juani se habían masturbado, incapaces de soportar impasibles lo que acababa de ocurrir y durante un largo momento los cuatro yacieron amontonados en la cama, mezclando en una extraña sinfonía sus jadeos y respiraciones agitadas. El conserje, agotado física y emocionalmente se había adormilado y momentos después Eva y Juani, ya recuperadas, debieron quitarlo de encima de la niña y dejar que terminara de sumirse en el sueño. 

Lara se sentó en el lecho y se asustó cuando vio sangre en sus muslos, pero Eva la tranquilizó mientras la tomaba de un brazo:

-Es normal, venga, levántate que vas a limpiarte esa sangrecilla. –dijo y se la llevó al baño, donde en el botiquín encontró gasa y un botellín de agua oxigenada. Lara limpió la sangre e higienizó después su coño para volver al dormitorio, donde se vistió mientras el conserje roncaba estruendosamente.

Las tres regresaron escaleras abajo hasta la habitación.

Una vez allí ambas Amas dieron rienda suelta a la intensa satisfacción que experimentaban:

-Arrodíllate, perrita. –ordenó Eva y ya con Lara de rodillas se sentó en el bode de su cama junto a Juani.

Lara observaba perfectamente la postura en sumisión que se le había enseñado, con la cabeza gacha y las manos atrás cuando Eva dijo:

-Bueno, pequeña, ya no queda nada de lo que eras antes de conocernos, cuando eras una estúpida y timorata niña vainilla. Pero nosotras te hemos hecho ver lo que eres en realidad.

-¿Y qué eres, Lara? –intervino Juani.

La niña pensó la respuesta y dijo:

-Una esclava, Ama Juani.

-¿Y qué más eres? –preguntó la rubia.

-Una… una perra, Ama Eva… -contestó Lara.

-Eres algo más. –dijo Eva.

La niña trató de descubrir ese algo más sin conseguirlo y entonces Eva le dijo:

-Eres ya una puta, una golfilla hambrienta de pollas y de coños. Esta noche, tragándote la polla que te ha desvirgado, has terminado de echar al cesto de residuos tu pasado, Lara. Te hemos educado en la esclavitud, en la ley de la obediencia y la sumisión para la cual estabas ya hecha... ¿Comprendes esto?

-Sí, señorita Eva.

-Porque a pesar de tu resistencia y tus tonterías iniciales comprendiste pronto que tú eres esto, niña, que la esclavitud estaba en tu esencia, ¿verdad?

-Sí, señorita Eva, lleva usted razón.

-Porque ninguna hembra puede ser convertida en esclava si en realidad no lo es ya en su esencia. –agregó Juani.

Lara pensó sobre esa afirmación de la morena y finalmente dijo:

-Es verdad, señorita Juani.

-Bien, de todo esto se deduce que debes estarnos agradecida por haberte educado y conducido hacia tu verdadero ser, Lara, hacia tu felicidad.

-Sí, sí, sí, señorita Juani, es verdad, a vosotras os debo esta dicha, esta plenitud que siento al ser vuestra esclava, vuestra perra, vuestra puta, vuestra mascota si es que me concedéis ese honor.

Eva y Juani intercambiaron sonrisas y miradas complacidas y la rubia dijo:

-Debes saber, Lara que nosotras estamos orgullosas de ti, eres una esclava perfecta, obediente, muy puta y para mejor, bisexual, factible de ser entregada tanto a hombres como a mujeres, de modo que no podríamos encontrar mejor servidora.

El elogio, por lo encendido e inesperado, emocionó tan hondamente a la niña que en un impulso se inclinó y besó devotamente los pies de sus Amas mientras sentía que la dicha colmaba su corazón y le llenaba los ojos de lágrimas.

(continuará)

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