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Y la puerta de al lado se cerró

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Cuando abrí un ojo y miré el reloj vi que era muy tarde.

En el piso no se oía ningún ruido así que supuse que mis compañeros ya no estaban.

Además era sábado, seguro que se ya se habrían ido a su casa.

Yo tenía que levantarme ya. El tiempo apremiaba y por la noche quedara con todos mis amigos para cenar en casa con la excusa de que había sido mi cumpleaños.

No tenía aún nada pensado.

Saqué un pie de la cama. Hacía frío asique decidí quedarme un ratito más debajo de las sábanas calientes.

Mientras cerraba los ojos me vino a la mente una imagen del sueño que tuviera esa noche.

Me veía en mi propia cama con mi hermana durmiendo en la de al lado. Sin esperarlo notaba como alguien se introducía bajo las sábanas y se pegaba completamente a mí.

Estaba desnudo. Podía notarlo porque yo únicamente dormía con una camiseta.

Quise girarme, pero no me dejó.

Lo único que se limitó a hacer fue a taparme la boca y darme todo el placer que fui capaz de soportar.

Ahora que me paraba a pensarlo, era un buen argumento para un relato.

La historia y el estar dentro de cama desnuda sin nada mejor que hacer me dio pie a pasar un buen rato, esta vez de forma real.

Bajo la cama guardaba una cajita muy mona en apariencia.

Dentro había varios objetos destinados a otorgarme grandes momentos de placer, y a todo el que tuviese la fortuna de acompañarme esa noche, jeje.

Esa mañana me decanté por unas bolitas vibratorias que venían con el añadido de que se controlaban por control remoto.

Cuantas veces me salvaron del sopor de alguna charla tediosa en algún salón de actos.

También me encantaba llevarlas cuando iba de compras con mis amigas. Entrar en el probador a cambiarte de ropa y de paso jugar un ratito.

Pero esa mañana no me apetecía fantasear con nada. Sólo auto complacerme y salir a preparar todo.

El sueño anterior debiera de dejarme muy calentita puesto que las bolas entraron sin más, no necesité lubricante ni llevármelas a la boca.

Aprovechando la soledad del piso, no reparé en cortarme. Nada de ahogar los gemidos contra la almohada.

Cuando terminé fui a ducharme, el piso seguía en completo silencio.

Llegada la noche cuando me disponía a entrar en la cocina me topé con uno de los chicos que vivía conmigo.

Por no ser maleducada lo invité a cenar con todos nosotros.

Mientras los invitados se acomodaban en el salón aproveché para escaquearme al baño y ponerme las bolitas otra vez.

Era una noche especial y había que hacerla inolvidable, y quien sabe quizás encontrase a alguien con quien compartir ese secretillo.

Busqué por el mando, pero no lo encontré ¡A saber dónde lo pondría con las prisas de esa mañana!

La gente me llamaba así que decidí buscarlo en otro momento.

Cuando iba a levantarme a buscar el postre me pareció notar que las bolas comenzaban a vibrar.

Era algo muy sutil y yo estaba de pie así que tampoco podía asegurarlo.

A medida que pasaba el tiempo confirmé mis sospechas, sí, las bolas estaban vibrando y eso suponía que alguien había encontrado el mando y estaba jugando conmigo.

¿Pero quién?

En la cena los chicos abundaban, bueno, la mitad eran novios de, así que esperaba que no fueran ellos. Descartando estos aún quedaban unos tres posibles candidatos.

Llegó la hora de ir a tomar algo. Las parejitas se marcharon y nos quedamos un par de chicos, tres chicas, yo y mi compañero de piso.

Las bolas siguieron vibrando todo el rato que echamos tomando algo.

Luego mis amigas y yo nos decidimos ir solas a bailar un rato y a celebrar mi cumpleaños, pero sólo eso, chicas.

Las bolas dejaron de vibrar en cuanto nos separaron…Ya me veía el lunes yendo a comprar un nuevo pack, porque no sabía quién quería jugar secretamente conmigo.

La noche fue muy divertida, con momento lésbico incluido, ya que a mi amiga le encantaba hacerse pasar por mi novia cuando la venían a acosar.

Confieso que me encantaban esos detalles.

Era ya muy tarde cuando volvimos cada una para su casa.

Una vez llegué a casa no tenía ganas de nada, así que me desnudé, cogí una camiseta cualquiera y me metí en cama.

Ni siquiera me acordé de quitar las bolas.

El sueño pronto me vino a buscar. Y como sucediera la noche anterior volví a tener otro sueño erótico.

El protagonista era el mismo de la otra vez. Lo sabía porque aquel olor era inconfundible.

Al dar la vuelta y ver aquella cara… ¡Cuánto tiempo había deseado aquel momento!

Algo frío que rozándome me sacó de aquel placentero momento.

Aquel olor también me era muy familiar, pero no era capaz de saber dónde lo había olido.

Alguien se estaba metiendo en mi cama, pegado a mi espalda. Al igual que en el sueño estaba desnudo. ¿Era eso, se trataba de un sueño?

Fue la vibración de las bolas lo que me confirmó que no, no era un sueño.

Aquel hombre tenía el poder. Entonces, era uno de mis amigos, pero ¿quién?

Intento dar la vuelta y comprobarlo.

De nuevo, igual que ya sucediera en mis ensoñaciones, me impide dar la vuelta y descubrir el misterio.

El movimiento de las bolas era cada vez mayor, bajo el control de mi intruso.

Su mano se deslizo suavemente a lo largo de mi espalda, rozando suavemente mi culo y llegando hasta mi clítoris.

Acompasaba los movimientos de su mano con los de las bolas, haciendo que cada momento a mayores que pasaba con su compañía menos quisiera que se acabase.

Esta vez sí ahogué el grito contra la almohada. No quería que mi compañero supiese nada.

Mi particular intruso me sacó la única prenda que llevaba.

Me colocó en la cama boca abajo y me abrió completamente.

Llevé una mano a mi coño para quitar las bolas, pero él me la cogió y junto la otra y me las ató con la camiseta.

Al momento noté como las bolas entraban aún más adentro de mi coño.

Las estaba empujando con su gran polla y lo mejor de todo era que a la vez notaba parte de ella follándome.

Era increíble cómo era capaz de abrirme tanto para que me entrase todo.

Y por lo que pude notar aquella polla no era pequeña, precisamente.

Por la manera de moverse y de jadear, podía notar que mi acompañante sorpresa estaba a punto de correrse.

Sin embargo, lo que hizo me extrañó.

Sacó su polla toda húmeda de mi coño. Me incorporó levemente tirándome de los rizos de forma que quedase sentada en la cama.

Desató mis manos y me vendó los ojos con la misma camiseta.

Me dio la vuelta y me quitó las bolas del coño.

Me abrió la boca y me las metió, obligándome a saborear todos mis fluidos.

Volvió a abrirme la boca, esta vez para meter su polla y follármela.

Aquella boquita tan pequeña, húmeda y caliente.

Me dio las bolas y me indicó que me rozase con ellas, pero cuando quise meterlas de nuevo me paró.

Cada vez me follaba la boca con más y más ganas.

De nuevo podía notar como iba a correrse.

Estaba ansiosa porque me llenase la boca con su corrida.

La sorpresa final llegó cuando de nuevo me la quitó de nuevo, cogió las bolas, me juntó las manos y se corrió sobre las bolas y mis manos.

Al terminar cogió las bolitas y me las metió en el coño.

Notaba toda la corrida en ellas, y lo fácil que se deslizaban en mi coño.

El resto de corrida que quedaba en mis manos me la hizo lamer.

Mientras hacía esto, pude oír como salía de la habitación.

Al momento la puerta de al lado se cerraba sutilmente.

Mi particular intruso era mi compañero de piso.

(9,15)