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Una esclava inesperada II

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El culo de Ga estaba muy rojo cuando terminé de propinarle los 45 azotes que le había prometido. Pero yo quería todavía más, quería ver ese culo morado. ¿Qué me estaba pasando?

—45 – dije yo

—Tienes la mano pesada cabrón… pero me encanta que me azoten el culo… sobre todo el culo… – me contestó ella levantándose

—No te levantes todavía – le ordené – todavía quiero azotarte más…

—¿En serio? – me preguntó entre feliz e incrédula

—Si…

De la pura excitación se me había vuelto a parar. Le empezaba a agarrar gusto a esto, pero no me quería sobrepasar. Le di otros diez en cada nalga y le dije que ya había terminado cuando me pregunto:

—No creo que hayas probado el sexo anal, ¿verdad?

—Me acabas de estrenar Ga…

—…quiero que me cojas por el culo… se siente más rico cuando te acaban de azotar como tu…

—Lo que digas “puta” …

Parece que eso fue un detonante para ella. Se levantó y me beso apasionadamente. Me agarro el paquete y me masturbaba muy rápido. Se separó de mí y me dijo:

—cómo va a ser tu primera vez, tienes que lubricar mi ojete, para que no te duela tanto. Yo me encargo de lubricar tu verga. Pero tienes que prometerme que la próxima me la metes sin nada.

Nos fuimos a mi cuarto y me dijo que me acostara. Ella se acomodó para un 69 y me dijo que le mamara el culo y lo que yo quisiera mamarle.

Un 69 en mi primera vez… vaya suerte la mía.

Lo primero que me llego fue un olor a mierda, pero andaba ya muy encarrilado para echarme para atrás, así que me dispuse a mi tarea. Al principio si me dio un poco de asco, pero, quizá por el morbo o quizá por otras cosas, pero el asunto de mamarle el trasero a una vieja me excitó mucho y debo confesar que ahora me agrada en sobre manera.

Yo chupaba y chupaba ese ojete que me parecía muy pequeño y no me explicaba cómo es que iba a meter mi verga ahí. Me di cuenta de que el coño de Ga estaba muy mojado, de hecho, casi chorreaba y entonces, tal vez por instinto, la empecé a masturbar, le metí dos dedos en su coño y después los frotaba en su ojete. Al parecer le gustaba lo que hacía, aunque después me dijo que, en ese aspecto de mamar, no era muy bueno. Después me enseñaría algunos truquillos.

Mientras tanto ella me estaba llevando a la gloria por tercera vez. No sé por qué, pero mamaba muy rico, de hecho, ninguna mujer con la que haya estado me la mamó como ella.

Después de un rato de felación me dijo que ya estaba bien, que quería que la reventara. Se puso a cuatro patas y me recomendó:

—como es tu primera vez, hazlo despacio, vela metiendo poco a poco, ¿ok?

Apunté mi verga a punto de estallar en su culo y forcé la entrada. Me sorprendió la facilidad con la que entraba. No me dolía como ella dijo. Ya tenía la cabeza y un poquito más adentro y decidí clavarla entera. Estaba desesperado y quería venirme ya. Ella suspiró y yo comencé un frenético mete y saca. Tenía un culo riquísimo y sentía que me venía a cada embate. Una vez más comencé a nalguearla (creo que eso me excita muchísimo), pero ella puso sus manos en sus nalgas y me dijo que de nalgadas estaba bien, que ya le dolía bastante el culo. Me enojé, porque yo quería dejarle el trasero morado y le saqué la verga del culo.

—¿Por qué paraste wey? – me dijo enojada.

—¿No que ibas a ser mi esclava, pendeja? Si yo quiero azotarte más, pues te voy a azotar más. ¿No que me valiera verga lo que tú quisieras? ¿No que podía hacer lo que yo quisiera con tu cuerpo?

—Jajajaja… me disculpo “amo”, tiene usted razón. – me dijo sonriendo y agregó – Haga lo que quiera con mi cuerpo.

Le volví a dar una fuertísima nalgada y esta vez chilló de dolor, pero no se movió ni hizo nada, de hecho, se le veía una leve sonrisa en la cabeza gacha. Le volví a soltar otra nalgada lo más fuerte que pude y la moví de esa posición, pero se levantó y se puso de nuevo a cuatro patas, con el culo bien levantadito. Y se la clavé de un solo golpe. Aulló, pero esta vez era de placer y sin más comencé a trabajarle el agujero a un ritmo frenético. Sus jadeos eran fuertes y me espetaba: “así cabrón, que rico.” “Pégame, destrózame ese culo.” “Así wey, así, que se vea quien es el que manda.” “Dame más duro cabrón, que me estoy viniendo” “Que rica verga wey, no me la saques, por favor, metela más.”

No sé cuánto tiempo duré, porque yo a cada rato sentía que me venía, pero nunca llegué al orgasmo y me cansé de bombear. Eso sí, no se la quería sacar, porque se veía que ella estaba pasando un buen rato y pues ni se diga lo que yo sentía… Me senté en la orilla de la cama y le ordené que se la clavara en el culo, pero de espaldas a mí.

Ahora me iba a dedicar un poco a sus tetas. Se la clavó de igual manera de un solo golpe y ella comenzó a saltar. Mis manos se movieron rápidamente hacia sus dos enormes melones. Se los apretaba muy fuerte y le comencé a pellizcar los pequeños pezones que ya estaba bastante duros. “Pellízcame más duro cabrón” “¿Eres maricón o que pedo?

¡Fuerte cabrón! como si me los quisieras arrancar”

Tiré de sus pezones lo más que pude y se los apretaba muy fuerte (temí en momentos en que de verdad se le desgarraran) y aun así ella pedía más. Traté de satisfacer sus exigencias, hasta que, entre convulsiones, me dijo que se estaba viniendo. “Ese ha sido uno de los mejores que he tenido” me dijo.

Quizá después le torturaría más esas tetotas que tenía. Paré porque estaba por venirme y le dije que quería venirme en su boca una vez más. Se la sacó y aproveche para soltarle otra fuertísima nalgada, que la hizo tambalearse, pero cuando me volteo a ver estaba feliz. Se hincó y se dispuso a mamar mi verga, que, a decir verdad, tenía algo de mierda de su culo.

Pensé que se iba a detener, pero no dudó ni un segundo y la engullo. No tardé mucho en venirme. Se lo tragó todo.

Se sentó al lado mío, me dio un tierno beso en la boca y después me dijo acariciando mi pecho:

—Lex, para ser tu primera vez, ha sido una cogida muy buena… Te amo

—Yo también te amo – contesté sorprendido de su comentario – …pero pensé que eso no era lo que querías…

—No arruines el momento pendejo…

Me volvió a interrumpir. Y sonriendo la besé acariciando su cabello. Reparé en el reloj de la pared y me di cuenta de que ya casi era hr de ir a la escuela...

—¿Quieres ir al CCH o nos quedamos? – le pregunté

—Como tú digas – contestó y me miró a los ojos con una tiernísima cara – ahora tu eres el que manda.

De alguna manera ver esa cara me excito muchísimo. Esa actitud de niña buena, esa cara de pícara e inocente al mismo tiempo. Estaba enamorado de mi puta. Me empalmé enseguida. Ella lo notó.

—¿Todavía sigues en pie de guerra? – me preguntó sonriendo

— Pero quiero hacer algo ahora.

—Lo que tú digas “amo” – me dijo mientras me masturbaba lentamente – Aquí está tu puta para que hagas lo que quieras con ella.

—Pues lo que el “amo” quiere es hacerle el amor a la “puta” –dije sonriendo

—Pues… – hizo un ademán de vomitar, pero se acercó con una sonrisa – para eso está tu puta.

La besé y la abrasé. A pesar de que me gustó mucho tratarla mal, me sentí un poco culpable por lastimarla tanto y quería demostrarle un poco de ternura. Al fin y al cabo, era mi primera vez y yo tenía pensado algo así. Tierno, apasionado, normalón…

Nos fundimos en besos y caricias. Acaricié todo su cuerpo y ella el mío. Y lo hicimos. Lento, pero fuerte. Suave, pero apasionado. Creo que la temperatura subió un poco más y al poco rato ella se vino. Instantes después lo hice yo. Ya rendidos en la cama, juntos y abrazados, nos quedamos dormidos.

Me desperté cuando empezaba a oscurecer y noté que Ga estaba en mi pecho profundamente dormida. Admiré a la mujer que estaba sobre mí. Era hermosa. No me lo podía creer. Acababa de perder mi virginidad y con una mujer sumamente deseable y no sólo eso, sino que también había experimentado algo más: tenía una tendencia sado.

En ese momento no sabía lo que me pasaba, mi mente no podía asimilar tanto, sin embargo, con el tiempo aprendería algunas cosas. Por un lado, me sentía mal, no es bueno lastimar a la gente y menos humillarla; sin embargo, eso me había excitado en sobre manera. Quería repetirlo, quería azotar, pellizcar, morder, humillar… pero me sentía excitadamente mal por ello.

Me levante para comer algo. Me dirigí a la cocina con la esperanza de que mi padre hubiera hecho la despensa antes de irse. No lo había hecho. En el refri no había más que unos yogurts bebibles, leche y 3 huevos. Decidí llamar comida rápida. Estaba por ordenar comida china, cuando sentí un leve cosquilleo en mi cuello. Era Ga.

—¿Qué quieres de comer?

—Lo que tú me mandes comer, eso comeré. Eres mi dueño ahora.

—¿En serio? – me di vuelta para ver su cara, la cual comenzaba a excitarme

—En serio

—Pues cenaremos comida china, a menos que te tengas que ir. ¿No te van a decir nada si no llegas?

—Tú no te preocupes por eso. Todo está bien. Además, te dije que me dieras un fin de semana y te voy a dar un fin de semana.

—Si tú lo dices… – me alcé de hombros y comencé a marcar.

Ga no se quedó quieta y comenzó a jugar con mi verga, que en ese momento estaba flácida, pero sus hábiles manos rápidamente hicieron que estuviera de nuevo erecta. Mientras yo pedía la comida ella me hacía nuevamente un excelente oral. Su lengua recorría cada centímetro de mi erecto miembro para después tragárselo hasta los huevos. Terminé de ordenar la comida, pero ella seguía. Yo estaba en la gloria y nuevamente me invadían aquellos sentimientos sádicos.

Decidí inclinarme a ellos sin prejuicios. Así que la agarré de sus orejas y las estiré y le ordené: “abre la boca puta, que te la voy a coger”. Sonrió y abrió su boca lo suficiente y comencé a moverme yo y a moverla a ella. Se quejó por sus orejas, pero no hizo nada por quitarse mis manos de ahí. Comencé a aumentar el ritmo y ella de repente tosía porque se la metía hasta los huevos. Es muy rico hacer eso. Me di cuenta de que sus orejas estaban ya muy rojas por el tratamiento que le estaba dando, pero ni siquiera habían pasado cinco minutos.

Temí por ella, pero me valía gorro. Ella quería ser lastimada y ahora lo iba a tener. Así que seguí con mi placer. Cada vez tosía más seguido y ya comenzaba a gemir por el dolor en sus orejas.

A mí todavía me faltaba un rato más antes de venirme, pero quería lastimarla un poco más. Seguí como iba por unos cinco minutos más y la solté. Sin embargo, aunque la solté y dejé de moverme ella seguía mamando, aunque dejó de gemir. Le dije que parara porque la quería penetrar una vez más por el culo. No tardó ni dos segundos en levantarse y abrirme con sus propias manos su culo para mi capricho.

Apoyé la cabeza de mi verga en la entrada de su ojete, escupí y cuando hubo entrado se la clavé de un jalón hasta los huevos. Debo de reconocer que me dolió un poco hacer eso, a pesar de que estaba un poco lubricado por su saliva, además, pues no tenía mucha experiencia en ese asunto del sexo anal, pero a ella pareció gustarle, lo que me impulso a seguir a pesar de que me había dolido. Esta vez comencé a cogerla de inmediato muy rápido. El ritmo era muy rápido, pero parecía gustarle y vaya que a mí también.

De súbito le solté una buena nalgada mientras la cogía y a ella le sorprendió, pero al instante me gritó: “pégame otra vez” Así lo hice y me volvió a decir “pégame más” y volví a soltarle otra nalgada. “Más fuerte cabrón” Le solté una bastante fuerte. “¡más fuerte!”. La siguiente se la solté con todas las fuerzas que tenía y soltó un grito de dolor. Ese fue mi detonante para comenzar una lluvia de nalgadas sobre ese soberbio culo que ya comenzaba nuevamente a ponerse rojo, mientras ella gemía entre dolor y placer y me decía: así cabrón, deja tus manos marcadas en mí. Ahhh, así más fuerte, si métemelo más, más… ahhhhh ay wey, como me duele… si, pégame, hasta que se te canse la mano… au, asi, au…

No pude más y me vine. No supe si ella se había venido o no, pero la verdad me valió madre. Se la saqué de jalón y ni siquiera tuve que ordenarle que me la limpiara, porque ella ya estaba chupando golosamente mi cipote. Estaba disfrutando mucho esto. Mi primera vez y mi verga estaba ya algo roja de tanto coger. Que delicia.

A los cinco minutos después de haber terminado de taladrarla, llegó la comida. Ni que decir, los dos teníamos un hambre voraz, así que devoramos lo que había. Al menos yo quedé llenísimo. Ella había permanecido desnuda todo el tiempo y eso me causo morbo, aunque yo iba un poco vestido para recibir al repartidor.

Es fantástico admirar el cuerpo de una mujer. Son tan bellas, tan perfectas. Cada línea, cada curva, cada poro, cada movimiento. Son simplemente soberbias. Cuando terminamos de comer, pensé que tendría sueño, pero paso lo contrario, estaba totalmente despierto. Al parecer Ga también y dado que los dos estábamos algo sucios, le propuse darnos un baño.

—Sólo si me vuelves a coger – me dijo poniendo cara de niña inocente y abriéndose de piernas, dejándome ver obscenamente su vulva

—¿Todavía tienes ganas de coger? – le pregunte

—Pues claro, soy una puta. Tu puta

—Me vas a matar... ¡Golosa! – le dije imitando la frase de una serie mexicana. Sonreí y le di un beso – sale pues. Orale, vamos.

Me quité la poca ropa que tenía mientras ella se iba al baño moviendo ese soberbio culo que ya estaba muy rojo. Pobre, ya la había azotado mucho y aun así quería más, jejejeje… En la vida me había metido con alguien a bañar y, una vez más, sería mi primera vez. Me dieron ganas de orinar y me dispuse a hacerlo. Ella me veía con una cara difícil de descifrar, aunque puedo decir que eran ansias o algo parecido. Mientras orinaba, se le quedaba viendo a mi paquete, flácido.

—¿Algo que me quieras decir? – pregunté

—Mmmm… este… no… nada… – contestó indecisa pero no quitaba la vista de mi pene

—Parece que te lo quisieras comer. Paciencia puta, ahorita te lo tragas

—No… no es eso…

—¿Entonces? Sabes que me puedes decir lo que sea y no te voy a juzgar… digo, después de todo lo que hemos hecho… hasta yo te debería preguntar, como he estado… – dije avergonzado

—Uy Lex, tú has estado espectacular. Hace un rato que no me jodían como tú. Pero, es que…

—¿En serio? – le pregunté y todavía estaba orinando, pues tenía la vejiga llena.

Asintió e hizo algo que no me pude creer. Se acercó a mí, se arrodilló y se metió mi pene a su boca, aunque seguía orinando. Me quedé helado, pues no sabía qué hacer. Ella parecía estarse tragando mi orina. ¡Mi orina! De repente abrió su boca y movió mi pene de tal manera que todo su cuerpo quedara bañado con mi líquido amarillo. Cuando terminé de orinar, se levantó y me dijo “gracias”. Yo me quedé de piedra. Se acababa de tragar mis meados y todavía me agradecía por ello… Me dio asco, pero me excite un poco. Que morboso y que pinche loca estaba esta niña.

—¿Te gustó eso?

—Si… – me dijo con una cara de excitación y vergüenza a la vez

—Pero… en serio te gustan los…

—Si… pero Lex, dijiste que no me ibas a juzgar…

—Callate, no me interrumpas y quédate donde estas.…

Acto seguido, la dejé ahí plantada en el baño. Me fui derecho a la cocina y me serví una jarra de agua. Vaya que me había excitado eso. Me dio asco, pero me había excitado. ¿Hasta dónde llegaría mi perversión y los límites de mi morbo? Un montón de ideas se formaron en mi cabeza. Ese acto había hecho que los límites entre lo asqueroso y lo normal se fueran. Ahora quería hacer muchas cosas y probar sus límites. Por lo pronto, yo ya no tenía. Regresé al baño con la jarra en mano y Ga estaba sentada en el wáter, llorando. Me miró, con cara de regañada, pero al ver la jarra, se sorprendió. Yo, le sonreí y me bebí toda la jarra en frente de ella. Debían de ser como dos litros.

Ella empezó a reír, aunque seguía llorando. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su rostro. Cuando terminé le espeté: “a la regadera zorra, que falta mucho para vuelva a orinarte”

Nos metimos y ella seguía llorando, pero estaba feliz. “Te amo”, me dijo, mientras me masturbaba. Nos abrazamos, nos besamos, nos tocamos. Se separó de mí y, agarró el jabón y me dijo “amo, no te preocupes, que yo te voy a bañar”. Me enjabonó todo el cuerpo y me lo limpió todo.

Puso especial atención en mi pene. Se arrodilló y lo limpió muy bien con sus manos llenas de espuma. Era el momento perfecto para probar sus límites. Mientras ella seguía limpiando mi verga, me di vuelta y le dije “este lo limpias primero con tu lengua y después con el jabón”. Abrió mis nalgas y luego sentí su lengua en mi culo. No había tardado nada en hacerlo. Bien, no le importaba mamarme el culo. Ya después probaría otras cosas que tenía en mente.

Había leído que el “beso negro” es muy rico y estaba comprobando la veracidad de eso. Vaya que es muy rico que te mamen el ojete. Después de un rato que me trabajó el agujero con su lengua, seguimos con el baño. Me la cogí por la concha y terminé dentro de ella.

Ya en mi cuarto, nos dio algo de sueño y nos quedamos dormidos. Había sido un gran día. Terminé rendido y puedo asegurar que Ga también.

Continuará…

Les agradezco de antemano sus valoraciones, comentarios y lecturas.

(9,10)