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Experiencia sexual con mi primo

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Mi relación con mi primo siempre ha sido muy buena. Desde pequeños nos criamos prácticamente juntos. Él es un año mayor que yo. Actualmente él tiene 19 y yo 18.

Un día me encontraba en mi casa tirado en el sofá mientras leía uno de mis libros favoritos, cuando el móvil empezó a vibrarme. Al descolgar sonó la voz entrecortada de mi primo:

—Alejandro ¿te pillo ocupado?

—No -le respondí- estaba terminándome de leer un libro.

—Siempre con tus libros.

—¿Por qué respiras tan aceleradamente?, ya te estas masturbando de nuevo cacho guarro.

—Jajá ojalá -dijo más calmado- ya me gustaría tener tiempo para hacerme una buena paja, pero acabo de venir del entrenamiento de futbol y ahora tengo que hacer unos ejercicios que no entiendo. Me ayudarías.

—¿Y qué me darás a cambio?

—Ya se me ocurrirá algo para darte. Vente.

Accedí y colgué. Mi primo había repetido un curso e iba a mí misma clase. Siempre había sido muy torpe en los estudios, pero en los deportes sobresalía; al contrario que yo que se me daba mejor los estudios que los deportes.

Media hora más tarde llegue a casa de mi primo. Su casa era más grande que la mía con un bonito patio trasero donde practicaba y tenía la piscina. Cuando llame me abrió con cara de alegría por haber llegado. Mi primo es unos centímetros más alto que yo, tenía su pelo pegado a la cara por el sudor del entrenamiento y sus ojos, de un verde oscuro, me miraban iluminados. Él tenía mucho éxito con las chicas, aunque desde hace unos meses estaba soltero. Yo, por el contrario, tenía el mismo pelo negro que mi primo y mis ojos eran marrones. Mi relación con las chicas se resumía en una única novia que no acabo muy bien.

Me condujo a su habitación y me señalo los problemas que tenía. No me quería reír delante de él, pero eran muy fáciles de hacer. Mientras le explicaba cómo hacerlos me di cuenta de que iba haciendo cada vez más calor en la habitación:

—¿Por qué no enciendes el aire acondicionado?

—Se estropeo la semana pasada -dijo mirando fijamente el cuaderno- si tienes calor quítate algo.

Antes de que respondiese se quitó la camiseta que llevaba puesta. Al hacerlo me fije en el perfecto cuerpo que se le estaba poniendo a mi primo por el ejercicio. Tenía el pecho bien formado, con el abdomen formando la tableta y los músculos de los brazos más grandes y fuertes. No entendía por qué, pero ver a mi primo en esa situación hizo que mi pene empezase a crecer dentro de mis pantalones:

—Te estas poniendo rojo- dijo mi primo al mirarme- ¿tienes tanto calor?

Le miré a los ojos y los aparte rápidamente para que no sospechara asintiendo. Se levantó y se fue de la habitación. Aproveche para calmarme. Me frote el pene que ya lo tenía duro para calmarlo. AL rato volvió con un par de bebidas. Cuando le mire vi que ya no llevaba los pantalones e iba solo con unos calzoncillos. Mi corazón latía más deprisa.

Durante el resto del tiempo acabamos los ejercicios, pero de vez en cuando miraba su cuerpo.

—Estoy cansado. Gracias por ayudarme con esto primo.

—Nada.

—Bueno he pensado en tu recompensa. Te voy a invitar a comer. Mis padres se han ido todo el finde así que pensaba ir a por unas pizzas.

—Me parece buena idea.

—Genial. Nos duchamos para quitarnos el calor y nos vamos.

—¿Ducharnos? - pregunte exaltado- ¿juntos?

—Si -dijo sin darle importancia- la ducha es grande y así acabamos antes.

Nos dirigimos al cuarto de baño de sus padres. Tenía razón la ducha era espaciosa y tenía hasta un asiento. Abrió el grifo y dejo que saliese el agua mientras iba a por unas toallas. Yo me iba quitando lentamente la camiseta y las zapatillas para que se me bajase la erección, pero no surtía efecto. Al regresar mi primo me miro extraña:

—¿No te quitas la ropa?

—Ahora, espera un momento.

—Eres lento.

Mientras hablaba se quitó por fin el calzoncillo liberándolo. Tenía el pene flácido, cubierto dejando ver un poco la punta y coronado por unos cuantos pelos en la base. Se acercó a mí y, forcejeando en forma de juego me bajo los pantalones. Su cara de asombro me miraba el pene y a mí. Mi pene estaba duro, con la piel dejando ver todo el glande y con más pelo que el de mi primo.

Riéndose me invito a entrar en la ducha. Mientras nos duchábamos no podía apartar la vista de su cuerpo, de cómo su mano lo iba recorrido mientras se enjabonaba y de cómo las gotas resbalaban. Se le calló la esponja y me miro:

—No me violes cuando me agache a por ella -dijo entre risas.

Pero no pude soportarlo. Cuando se inclinó a recoger la esponja vi su culo abriéndose ante mí y mis impulsos ganaron. Me acerque a él y pose mi pene erecto en la entrada de su ano.

Se fue incorporando lentamente sin apartarse. Después se giró y vi como su pene empezaba a despertarse. Sin decir nada me poso sus manos en mi cara y me dio un beso que recordare toda mi vida. Cerré los ojos y sentí como su boca iba abriéndose dejando entrar mi legua, al igual que yo hacía con la suya mientras el agua nos caía como una lluvia.

—Nunca he tenido estos sentimientos -me dijo mientras se apartaba- me gusta que surjan contigo.

—A mí también.

Volvimos a besarnos con más fuerza. Mientras tanto, baje mi mano por sus músculos, por sus brazos, por su duro culo hasta llegar a su poya. De pronto me fue empujando hasta que mi espalda chocó contra la pared. Empezó a bajar besándome el cuello, después lamio mis pezones lo que provocó que soltase un pequeño orgasmo y fue bajando hasta llegara mmi pene. Con una mano lo cogió y se lo fue metiendo en la boca poco a poco. Iba sintiendo como su calor me derretía por dentro mientras me hacia una mamada. Fue acelerando el ritmo mientras lo cogía del pelo. Con su otra mano se iba tocando su poya. Estuvo así unos minutos más hasta que no pude aguantar y me corrí dentro de su boca. Se puso de pie y me sonrió. Le di otro beso en el que saboreé los restos de semen de mi corrido. Esta vez le puse yo contra la pared y fui bajando por su cuello, por sus músculos perfectos recorriéndolos con mi lengua, sus pezones hasta llegara sus 18 cm de poya que me metí de una vez en mi boca y minutos más tarde sentí como chorros de semen inundaban mi garganta e hice el esfuerzo en tragármelo como el hizo con el mío.

No podía aguantar más, le senté en el asiento de piedra, le escupí en su poya y el empezó a lamer mi ano para lubricarlo. Después me fui sentando encima de él, lentamente, mientras sentía como su poya iba desgarrándome por dentro perdiendo la virginidad de mi ano. Una vez que ya la tenía dentro de mi inicie el movimiento ayudado por las manos de mi primo. Era una maravilla sentir la poya de mi primo dentro de mí. Sentía como las dos poyas se iban haciendo más duras.

Luego me levanto sin sacarla de mí, me apoya cintra la pared y siguió con sus embestidas cada vez más rápido. Finalmente me cogió en brazos y me fue penetrando mientras nos besábamos. Sentía como mi poya rozaba el pecho de mi primo en cada envestida hasta que finalmente todos los músculos de su perfecto cuerpo se tensaron una descarga, aun más grande que la anterior, de semen entraba dentro de mí. Ambos caímos exhaustos sobre el suelo. Pero a mí me quedaba un poco de fuerza, así que le di la vuelta, le lamí el ano y le penetré. Mi primo soltó un pequeño orgasmo y le fui penetrando más rápido hasta que inundé de mi semen su duro culo. Caí exhausto encima de su cuerpo. Nuestras respiraciones se hicieron una sola. El agua seguía cayendo sobre nosotros, pero en ese momento, solo podía sentir a mi primo.

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