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El metro

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Un día más.

Estaba agotado de todo, de mi vida, del trabajo, de mi familia, de todo.

Y un día más, otra vez al trabajo como llevaba haciendo regularmente los últimos 20 años, pero como lo que puede ir mal aún puede ir peor, me encontré con la sorpresa del coche averiado sin batería, así que me tocaba coger el metro hasta la oficina.

Siempre fui muy comodón, así que, aunque de vez en cuando me costase alguna multa por aparcar mal, siempre prefería ir en coche a todos los sitios, por lo que no acostumbraba a coger el metro, sorprendiéndome la enorme cantidad de gente que lo pillaba a esta hora de la mañana. Gente joven para ir a los colegios, universidades, gente para ir a trabajar, turistas... era una autentica masa, que fastidio.

Como pude y a base de empujones, me fui acomodando cerca del andén para intentar coger sitio, ya habían pasado dos, se llenaron rápidamente y se fueron. Si seguía allí esperando al final llegaría tarde al trabajo.

Llegó el tercero y al abrirse las puertas, empujé todo lo que pude y más para al final conseguir entrar en el vagón. Por fin, ahora a aguantar el calor y el agobio de tanta gente para llegar al trabajo a aguantar a la cabrona de mi jefa, maldita sea mi suerte.

Menos mal que al menos me quedó delante una chica guapa para alegrarme la vista.

Morena, con curvas, pero no gordita, por los libros que llevaba en la mano supuse que iría a la universidad, piel muy blanca, era un encanto.

Estaba observándola cuando al frenar en la siguiente estación y entrar más gente aún, Diossss pero si ya no cabía nadie más, fue empujada sobre mí quedando totalmente pegados.

No pude resistirme y mi polla saltó como un resorte al notar su culo sobre mí. Espero que no se haya dado cuenta.

Lo malo es que a cada pensamiento que tenía, más dura se me ponía, no podía resistirlo, encajándosela prácticamente entera en la raja del culo.

Era imposible que no se estuviese dando cuenta, pero supongo que, por vergüenza, no decía ni hacía nada.

¿Y si le gusta? Quizás será mi día de suerte, si aún no me dijo nada, por probar no pasa nada. Así que lentamente para que nadie más se diese cuenta, aprovechando el movimiento del vagón comencé a balancearme intentando encajar más aún mi polla en su culo.

Definitivamente era mi día de suerte, ni un movimiento ni una queja de la chica. Pues si quiere, disfrutemos del viaje.

La mano que tenía libre, la acerqué a su cadera y comencé a acariciarla de una forma muy suave, mientras continuaba con mi rítmico movimiento de pelvis.

La chica no hacía ni un movimiento, creo que estoy pasando, así que retiré mi mano cuando de pronto, ella rápidamente agarró mi mano y la volvió a colocar en su cadera, lanzadme una breve mirada hacia atrás.

Diosssss, le gusta y quiere que siga. Si eso quieres, eso tendrás, así que solté la barra y me agarré con ambas manos a su cadera, atrayéndola hacia mi polla soltando ella un liguero suspiro.

Como tenía una falta larga con una cintura elástica, de una forma discreta y aprovechando las carpetas con libros que tenía ella delante suya, introduje una mano directamente hasta alcanzar su mata de vello púbico.

Sé que a muchos les gustan los sexos totalmente depilados, pero no es mi caso, tampoco una selva, arreglados, pero con pelo, así que comencé a jugar con mis dedos por su vello púbico, notando como ella comenzó a mover su culo sobre mi polla al ritmo de mi vaivén.

Esto me envalentonó más, así que, aprovechando un movimiento del metro, bajé un poco más la mano hasta alcanzar sus labios.

Estaba totalmente encharcada, se notaba que lo estaba pasando bien, pues mejor se lo haría aún pasar, así que hábilmente coloqué mi dedo índice sobre su clítoris y comencé a frotarlo de una forma intensa y continua.

Fue rápido y repentino, de pronto la chica dio como una especie de espasmo mordiéndose los labios mientras notaba como mi mano se encharcaba totalmente. Se había corrido en el silencio bullicioso del vagón.

Dejé mi mano unos segundos más mientras notaba aún las contracciones en su vientre, para retirarla poco a poco y sacarla del pantalón.

En unos segundos llegaríamos a mi estación de destino, así que me retiré unos centímetros de ella, mas era imposible, e intenté recolocarme la polla en el pantalón para evitar que alguien se diese cuenta cuando saliese de la enorme erección que aún tenía.

Al llegar a la estación, el metro paró y cuando notó que me retiraba para salir, se volvió a mí y me dijo: A las 19 horas salgo de clase para volver, espero verte de nuevo.

Creo que tendré que sacarme el abono mensual del metro.

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