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53.1 Un enfado, una reconciliación

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Sentía latir con mucho calor mi ano y me escocía, anoche me lo había lavado cuidadosamente y me había aplicado crema para calmar la tremenda follada que Gonzalo me había regalado, no era nada más que una irritación pero yo lo sentía roto y muy caliente.

Lo toqué y al acariciarlo se calmo, seguí con mi dedo dándole caricias y Gonzalo se despertó, se quedó observándome un momento.

-¿Qué te sucede?, ¿te estás masturbando el culo?  -tenía unas salidas que comenzaban a despertar mi hilaridad desde la mañana.

-Gonzalo no seas tosco y vulgar, mi pica el culo por lo que me hiciste ayer.  –dejó su cara de risa y me miró preocupado.

-Déjame que te lo mire.  –me abro de piernas para que lo vea bien.

-Está un poco rojo y no tienes otra cosa.  -lleva su mano a él y comienza a acariciarlo.

-No quiero que tu culito sufra y se ponga malo con lo bonito que es.  –se nota que se está burlando y me levanto para ir al baño.

Gonzalo vino detrás de mí, se quedó apoyado en la puerta mirándome mientras colocaba un espejo para poder mirarme el culo.

-Te quiero pequeño y lamento haberte hecho daño, ahora te lo digo en serio.  –me sentía tan terrible mal, tan miserable por causarle ese estado de tristeza que dejé el espejo para ir a abrazarle.

-Si no es nada, solo siento curiosidad por verme el culo.  –le besé con la ternura más grande de mi corazón.

Nos duchamos y tuve que permitirle que fuera él el que me aplicara la crema mágica en mi ano, y que metiera los dedos jugando por dentro hasta comenzar a excitarme.

-Gonzalo, me vas a excitar, ¿tienes ganas?, si te apetece te la mamo.  –no esperé su respuesta y cogí su verga, la pase por mi rostro para sentir la suavidad de su seda y floja como estaba la metí en mi boca.

La absorbía tragándomela y comencé a sentir como se iba hinchando, resultaba dulcísimo el momento a pesar de estar arrodillado en el suelo, la fábrica de sus testículos no debía tener descanso, se los acaricié y sostuve en la palma de mi mano, estaban duros y pesaban, los fui metiendo uno a uno en mi boca para jugar con mi lengua e intentaba tragarlos hasta que Gonzalo gemía y apartaba mi cabeza y entonces volvía a su falo.

Me encantaba su sabor y la textura de su piel cuando pasaba mis labios por su tronco, y lo más delicioso era su glande rojo y brillante de mis babas, con la piel a punto de romperse por lo  hinchado que estaba, mamé sin descanso, saboreando sus jugos envueltos con mi saliva y volví a degustar la esencia que tenía dentro y que llegó a raudales como un torbellino llenando mi boca.

Lo bebí todo y más si me la hubiera dado y una vez limpia la volví a meter en mi boca hasta que se fue bajando.

-Gracias Dani, dirás que soy un vicioso pero me encanta que me vacíes.  -me abrazaba besando mi cara que tuve que lavar, estaba manchada de su semen.

-No vuelvas a decir eso, te he dado el derecho a tenerme cuando lo desees y si tú eres un vicioso yo soy un perdido por tu polla.  -preparamos nuestras maletas y desayunamos para marchar, estábamos cerca de España.

Pasamos a nuestro país y en Vielha le pregunté si quería que condujera el coche un tiempo, me dijo que lo llevaría él hasta Lleida donde pararíamos para comer y luego me dejaría conducirlo.

La comida fue breve y escasa, lo mejor fue el descanso después de cuatro horas de conducción que hasta a mi me habían rendido.

Vimos anunciada una brasería y allí paramos, era un local pequeño y acogedor y su especialidad eran las carnes asadas, Gonzalo era ahora feliz y se le notaba en las ganas de comer, siempre tenía hambre, antes le animaba a comer para que se recuperase y dentro de poco le tendría que contener, pero de momento me encantaba que comiera y la carne con ensalada, y el agua muy fresca resultaron una delicia de sencillez culinaria pero muy sabrosa.

No debí pedirle que me dejara conducir, resultó un suplicio, para él yo no sabía dirigir un coche, no me lo decía directamente pero me lo dejaba entrever.

-Acelera ahora, vas muy despacio, frena, adelanta a ese coche.  –eran recurrentes frases que no solo conseguían ponerme nervioso, a veces histérico. En Huesca me detuve en el arcén y salí del vehículo.

-Conduce tú Gonzalo, es imposible llevar el coche contigo al lado. –en serio que me enfadó, no seré el mejor conduciendo pero tengo una licencia y ocho años manejando distintos coches y al final no se trata de llevar un avión.

Se quedó sorprendido en un primer momento, pero creo que se alegró, lo estaba pasando mal con mi forma de conducir y pasó al asiento del piloto.

Estuvimos sin hablarnos y cuando llegamos a Yesa subió hasta el Monasterio de Leyre, allí detuvo el coche  y sin salir me miró unos segundos en silencio.

-Pensé que te gustaría dormir aquí antes de llegar a la casa de tus padres y reservé una habitación en la hospedería.  –parecía tristísimo y pensé que era un egoísta, algunos hombres no soportan que otros lleven el coche estando ellos y él hacía las cosas pensando siempre en lo mejor para mí. No sé si estoy experimentado un síndrome de culpabilidad pero me sentía fatal.

-No tenía que haber intentado conducir por ti  y dirigirte, lo siento.

-Pero Gonzalo, he conducido mi coche contigo y no te has portado así, pero no importa, no vamos a enfadarnos por una tontería.

Había mucha vigilancia en el Monasterio, parecía tomado por la policía, el miércoles iban a estar presentes los reyes para hacer entrega del premio Príncipe de Viana.

El último año que la entrega sería en este lugar y lo harían los reyes. El gobierno de Navarra trasladaría la entrega al castillo real de Olite para el próximo año.

Nos bañamos y bajamos para dar una vuelta por los alrededores del Monasterio, y visitar la austera iglesia con la Virgen de Leyre como único ornamento; la vieja iglesia originaria del lugar, ahora cripta y  base de lo nuevo; la sierra de Leyre que parecía querer desplomarse encima de nosotros; precioso y también impresionante el brillante y bello esmeralda del embalse de Yesa al fondo del valle.

Mirando ese hermoso paisaje agarre su mano, me sujeté de su cintura y apoyé mi cabeza en su brazo, el pasó el suyo por mis hombros y me estrechó contra él suspirando, todo estaba perdonado y olvidado, había sufrido todo este tiempo sin tocarle y no podía soportarlo.

No me decía una palabra y así permanecía desde que llegamos al Monasterio.

Durante la cena estuve cabizbajo y aturdido, sin dejar de pensar que podía haberle molestado a pesar de su silencioso abrazo.

Me recosté sobre su desnudo pecho y mis manos comenzaron a moverse. Cogí su cara entre ellas y le acaricié la barba pasado mis dedos por sus labios.

-Perdóname Gonzalo, no volverá a pasar, te lo prometo, háblame por favor.  –le besaba y paraba para mirarle, acariciaba su hermoso pelo enredando mis dedos en él.

Me abrazó sin hablar, me quitó la chaqueta del pijama y empezó a acariciar mis pechos y mis brazos.

-Te quiero demasiado para enfadarme contigo pequeñín, mi amante querido, yo he sido el culpable y no quiero que se hable más de esto.  –besó mis ojos para recoger mis lágrimas de felicidad al ver que todo volvía a ser igual.

Nos arrodillamos y nos abrazamos de frente, yo acariciaba su espalda y el la mía haciéndome estremecer. Unimos nuestros pechos e hicimos de nuestra carne una sola. Llorábamos los dos y ambos limpiábamos nuestras lágrimas.

-Gonzalo, te amo tanto, solo quiero ser tuyo y pertenecerte y soy tan torpe que te enfado. –lamió mi cara llevándose mis lágrimas y durante unos minutos estuvimos sintiendo nuestra respiración y el latir de nuestros corazones.

Me inclinó para recostarme en la cama y comenzó a acariciarme con suavidad por todo el cuerpo hasta llegar a mi pene, metió su mano entre mis piernas y las abrí como él quería para permitirle llegar a mi culo. Me dio la vuelta y abrió mis nalgas.

Volvió a colocar su mano sobre mi trasero y acariciaba mis nalgas desde la espalda hasta el encuentro con mis piernas, lo hacía dulcemente y busque su verga para tenerla en mi mano, la deseaba y cuando la sujeté parecía tener vida propia brincando mientras se hinchaba, luego llevé mi mano a sus nalgas, el vello que cubría su culo era muy suave a diferencia del que tenía en las piernas.

Giré mi cara para seguirnos besando y enterró mi cabeza en la almohada para morderme en el cuello, con aquel gesto me indicaba que era suyo y le pertenecía, suspiré entrecortado y entonces mordió mi oreja.

Su mano trabajaba mi culo y empezó a meter un dedo y deslizarlo en mi interior mientras su boca seguía pegada a mi cuello, volví a recuperar su verga y comencé a masturbarlo, levanté la cabeza buscando sus labios y le besé como no creí que pudiera hacerlo comiéndome su lengua y mordiéndola.

-Cuando quieras mi amor, estoy preparado.  –mi voz de sumisión entregada le hizo rugir a mis espaldas, me montó estando tumbado, sin abrir mis piernas buscó con su falo mi agujero hasta que lo encontró y comenzó a meterse en él y a cabalgarme como si de una yegua se tratara, me escocía pero no importaba lo primordial era que él disfrutara como quisiera de mí, me sentía su servidor y que mi deber era proporcionarle placer costara lo que fuera.

En esa posición empezó a follarme, golpeando  en mis glúteos con fuerza cuando caía sobre mí, metiendo su verga hasta el fondo, me sentía dominado teniendo que soportar todo su peso cuando caía a intervalos, y se quedaba descansando hasta volver a comenzar a entrar y salir, primero me cabalgaba montado sobre mí a caballo y luego me abrió las piernas, elevé ligeramente el culo todo abierto y escurrí mi mano hasta encontrar sus pelotas que acaricié.

Sus entradas se volvieron muy fuertes hasta que cayó sobre mi espalda derramándose abundante en mi interior, no dejaba de verter su leche en tiernos empujones de su cadera hasta llenarme, y yo también me corrí manchando de mi semen la sábana debajo de mi pene aprisionado.

No quería moverme para no interrumpir sus últimos estertores, estaba muy a gusto debajo de él, cubierto por su poderoso cuerpo, dominado por su verga apoderada y afincada en mi ano.

-Bésame Gonzalo, se despegó de mi espalda cubierta de su sudor y posó sus labios sobre los míos.

-¿No nos volveremos a enfadar verdad mi amor?  –su pene me había abandonado y yacía tendido a mi lado.

-Intentaremos que no vuelva a suceder, pero no importa, después del enfado vendrá la reconciliación, no puede ser de otra manera.

Besé enloquecido sus pechos, su abdomen, su vientre y le hubiera besado durante toda la noche, cogí su brazo para que lo pasara por mi cintura y me apreté contra él.

Sentía su respiración tranquila en mi espalda y no podía dormir, no quería perder la sensación divina de sentirme abrazado por él, disfrutaba sintiendo el frescor de la montaña entrando por la ventana abierta, la luz de la luna que lo llenaba todo de  luz y el ruido de la noche tan pacífica.

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El calor de ayer, que amenazaba con tormentas de verano sin  llegar a llover, persistía hoy a pesar de estar a los pies de la Sierra de Leyre, miré a Gonzalo tendido a mi lado y le moví para que despertara, a medida que nos acercábamos mi nerviosismo aumentaba por la ganas de abrazar a mi padre al que hacía seis meses que no veía.

-Amor se nos ha pasado el canto Gregoriano de la mañana.  –no me contestó solo sonreía obligándome a permanecer en la cama con su abrazo.

-No te impacientes, se que tienes ganas de verles y en dos horas estaremos allí, ya no falta nada bonito.  –cada vez me trataba más como a un bebé sometido a su autoridad.

Desayunamos frugalmente y emprendimos  el recorrido de lo que quedaba de camino. Me fijaba poco en Gonzalo e iba soñando con el encuentro y recordando viejos retazos del pasado, unos buenos y otros no tanto.

Cuando llegamos papá nos estaba esperando en casa y mamá había salido al jardín para bañarse y tomar el sol. Qué mayor le vi y temblaba cuando me abrazó.

Gonzalo le dio un abrazo, se conocían profundamente, el abuelo le había colocado algunos meses bajo su mando para realizar prácticas, se querían pero papá recordaba, aunque no debía, lo que nos pasó sin que nadie lo quisiera.

Pasamos atravesando la terraza hacia el jardín, mamá como siempre se encontraba bajo el gran plátano de hojas gigantes, se encontraba sola, en realidad el recinto estaba desierto y los gritos de los niños no llegaban a mis oídos, aún no habían terminado las clases o los exámenes, y las instalaciones permanecían desiertas, tampoco los veraneantes habían llegado.

Después de una charla de minutos llevamos nuestras maletas a mi habitación, Gonzalo la miró contrariado.

-¿Otra vez igual?  -en los años que habían pasado mis padres no habían cambiado nada en la casa salvo algunos muebles como los de la terraza inferior  y los baños, y la casa presentaba ese ambiente, ciertamente decadente por el tiempo transcurrido, que a Gonzalo no le inspiraba nada y para mi eran entrañables recuerdos de mi niñez.

-Solamente es para una noche y no tenemos por qué dormir aquí.  –recuerdo como se sintió defraudado aquella noche en que todo cambió, mientras él dormía en la cama de al lado y yo, despierto, escuchaba atento su respirar sosegado.

-¿Te vas a bañar?  -se lo pregunté pero le había observado mirar hacia la piscina desierta, solamente estaba el socorrista, se le notaban las ganas de darse un baño.

-Por descontado que lo voy a aprovechar,  ¿y tú?  -me hubiera encantado pero la nostalgia del momento me impelía a soñar con las visiones de los pasados veintiséis años que se habían quedado atrás.

Se colocó un bañador que realzaba más su figura, si eso fuera posible y bajamos al salón, mamá pronto manipuló para arrastrarle al jardín y comenzaron a hablar, papá se quedó observándome al lado de su reproductor musical.

-¿Quieres que demos una vuelta?  -para mí fue suficiente escuchar su sugerencia para saber que me quería tener a su lado, aunque fuera unos minutos.

Nos despedimos de mi madre y de Gonzalo, de éste con un gesto a la distancia, ya se encontraba nadando en la piscina.

Emprendimos el camino por el que mi padre me dirigía sin hablar, salimos a la carretera general y bajamos por las piscinas municipales, también desiertas, para coger el camino hacia las ruinas del convento.

Se detenía de vez en cuando para explicarme cosas que no entendía, las fincas que habían sido plantadas de viñedos hace unos años y que ya daban su cosecha, el picadero de caballos que había tenido que cerrar por falta de clientela y no sé el por qué sentía una terrible pena.

Nos sentamos al llegar a las ruinas del convento en un banco al lado de la fuente, mirando hacia el pueblo y los altos montes detrás de él.

-Papá, aquí veníamos a coger grillos y tenerlos en las jaulas para que cantaran a las noches en casa.  –admiré su serena belleza de anciano de setenta años, con su pelo todo blanco, su cara morena de estar siempre en la calle o en el muelle paseando y recordé cuando me llevaba sobre sus hombros, eran tiernos de imborrables recuerdos, del derroche de amor de un padre por su hijo.

Cogió mi mano con la suya ya arrugada para palmearla, y volver a soltarla en su afán de no demostrar sus sentimientos como siempre había hecho.

-He hablado con el abuelo de Gonzalo sobre ti, sobre vosotros.  -calló y esperé a que continuara.

-En realidad él lo ha dispuesto todo y te incluirá en su testamento, suceda lo que sea con Gonzalo quiere dejarte seguro, hay otros aspectos que tendrás que firmar, no son importantes, acuerdo de confidencialidad y temas legales.

Sentía la angustia en mi pecho, los dos ancianos preocupados por mí, si yo no necesitaba nada, tenía mi trabajo y a Gonzalo, pero ellos querían dejarlo todo atado antes de faltar. No me interesaba saber el detalle de lo que hubieran acordado o dispuesto y nada pregunté, solo sujeté su arrugada mano y la llevé a mis labios para besarla.

Estuvimos un rato contemplando el paisaje, y escuchando el agua caer de la fuente a la sombra de los rojos ciruelos silvestres. Cuando regresamos mi madre y Gonzalo continuaban tumbados sobre sus hamacas en el jardín.

Comeríamos fuera, mi madre no quería trabajar en la cocina y prefería hablar con nosotros, además los sobrinos de Aurora no la habían traído aún para pasar unos días con ellos y se sentían muy solos.

Después de comer y pasar un tiempo en una terraza volvimos a casa, hacía mucho calor y salimos al jardín, lo teníamos todo él para nosotros, mi padre se había quedado hablando con unos lugareños del pueblo y mi madre nos acompañaba.

Era increíble que a su edad se conservara tan bien y estuviera rematadamente guapa  en su traje de baño, de una pieza en color negro y una flor que cruzaba todo el bañador en diagonal de arriba abajo, una rosa enraizada que parecía abrazar todo su esbelto cuerpo.

Nos bañamos y jugamos un rato en la piscina hasta que a las ocho se marchó el socorrista, nos duchamos en casa y mis padres se dispusieron a salir para estar con sus amigos y dando por supuesto que pasaríamos aquí la noche.

Había sido también una decisión de Gonzalo, aunque íbamos retrasados y escasos de tiempo, y a pesar de tener que desplazarme un día a Bristol para estar con Joel y me llevaría casi todo un día.

Gonzalo y yo nos quedamos en casa, saldríamos un poco más tarde, cuando los jóvenes comenzaran a reunirse en sus lugares de encuentro. Gonzalo se tumbó en el sofá y recorrió con su vista las paredes y el contenido del salón con las cortinas cerradas para mitigar la intensa luz del sol a pesar de lo avanzado de la hora.

-Me encuentro muy bien aquí, podríamos descansar un rato antes de salir.  –le empujé para que me hiciera sitio y me tumbé a su lado. Miré la inmensa araña de cristal que colgaba del techo y las plantas que bajaban por el lateral de la escalera del piso superior, recién puestas y tan verdes, y tan frescas.

Para mí todo era precioso, aunque comparado a lo suyo resultara humilde y sencillo, pero me encontraba tan bien entre los muros que me había dado cobijo tantos años. No era comparable a los salones de las mansiones de sus abuelos, ni poseía un ala en las casas exclusivamente mía, como era su caso, pero nunca había necesitado más y en realidad me sobraba con lo que había tenido. Me encantaban las casas de mis padres que eran mis hogares por simples y sobrios que fueran.

Llegamos a uno de los bares de jóvenes y comencé a encontrar conocidos, ¿o eran ellos los que me encontraban? Detrás de la barra estaba un chaval que no recordaba pero él parecía que si me conocía.

-¡Que extraño verte por aquí!  -me lo dijo con tal naturalidad que me quedé mirándole.

-Perdona, no te conozco.  –era un chaval guapo pero lleno de piercings en las orejas, en una ceja y la nariz, como ese look no me gusta procuraba no mirarle.

-Mi hermano es Alejandro.  –y de pronto recordé al chico que nos llevaba las cajas de vino con su padre, cuando papá hacía el encargo del año y lo guardaban en el garaje subterráneo. Eran iguales si le quitabas el hierro que llevaba en la cara.

Nos atendió y nos dijo que saliéramos a la terraza y él nos llevaría el pedido, poco a poco la terraza se fue llenando y todos eran del pueblo, aún no habían llegado los  veraneantes.

¡Cómo estaban cambiando todos! Algunos se habían casado, los que habían terminado sus estudios estaban en paro o haciendo labores del campo en las tierras familiares, y a pesar de todo se les notaba contentos, era muy difícil de entender para mí.

Mi madre nos llamó por el móvil para que nos acercáramos hasta la cervecera, para comer una simple tortilla española con pimientos y Gonzalo añadió una hamburguesa, ellos se fueron para casa y nosotros nos quedamos un rato para hablar con amigos míos de la niñez y recordar tiempos pasados, cuando creímos que no había más que hablar nos despedimos, era difícil mantener una conversación con intereses tan distintos y tan iguales a la vez en algunos sentidos.

Cuando llegamos a casa no le dejé que se metiera en la habitación y le llevé escaleras arriba, había dejado preparada la cama provisional y los ventanales del techo abiertos, deslucía el espectáculo el hecho de que estuviéramos con luna menguante y no diera tanta luz como en otros días del verano.

Le llevé a oscuras sujetándome de la barandilla que rodeaba el hueco de las escaleras hasta el pie de la improvisada cama.

-Hoy dormiremos aquí, en una cama para los dos.  –me cogió por la cintura y caímos sobre la barandilla que crujió. Reí sofocado por sus besos que no me dejaban recobrar mi posición recta.

-Espera, quiero ir al baño.  –aunque era más pequeño nos metimos en el del ático y tuve que bajar a por el neceser que me había olvidado.

Estábamos tumbados mirando al cielo con la ventana abierta, además de la persiana también el cristal, la temperatura interior era excesiva y se sentía maravilloso el fresco que entraba por las ventanas del techo.

Gonzalo miraba y no decía nada, acariciaba mi abdomen con su mano sin parar y coloqué la mía sujetándosela para que se detuviera.

-¿Te gusta Gonzalo?  A Nicolás le encantó, aunque entonces había luna llena y aún caían algunas lágrimas de San Lorenzo en Agosto.  –giró la cabeza para mirarme.

-¿Ha estado Nicolás contigo aquí?  -asentí agitando la cabeza y volvió a mira al cielo.

-Después de las vacaciones del año pasado estuvimos un par de días. –sujetó mi mano sin mirarme y la apretó con fuerza.

-Quiero terminar lo que no hicimos aquel día.  –le miré divertido por su osadía.

-¿Quieres que lo hagamos en la terraza?, ¿qué follemos al aire libre?  -me miró y no supe interpretar su mirada de intenso vicio.

-Si Nicolás te ha follado aquí yo lo quiero hacer donde tuvimos que haberlo hecho aquella noche.  –me abracé a él emocionado y la adrenalina corría por mi venas haciéndome temblar de impaciencia y deseo.

-¿No te importa que nos pueda ver alguien?  -me emocionaba su propuesta y desafiar el peligro de ser descubiertos como si fuera un juego de chiquillos.

-Si no hay nadie, la urbanización está desierta.  –entre ahogadas risas me sujetó de la mano y tiró para que empezáramos a bajar las escaleras, en la planta de dormitorios nos detuvimos un momento para escuchar cualquier ruido que saliera del dormitorio de mis padres.

Llegamos a la planta baja y salimos a la terraza, me abrazó y rápidamente me quitó el slip y luego se retiró el suyo, me abrazó de nuevo y aplastó su verga aún floja contra mi vientre.

-Aquel día tenía que haber empezado antes de que llegaran tus padres, me dejaste con unas ganas inmensas y luego no lo pudimos hacer en tu habitación, esta vez no te salvará nadie. -me dio un tremendo beso metiéndome su lengua y me empujó para que me arrodillara ante él.

Su polla todavía no estaba tiesa y dura del todo, pero las gotas de líquido pre seminal hacían brillar su punta a la luz de las farolas. Descubrí su cabecita e intenté meter la punta de mi lengua por la uretra, siempre me llamaba la atención su forma de boquita y cuando apretaba su glande se abría como si respirara.

Se veía hermosa, madura, venosa, larga y gorda, con su mata de pelos negrísimos en su base que la hacía parecer un poderoso árbol naciendo crecido en el bosque de sus pelos.

El estar haciendo cosas prohibidas o peligrosas hacía que temblara emocionado, aunque no hubiera mucha gente en la urbanización, mis padres podrían abrir la ventana y ver a su hijo como comía la verga a su novio, o en otro momento le metía la verga por el culo, claro que ellos sabían lo que hacíamos pero la posibilidad remota de que nos sorprendieran me prendía de los nervios.

Se la masturbé hasta que cogió el poderío que siempre lucía, me pidió que se la chupara y lamí la dulzura de su glande rojo y descubierto y luego le lamí el tronco con mis labios humedecidos para que resbalaran y le dieran gusto, se iba haciendo más largo y engordando a medida que lo iba chupando.

Sus cojones colgaban soberbios dentro de su bolsa entre sus muslos, los acaricié con mi mano izquierda y me los llevé a la boca, estaban ligeramente sudados y su sabor era delicioso.

Utilicé mi soberbia capacidad para tragar verga y me la metí entera en la boca, llevé mis manos a sus nalgas y empuje de ellas pidiendo que me follara y así estuvo unos minutos, usando mi boca como si fuera un culo o una vagina.

Sus manos cogieron mi cabello con fuerza y me iba llevando y retirando para meter su polla en mi garganta y controlar el ritmo. Se la chupé hasta que pensó que se podría correr y además empezaba a dolerme la boca de mantener su pollón en ella.

Emitía quejidos de placer y entonces tiraba más fuerte de mi pelo, sentía mi boca hinchada y saqué su miembro para seguir lamiendo sus huevos.

Se apartó un poco y corrió la mesa de la terraza poniéndola detrás de mí, mientras lo hacía no podía apartar la mirada de él, de su impresionante espalda tan ancha y la redondez de su precioso culo, la visión de un hombre así, a la luz de las farolas y la luna, hacía que pareciera un animal salido de las sombras, preparado con su verga tiesa a cubrir a cualquier hembra que apareciera en su campo de acción.

-Súbete a la mesa.  –sabía lo que me esperaba, me senté en el borde y me dejé caer levantando las piernas, con mis manos me abrí las nalgas  ofreciéndole mi culo, preparado para que me enculara cuando deseara.

Gonzalo se acercó y sujeto mis piernas con una mano, en la otra escupió y la llevo para ensalivar bien mi culo y empezar a dilatarme, me introdujo dos dedos a la vez, estaba deseoso de follarme y actuaba nervioso.

Pronto mi ano estuvo listo por las caricias que le practicaba metiendo y sacando sus dedos y moviéndolos en círculos, cuando lo dejaba se abría del deseo por el pene que esperaba y conocía tan bien.

Bufaba y se inclino para darme un beso en la verga, me hubiera encantado que me la hubiera chupado y correrme en ese momento de placer, se inclino más y su lengua penetro en mi culo a la vez que su barba acariciaba mis nalgas, siguió besando mi ano y penetrándolo con la lengua, quería que me la metiera ya, en este mismo momento.

Se levantó y avancé mi cuerpo para colocarme en el borde de la mesa y dejar el acceso a mi ano al alcance de su verga, la colocó a la entrada y empujó,  reprimí un grito de placer cuando el glande venció la resistencia de mi ano y resulto sublime el momento en que llego al final y sus testículos quedaron pegados a mi culo y al borde de la mesa.

Sin descansar, no era necesario, comenzó a bombear en mi culo a un ritmo rápido, el placer me llenó y me llegaba desde el ano hasta el cerebro en oleadas que me obligaban a suspirar lastimero.

Con la punta de mis dedos notaba como avanzaba su miembro, duro y poderoso, metiéndose en mi trasero,

-Gonzalo, no puedo más me voy a correr.  –al escucharme aceleró las embestidas y sus cojones me golpeaban más fuerte y sin tocarme comencé a eyacular llenando mi abdomen de semen.

De repente se tensó y se corrió en largos espasmos sacando su esperma de él para depositarlo en mis entrañas, tiró de mis hombros para que saliera más de la mesa y de esta forma quedó clavado en mi ano vaciándose convulso.

Se quedó mirándome respirando entrecortado, a pesar del fresco de la noche no podíamos evitar sudar, tiró de mí para que me sentara con su polla dentro y pasó sus brazos por mi espalda escondiendo el rostro en mi cuello.

Me besó en los labios y musito en mi oreja.

-Esto tenía que haberlo hecho aquella noche  y haber sido tu primer hombre.  –abracé su cintura y tiré de él para sentirle en nuestros últimos momentos antes de que su polla me dejara vacio.

-No importa Gonzalo, recuperaremos el tiempo perdido, como hacemos ahora, me has sorprendido y has estado genial.

Se salió de mí y cogiéndome de las caderas me depositó en el suelo.

-Vamos a bañarnos.  -comenzó a correr desnudo por el jardín bajando la suave ladera para llegar a la piscina, y allí me esperó haciéndome gestos con la mano para que me diera prisa.

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