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Una juventud madura (VI): Campamento de verano 1

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Llegaba tarde por causas ajenas a mí. El vuelo había salido más tarde de lo esperado y un imprevisto con mi maleta había hecho que el tiempo que tenía marcado en el horario pasara de su límite con creces.  Suerte tuve que la persona que tenía que llevarme tuviera la santa paciencia de esperar mi llegada.

El trayecto desde el aeropuerto ibicenco hasta el campamento fue breve aunque más largo de lo que yo esperaba. Pensando que era una islita, me imaginaba un bosquecito, cuatro casas y playas bordeando una costa visible a todos los ángulos, pero me sorprendió gratamente lo equivocado que estaba.

A mi llegada al campamento internacional ya no había nadie en el comedor, el lugar donde venía marcado que tendría lugar la presentación de los monitores y la explicación de la rutina de los siguientes días. Los bancos de madera estaban todos vacíos, no había nadie en absoluto, pero, mientras observaba el lugar, entre los árboles del exterior apareció una mujer que parecía ser la que dirigía todo el cotarro del campamento: carpeta en mano, bolígrafo en la oreja, gorra redonda puesta, unos 50 años… Vamos, que no parecía ser una monitora de las que te enseñan a ir en canoa o lanzar en arco, y al parecer no iba muy mal encaminado. Se acercó a mí diciéndome:

-Hola, soy Silvia, la coordinadora del campamento. Tú eres Fran ¿no?

A lo que yo asentí agregando un “Mucho gusto” y dándole la mano en señal de educación. Me dijo lo que yo ya había supuesto, que me había perdido toda la charla de recibimiento, pero que no me preocupara que no se había hablado nada diferente al planing que ya teníamos estipulado de casa. Me indicó qué cabaña era la mía y nada más saberlo fui a dejar mis cosas.

En la puerta había colgado un papel que ponía las actividades que teníamos, vamos, para el típico despistado que no sabe ni a qué día se encuentra. “Día 1: 1º(Nadar en el estanque)”…, ya sabía dónde debía ir al acabar de asentar mi lugar en la cabaña. Esta era relativamente grande: 3 camas pegadas a las tres paredes distintas a la de la puerta, no eran literas como me lo había imaginado en un principio, y en el centro una mesa cuadrada con 3 sillas. Quedaba claro cuántos compañeros de habitación tendría, solo faltaba por saber quiénes serían.

Dejé la mochila sobre la cama libre, como los otros chicos habían hecho. Me quité toda la ropa intentando dejarla colocada para que fuese más fácil encontrarla más adelante, pero no tuve la decencia de pensar que mientras me estaba desnudando de un momento a otro podría entrar alguien. Desnudo por completo encajé las dos piernas en el bañador y mientras lo estaba subiendo, cuando el “pájaro” ya se encontraba en su lugar de reposo, la puerta se abrió y entro un niño pequeño, debía tener 2 años menos que yo.

Por un pelo, pensé.

El niño sorprendido al verme en la cabaña me preguntó si era el otro chico, con ello entendí que me preguntaba si sería el otro compañero de cabaña, por ello asentí y me presenté.

-Hola, soy Fran- dije con la intención de dejar de ser un desconocido para el niño.

-Yo…, yo…- él seguía aun un poco avergonzado o desconfiado, no sabía bien cuál de las dos reacciones.

-Tranquilo, no muerdo- intentando que perdiera la vergüenza-

-Me llamo Roman- dijo con un acento que se distinguía claramente.

Ahora entendía por qué había tardado en contestarme. No era español, no debía saber hablar perfectamente el castellano.

-¿De dónde eres Roman?- Pregunté con curiosidad.

-De Ucrania.  ¿Se nota tanto que no soy español?- Preguntó riéndose.

-No, no te preocupes- contesté también riéndome

Roman era un niño de piel clara, ojos azules muy claros, pelo castaño liso, cara de niño bueno con unas cuantas pecas poco marcadas por la cara y con un cuerpo ni gordo, ni flaco, ni marcado, lo que vendría a ser un cuerpo normal para un chico de su edad.

-¿Quién es nuestro otro compañero?

-Iván, mi hermano mayor-.

Ya estaba pensando que la comunicación entre los compañeros de cabaña iba ser un tanto complicada. Roman hablaba un español básico y mi inglés, aunque lo conocía perfectamente, lo tenía un poco oxidado y dudaba que Roman lo conociese mejor que el castellano. ¿Iba a ser igual Iván?

Una vez preparado con la toalla y con las chanclas puestas fui con Roman hacia el estanque donde se encontraban todos los demás. Estaba más cerca la playa que el estanque a mi parecer, pero supongo que el estaque debía ser privado, de allí que tuviéramos que caminar bastante más de lo que lo hubiéramos hecho en dirección hacia la costa.

Nada más llegar, ya pude ver a la monitora estresada controlando que nadie corriese peligro en el agua. Me acerqué para que se percatara de mi presencia, y para dedicar unas palabras de presentación. A penas me había dado tiempo a presentarme cuando a media conversación Roman me interrumpió para indicarme donde se encontraba su hermano. Me cogió de la mano y me arrastró hasta el muelle de madera donde se encontraban el grupo de chicos de mi edad, unos 5 o 6.

Gritó el nombre de Iván y uno de ellos dejó el grupo para acercarse hacia nosotros. Dos brazos fuertes levantaron un cuerpo perfecto que salió del agua haciendo visibles unos abdominales y pectorales semejantes a los que teníamos todos los que nos dedicábamos al entreno diario de salto de trampolín.

-Que pasa Roman- dijo Iván a su hermano pequeño con un castellano perfecto que me confundió de por sí mismo.

-Él, es nuestro compañero de cabaña. Se llama Fran- contestó señalándome.

Iván, acercándose hacia mí. –Así que eres Fran, nuestro compañero de habitación. Espero que mi hermano no te haya cansado mucho con sus tonterías, los críos suelen ser muy pesados y cuando es mi hermano mucho más.- dijo intentando chinchar a Roman. –Anda ve a jugar con tus amigos- acabó diciendo a Roman de forma cariñosa despeinándole el pelo con una mano.

-Es muy buen chico- dije amablemente sonriendo. –Tú no tienes acento distinto, ¿cómo es posible?-

-Vivo en España desde los 7 años, mientras que mi hermano es el primer verano que está aquí-contestó. –¿Pero qué hacemos aquí? Vayamos con los demás y te presento.

Me presentó a toda la panda, todos eran más o menos de la misma edad, de hecho Ivan y yo exactamente la misma. Éramos pocos los que a nuestra edad íbamos aun de campamento, pero aun así se avecinaba una semana perfecta y divertida.

A lo largo del día permanecimos ese grupo de 6 chicos disfrutando de todas las actividades que el campamento ofrecía, pero llegó la hora de irse a coger la comida y de recuperar fuerzas cenando. Todos teníamos la opción de ir a cenar al comedor, pero las mesas estaban organizadas por nombres y eso de estar con los pequeños comiendo no nos agradaba mucho así que de poca función servía el comedor para los mayores. Pasábamos por la cocina, cogíamos lo que queríamos y todos a nuestra cabaña. Roman permanecería con sus amigos de su edad en el comedor.

No sé por qué a esa edad cuando se está en grupo de amigos surgen los mismos temas. Los clásicos… ¿Cuántas pajas os hacéis al día?¿Os han pillado alguna vez?¿Cuánto os mide?¿Habéis tenido novia?... Vamos las típicas preguntas de la niñez. Supongo que deben ser las hormonas que tantas buenas y malas pasadas nos han hecho sufrir.

A media cena entró Roman por la puerta y todos quedamos en absoluto silencio. Se apresuró hacia la cama y quitándose las chanclas y quedándose en calzoncillos se metió en ella. Uno de los chicos para hacer la broma le pregunto:

-ey, Roman, ¿Cuántas te haces al día?-

-Es un crío, no le preguntes esas cosas- Dijo Iván cabreado.

-¿De qué?- preguntó Roman inocente.

-De carreras- Iván contestó intentando dirigir la conversación hacia un tema menos comprometido.

-Muchas, cuando me retan a hacerlas, y siempre soy el más rápido-

Todos reímos a carcajadas, incluido Iván, pero finalmente volvimos a nuestros platos mientras Roman comenzaba a conciliar el sueño.

Desde ese momento la cena cogió un rumbo un tanto aburrido y silencioso, no fueron más de 10 minutos, pero todos esos los pasamos hablando de nuestras casas y en un tono muy susurrado para no despertar a Roman. Una conversación demasiada aburrida para mi gusto, pero fue breve. Una vez acabado todos de cenar, cada un tiró hacia su cabaña.

-Bueno, es hora de ir a descansar- susurre una vez ya solos Iván y yo.

-Sí, ya es hora.-Dijo empezándose a quitar la ropa frente a la cama.

Me fui a buscar el pantalón para dormir cuando de golpe me giro y lo veo desnudo. Unas nalgas finas sin pelos, una espalda recta y unos muslos musculados. Sin querer en menos que canta un gallo estaba más duro que una piedra, ahora sí que no me podía quitar los pantalones.

Girándome intentando disimular la tremenda erección que tenía, Iván, aun desnudo me pregunta:

-¿No te cambias?

-Sí, ahora lo haré, estoy buscando los pantalones del pijama.

-¿Quieres que te ayude?-Acercándose hacia mi aun desnudo.

-NO! NO! NO!-contesté apresuradamente

Ninguno de esos NO dieron resultado. En un visto y no visto tenía a Iván a mi lado contemplando lo que venía a ser una bandera izada en toda regla. Me estaba muriendo de la vergüenza. Él ahí en pelotas, mirando mi erección descomunal, sin decir ni mu y yo intentando taparlo. De golpe se gira y se va a ver a Roman ya profundamente dormido.

Tierra trágame estaba pensando mientras me empezaba a quitar la ropa cuando de golpe noté unas manos tocando mi espalda. Me giré intentando esconder aunque fuese un poco con la camiseta que me había quitado.

-Creo que vas a necesitar ayuda, porque con eso seguro que vas a necesitar una palanca para que los pantalones salgan- Dijo Iván quitándome las manos que intentaban esconder el bulto y bajándome los pantalones y los calzoncillos. –Ves, ahora mucho mejor, seguro que ahí comprimida te debía estar doliendo.

No entendía nada. No era real lo que estaba sucediendo. Y yo allí callado como un maniquí al que le quitan la ropa de temporada, eso sí, un maniquí más caliente y crecido que la copa de un pino.

-Creo que sería mejor refrescarlo para que se baje un poco- Sin tiempo alguno a responder se metió todo el pene en la boca. Fue aquí cuando ya reaccioné avergonzado.

-Iván, ¿pero qué haces?, pero si está tu hermano aquí delante ¿y si se despierta qué?


-Tranquilo, no se va despertar ni aunque te pongas a bailar claqué a su lado. Será de veces que me la he cascado en la misma habitación mientras él dormía. Compartimos habitación, creo que lo conozco lo suficiente para saber cuándo está bien dormido.

Iván sobándome el culo mientras me la estaba mamando de arriba abajo sin dejar ni un milímetro de pene que jalar, me tiró sobre mi cama para continuar su tarea hasta que de un momento a otro cesó para acercarse a mi boca. Era mi turno y a simple vista parecía tener un pene normal, no tan grande como el de Edu o David, condición que me facilitaría mi trabajo. Con David no había forma de chupar con gusto, era arcada tras arcada y al acabar me dolía el abdomen de tanta convulsión. Con Iván fue mucho más placentero, unas arcadas más controladas, cada vez que succionaba y metía todo hasta tocar con la barbilla a los huevos hacía que Iván produjera un “mmmmmm” que me ponía la carne de gallina. Es cierto que cada tantos minutos echaba un ojo a la cama de Roman para ver que continuaba con su sueño profundo, pero no dejaba de succionar.

-Ya está, es la hora- Pronunció haciéndome pensar que iba a correrse, pero de golpe la sacó toda y me hizo levantar.

Me levanto mientras le abrazó poniendo mis manos sobre su culo al mismo tiempo que él hace exactamente lo mismo, nuestros penes rozándose cuando de golpe acerca sus labios a los míos para meter la lengua hasta la campanilla. Al unísono nos movemos en dirección hacia la mesa conservando la posición inicial hasta que la parte inferior de mis nalgas toca uno de los lados de la mesa. Me levanta las piernas dejando mi espalda sobre esta y, agarrando mi pene y haciendo el movimiento pajero de arriba abajo, se agacha en busca de mi ano empezando a lamerlo y a degustarlo como si de un caramelo se tratase.

Mi respiración se aceleró, era tanto el gusto que sentía que notaba como la sangre recorría cada una de las partes de mi cuerpo. El corazón parecía que me tenía que salir del pecho y el pene tan duro y largo que parecía que se quebraría la piel de lo estirado que lo notaba.

Esa lengua juguetona rastreaba el terreno con una delicadeza y cosquilleo increíbles, intentaba entrar más i más hasta que llegaba a su límite y empezaba a lamer los alrededores.

Un dedo empezó a meterse por el mismo lugar donde la lengua antes tanteaba el terreno y más adentro y más adentro iba metiéndose. Luego otro dedo se unió a la fiesta, los dos con delicadeza simulando el movimiento de dentro fuera. Al tercer dedo ya empecé a sentir un poco de dolor pero también a notar como se dilataba el culo como si de una goma se tratase. La saliva que la lengua de Iván había dejado tras de sí me estaba siendo muy útil ahora como lubricante aunque dudaba que eso fuera a servir para poder meterme todo su pene, pero al estar mirando el techo, disfrutando de lo que Iván me hacía, no me había percatado de que él había ido esparciendo su líquido preseminal por todo su pene.

Se levantó y dirigiendo su pene hacia mi orificio lo empezó a meter poco a poco. La punta hacía paso a todo lo que venía atrás. Estoy seguro que me la metió hasta los huevos porque notaba como su cadera chocaba contra las dos nalgas. Cada mete y saca al principio me ocasionaban un repentino dolor que no podía esconder con mi cara, pero que si podía susurrar en vez de gritar. No sería bueno que Roman se despertara y me pillara en pelotas sobre la mesa con su hermano metiendo todo su poderío por el lugar por donde, para lo niño que era, solo servía para lo que conocía, es decir, para cagar.

Ese sufrimiento fue cesando para pasar a ser un gusto indefinible. Gemía suavemente con cada andanada de Iván. Me besaba sin cesar el ritmo normal que llevaba, ni muy rápido, ni muy lento, el adecuado. Éramos unos recién conocidos, pero éramos tan iguales, tan parecidos… Sabía qué me gustaba que me hicieran, sabía cómo tenía que dominarme, tenía un físico perfecto, teníamos la misma edad…

Fuimos a cambiar de posición cuando de golpe oímos a Roman:

-¿Dónde está el agua?

Se me heló la sangre. Vi como Iván se apresuraba a su cama.

-Roman, ¿Dónde estamos?- Preguntó él

Al ver que no contestaba y que seguía durmiendo como un tronco:

 –Falsa alarma.- Dijo Iván.

Tras el susto inicial ya no quise correr el riesgo de ser pillados. El calentón seguía pero no era suficiente para ese peligro.

Ni nos vestimos. Salimos por la puerta de la cabaña con cuidado de no ser descubiertos y nos dirigimos a la playa. Estaba oscuro, pero la luz de la luna era suficiente para ver todos los obstáculos y llegar hasta nuestro destino.

Una vez ya en la playa, empuje a Iván sobre la arena tirándome sobre él con el culo en sus pectorales impidiéndole mover los brazos y con el pene un poco decaído sobre su boca. Acaricié su cara con las dos manos y le plante un morreo deslizando mi cintura al nivel de la suya.

-Es mi momento, ahora llevaré yo las riendas- Susurré a Iván

Poniéndome sobre la altura de su pene, jugando un poco con él para que volviera a ponerse duro e introduciéndolo por completo en mi ano. Fue más doloroso que la primera vez al no contar con la lubricación óptima, pero no tardó mucho en segregar el líquido preseminal otra vez Iván. Mientras él permanecía tumbado sobre la arena, yo llevaba a cabo el trabajo de meter i sacar, veía su cara de placer. Esa cara de cosquilleo, esos gemidos desmesurados que se entrecortaban con la propia respiración acelerada de Iván.

-Fran, me pones muy caliente- dijo con voz orgásmica

-No te digo lo que me pones tú a mí- contesté hiperventilado

El trote de mis nalgas no tardó en hacer que Iván empezara a acelerar sus gemidos, me excitaba tanto que estaba yo también por correrme, hasta que Iván acabó dentro de mí mientras que yo incitado por el cosquilleo del semen expulsado a presión por el pene de Iván me hiciera acabar en una de las corridas más intensas de mi vida. Los chorros le llegaron hasta la cara. Sacando su pene de mi culo sin dejar salir la leche que continuaba en mi interior, me acerqué a sus abdominales y soltando el esfínter, esa estupenda, caliente y abundante leche cayo desparramándose por su torso y chorreando por las costillas de Iván. Esa cara de niño travieso no se me borrará nunca de la mente, Iván me agarró y me abrazó con todo el semen empapándome de él. Luchamos un rato en la arena hasta que decidimos poner fin a nuestra expedición i quitarnos toda la mugre bañándonos en el mar.

Fue una de las noches más románticas de mi vida. Él, yo, nadando abrazados, bajo la luz de la luna, besándonos apasionadamente, un chico que no conocía más que unas pocas horas, el chico perfecto que además de robarme el corazón había hecho lo que no había conseguido hacer por mí mismo: olvidar a David.

La vuelta a la cabaña fue un poco peligrosa ya que nos encontramos a Silvia merodeando las cabañas. Tuvimos suerte de verla antes y de darnos tiempo a escondernos tras unos árboles. Imaginaros la situación: Iván y yo tras unos árboles desnudos, Iván con la polla roja como un tomate de tanto frote y yo en su espalda rozando mi pene en su culo involuntariamente para intentar ocupar el menor espacio para no ser descubiertos. Vamos, Silvia nos llega a pillar y se arma la de San Juan. Pudimos respirar tranquilos cuando la vimos pasar de largo.

Entramos en nuestras cabañas y por respeto a Roman, haciendo el menor ruido posible nos pusimos unos calzoncillos y nos fuimos a la cama. Una vez cada uno en la suya Iván me sugirió hacer un intercambio de calzoncillos diciéndome:

-Piensa esto, tú te pones los míos y yo los tuyos. Tu pene al igual que el mío estará rozando toda la noche el mismo lugar donde lo ha hecho todo el día el tuyo y si así tienes un sueño húmedo mañana podré rozar mi pene donde tú te hayas corrido y al igual contigo. ¿Entiendes?.

Vamos, un juego de niños, pero bueno… Para qué negarlo. En ese momento aun podíamos considerarnos, niños, jóvenes,…

-Sí, me parece excitante. Hagámoslo.

Nos intercambiamos los calzoncillos y me dijo por último:

-Piensa en mí esta noche y mañana, si eso, tendrás los calzoncillos mojados al despertar, sinó, no te preocupes, que ya me encargaré yo de que los mojes por la mañana.

No me acuerdo qué soñé esa noche, dudo que fuese nada que me hiciera correrme en sueños porque las pelotas las había más que vaciado esa noche. Iván iba a cumplir su palabra, pero no de la forma que yo esperaría.

TO BE CONTINUED…

BY: Juan Torres Valverde

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