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Extorsión a una mujer casada (parte 02)

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A una semana de nuestro primer y caliente encuentro con Victoria -la mamá de nuestro compañero de escuela Pablo-, mi amigo Héctor me llamó por teléfono para darme las maravillosas nuevas:   

“Mañana a la tarde vamos a la casa de Vicky. Le pedí que se deshaga de Pablo por un buen rato. Vamos a tenerla toda la tarde para nosotros”. 

Colgué embargado por la excitación. Lo que siguió a continuación fue el día más largo de mi vida. Finalmente llegó la tarde en cuestión y me apersoné ansiosamente allí. Toqué el timbre.

Luego de un momento, Victoria abrió la puerta; me escrutó duramente por un momento y sin decir palabra me hizo pasar. La seguí hasta el comedor. La señora llevaba puesto un largo vestido con estampados naranjas que tapaban sus excitantes formas. Noté también que calzaba zuecos con plataforma de corcho.

Ingresé al comedor. Héctor ya había llegado y estaba despatarrado en el sillón con una lata de cerveza en la mano. Lo saludé y me senté a su lado. La señora aguardaba de pie, lívida, y cada tanto nos lanzaba fuertes y hoscas miradas.

- ¿Vicky, porque no le traes una cerveza a nuestro amigo? – le ordenó cínicamente, Héctor.    

La mami, sin mirarnos, abandonó el comedor haciendo sonar sus tacos con fuerza, rumbo a la cocina.

- ¿Todo bien? – le pregunté ansiosamente a mi amigo.

- Todo bien. Ahora comienza el show – dijo guiñándome un ojo.

Victoria retornó al comedor con una bandeja y una lata de cerveza sobre ella. Se detuvo frente a mí, mortalmente seria, y me la ofreció. La tomé y se lo agradecí. Entonces dio media vuelta, apoyó la bandeja en la mesa y volvió al lugar donde estaba antes.

- Bueno, Vicky – dijo Héctor incorporándose del sillón -, ahora que llegó el amigo, podés ir a cambiarte.   

La señora se retiró con aire ofendido hacía el cuarto contiguo. Entonces Héctor tomó un bolso que descansaba junto al sillón, lo abrió y extrajo una pequeña cámara de video.

- Vamos a grabar todo – me confió manipulando el aparato -.

Una vez que terminó, la introdujo con cuidado en el bolso dejando el visor levemente fuera y la apoyó en modular, frente al sillón en el que estábamos. 

Instantes después regresaba la mamá de Pablo. Nos sentamos en los extremos sillón de modo que el centro del mismo quedase vacio. Mi corazón latía con fuerza producto de la ansiedad.

La señora, con gesto demudado, entró donde estábamos y se detuvo en el centro del salón, sin mirarnos.

Juro que no me alcanzaban los ojos para contemplarla: llevaba puesto un corto camisón transparente que dejaba sus piernas al descubierto y dejaba entrever sus suculentas, grandes tetas. No llevaba corpiño, pero si una ceñida tanga blanca. Sus largas piernas estaban enfundadas en medias blancas con ligas de encaje que ceñían sus carnosos muslos. Calzaba finos zapatos blancos con taco. Sabiéndose contemplada al detalle, ella evitaba mirarnos, ruborizada.           

- Excelente, Vicky. Yo le elegí el vestuario antes que llegaras – me informó Héctor - Ahora empezá a sacarte el camisón despacito y después date vuelta.

- Por favor, chicos – rogó de repente la señora, quebrada -, no me pidan eso…  

- No nos hagas perder tiempo, Victoria – la intimó Héctor -. Cuanto más rápido terminemos, mejor para todos, ¿okey? 

La señora bajó la cabeza, resignada, y empezó a lagrimear en silencio. Entonces llevó sus manos a las tiritas de su camisón, las desanudó lentamente y se lo sacó. Sus redondas y bien formadas tetas quedaron al descubierto ante nuestros ojos. Se trataban de dos suculentos y excitantes globos de carne coronados por dos pequeños pezones rosados y chiquitos. Luego giró y pudimos admirar su rubicundo culo. De la parte superior de sus apetitosas nalgas surgía el triangulito de su bombacha blanca. Aquel espectáculo era demasiado. Creí que iba a desmayarme de la emoción que me generaba esa voluptuosa mujer a quien teníamos a nuestra total merced. Héctor, por supuesto, tampoco perdía detalle de todo aquello.     

- Ahora vení y sentate acá – le indicó a Victoria dando un golpecito en el espacio del medio del sillón. 

La señora vaciló por un instante, pero obedeció. Se la notaba nerviosa y rígida. Mi amigo se desabrochó el pantalón y sacó su pija enhiesta. Yo lo imité. Héctor le ordenó a Victoria que empezara a pajearnos. La mujer, sentada entre los dos, tragó saliva al escuchar aquello y, sin mirarnos, extendió sus brazos y empuñando nuestras vergas empezó a masturbarnos. En realidad, mucho no tenía que hacer pues ya estábamos bien envarados. Victoria sacudía nuestras pijas con pulso firme y seguro. 

- Lo haces bien, Vicky – sonrió Héctor, observándola -, se nota que te gusta tener una pija en cada mano, ¿no?

La señora le lanzó una fugaz mirada de odio que delataba su impotencia. Pero mi amigo ignoró eso y continuó:

- Ahora vas a elegir a quien se la vas a chupar primero. 

Victoria abrió los ojos, consternada. Luego negó moviendo su cabeza.

- No te pregunto si querés o no, Vicky – la presionó Héctor -, respondé ahora.

La señora observó retraídamente a mi amigo y dijo con un hilo de voz:

- A él… - se refería a mí.

- Bueno, pedíselo – la animó Héctor –, dale.

Vicky giró su cabeza hacia mí, sin dejar de pajearnos, me observó tímidamente y tragó saliva:

- ¿Me-me dejas que te la chupe? – expresó con un hilo de voz.

- Vamos, Vicky – la apuró divertido mi amigo – pedíselo como corresponde.

- Quiero chuparte la pija… por favor – pronunció Victoria en tono más alto.

Separé mis piernas a modo de respuesta y entonces la señora se inclinó lentamente sobre mi entrepierna. Tomó mi pija por el tronco, separó sus labios y la engulló. Me eché para atrás, disfrutando sus lamidas y observándola sin perder detalle. Héctor aprovechó su posición y comenzó a frotar sus gordas nalgas. Victoria abrió los ojos en señal de sobresalto al sentir aquellas intensas caricias en su retaguardia.

- Que buen culo que tenés, Vicky – se relamía Héctor con la vista fija en el culo de la mamá. 

Victoria succionaba mi palo ávidamente. Noté que la parquedad que había demostrado antes no se reflejaba en la buena mamada que me estaba haciendo. Entonces Héctor levantó la pierna derecha de la mujer, separándoselas, de tal manera que su hermosa concha quedase expuesta. Luego rompió de un tirón la tirita de su bombacha y empezó a lamerle vorazmente su concha. La caliente escena constituía un ardiente menage a trois que superaba todas mis fantasías con esa mujer. La señora empezó a emitir intensos gemidos de placer ante el penetrante cunnilingus que le propinaba Héctor. Entonces tomé su cabeza y le hice tragar mi palo hasta que su barbilla chocó con mis huevos. Victoria tuvo una arcada e intentó apartarse, pero se lo impedí por un momento. Cuando finalmente la solté, levantó su cabeza y de su boca salió un espeso chorro de saliva que corrió por su barbilla.  Me observó agitada. Entonces empuñé mi pija y se la volví a meter en la boca.

Mientras tanto, Héctor continuaba entre sus piernas y la señora gimió intensamente anunciando la venida de un intenso orgasmo, como efectivamente sucedió. Su cuerpo se contorsionó en un ramalazo de placer. 

Héctor alzó su cabeza y me miró:

- Mirá como acaba la señora, eh – exclamó divertido.

Victoria, aturdida, negó con la cabeza, pero lo cierto era que, a su pesar, ya era nuestra. Héctor le ordenó que bajara del sillón y se arrodillara en el suelo. Victoria, vacilante y atontada, casi que se dejó caer al piso. Entonces Héctor se sentó en el centro del sillón, separó sus rodillas y atrajo la cabeza de la mamá entre sus piernas. Victoria soltó una exclamación de dolor y quedó en cuatro patas, con su bello rostro frente a la verga de mi amigo.         

- Ahora me vas a hacer una buena mamada, Vicky – dijo sonriente.

 - Basta, chicos, esto no… - rogó la señora, intentando negarse.

Héctor tomó su dura pija y empezó a pegarle con ella en la cara. Victoria lanzó un gritito y cerró con fuerza sus ojos.

- ¡Puta calentona de mierda! – la amonestó mi amigo - ¿¡Cuántas veces acabaste recién!? Usá tu hocico para mamar y no para ladrar, ¿entendiste? – Y acto seguido le introdujo su verga tiesa entre sus labios. Victoria gemía con el pedazo en la boca y, humillada, comenzó a chupar la pija de mi amigo. 

Su soberbio culo parado me atrajo como un imán, y sin pensármelo dos veces me arrodille detrás de ella, separé sus orondas nalgas blancas, empuñe mi duro carajo y sin dejar e observar su fruncido ano marrón, la tomé por sus caderas y se la metí en su concha. La mami me observó de reojo, con el pedazo de Héctor entre los labios. Se trataba de una sensación maravillosa. La señora estaba bien húmeda, o mojada debo decir. Empecé a moverme, cada vez con más fuerza. Victoria empezó a gemir.  

- ¡Bien, Vicky! – exclamó Héctor -, ahora estás ensartada por dos agujeros, como te gusta.

Era maravilloso penetrar a ese pedazo de hembra, darle con ganas. Me aferré a sus anchas caderas y observaba como mi poronga desaparecía por completo en su interior. Su concha parecía succionar mi verga. A su vez, Héctor aferraba su cabeza y le hacía tragar íntegramente su pija. La señora ya no solo que no ofrecía resistencia, sino que se dejaba hacer sumisamente y soltaba gemidos cada vez más intensos. 

De pronto Victoria contrajo sus nalgas y juntó sus rodillas con fuerza. Adiviné que se iba a correr nuevamente y eso sucedió. La señora soltó un sentido orgasmo y para no gritar engulló completamente la verga de mí amigo. Eso fue demasiado para mí y eyaculé profusamente dentro de su mojada concha. A su vez, Héctor soltó un grito que indicaba que también se estaba corriendo en el interior de la garganta de Victoria. Espesos hilos de semen corrieron por las comisuras de los labios de la mamá. Saqué mi verga dura y mojada por sus jugos y los míos. Victoria levantó su cabeza y llevó sus manos a su boca.     

- Te lo vas a tragar todo, putita – le advirtió Héctor mirándola fijamente.

La señora, de rodillas como estaba, bajó sus manos, alzó su cabeza, cerró sus ojos con fuerza y con un gesto de aversión cerró la boca y se tragó aquello.

- Muy bien, Vicky – dijo Héctor, sonriente -, ahora abrí la boca y mostrame, que quiero cerciorarme.

Victoria, ya definitivamente vencida, abrió su boca para mi amigo pudiese ver.

- ¡Se lo tragó todo! – exclamó sorprendido Héctor -. Así me gusta, Vicky.

Entonces Victoria avanzó de rodillas hasta el sillón, se dejó caer sobre él escondiendo su rostro y se largó a llorar desconsoladamente.

Héctor y yo nos incorporamos y nos cambiamos. La mamá de Pablo lloraba con el rostro hundido en el sillón. Una vez cambiados, mi amigo recogió del modular el bolso que contenía la filmadora, chequeó que la cámara lo hubiese tomado todo, y una vez que se cercioró, chocamos nuestras palmas.  

Antes de abandonar la casa, Héctor se acercó a la mamá.

- Chau, Vicky, hasta la próxima – se despidió al tiempo que le propinaba una sonora palmada en el culo. La mujer ni se inmutó.  

Una vez fuera de la casa, Héctor me dijo:

- Mañana le hago llegar el videíto. Esto recién comienza. 

Nos guiñamos un ojo y nos despedimos. Una tarde inolvidable.

 

CONTINUARÁ…

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