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La venganza. Ojo por ojo, polvo por polvo. Sexo en la oficina

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Este relato podría estar incluido en un caso de justicia legítima. La sentencia bíblica dice: “ojo por ojo, diente por diente” y de cómo fue cumplida. Se ejecutó el dicho al pie de la letra, o más precisamente al pie de la escalera. Soy el jefe de la oficina, mi despacho vidriado, me permite observar el salón, donde las empleadas cumplen tareas administrativas.

El primer escritorio, en diagonal al mío, visible totalmente cuando la puerta de mi despacho está abierta, es ocupado por Isabel, Lizy para nosotros.

Tomaba el café, recorría el diario y “ojeaba” a la Lizy, que estaba con una mini más osada que lo usual; cuando se movía en su asiento y me ofrecía un primer plano de las magníficas piernas. Estaba exultante, movía esas dos piezas de porcelana más de lo prudente, casi podría afirmar que lo hacía con toda intención de “agredir” y desafiar la tolerancia del jefe, tanto que podía ver hasta la tanga negra. Cuando me pescaba “relojeándola” me dedicaba una sonrisita cómplice.

Mañana de inquietante excitación. Al salir para el almuerzo, le solicito una información.

—Sí... jefecito, se la voy a buscar, respondió, sumisa.

Me dejó loco, regresé antes que todos los demás. Sentada, inquietante, arreglándose las uñas, me sonríe, sabía que volvería tan rápido.

—Lizy, me buscó la documentación?

—No jefecito, ¡pero se la busco ya mismo!

Por segunda vez “jefecito”, nunca antes tan familiar.

— Necesito la llave del archivo del segundo piso, ¿no tengo llave?

Salimos, al llegar a la escalera, la dejo ir delante. Por Dios, que maravilla la vista que ofrecía al subir la empinada escalera de servicio, se le marcaba la tanga, negra, y tan chiquita.

Llegamos a la puerta, se apoyó en la manija, se inclina en demasía, las carnes desafiantes de sus nalgas. Visión inolvidable y digna de prolongarse toda la vida.

En ese momento se me nubló el entendimiento, solo podía ver su trasero insinuante de todos los placeres, me abrazo a esas caderas, apretarme contra ellas con mi urgencia a punto de estalla. Se dejó hacer, sumisa, complaciente, esperando. El que calla otorga. La tomé y beso en el cuello, enredando mi boca en sus cabellos.

—Aquí no, pueden vernos. Mejor entremos. Dándose vuelta y manejando la situación con absoluta soltura.

Pasamos y ahí no más le di una apretada contra la puerta, la besé con fiebre, abrí la blusa y me sumergí en esas tetas con ansiedad y calentura. Descontrol y urgencia, en un instante la breve falda subida más allá de la cintura, estaba en tanga. La camisa abierta y las tetas desafiaban a mi lengua ofreciéndose indefensas. La tomo de la cintura y nos besamos, las lenguas se acariciaban y mezclan las salivas.

No hubo palabras, solo gemidos y urgencia. Desnuda y el miembro totalmente metido en la concha, recaliente y mojada.

De espaldas, tan adentro, entraba ajustada, produciendo una agradable sensación sobre la pija dura y excitada. Difícil prolongar el placer de cogerla, la calentura me puede, estoy cerca de acabar.

Puedo aguantar bastante tiempo, pero ahora no, necesitaba desagotar toda la leche acumulada. Le aviso que no puedo más, que ya me viene.

—Me viene, tomá, tomá, tomá! Le estoy largando la leche, no paraba de brotar.

Estoy en otra galaxia, disfrutando el placer de mi leche fluyendo dentro de la conchita apretadita, me aspirara la pija y absorbe el líquido que largo dentro. Sigo moviéndome en ella, ayudándola.

Una voz, lejana, como un quejido pero distante, dice:

—Estoy... acabando, ¡qué lindo es, qué bueno! Decía sorprendida por lo intenso.

El orgasmo se produjo al sentir el chorro de semen en la vagina, el calorcito del líquido aceleró los tiempos y produce en ella este orgasmo violento y sorpresivo.

—No me la saqués, esperá un momento, quedate en mí. Te siento.

Nos separamos, con mi pañuelo se limpia el contenido que le dejé dentro de la argolla. Nos reponemos para poder volver sin demasiados rastros de la cogida. Sentados, nos miramos, hablamos.

Me confió que estaba indignada, ayer al volver a su casa antes de lo habitual, encontró al cretino del marido encamado con su hermana. No la vieron. Más herida que enojada salió sin que lo notaran. Retornó bastante más tarde, como si nada.

En ese momento decidió aplicarle la misma medicina al marido, no joder a su cuñado, no causar problemas familiares, quería demasiado a su hermana. A cornuda, cornudo y medio.

Me propuse cumplirlo. A vos te conozco, discreto, de confianza, estabas cerca, qué más.

—Estuvo bien, pero incómodo y apurado. Decía con ganas de más.

—Sí, tenés razón. Y... si a la salida nos tomamos una copa en un lugar “acogedor”?

—Bueno, me gusta lo acogedor, asiente con un piquito.

Salimos y llegamos rápido al acogedor refugio. Nos duchados, en la cama conversando, una copa en la mano y un deseo por saciar en el sexo.

Nos besamos con pasión, metemos mano a lo loco, no queda lugar sin caricias besos y chupadas. La pija y concha, que se llevan las preferencias. Le hice los honores a esa concha que me dio tanto placer, para no quedar en deuda, ella, pagó con una mamada a la verga, de película.

Me acosté boca arriba, bajó al choto para darle una mamada lenta y profunda. Hice que se abriera los labios vaginales y se lo metiera dentro de la conchita, como recién con la boca.  Fue bajando sobre la pija, despacio iba desapareciendo en su carne caliente, la tenía toda metida, sus nalgas estaban en contacto con mis huevos. Quieta, disfrutó de toda la carne dentro de su carne, el calor y la dureza aprisionada en el calor y los flujos de la suya.

Saciado el disfrute, en silencio, comenzó la danza vibrante y ruidosa, cabalgaba con desenfreno, gimiendo en cada galope, quería ejecutar su venganza con el látigo de carne enhiesta que la empalaba hasta la garganta.  Caliente a mil, explota en un orgasmo ruidoso y convulsivo, aprieta con fuerza la vagina estrujando al choto preso en ella.

No para de acabar, liberada sigue sin solución de continuidad, riendo sin sentido.  Goza, cansada, agotada, la risa sin sentido continúa. Me mira, espera, sin sacársela.

Unidos por la carne dentro de su carne, modificamos la postura. Ahora está de espaldas en la cama, una almohada debajo de los glúteos, la concha se ofrenda al miembro como breva madura.

Elevo las piernas, abiertas y apoyadas sobre mis hombros tengo una visión total de su cuerpo desnudo y anhelante, se mira en mis ojos, inquieta, imagina mis pensamientos, sabe lo que viene, duda, teme y desea.

Acaricio la conchita, los dedos bien adentro, con los jugos de la conchita voy dibujando sobre la piel, explorando la vecindad. Llego al culito con el dedo, se siente bien cerrado. Vuelvo con más jugo a sentir lo cerrado del ano. Insisto en él.

—Nunca me lo hicieron. ¡Está virgen!

—Cómo te lo voy a desvirgar! ¡Qué mejor que ahora, es maravilloso!

—Sí, que sea. A él se lo negué, a vos te lo doy, ¡ahora!

Aproveché la indecisión de Lizy, apoyo la pija, con abundante saliva, en la estrechez, empujo suave, se va abriendo. La miro escrutando sus reacciones, sigo entrando en ella por el ano, se resiste al avance, me detengo, avanza mejor, duele menos, toma confianza. Ya..., suspira profundo. ¡Todo adentro!

Le duele, quedo inmóvil, muy apretado. Nos miramos, nos sentimos, su esfínter me transmite sus latidos, se sienten en el miembro prisionero.

—Papito, me duele menos ahora. Vengarme, pero cuidalo.

—Sí, no quiero lastimarte, lo que vos digas.

Seducido por la calentura, deseaba este culo, quiero morir dentro de él, el placer y el deseo me pueden. No puedo aguantar más la calentura, la pija no aflojó en ningún momento, no le doy tregua, se puso más gruesa, más tiesa, así lo siente Lizy. La excito en el clítoris para distraer y mitigar así el dolor en el culito.

Se hace rutina y acostumbra un poco. Se libera en mí el monstruo lujurioso, le estoy reventando el culo. Nos movemos de manera descomunal, con más fuerza en ese lugar, poco antes virgen, todo el cuerpo apoyado solo sobre esa porción de carne vibrante, que presiona. Nos gritamos, nos vamos, en demoledora acabada. La pija late en cada expulsión de semen, con tanta intensidad, la leche brota a borbotones.

Quedo adentro, espero que afloje un poco su rigidez para no lastimarla. Como ingresó, va saliendo, con cuidado. Asoma un poco de sangre, rastro del desvirgue.

Agotados por el esfuerzo, satisfechos. Ella por el placer sexual y el dulce sabor de la venganza y yo gratificado como nunca por el premio de hacer un culito tan lindo y virgen.

Tomamos otra copa, brindamos por nosotros, por habernos descubierto como amantes de ahora en más. Nos tenemos a mano para cuando nos necesitemos, qué bueno.

Fuimos amantes, dos veces a la semana teníamos tórridos encuentros, probamos todas las poses, aprendió, aprendimos a satisfacernos. Hoy recibí carta suya, hace casi un año que se mudó, no sé dónde. En ella, decía que tenía una beba de dos meses y que el cretino está contento con la paternidad, qué boludo, no sabe que tiene que agradecértelo a vos. Te recuerda, Lizy.

En ningún momento me hizo sentir como elemento de venganza, sino que ambos nos encontramos en el momento justo con la persona justa, si le sirvió, mejor. Mientras duró fue muy bueno.

Amiga lectora, alguna vez sentiste ganas de vengarte de tu marido, me gustaría saber cómo lo has hecho, si quieres contármelo, estaré aguardando en [email protected] y prometo responderte.

 

Nazareno Cruz

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