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A la maestra con cariño. Seducida y con rudeza se dejó hacer el orto

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Por razones familiares, mi esposa tuvo que viajar al interior por el término de una semana, para atender a la tía enferma, como estamos separados, me correspondía atender todas las necesidades de nuestro hijo, llevarlo a la escuela era parte de esas obligaciones.

Soy un tipo común, alguien podría decir, con cara de inocente, pero la verdad es que con ese look y haciendo vida de soltero no me va nada mal, sobre todo en conquistas, me considero rápido como el que más.

Asumiendo las obligaciones delegadas, esa mañana llevé al niño al colegio, debía ver a la señorita Elena, la maestra, para firmar no sé qué papeles sobre una autorización de una excursión escolar o algo así. Esperando ver a una maestra gorda, como la del programa de la tele, me quedé esperando mientras leía el diario, cuando escucho:

 — Señor, ¿usted es el padre de Nico?  

 — ¡Sí, todo yo!

Levanto la vista del diario, la señorita Elena, joven maestra, buen trasero, no era muy bonita pero a los veinte y pocos años no existen mujeres feas, de todos modos atraían sus redondeces notorias y la gracia natural. No disimulo el atractivo.

 —Qué mira con tanto interés, que tengo?

 —Perdón, no pensé que fuera tan evidente, disculpame si te puse mal.

 —No, pero me sorprende, que se fijen en mí.

 —Todo lo contrario, tenés mucho para fijarse en vos.

En un rapto de audacia, falto de sexo y solo le dije:

 —A la salida, si no hay alguien que espera, podría pasar a buscarte y me explicas bien los porque no fijarse en vos.

 —No, no hay, mi novio se fue por otro lado. Bueno, ahora nada de nada…

La espero en la esquina, del colegio, para disimular, sale última. Sube y le digo si podemos ir a mi casa para compartir un trago, estaba en conocimiento que estoy separado, acepta sin objeción. Está distinta, el pelo ahora suelto, sin lentes, sin el delantal blanco, se muestra con una falda mini insinuante. Durante el trayecto, en un movimiento, que estimo fue un descuido prolijamente estudiado, se la levanta.

Me inquieta esa provocación, me ratoneo con esas piernitas. La invito a sentarse mientras le ofrezco un café.

 —Sólo, encuentro del instantáneo. Simulo un poco más de torpeza que lo habitual, es parte de la estrategia de soltero.

 —Déjame a mí, lo preparo yo.

Pone manos a la obra y lo prepara, en el curso de la tarea, me ocupo, así como al pasar, de que durante esta semana y tal vez la próxima estaré solo, por que el niño, hasta mañana se queda con la abuela, solo voy a buscarlo para llevarlo y retirarlo de la escuela.

Me arrimó provocativa para acercame la taza de café, le paso la mano por atrás subiendo por los muslos. Un poco sorprendida, finge haciendo que parezca real.

 —Qué cosa... ¿no podés tener quietas las manos?

La respuesta se hizo sentir en mi entrepierna, mira de reojo. Halagada responde con un piquito.

 —Por qué?

 —Necesitaba que alguien se fijara en mí, sentir el deseo a flor de piel, y vos sí que tenés el deseo en flor...

Le tomo las manos en las mías, le doy calor. Me dispongo a escuchar sus cuitas, se le nota que busca una “oreja amiga” para confiarse. Ese novio que ahora es pasado reciente, era desde los catorce, el único hombre en su vida, por siete años sólo él, todos los planes y todos los sueños se fueron al carajo, cuando el tipo conoció a otra mujer, una mujer madura, se recalentó y se fue a vivir con ella. Los últimos seis meses los pasó tratando de olvidarlo.

 —¿Tomamos una copa?, se nota que la necesitas

 —No.… no tomo habitualmente.

 —Te va a hacer bien

 —Nos servimos,

La incito a un “chin chin”, por el “olvido de lo malo”. Rio y bebió, bebimos. Por la segunda copa, ya estábamos sentados, recostados uno en el otro, con la cabeza en mi hombro.

Aprovecho la bonanza de su entrega a confesar sus cuitas, para meterle mano. Apoyo la mano en el muslo, responde con un beso, repite acomodando bien la boca para un beso con toda la furia. Me besó con ganas atrasadas.

Recaliente, al palo, me pongo delante de ella, se abraza a mi cintura, se la refriego entre los pechos. Descubro esos pechos firmes con pezones bien erectos, le doy lo que necesitan. Trastornada por el efecto de mi boca y mi lengua comienza a gemir desesperada.

 —Quiero que hagas…necesito que me hagas… sentir tuya…

Uniendo el deseo a la acción, se saca la mini, quedando solo en bikini. Abre las piernas y se

ofrece toda. Mis manos debajo de su cola descubren la concha, queda expuesta a mis caricias. Voy al “pesebre”, le meto lengua en la raja, toda mojada, se estremece violentamente.

La chupada fue deliciosa, y la acabada de ella apoteótica.

 —Ahora violame! ordena.

La levanto en brazos, la llevo al dormitorio. La coloco boca abajo, jugando al sometimiento, le abro los cantos, abro los labios y acomodo el choto en la puerta de la concha. Con una mano la tomo del cuello y aprieto contra la cama, un chirlo en la nalga y de un golpe se la mando toda adentro. Me la estoy “moviendo” con violencia, estoy haciendo realidad esa fantasía de tomada con salvaje deseo al mismo tiempo es una especie de venganza al recuerdo del abandónico novio.

Este juego la sobreexcita, vuelve a acabar, rápido y ruidosamente. Yo estaba que volaba de calentura, me dolían los huevos por la leche contenida sin acaba aún. Un par de nalgadas vuelven a ponerla a tono con esa calentura atroz que la domina, el lenguaje soez también adquiere el valor de lujuriosa excitación. Con el choto adentro de ella, seguíamos el juego del sometimiento, amenacé con hacerle el orto.

 —Ahora te voy a hacer el orto, ¡putita!

 —No, no quiero, no quieroooo..., seguía el juego.

En el comienzo solo era una idea, pero en el desarrollo del juego de dominación esa idea tomó cuerpo y el deseo se hizo dueño y señor de su ano.

Cuando se dio cuenta que la cosa iba en serio intentó zafar. Insistí de tal forma que no le quedaron dudas que sería sodomizada accediendo o no. Asiente pero me pide suavidad y comprensión. Dice que el novio se lo hizo una vez, pero como no era tan gruesa accedió. Ahora es distinto, vas en serio, ahora me da un poco de miedo.

Tomé de la mesa de luz un pote de crema para manos, le puse un poco en el culito. Entre tanto ella se colocó una almohada debajo, para levantar más la cola. Entro el dedo encremado en el culito, se siente estrecho y temeroso.

Entro despacio, con muchas precauciones, en estrecho canal. Le duele, dice que siente como si la abriera en dos, que le arde, se la saco, unto otra vez con la crema.  Le ordeno que se abra las nalgas, la entro, un poco, le gusta, y se la entro hasta los testículos. Se sentía violada pero dichosa. La moví hasta hacerla estremecer y gemir bien fuerte, morder y apretar la ropa de cama para mitigar los gritos que le llegan a la garganta. La monté poniendo el énfasis en la penetración bien profunda, aguanté cuanto pude, no quería escuchar sus gritos cuando la penetraba. Metí mis dedos en su boca, para callarla, que no interfiera en la concentración para poder correrme en ella... Le hice una culeada que recordará por mucho tiempo.

Acabé con todo, quedamos latiendo en la misma frecuencia y con la igual intensidad.

Seguí dentro del otro, moviendo el choto para sacar el remanente de leche acumulada, demorando la salida para darle tiempo. Descorché el tapón de la gruesa carne turgente que ocupaba todo el ano, demorarme dentro de ella y con ayuda de su mano se consiguió otro orgasmo.

Descansamos un buen rato de las acciones y emociones.  Le hice mamar la verga, hasta que se levantó nuevamente.

Comenzamos a tener sexo, montado sobre su espalda, volvió a tener un par de intensos orgasmos que la dejaron satisfecha. Como no quería levantarme a buscar un preservativo, acordamos en terminarle en la boca. Cuando llegó el momento se la saqué, ella se colocó de costado y llevé la leche a domicilio, tragó todo. Era su primera vez, se sintió obligada, dijo que no sabía tan desagradable, levemente salado, no le desagradó, pidió repetirlo otra vez para tomarle el gustito a mi leche.

Agradecimiento mutuo por la tarde lujuria que vivimos, nos despedimos con un beso que le comí la boca, quedamos en que al día siguiente la pasara a buscar por el cole. Durante una semana fue “mi mujer”, nos dimos todos los días.

Seguimos con las encamadas, un poco más espaciadas, aún después de conseguirse novio seguimos teniendo sexo cada tanto. Se mudó al interior, pero la distancia es como el viento, apaga los débiles fuegos y enciende las brasas, lo nuestros son brasas que aún siguen ardiendo.

Estoy esperando tus comentarios en mi correo, [email protected], no demores tanto.

 

Nazareno Cruz

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