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El ritual

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¿Cómo me había dejado llevar hasta llegar a esta situación?

No paraba de pensar en lo mismo una y otra vez.

La chica era guapa, sí, pero no más que el resto que había aquella noche en la fiesta.

Sin embargo, me fijé en ella. Tenía un halo de misterio mezclado con algo de inocencia.

Lo que sin duda desprendía era mucha confianza en sí misma, tanta como para persuadir e hipnotizar a cualquiera que se le antojase.

Y en este caso el que sucumbió, sin esperarlo, fui yo.

Todavía no lo entiendo. ¿Cómo pude dejar que todo llegase a este extremo?

El caso es que de una forma u otra al fin y al cabo me hallaba donde me hallaba, indefenso y perturbado.

Y enfrente estaba ella. Impertérrita. Su mirada impasible no dejaba entrever nada.

No había expresión alguna que diese, por remota que fuese, una pista de lo que estaba sucediendo.

Pasé la mirada por cada uno de los rostros que conformaban el círculo que nos encerraba a los dos.

Todos eran rostros femeninos, y todos iban ataviados con antifaces que apenas dejaban ver los intrigantes ojos que se escondían detrás.

No sonreían. Ellas también permanecían inmóviles, inexpresivas.

Me sentía totalmente indefenso.

Más de una vez sentí como mi ego y mi condición de hombre se tambaleaba.

Es cierto que en más de una ocasión me gustó sentirme totalmente dominado por una mujer; incluso podría afirmar que a día de hoy me gustaría volver a hacerlo, pero aquello rozaba la humillación y yo no me caracterizo por tener un ego pequeño, como cualquier hombre, supongo.

No voy a decir que ella me mintiese cuando hablamos de irnos juntos.

Sí es cierto que mencionó que habría unas amigas con ella.

Como buen caballero sonreí para dentro, no quería dar a entender que ella sola no me bastase.

Pero unas amigas…imaginé dos, tres, a lo sumo cuatro; quince sin contarla a ella supera con creces mis expectativas y sobre todo mis, como decirlo de forma fina, mis energías.

Lo que peor llevo sin duda, no es el silencio desconcertante dentro de esa pequeña habitación, si no que todos esos pares de ojos me estén mirando impasibles mientras yo estoy quieto, de pie y completamente desnudo.

Ni siquiera me permitieron dejar nada en los pies para evitar el contacto del frío suelo con ellos.

¿Será capaz? ¿Lo seré yo?

Escoger a una “víctima” no resultó ser tan difícil.

Convencerla tampoco. Sólo hubo que adornar u omitir algunos pequeños detalles.

Llevarlo al lugar donde se hacían las reuniones. Desnudarlo por completo, pero no sin antes vendarle los ojos.

Seguidamente desnudarme yo. Quitarle la venda. Decirle que todo va a salir bien, que no se preocupe, pero que para poder salir de allí antes tiene que cumplir.

Su cara al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, o al imaginárselo que podía suceder, fue una mezcla de sorpresa, miedo y sobre todo vergüenza.

Ahora que él estaba dentro del juego no podía permitirme despistarme de mi cometido.

¿Cómo iba a lograrlo? ¿De verdad era posible?

 De todos los rituales de los que había oído hablar este sin duda era el más raro.

No acababa de ver la necesidad ni el motivo de tal hecho. Estar delante de un completo desconocido, desnuda, y conseguir correrme y que él lo haga sin poder tocarnos, sólo con la mirada o el pensamiento…nunca se me habría pasado por la cabeza ser capaz de conseguirlo.

Hay que decir que el chico estaba de muy buen ver, es más si el contexto fuese otro cualquiera también se me pasaría por la cabeza seducirlo para acabar los dos en mi casa disfrutando del sexo más salvaje.

Pero ahora no era ese el caso.

El fugaz tiempo que me llevo recrear la imagen de los dos completamente sudados en la cama me sirvió para excitarme.

En los pocos momentos que consigo aislarme de las miradas furtivas y concentrarme en el esbelto cuerpo de enfrente unas ganas locas de poseerla me invaden.

Sorprendentemente puedo notar como me excito rápidamente.

Cuando pienso en esa excitación, vuelve a desvanecerse, la realidad me asola y el círculo de miradas impasibles que me rodea vuelve a ser mi centro de atención y preocupación.

Las miradas no son un problema para mí.

Siempre quise poder compartir un encuentro sexual con uno o dos observadores. Incluso me gustaría que en determinado momento fuesen ellos quien me follasen y mi “pareja” la que mirase como lo hacían.

Por tanto, que todas esas chicas me mirasen no era un problema, al contrario, tenía un toque muy morboso.

Seamos prácticos. La idea es salir cuanto antes de esta espiral de locura, y, por supuesto, hacerlo de una forma indemne.

Venga, busca el lado erótico-festivo de todo esto. Excítate, córrete, coge la ropa y vete. Olvida este momento como olvidarías una pesadilla al cabo de las horas.

¿Qué estará pensando? ¿Estará enfadado?

No parece que vaya a conseguir excitarse. Lo peor es que no sé cuál será el castigo de no conseguirlo.

Cierro los ojos. Los abro y de repente únicamente está ella.

De nuevo frente a mí completamente desnuda.

Su pequeño cuerpo sigue siendo igual de excitante.

Deseo tocarla con premura, pero soy consciente de que no puedo.

Aprovecho esta especie de ejercicio mental para imaginar todo lo que le haré en cuanto tengamos unas horas para estar juntos los dos.

Quizás se lo narre. Una noche al teléfono, la oscuridad envolviéndonos y una voz sensual al otro lado del hilo…

Haz como él, cierra los ojos.

Deja para otra fantasía a todas esas esculturales mujeres.

Ahora solo tiene cabida él dentro de tus pensamientos. ¿Qué te gustaría hacerle?

Tras un largo viaje él te invita a su casa. Al día siguiente ejercerá como guía por la ciudad. Estas muy cansada y no tardas en irte a la cama. La habitación de invitados es muy acogedora. Te desnudas. Cubres tu cuerpo únicamente con una camiseta y unas braguitas. Te metes en la cama, deseosa de descansar del largo trayecto…

¿Volveré a verla? Lo poco que pude hablar con ella me llegó para saber que vive muy lejos de mí. La voy a invitar a ver la ciudad, creo que nunca ha estado en ella.

Si acepta venir tendrá que pasar unos días en mi casa. La habitación de invitados es muy acogedora, creo que le gustará.

Me siento muy cómoda estando tumbada en esa cama extraña. El sueño se apodera ya de mí y me dejo sucumbir por completo.

En medio de la noche el contacto con una piel más fría que la mía me despierta. Aparto los rizos de la cara para ver bien. Es él. Venía a cerciorarse de que dormía plácidamente y al verme soñar con mi carita inocente no pudo resistir meterse en la cama y contemplarme.

¿Por qué entré en su habitación? Es mi invitada sí, pero es lo suficiente mayor para ocuparse ella misma de sus necesidades. Aun así, me siento en deuda tras los cientos de kilómetros que ha recorrido hasta aquí para verme.

Además, desde el primer día que hablamos, noté algo especial que me empujaba irreversiblemente hacia ella.

No debo, pero me encantaría meterme en la cama y sentir su piel.

Ups… se ha despertado, esto no formaba parte de mi plan. ¿Ahora qué?

¿Y si me rechaza? Que absurdo, si de verdad fuese a ocurrir eso no estaría completamente desnudo en tu cama.

Llevo demasiado tiempo queriendo, a escondidas, que esto sucediese. Desde aquel corto encuentro en una ciudad ajena a los dos.

Me lanzo directa a sus labios y me dejo llevar por el deseo que por dentro me inunda.

Me está besando… Siento que los nervios empiezan a aflorar, cosa absurda cuando es lo que deseo desde hace tanto tiempo.

Me dejo llevar por completo. Sin preguntar adopto un rol completamente dominante.

Tengo la polla durísima, tanto que no se si aguantaré mucho antes de correrme.

Separo lo máximo sus piernas y sin dejar que diga una sola palabra se la meto hasta el fondo de su coño.

El grito que contiene me deja entrever que le encanta.

Estoy indefensa bajo él. Es mucho más alto que yo, pero me encanta. Hace que me sienta como su sumisa y es un juego que me excita mucho.

Saca su polla dentro de mi coño a pesar de mis protestas.

Me sienta en la cama. Me obliga a abrir la boca y me la folla.

Quiere que se la deje muy húmeda. No paro de escupir sobre ella, de tragármela hasta casi notar arcadas y de jugar con mi lengua, recorriéndola a lo largo de su enorme tamaño.

Me encanta como la come. Nunca me lo hicieron así, pero quiero volver a sentir ese coño estrecho que tiene. Ver como se abre a medida que le meto la polla con más fuerza y más profundidad.

Busco algo para atarle las manos.

Le doy la vuelta sobre la cama, la tumbo boca abajo y le ato las manos a la espalda.

¿No querías ser sumisa? Esta es la mejor manera de serlo.

Tumbada bajo un gran hombre, con las manos atadas a la espalda… y por si fuese poco con los ojos vendados.

Cierro fuerte las piernas para impedir que me folle, pero con dos dedos roza la entrada de mi coño jugando con él.

Introduce los dedos hasta el fondo, me arqueo para que llegue más adentro.

Sin haberme quitado los dedos mete su polla en mi coño también.

Me parece que aún no te han follado bien, niña.

¿Te gusta? Seguro que nunca nadie te folló con dos dedos mientras te metía la polla. Ummmm este coño estrechito que tienes me encanta.

Me tira de los pelos para que me levante. Vuelve, a mi pesar, a quitarme la polla de dentro. Me arrincona contra la pared de espaldas a él.

Sigo teniendo las manos atadas.

Aunque me debo a lo que me ordene, por un instante desobedezco, me giro y me agacho hasta llegar a la altura de su gruesa polla.

Comienzo a comérsela con unas ganas inagotables.

Lo deseaba con todas mis ganas, aunque no fuese correcto, quería follarme a aquella chica con cara de niña inocente.

No pensé que lo lograría tan pronto y tampoco pensé que fuese tan pasional.

Ahora mismo viéndola con su carita angelical mientras me come la polla y me mira a los ojos…. siento unas ganas irrefrenables de correrme en su boca.

Me encantaría follármela de nuevo, pero no puedo aguantar.

Le ordenó abrir la boca. Tengo mucha corrida para ti.

Sé que se va a correr ya. Yo también estoy a punto de hacerlo.

Llevo mi mano a mi coño mientras con la otra lo masturbo. Quiero que se corra en mi boca asique le chupo y le recorro con la lengua la polla.

Lo hago con mucha fuerza, tanto que…

Gime con estrépito, no puedo reprimirme y hago lo mismo. El ruido resuena en la habitación.

Siento que algo húmedo me recorre los muslos.

Abro los ojos, sigo en aquella habitación, pero la humedad que recorre mis partes es real.

Lo miro a él sorprendida. También se había corrido.

Pienso… hay que hacerlo de verdad, quiero poder tocarlo.

Ella se estremece después de la corrida. Deseo poder tocarla.

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