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La colegiala y su amiga con el señor mayor. Solo sexo y sexo.

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Desde los dieciocho, hoy paso con holgura los cincuenta, siempre trabajé en la calle, como corredor y comisionista inmobiliario. Durante este tiempo tengo sucedidos como para un libro, historias, de todo tipo, de las buenas y de las otras.

Recuerdo, que, por ese entonces, trabajaba por la zona de barrio de Flores; salía de realizar un trámite, era una maña de invierno, demasiado frías para mi gusto, estaba por ascender al auto, cuando giro la cabeza y ahí estaba ella, esperando el colectivo. Nos miramos un instante nada más, bastó para comunicarnos, no sé por qué, pero ambos entendimos ese lenguaje cifrado donde las miradas dicen tanto.

—¡Vení, subí, así no esperás más el cole (bus)!

—Y.… bue...no, tenés cara de bueno, de tipo confiable. —subió.

Emprendí la marcha, nos presentamos, le digo que soy Roberto, que ya terminé de trabajar. Ella es Vale, Valeria, completa, y se está rateando (faltado sin permiso) al colegio esa fría mañana.

—Podés confiar en mí, tomamos algo... —no da signos de rechazo u oposición. —…en mi casa…

—Si te portás bien, sí.

—Es obvio, ¿no?... tranqui, soy un tipo respetuoso, no tienes que temer, vivo solo. —Se limitó a sonreírme.

Llegamos a casa, subimos al departamento. Mientras preparo unos capuchinos, dice que cumplió dieciocho años la semana pasada, por el desarrollo físico y la rapidez mental parece mucho más madura y sobre todo bien ubicada, diría como sabiendo manejarse con seguridad en la relación con adultos.

Me voy a cambiar de ropa, por algo más cómodo. Asomo del dormitorio, solo en calzoncillo, para preguntar si quería comer algo. El ambiente calefaccionado por la losa radiante, invita a caminar descalzo sobre la alfombra (moquete), me dirige una mirada de esas que alientan a ir por más, formula la pregunta obvia, si también ella puede ponerse más cómoda. Como si hiciera falta aprobación para lo que ya había concretado.

Cuando me doy vuelta me tropiezo con ella, que se aproximaba, solo con una diminuta tanguita.

Me hice el tonto, pero el miembro en forma autónoma había delatado una dura y enhiesta aprobación, bueno diría que una notable aprobación. Nada tonta para saber dónde encontrar el detalle, pero aun así abrió los ojos como platos, diría que absorta. Su pecho denota la excitación instantánea, sus pechos suben y bajan movidos por haber despertado una respuesta tan rápida...

—¿Es por mí que te pusiste así?

—Y.… sí no espera ver esto. —dije, tragando saliva, exagerando la sorpresa a modo de halago.

La pendeja, rápida, sacó la herramienta del bóxer y la tomó en las manos. Dijo que tenía que remediar la situación, que la culpa era de ella. Se la metió en la boca, lame y traga con toda naturalidad, la boca se le llena de saliva tibiecita, llenando su deliciosa boca.

La mamó toda, y tan bien. Me empujó sobre la cama, nos derrumbamos sobre ella. Se frotaba la conchita por encima de la tanga, mi mano sobre la de ella para frotarla. Cuanta calentura, cuanto calor transmite.

Repentinamente enloquecido de calentura, le abro las piernas desplazo el trozo de tela y se apoyó en la raja, que se vaya introduciendo, deslizando dentro de ella, haciendo presión constante en ella. De tan mojada, apenas la metí, se la mandé de un golpe adentro del todo, la comencé a montar un poco brusco, después suavicé los movimientos.

Era increíble, ver cómo tan tiernita se tragaba todo mi aparato, sin protestas y con evidente gusto por sentir una verga dentro. Terrible calentura teníamos, resistí poco por la calentura que me había producido.  Aguanté cuanto me permitía esa tremenda ansiedad por poseerla, me retiré de su vagina cuando sentí los latidos previos a la urgente eyaculación que vertí en gruesos chorros de semen que adornaron el vientre y colmaron el ombligo. Vale aún queda agitada por la urgente cogida, con un poco de dolor y mucho de placer, pero con las ganas intactas de poder gritarme su orgasmo pendiente.

Nos quedamos unos momentos recuperados de la emoción del sexo, de la forma urgente y altamente emotiva que se nos presentó. Una pasada bajo la reparadora ducha que nos tonifica la piel y nos relaja el ánimo preparando el ámbito propicio para que ella se abriera a la confidencia.

Se le notaba que tenía un conflicto interno, de esos que pesan en la conciencia y que necesita sacarse de adentro suyo, tomarla de las manos y mirarla en lo profundo de sus ojazos fue el “te escucho, cuéntame” y dijo: “Hace como dos años, el marido de mi hermana, bueno… mi cuñado me tomó un día que nos quedamos solos en casa y me violó, me hizo mujer sin importarle otra cosa que cogerse a esta pendeja. Nunca comenté la situación para no empeorar las cosas, pero esquivando todas las ocasiones que buscó para repetirlo, pero aun así me volvió a atrapar como tres veces más y volvió a repetirlo, yo nuevamente a silenciar los aberrantes hechos para no crear un conflicto familiar de proporciones y hasta podían descreer de mis dichos, ergo: nunca se supo de los hechos.  Pero… la verdad es que te voy a ser sincera, la primera vez que me lo hizo, me dolió y sobre todo vulnerar mi voluntad fue algo que me hizo sentir esa furia interna como para rechazar ese placer que había despertado en mí, aún contra mi voluntad. Las veces siguientes me resistí casi del mismo modo, pero interiormente lo estaba deseando, y hasta tuve orgasmos en casi todas las que siguieron, pero traté de que no notara la exteriorización de ese tremendo placer que me daba sentir su verga abriéndome y vaciándose su eyaculación dentro, que luego me limpiaba con toda prisa, mientras escondía el placer de hacerme sentir tan mujer, y al mismo tiempo tan puta.  Luego, hasta el mes pasado tenía un compañero de curso que me estaba haciendo “el mantenimiento”, ahora ya no más porque se enredó con otra compañera y parece que la producción de leche no le da como para “abastecer” a dos hembras. Hasta aquí te impuse de toda mi vida sexual, algo que tenía aquí dentro y no podía confesar, ahora eres mi confesor, uffff qué alivio poder sacarme todo ese cargo de conciencia. Gracias por escucharme...” Que como me vio cara de buen tipo, cuando me fijé en ella, sintió esa comunicación, esa vibración interior que le decía que era la persona adecuada para dejarse coger…

—El cazador cazado, —dije. Nos reímos.

Siempre tuve bien claro que nos creemos ser el cazador por excelencia, pero casi siempre olvidamos que podemos dispararles a todas las mujeres, pero solo cazaremos a la que quiera aceptarnos, solo cazamos a la quieras ser cazada, ella elige, sexo débil, hmmmm.

Volvimos al comienzo, ahora con la conchita, el objeto de mis caricias bucales hasta conseguirle ese demorado orgasmo que estalló en mi boca. Nos besamos en la boca haciéndole probar el sabor de sus propios jugos. Enloqueció, por primera vez la chupaban, y le gustó mucho.

La chupada la descontroló, se sentó empalada encima del miembro, se lo metía hasta el ombligo y me galopó con tanta violencia como yo lo había hecho un momento antes, su calentura le daba energía para coger a todo tren. Ayudé con las manos en sus caderas a ensartarla por completo, saltaba sobre la pija hasta que el orgasmo la sorprendió cuando bajada sobre mí.

Gritó y gimió de placer descontrolado, quieta al principio, la pija dentro y su mano apretándose el papo como para retener tanto placer.

Reinició el subibaja, se la saco. La pongo boca abajo, almohada debajo del vientre. Ahora soy yo el que domina, el que somete, el que cabalga. Montando a lo salvaje, tomada de las tetas estoy encima de ella, poniendo todo adentro de la conchita.

Frenético la cabalgada, estoy próximo a terminar. La doy vuelta, ahora arrodillado sobre ella, con la pija sobre las tetas, pajeándola.  Viene la leche y se la largo toda sobre las tetas, aunque alguna gota llega a su boca. Prueba con la punta de la lengua, saborea. Ahora está tomando de sus tetas con un dedo y lo lame.

—Lindo gusto tenés, es rico.

Nos abrazamos y besamos. Ambos estamos satisfechos, yo mucho más.

—Nos podemos ver mañana. —Aceptó.

Era temprano, como las siete de la mañana, llegó Vale con una amiguita.

—Hola, ella es Rosi, ¿podemos pasar?

—Sí, sí... claro, entren.

Como aún no me había levantado, estaba solo en calzoncillos. Vale me pasó para la habitación y me “atendió” como el día anterior. Estaba terminando de acabar ella, cuando Rosi se asoma a la puerta tocándose la entrepierna con una mano y con la otra esas tetitas pequeñas, pero tentadoras.

Ensartada como estaba en el choto, un momentito después de la acabada, la mira y le dice:

—Pasá, vení con nosotros, es un amigo, un buen amigo.

La invito a ser la tercera en acción. Se sacó todo menos la tanga. Nos ocupamos, los dos, de tratarla como se merecía. Me agarré a sus tetitas, me las comí de un bocado. Vale me chupaba la pija.

Era el desenfreno, ahora le tenía ganas a la nueva, aún tenía la pija llena de leche sin largar. Me subo encima de Rosi, levanto las piernas y meto la mano debajo de la cola para sacar el único obstáculo a su coño, la bombachita. Me toma la mano diciendo:

—Espera estoy indispuesta, mañana sí.

—Qué lástima estás tan buena, me recalenté con vos.

—Se te nota, yo también lo estoy, pero...

Se la nota dubitativa, la Vale más rápida, le dice:

—Por qué no usás la otra “puertita”, es cuidadoso, dale… la tiene gorda, pero no me dolió tanto. —me hace un guiño, pues no le había hecho el culito, aun…

—¡Sí! ¡Porfa!, hacele caso a tu amiga, —apuro la decisión.

—Bien..., pero me dejo la tanga puesta.

La colocamos en la cama, dos almohadas debajo del vientre. El cuerpo menudo y muy blanco, es un regalo divino. Todo para mí.

Comienzo a masajearle las nalgas, me excita toda la situación previa, mueve el culito desafiante. Voy lubricando y dilatando el ano con flujo de la concha de Vale. La pija colmada de saliva de Vale previo a que se la apoye en el centro del hoyo.

—Dale, metésela, dice Vale.

—Sí metela, quiero probar, dice Rosi, ahora ansiosa.

Recontracaliente, se la apoyé con cuidado y empujé dentro del lugar virgen, saca la cola hacía atrás, mientras Vale se ocupa de abrirle y masajear en redondo las nalgas voy avanzando dentro de la profundidad del recto de la Rosi. Nos encontramos, los cuerpos llegan al límite del otro nada nos separa, la pija moviéndose dentro nos une.

Los tres disfrutamos, de la sodomización de Rosi, los ahogados gemidos de Rosi se tornan en lamentos producidos por la desarmonía de tamaños, el conducto anal dilatado al máximo para recibirme todo. Los movimientos se hacen más enérgicos y urgentes, ella pide que se ya mismo, que no puede aguantarse, que le está doliendo. Las caricias de la amiga la entretienen, pero no minimizan el dolor que produzco en ella. La poronga la tenía sometida y totalmente ensartada por el recto cuando se metí con más fuerza y largué toda la leche en él.

Sintió el calor del fluido lácteo, disfrutó la quietud de la penetración, ahora me pide que no me salga, que me quede, necesita disfrutar ese momento de quietud, es el momento cuando el dolor cesa y esa quietud es placer, la muestra cabal y en carne viva de cómo poder conseguir place del dolor, porque el placer es un proceso elaborado por el intelecto, ella lo aprende en esta primera lección, de cómo conseguir el placer aunque el inicio sea el dolor.

Saqué la pija del estuche desvirgado, me dejé higienizar, volvimos al trío, nos besamos, juntamos las tres lenguas, me chuparon a dúo. Probé otra vez la conchita de Vale y aproveché el culito de Rosi, para descargar el polvo en él.

A la semana le hice la argolla a la Rosi, vino sola y por la tarde. Todo para ella.

Armamos un lindo trío, nos hicimos amigos, en otra ocasión vino con otra amiguita. Siempre lo pasamos muy bien. ¡Qué tiempos!, ... fui paloma por querer ser gavilán.

Sé que tal vez eres una lectora que pudo haber sido la Vale de este relato, me gustaría saber cómo habrán sido tus experiencias y compartirlas, te espero en [email protected], me agradaría tantísimos saber de ti…

Nazareno Cruz

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