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Una tormenta atroz y dos vecinos. La combinación perfecta IV

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Han pasado unos días desde el incidente con su mujer. Todo había vuelto a la normalidad. Él hacía un esfuerzo enorme por controlar su lujuria y volvió a hacer el amor como siempre lo hacían. La esposa estaba feliz porque su relación volvía a ser normal. Sin embargo, él era el que no andaba bien. Si bien disfruta de hacer el amor con su mujer, era cierto que extrañaba esa lujuria descomunal que le hace ver estrellas.

Todo era monótono y estático hasta que una noche él se encontraba afuera de su casa lavando su camioneta. Se encontraba enjuagando la parte trasera de su vehículo, en eso, llega un taxi y se estaciona justo donde él se encuentra. Era su vecina. Se baja del auto, le paga a taxista y se dirige hacia su casa sin voltearlo a ver. Él se inundó de emoción, se veía hermosa con su vestido holgado, le daba un aire de jovialidad y con su caminar ese vestido se ondeaba a su compás.

Ella llegó a su puerta, no sin antes voltear de reojo para verlo sin que se diera cuenta y él estaba embobado viéndola sin disimulo alguno.

Ella intentó abrir su puerta pero por estar de boba viéndolo y riéndose de sus reacciones, se le cayeron sus llaves por andar de distraída. Se agachó sobre sus rodillas para recogerlas. Se levanta y acto seguido, unos brazos varoniles le rodean la cintura y le abrazan con fuerza. El comienza a besarle el cuello y los hombros mientras acariciaba si trasero por encima del vestido. Ella no pronunció ninguna palabra. Estaba demasiado excitado. Le quiso levantar el vestido pero ella lo detuvo: -“¡Aquí no!” – En el mismo momento, ella logró abrir su puerta y el la empujó hacia dentro, cerrándola detrás de él. La colocó contra la puerta y comenzó a besarla apasionadamente.  Bajaba por su cuello mientras la abrazaba contra él. Bajó a su escote, besándolo y acariciándolo. Él extrañaba demasiado esos pechos. Recorrió desde su escote hasta su oreja con su boca sin dejar de manosear sus senos.

Ya estando demasiado excitado, la gira, quedando ella contra la puerta. Besó con frenesí sus hombros y espalda. Mientras apretaba con fuerza sus tetas. Baja sus manos y las mete por debajo del vestido, acariciando sus piernas y trasero. Le baja las bragas, bajando con ellas quedando a la altura de su hermoso trasero el cual besa con pasión y deseo. Sube el vestido y el la penetra allí.

Comenzaron a gemir los dos. Él la toma del cabello y la jala un poco haciendo que se arqué un poco y así la empieza a embestir. Con la otra mano acaricia sus piernas, sus caderas. Sube ambas manos y las coloca por la parte frontal de sus hombros, jalándola hacia él a manera de abrazo, como intentando pegarla más y más a él mientras seguía penetrándola más y más. Subiendo la pasión de sus embistes. No dejó de abrazarla contra él hasta que eyaculó. Se salió de ella. Ella se giró y lo besó efusivamente, mientras él la abrazaba fuertemente. Le bajó delicadamente un poco el escote y chupo sus tetas. Las chupo, beso y mordió hasta el cansancio. La pobre muchacha ya tenía los senos enrojecidos pero le encantaba que él se los comiera, lo hacía con tanto esmero. Ese hombre la deseaba demasiado y a quien no le gusta saberse deseada.

Al terminar de deleitarse. La besa y le expresa:

Él: -“¡Me encantas!”

Ella: -“Tú también me encantas, guapo”.

La beso tiernamente en la frente y se dispuso a salir de su casa. Él se fue y ella se quedó un rato allí en la puerta un poco sorprendida por lo mucho que le gustaba ese hombre y lo excitante que eran sus encuentros. 

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