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Mi vecina Rosa (2)

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... Creo que esto la estaba excitando tanto como a mí. 

Poco a poco se iba aproximando a mí como una pantera que acecha a su presa. Cuando estuvo frente a mí, me cogió del cuello y juntó su boca con la mía gimiendo y buscando mi lengua.

– Tu marido nos puede ver. – Ha ido al pueblo y no volverá hasta mediodía. Hasta entonces quiero estar disfrutando de ti como una loca. Vamos dentro.

Entramos en la casa y se volvió para correr el pestillo de la puerta, Apoyó las dos manos en la puerta y abrió un poco las piernas, como si fueran a cachearla.

- Te gusta mirarme… y tocarme… Comenzó a mover las caderas. Ahora puedes hacerlo con libertad. Me acerque a ella acariciándole las caderas y los costados, pegando su movimiento a mi erección, le masajeaba las tetas y le daba pellizcos en los pezones. Ella se pegaba más y movía las caderas cada vez más para explorar el enorme palo que tenía pegado a su espalda. Después, se volvió y acercó de nuevo su cara a la mía.

– Todo esto es tuyo, dijo, mientras comprobaba con la mano a través del pantalón que las medidas que había tomado con su trasero eran ciertas. 

– Si quieres, te lo dejo un rato para que juegues. 

– Veo que te gustan los juegos…, decía mientras me quitaba los pantalones sin dejar de darme un intenso masaje.

-Jugamos a que soy una ternerita hambrienta y que necesita mamar su ración de leche, pasó la lengua por mi cuello, o, a que soy muy mala y me vas a dar en el culito con este garrote tan grande o, tal vez, te guste jugar a que soy una niña buena a la que vas a destrozar el coñito. Tú decides.

Se quitó el vestido quedando sólo con las braguitas y volvió a cogerme la polla.

– ¡Qué grande es!

Yo no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, me había quedado mudo.

– Bueno, si no tienes ganas de jugar, seguiré con mis plantas.

Se giró para abrir de nuevo la puerta. La abracé por detrás y metí mi mano entre sus bragas, mi dedo índice enseguida se acomodó en su raja.

– Estás mojada. ¿Quieres que juguemos a que soy un pobre perdido en el desierto y sólo tengo esto para beber?

Saqué mi mano y chupé los dedos ya impregnados con su olor, pasé mi verga entre sus piernas hasta que pude cogerme el capullo por el otro lado para presionarlo contra su clítoris.

-¿O, Quieres que te dé un paseíto en mi caballo?, con el otro brazo la levantaba el suelo. Ella se movía como si realmente estuviera clavada.

- No me hagas esto, apartó la mano que la masturbaba de aquella manera, fóllame, se apoyó en la puerta abrió las piernas y levantó un poco el culo. – Clávame de verdad. Me puse tras de ella, la metí de un solo golpe y comencé a bombear, Rosa seguía el ritmo moviendo las caderas y jadeando cada vez que entraba y salía de ella. De vez en cuando me paraba para ver como se golpeaba sola a placer

– Me voy a correr, quiero sentir como inundas mi coño, vente conmigo, vente conmigooooooooo.

Nos corrimos a la vez en un orgasmo interminable, mis piernas flojeaban, apenas me podía mantener de pie. La saqué despacio, mi semen goteaba por las piernas de Rosa. Se incorporó, nos miramos un momento y nos fundimos en un abrazo largo y callado

– ¿Siempre eres así con las mujeres? – No, tú me has puesto como nadie lo había hecho. – Ven, me acercó a una pila con agua y me lavó, después de secarme, besó mi polla y la pasó por su cara.

– Cuídala, tiene que seguir dándonos buenos ratos. Tenemos todas las vacaciones por delante.

Salí de casa de Rosa pensando que aquellas paredes guardaban un tesoro, que bien administrado, haría que estos días en la sierra fueran inolvidables. Laura me estaba esperando en casa ya preparada para el paseo que solíamos dar todos los días hasta una venta cercana. Allí tomábamos una cerveza y volvíamos a la hora de comer. Laura hablaba de sus padres, de lo solos que deben sentirse en invierno y que debíamos portarnos bien con los vecinos nuevos ya que eran los primeros que llegarían en caso de necesitar ayuda.

– Me portaré lo mejor que pueda, comenté.

Pensaba en Rosa a cada momento. Me gustaría que Laura fuera como ella, que me hiciera amarla con la misma pasión, que disfrutara de mí como lo había hecho ella.

Por la tarde cogí de nuevo mi cámara de fotos dispuesto para mi particular safari. Ángel estaba en la terraza de arriba de la casa sin camisa y en pantalón corto, supuse que tomando el sol.

– Buenas tardes Ángel, – Buenas, vecino, contestó. Enseguida apareció Rosa sujetando con las manos una camiseta para cubrirse los pechos. – ¿Quieres que te acompañemos?

Me quedé pensando un momento…

-¿Dónde vamos con el capullo de tu marido? – Vale, os espero aquí. También pensé en la conversación con Laura, hay que llevarse bien con los vecinos, etc.

Rosa llevaba unos pantaloncitos que apenas tapaban su maravilloso culete y por delante marcaban un pubis que pacería de dulce. Ángel iba sin camisa y con pantalón de fútbol. Manejaba con torpeza una cámara de fotos. – Llevo con ella 20 años y no sé como funciona.

– Déjame, comprobé que efectivamente no tenía batería, puse una de las llevo de repuesto y se la devolví preparada. – Ya sólo mirar por la ventanita y disparar. ¿No? – Efectivamente le respondí.

Comenzamos a caminar, quería impresionarlos por ser el primer día que me acompañaban, y puse rumbo a una gran cueva natural que albergaba en su interior una cascada de agua. El camino era estrecho y tortuoso, discurría casi todo por el margen del río. Ángel tomó el papel de intrépido aventurero y caminaba delante, detrás iba Rosa y por último yo. Rosa bromeaba moviendo el culo delante de mí, se detenía y hacía ademan de atarse la zapatilla, lo que yo aprovechaba para tropezar con su trasero.

– Disculpe señorita. – Ha sido un placer caballero.

También subía su pantalón todo lo que podía hasta convertirlo en una tanga mientras simulaba correr macha atlética. Me estaba poniendo como una moto, tenía ganas de tirarla al suelo o clavarla como esta mañana. Esta mujer me estaba sacando loco. Me sorprendía el aire de desprecio con que Rosa trataba a su marido. Cualquier situación con el se convertía en un reproche, en cambio alababa el mejor gesto que yo hacía.

Tras una hora caminando, llegamos a la cueva que verdaderamente les impresionó. Una cascada de agua cae por la pared del fondo y forma una laguna que inunda casi toda la cueva hasta que rebosa ya fuera, donde forma una media luna de arena, como una pequeña playa. 

– Haznos unas fotos para tener un recuerdo de este lugar, me pidió Rosa. 

– Vale, si os ponéis encima de esa roca, sale la cascada detrás. Apenas hice la foto, Rosa se desnudó por completo, se metió en el agua y comenzó su placentero baño. Me sorprendió estando el marido delante, pero era una mujer liberal, de eso no había duda. Nos invitó a acompañarla y su marido se desnudó también para el baño. A este le gano por goleada, pensé cuando vi a Ángel como su madre lo trajo al mundo. Yo no sabía lo que hacer hasta que Rosa llamó mi atención.

– Voy a tener que desnudarte yo… o sabes hacerlo solito. Desnudo también, me metí en el agua que estaba realmente fría como un glaciar.

Rosa salió enseguida del agua se tumbó en la playita a tomar el sol y llamó a su marido.

- Ven quiero que me hagas tu trabajo. Ángel se acercó sumiso y de rodillas metió la cabeza entre sus piernas. Le estaba comiendo el coño delante de mi. Una vez más no supe que hacer, irme de allí, fingir que no me daba cuenta, que no me importaba…

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