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Comienzo (parte II)

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Pues acabo de regresar de mi turno de guardia en la clínica, estoy más cansada que contenta, pero por fin mi doctorcito ha comenzado a ceder ante mi poder de seducción. Todo marchaba normal en la central de enfermeras de la clínica, todo como cualquier día. Entonces entró el doctor H. a ocupar su consultorio, no puedo negar que la atracción que siento hacia él me pone algo nerviosa, pero las ganas de que me coja son más fuertes y mi imaginación se desata tan pronto lo veo para pensar en las más efectivas maneras de hacer que por un momento se olvide de su esposa y sus hijos y me posea. Lo deseo desde que lo conocí. Entró a trabajar aquí hace dos meses, y siempre ha tomado una distancia cordial conmigo y con todas mis compañeras, la jefa de enfermeras incluso me dijo un día -Ese doctorcito ha de ser puto-.

Pero no, con el paso de los días, noté la forma en que me mira y me desea. Y la semana pasada, que nos organizamos algunas compañeras y los doctores para ir por unos tragos al centro de la ciudad, tuve mi mejor oportunidad para coquetear con él y mostrarle lo puta que puedo llegar a ser si me lo propongo. Pero la de esa noche es otra historia, que te contaré más adelante. El asunto es que hoy que llegó el doctor H. tomé los expedientes de sus pacientes del turno de la tarde y los llevé a su consultorio, cerré la puerta tras de mi -Buenas tardes, doctor, le traigo el trabajo para hoy- Le dije mientras me acercaba a su escritorio en donde él del otro lado me contestaba el saludo. Puse los expedientes sobre la mesa y claro que aproveché la oportunidad para inclinarme y darle una buena vista de mis senos, vista que no desaprovechó por unos buenos 5 segundos. Inmediatamente tomó su tonito amable y distante

-Gracias, Dulce ¿qué tenemos hoy?

-Déjeme ver- le contesté mientras me pasaba de su lado del escritorio y me inclinaba aparentando poner atención a la lectura de los documentos. Con el brazo izquierdo me apoyé en el respaldo de su silla, de tal manera que mi busto, que quedaba a la altura de su brazo lo rozaba casi sin querer. El doctor H. no quitó el brazo de donde lo tenía, sin duda le gustaba la sensación de mi roce contra él.

La primera vez que usé el roce de mis senos para prender a un hombre fue el día del que te he platicado antes, el día en cuestión. Ricardo, era un tipo guapo pero un poco retraído de mi grupo, que se había vuelto para mí el mejor motivo para masturbarme mis primeras veces. Me masturbaba casi siempre en las noches ya que estaba en la cama, decía su nombre en voz baja mientras me iba acariciando los pechos y traía su imagen a mi mente, mis manos me abrían las piernas y me acariciaba la parte interna de los muslos, metía el dedo índice en mi boca imaginando que era el pito de Ricardo mientras con la otra mano iba frotando cada vez más fuerte mi recién descubierto clítoris. Ya que estaba muy caliente y mojadita me daba vuelta y me ponía una almohada debajo de mí, entre las piernas y movía la cadera arriba y abajo y con una mano me abría las nalgas, para que el dedo medio de mi otra mano entrara más profundamente en mi vagina, siempre tuve miedo de romper mi himen así que durante esa época solo me metía el dedo de en medio, ya después de perder mi virginidad siempre me masturbo metiéndome dos dedos, o alguno de mis dildos.

Ricardo había llegado temprano aquella mañana, a mí, mi tío siempre me dejaba en la escuela unos 15 minutos antes de las clases para poder llegar a tiempo a su trabajo. Luego de que mi tío Pablo me tocara debajo de la falda y yo me despidiera lamiendo su bonita cara, entré a la escuela e iba todavía muy prendida, mi joven panochita pedía verga urgentemente, pensé en pasar al baño a masturbarme, pero primero pasé a dejar mi mochila al salón de clases, ahí encontré a Ricardo adormilado, apoyando su cabeza en su brazo doblado sobre la paleta del pupitre. Me vio y me dedicó una sonrisa de esas que eran mi locura.

-Hola Candy ¿siempre llegas tan temprano?

-No, hoy tuve algo de suerte y he llegado sin tener que correr, -mentí- ¿Todavía no llega nadie? - Le pregunté mientras me acercaba a su lugar y me ponía en cuclillas junto a él, de tal modo que no tuvo que levantar la cabeza para seguir platicando conmigo. Ya no sentía duros mis pezones, eso me dio confianza para acercarme más a Ricardo y comenzar a frotar mis senos contra su pierna. Me dirigió una mirada de duda, pero en lugar de alejar su pierna, la acercó más a mí. Entonces me empecé a excitar de veras, tomé su mano y empecé a chuparle el índice; no decíamos nada, lo miraba desde mi posición a la altura del asiento mientras mi lengua jugueteaba alrededor de su dedo. -Qué rico, Candy, estás muy rica- yo con su dedo en mi boca contesté con un par de gemiditos breves ¿mmmh? ¿mmmhh? Puse mi mano izquierda sobre su pene, que ya estaba durito y se le notaba mucho en el pantalón, fue la primera vez en la vida que sentí una verga. La sensación me gustó y seguro que a Ricardo también, pero me dio un poquito de miedo que llegara otro compañero o peor aún, un profesor en ese momento, así que desistí de mi deseo de abrir el cierre de su pantalón y acariciar un miembro desnudo y parado por primera vez. Me saqué su dedo de la boca y me levanté para besarlo en la boca. Nos dimos un beso largo y con las bocas muy abiertas, él metió su lengua en mí y yo la succioné como antes hiciera con su dedo, luego me lamió los labios, dos, tres veces, luego más y más muy rico y muy lento, mientras, metió su mano bajo mi falda hasta tocar mi vulva, que acarició sobre mis bragas. En ese momento pensé que me iba a venir ahí mismo y empecé a jadear y a gemir despacito mientras me dejaba lamer la boca. Luego, cuando Ricardo iba por fin a hacer a un lado mi slip para dedearme, se escuchó que alguien se acercaba y nos separamos. Yo salí casi corriendo al baño para terminar lo que mi tío y Ricardo habían empezado esa mañana; cuando crucé la puerta, supe que nos habíamos separado justo a tiempo, pues venía un par de mis compañeros y por poco nos encuentran en mitad de un delicioso faje.

Esta tarde, la resistencia del doctor a mis encantos me recordó un poco la inexperiencia de los primeros besos que me daba con Ricardo en la escuela, me retan a buscar nuevas formas de seducir, a perfeccionar las que sé y a portarme como toda una puta en celo. Tal vez tenga que guiar la verga del doctor H. hasta mi vagina como guie la primera vez a la misma entrada el miembro adolescente de Ricardo. Así que ahí estaba, algunos añitos después, provocando a un hombre con mis senos. Con el tiempo he aprendido a usar mis senos para conseguir lo que quiero; de mi cuerpo, mis senos son uno de mis lugares favoritos para recibir el semen de mis amantes, son muy firmes y paraditos, también lo suficientemente grandes para que metas tu verga entre ellos hasta que me des toda tu lechita.

Y el doctor H. no pudo resistir más el sentir cómo frotaba mi delantera contra su brazo, así que lo fue bajando y empezó a acariciarlos con el dorso de su mano, luego se acomodó para poder acariciarme como es debido, y estrujar un poquito mis deliciosas tetas

-¿te gustan? - le pregunté clavándole la más sensual de mis miradas.

-¿y cómo no? si están deliciosas. Tenía muchas ganas de que te dejaras tocar así, Dulce, me la pones muy dura de solo sentirte cerca, mira- Y llevó mi mano derecha sobre su fierro, ay qué rico y qué grandote fierro tiene, todavía en el pantalón se sentía enorme, yo me moría de ganas por sacarlo de ahí y darle una rica mamada.

Por experiencia he aprendido que no es bueno darle al hombre todo lo que quiere en una sola ocasión, he aprendido que hay que tener caliente a tu amante todo el tiempo, siempre pendiente de la próxima vez, pensando en el próximo encuentro, contrario a las mujeres, a las que nos gusta todo de una vez, desde la más santurrona hasta la más puta, si el hombre no aprovecha su oportunidad y nos da una buena cogida, tal vez ya no tengamos ganas de repetir. Así que me separé del doctor, me incorporé y me dispuse a rodear el escritorio para salir, para dejarlo caliente, pensando en lo rico de mis tetas, obligarlo a masturbarse pensando en mi escote para calmar su verga parada. Pero cuando me disponía a empezar la retirada, le doctor H. me tomó del brazo y me retuvo, se levantó de su asiento y me sometió con fuerza doblándome hacia delante contra el escritorio. -Qué rica tanguita traes hoy, Dulce, un día te prometo que te la voy a quitar y no te la voy a devolver- Me decía mientras me sujetaba por los brazos de tal manera que mi cara quedaba de frente y suspendida sobre la superficie del escritorio, su reacción me dejó fascinada, pero tenía que calmarme para que mis jugos no se notaran en mi pantalón blanco, estaba a punto de decirle que me soltara o me cogiera ahí mismo cuando sentí que se puso detrás de mí y empezó a frotar su verga entre mis nalgas, que quedaban muy levantadas y vulnerables, el pantalón que yo había elegido para la ocasión era el más delgado de mis pantalones de trabajo, así que podía sentir mucho cómo estaba masturbándose entre mis nalgas. -Oh, así me gustas Dulce, preciosa, me gusta tu culo, me gustas toda-. Pensé que tal vez ya era muy tarde para detener todo aquello, podía ser que se sintiera herido en su orgullo y en su hombría si me retiraba en ese momento, así que seguí el juego.

Me paré en la punta de los pies para levantar más mis nalgas y empecé a moverme también, a masturbar esa verga tan grande y tan rica con mis nalgas paraditas. Sentía el roce de su miembro sobre nuestra ropa.

-Qué rico te mueves, Dulce, me pones muy caliente- me dijo entre sus agitados jadeos de toro bravo.

-¿te gusta mi culo, guapo? ¿quisieras metérmela toda, ¿verdad? Métemela toda, quiero tu leche en mi interior- Le suplicaba al doctor, sabiendo que por esa vez él había ganado, y que no me daría su verga que yo tanto deseaba, bueno, al menos él estaba a punto de venirse entre mis nalgas, aunque dentro de su ropa interior -Vente papi, vente todo, ensúciame, soy tu puta- Yo solo quería que se viniera, así que además del movimiento de mis nalgas que estaba haciendo desde que se puso detrás de mí, empecé a golpear su pelvis con mi cadera. -Así, dame duro, hasta que te vengas, quiero que me ensucies mmmhh qué rica verga, quiero que un día me la metas toda-. El roce de la tela de nuestros pantalones producía un calorcito rico que llegó hasta mi vagina, descubrí que si dejaba de pararme de puntitas la esquina del escritorio rozaba mi clítoris, así que dejé de pararme en las puntas de los pies y dejé que el doctor me siguiera embistiendo, frotándose cada vez más fuerte, me seguía agarrando por los brazos, sin dejar que me apoyara sobre el escritorio, el ruido de mis aretes como campanitas llenaba el consultorio. En un momento sus manos me sujetaron con mucha fuerza, y su respiración se hizo entrecortada. Yo le pedía -Dámelo todo, mi amor, dame todo tu semen, soy tu perrita, lléname toda, lléname aaahhh, sí, así, vente aaahhh-. Luego se detuvo, pero yo no, mi orgasmo estaba próximo, el peso del doctor y mis movimientos hacían que mi clítoris se frotara con fuerza contra la esquina del escritorio. -No te quites todavía- le pedí -Me voy a venir también. -Métela toda, dime que me la vas a meter toda- le supliqué mientras un delicioso calor me invadía desde la vagina hacia las piernas. -Dame toda tu verga, así, así aaahhh ahhhh- Me temblaba el cuerpo por el esfuerzo, pero había conseguido un rico orgasmo, cortesía del doctor más guapo del hospital.

Aunque no fue lo que yo esperaba, tampoco estuvo nada mal.

Ahora estoy en casa, un poquito cansada y al rato tengo que ir a la facultad para mis clases en psicología, creo que me voy a acostar, a desnudarme y abrir las piernas para masturbarme con mi vibrador antes de quedarme dormida. En mis horas libres en la escuela te platicaré cómo fue el resto de la noche con el doctor H. y también, seguiremos con el día de mi despertar sexual, es algo que quiero compartir contigo, y que recuerdes cuando estés a solas y te sientas excitado, para que puedas masturbarte rico pensando en mí, que soy toda tuya, tu putita siempre.

Dulce F.

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