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Comienzo (Parte III) Mi último día de virginidad

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Hola, amor. Mi hora libre en la Facultad la aproveché para tomar una siesta, por que ayer quedé un poquito cansada luego de la escuela y las travesuras que hice en el trabajo. Así que te escribo ya en casa luego de clases. Me gusta mucho mi universidad, la voy a extrañar, estoy en el último semestre de Psicología y pensar en todas las oportunidades de buen sexo que dejaré cuando me gradúe me pone un poquito triste. La facultad y en general el campus entero tiene rinconcitos muy cómodos y suficientemente ocultos para echar un rapidín o dar una veloz mamada a algún tipo guapo, o a alguno que me sorprenda estando caliente y con ganas de ser fornicada en un lugar público.

Desde ese día a finales de mi adolescencia del que te he venido platicando, cuando sin previo aviso mis hormonas me convirtieron en la putita hambrienta de verga que soy ahora, he disfrutado de fajar, mamar y coger en lugares públicos y abiertos. Aquella mañana en que Ricardo y yo fajamos muy tempranito en el salón de clases, tuve que irme a toda prisa al baño de la escuela, estaba de verdad muy caliente, mi vagina suplicaba por ser penetrada, tenía que masturbarme pero ya. Mi faje con Ricardo había hecho que mi cuerpo entero pidiera ser tocado y disfrutado. Así que entré a uno de los cubículos de wc y puse el cerrojo. Hasta ese día, mis rituales de intimidad habían sido siempre en mi cama, de noche y con la puerta de mi cuarto cerrada, pero aquella mañana tendría que saciarme de pie y haciendo un esfuerzo por callar mis gemidos. Me puse de espaldas contra una de las mamparas laterales del cubículo y subí la falda de mi uniforme hasta la cintura, cuando bajé mis braguitas hasta medio muslo, noté una intensa mancha de humedad en la tela rosa que cubría mi panocha, estaba empapada por mis jugos sexuales y cuando empecé a frotarme con los dedos juntos, noté lo resbaladiza que estaba mi vagina, mis labios mayores estaban inflamados, de un color rojo oscuro, brillantes por la humedad, con una mano los abrí para dejar al descubierto mi botoncito que empecé a frotar con la otra mano, luego me introduje el índice un poquito en mi ardiente y estrecha cavidad, la sensación de ser penetrada, aunque fuera por mi dedo, produjo unas ricas contracciones en mi interior, cada contracción me obligaba a emitir un leve gemido, pues sentía un placentero dolor dulce y caliente. Probé a meterme todo el dedo y sacarlo por completo, luego otra vez todo adentro, afuera, tomando ritmo, mi índice perforaba mi muy lubricada vagina, las contracciones en mi canal se hicieron más fuertes, sentía cómo mi dedo era abrazado por las paredes empapadas de mi interior, sentía mi himen, tenso como una liga rodeando mi dedo, pensé en lo rico que sería para mi primer amante sentir la punta de su verga atrapada por el abrazo de mi membrana virginal;  no podía gritar, aunque tenía una tremenda necesidad de hacerlo, solo dejaba que de mi garganta escaparan unos breves y ligeramente agudos ruiditos. Noté cómo involuntariamente mis caderas se mecían con fuerza de adelante hacia atrás haciendo chocar mis nalgas descubiertas contra la mampara y mi pelvis contra mi mano, obedeciendo los dulces apretones que mi coñito aplicaba alrededor de mi dedo. Oh, estaba cerca de mi clímax y sentí cómo mis pezones se habían puesto muy duros, subí la mano con la que me había estado abriendo los labios exteriores para apretar mis senos, unos brillantes hilitos plateados se formaron desde mi vagina hasta mis dedos cuando los separé de mi coñito, limpié mis fluidos de  mis dedos en el borde de la falda levantada y metí mi mano debajo de la blusa para bajarme un poco el sostén y encontrar un pezón endurecido que apreté en leves y repetidos pellizcos, en ese momento aumenté el ritmo con que me estaba dedeando y terminé por explotar, todo mi cuerpo se contrajo como en una convulsión que casi me tira al suelo, pero no dejé de mover mi dedo en ese rico ritmo de mete y saca; mis muslos de jovencita rodeados por el elástico de mis bragas mojadas temblaban sin control, víctimas de la intensidad de mi orgasmo, mis nalgas recargadas contra la mampara del wc estaban paraditas y duras y se sacudían muy fuerte contra la mampara, sentía cómo mi dedo era deliciosamente estrangulado por la húmeda estrechez de mi vagina en las repetidas convulsiones de las paredes interiores de mi cavidad, era como si no quisiera dejarlo ir, como si quisiera atrapar al invasor para siempre. Luego, poco a poco me relajé, me saqué el dedo de la vagina, me subí el calzoncito y puse la falda en su lugar. Ya podía ir en paz a mi primera clase del día.

Salí del wc y me disponía a lavarme las manos, pero para mí terror no había agua en el grifo, el único remedio que se me ocurrió fue frotar mis manos contra mis calcetas del uniforme, luego me llevé los dedos a la nariz para olfatearlos, qué impresión, era una putita apestosa a lubricación vaginal. Pero se hacía tarde y podía ver desde la entrada de los sanitarios que mi profesor de química ya estaba por comenzar su clase, el tipo era un cabrón, se portaba como si le hubieran sustraído nueve décimas partes de humanidad. Corrí para que no me cerrara la puerta. Ocupé mi lugar en el salón de clases, que ese día por haber dejado mi mochila en el asiento contiguo al de Ricardo, no sería el que habitualmente elegía, a dos filas de él para poder verlo sin que se enterara y coleccionar imágenes suyas para mis sesiones masturbatorias de la noche. Ya por el final de la clase, Ricardo bajó su mano hasta mi pierna aprovechando que la mirada del profesor se concentraba en el pizarrón, pero no me tocó, solo dejó sobre mi falda un caramelo y un papelito doblado por la mitad. Cuánta ternura hay en esos gestos, a esa edad, las notitas y los pequeños detalles de los hombres hacia mí, me hacían adorarlos y cargaba de otros agradables matices mis deseos sexuales. En el papelito que Ricardo me dejó me preguntaba si quería ser su novia. Yo me emocioné mucho, siendo una chiquilla recién transformada en mujer, era muy susceptible a esas cursilerías. Lo volteé a ver y sonreí asintiendo con la cabeza mientras destapaba el caramelo y lo ponía en mi boca. Mi noviazgo con Ricardo transcurrió desde ese día hasta dos años después, y todo ese tiempo nos entregamos a la exploración inexperta de nuestros primeros deseos y fantasías. Doblé el papelito y me disponía a guardarlo junto a la envoltura del caramelo en mi bolsillo, cuando me vi sorprendida por la mirada del profesor.

-¿quiere compartir con nosotros qué es lo que acaba de ocultar en su bolsillo, señorita Dulce?- Inquirió en tono enojado el hombre delgado y calvo de unos 40 años que impartía el aburridísimo curso de química en mi escuela.

-No... no, profesor, no oculto nada, es la envoltura de un...

-Ajá ¿Así que comiendo en mi clase?

-Nada de eso, profesor, era la envoltura de un caramelo de ayer- Mentí mientras pensaba en cómo tragarme el dulce antes que él notara que le mentía.

-Pues yo digo que está usted comiendo en mi clase, acérquese, por favor-. Me levanté y con paso nervioso me encaminé al frente del salón, mientras me tragaba el caramelo entero, por suerte logré tragarlo sin ahogarme.

-Abra la boca, señorita.- Me ordenó el profesor cuando ya estaba frente a él. Se asomó a mi boca como si quisiera encontrar el inicio de mi esófago. - A ver las manos.- Me ruboricé en seguida. Extendí las manos con las palmas hacia arriba, me temblaban. Me tomó de las muñecas y acercó mis dedos a la punta de su nariz... Olfateó fuerte dos veces, yo me moría de miedo y vergüenza, segura de que el olor de mi vagina aún seguía impregnando mis dedos luego de darme placer hacía menos de una hora. Con la cara vuelta a la palma de mis manos, sólo movió los ojos para clavarme su mirada, su cara era muy seria, casi dolorosa, como una máscara de yeso.

-Vaya a su lugar, señorita. Y evite repetir su conducta infractora en mi clase-. Me ordenó aún sujetándome por las muñecas. Viejo cabrón, reconocía en mis dedos el olor de mi vagina recientemente lubricada y lo disfrutaba. El resto de la clase transcurrió sin más eventos dignos de mencionarse. Pero a partir de la semana siguiente, y hasta el final del curso el profesor me obligó a presenciar su clase desde un pupitre en la primera fila del grupo. Ese ciclo escolar, muchas fueron las horas que el profe pasó mirándome las piernas con descaro. Poco tiempo después, ese calvo cabrón sería mi profesor ya no de química, sino instruyéndome en las delicias del sexo anal y el sadomasoquismo.

Corazón, te había platicado que por esas fechas estaba cerca mi cumpleaños. La celebración sería el sábado siguiente al día en cuestión, yo esperaba una fiesta con mucha gente, toda mi familia y muchos de mis amigos. Y así fue. Mi madre había accedido difícilmente a comprarme un vestido mini, rojo, sin tirantes y algo escotado que me había gustado para la ocasión y mis primeros zapatos altos, rojos también, con tacón de aguja. Unas horas antes de la fiesta fui a las tiendas de vestidos del centro de la cuidad con mis papás y mi hermano. Me probé con desagrado todas las propuestas de vestimenta que hacía mi madre, no la culpo por pensar que yo querría seguir usando los vestidos del tipo princesa que me comparaban cuando era niña. Mi intención era ser la fantasía de todos en la fiesta, quería todas las miradas sobre mi cuerpo, que todos me vieran convertida en la sensual mujer que era desde aquella mañana en que mi tío y mi novio me habían puesto tan cachonda.

Me parece que ese vestido rojo, cortito y pegado fue la primera prenda ajustada y sensual que elegí para mí; ahora, siempre que elijo mi ropa, lo hago pensando en resaltar mi físico. Me declaro fanática de usar mini faldas, me encantan mis piernas, son torneadas, largas y delgadas, pero con muy rica carne en los muslos, así que me encanta lucirlas, y ni hablar de cuando elijo una faldita entubada para resaltar mi culo, que es el objeto de las fantasías de muchos.

Así que entré al probador, con el vestido que había elegido, me senté en la banquita que había dentro y me desvestí quedando en ropa interior, cuando me incorporé para tomar el vestido y probármelo, vi que por una rendija de la puerta del probador, mi papá me estaba viendo con la misma expresión de estupor con la que me vio la mañana que me lo encontré en la puerta de su cuarto y yo salía de bañarme. Ésta vez lo tomé con calma, y aunque sentía que mi cuerpo reaccionaba al sentirse deseado, pude controlarme. Pensé en lo confuso que debía ser para él sentirse excitado por la piel desnuda de su hija, así que para consolarlo, decidí quitarme lo que me quedaba de ropa, me volví a sentar en la banquita y bajé mi slip, luego, desabroché mi sostén y muy despacio dejé que fueran liberando mis hermosas tetas. Volví la mirada hacia el hueco de la puerta por el que mi papá me espiaba para saber qué efecto había tenido en él; me sorprendí al ver que no solo continuaba viéndome desnuda en el probador, sino que se había acercado para verme mejor, estaba de pie con una mano en el bolsillo con la que acariciaba discretamente la punta de su miembro. Terminé premiando su atrevimiento cuando puse el vestido sobre la banca y me incline con las piernas estiradas simulando arreglar algo en el vestido, y ahí empinadita, levantaba el culo al aire con las piernas bien separadas y tensas para deleite de mi papá; coroné la escena volteando a verlo sobre mi hombro dejando caer mi cabello a un lado y lanzándole una mirada con la que le suplicaba que me penetrara. La voz de mi madre se escuchó llamando a mi papá, que salió de su atontada excitación para contestarle y cortarle el paso al lugar de la escena que yo había improvisado para él. Me puse de prisa el vestido, salí a la puerta del probador y busqué con la mirada a mi madre para que me ayudara a subir el cierre que el vestido tenía en la espalda, no la encontré. Pero sí encontré a mi papá, que venía caminando de vuelta por más de mí para su placer. -Ayúdame con el cierre-. Le dije mientras hacía mi melena a un lado. Mi papá se acercó y con una calma fingida subió el cierre de mi vestido. Se quedó parado detrás de mí. -Creo que me quedaré con este ¿tú qué dices, papi? Solo que no se si esto es una varilla, aquí, mira, me lastima- le dije mientras acercaba su mano a la base de mi teta derecha. -Aquí, papá ¿lo sientes? - Extendió sus dedos para disfrutar la base de mi busto, parado detrás de mí. -No encuentro qué es, nena- Me dijo mientras su mano izquierda hacía lo propio con mi seno de ese lado. Sentir a mi papá de pie detrás de mí, con sus manos tanteando una imaginaria varilla en la base de mis senos me excitó, inmediatamente sentí cómo mi vagina empezaba a ponerse húmeda. Sujeté las manos de mi papá y las subí un poquito para que sujetara bien mis tetas, no opuso ninguna resistencia a mi iniciativa, y con el índice de cada mano me acariciaba la piel que no tapaba el vestido. Se había acortado la distancia entre nuestros cuerpos, en el extremo superior de mis nalgas podía sentir el falo de mi papá, que estaba erecto desde que me había empezado a espiar. Me puse de puntitas y levanté el culo para que su verga quedara bien centrado entre mis nalgas, que estaban apretaditas dentro del vestido y así, los dos disfrutáramos del secreto abrazo de deseo. Sentía la respiración de mi papá en mi cuello descubierto. -Me gusta, papi ¿a ti te gusta? - Le susurré imprimiéndole a mi voz una entonación de quejidito. -Te ves increíble, nena- Me respondió él, pegando más su verga a mis nalgas.

Terminamos las compras esa tarde y como a mi madre le urgía regresar a la casa para organizar lo que faltaba para mi fiesta de cumpleaños, mi papá condujo el coche de prisa, nos dedicamos intensas miradas por el retrovisor en algún semáforo. Pero no dijimos nada en todo el camino de vuelta a casa.

Esa tarde en el centro, descubrí lo mucho que me gusta sentirme deseada, cuando alguien fija su mirada en alguna parte de mi cuerpo y guarda la imagen para su deleite solitario o para pensar en mi mientras se coge a su esposa o pareja, así que no dudo en dar un buen espectáculo visual como premio a quienes vencen sus fronteras morales y me observan con descaro. Supongo que esa misma noche mi papá se cogió de perrito a mi madre, pero todo el tiempo imaginó que el culo frente a él era el mío, y que yo lo veía sobre mi hombro con el cabello echado a un lado diciéndole -me gusta, papi ¿a ti te gusta?

Ay, mi amor, con todos esos recuerdos, ya no te platiqué cómo me fue anoche con el doctor luego de que lo hiciera eyacular restregando mis nalgas en su verga. Te adelanto que sí hice un poquito más de travesuras, que anoche el doctor además de venirse en su pantalón en la tarde, más al rato dejó su lechita salada y espesa en mis tetas desnudas. Pero eso será para mañana, corazón, porque tengo que ir a la clínica a trabajar y sobre todo a seguir seduciendo al doctor H. no me voy a dar por vencida hasta que lo tenga entre mis piernas y su semen llene por completo mi panocha. Por hoy te dejo deseando que expulses tu leche calienta pensando en lo que te conté aquí, soy tu puta, siempre.

Dulce F.

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