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Por fin pude disfrutar la verga del doctor

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Hola, guapo. Ya te había platicado que en mi pasado turno de guardia había entrado al consultorio del doctor H. decidida a provocarlo para que por fin me dé la rica cogida que espero ansiosa desde que el doc. H. comenzó a trabajar en la clínica. Esa tarde, con el pretexto de revisar unos expedientes me acerqué a él y comencé a frotar mis tetas en su brazo, su reacción me gustó, pues el roce de mi hermoso busto contra su cuerpo terminó por encenderlo y me acarició los senos, los estrujaba muy rico, muy suavemente, pero con firmeza. Luego, cuando pensé que por ese momento era suficiente y me disponía a retirarme, el doctor H. se levantó y me sujetó de los brazos desde atrás, inclinándome sobre el escritorio y luego de un rico arrimón, terminamos masturbándonos, él entre mis nalgas, yo frotándome contra la esquina del escritorio. Sentir el peso del hombre que tanto deseo sobre mí y sentir su riquísimo fierro subiendo y bajando entre mis nalgas, aunado a la fricción de mi botoncito contra el escritorio, me ayudó a alcanzar mi orgasmo. Por su parte, el doctor H. había terminado eyaculando en su pantalón. Luego de que los dos llegáramos al clímax, me soltó y fue a sentarse. Su pene aún rígido formaba un gran bulto en su entrepierna. y una pequeña manchita de humedad apareció en el lugar de su pantalón que había recibido el semen. Tomé un pañuelo desechable y me acerqué para ayudarle a limpiar su marca delatora. Qué rico se sentía la punta de su miembro todavía duro, aunque yo no había podido ver la verga del doctor fuera de su pantalón, se notaba que lo tenía grande. Me encanta sentir la erección de un hombre bajo su ropa. A veces en el metro dejo que algún tipo se frote en mí, solo para sentir su pito bien parado.

Mientras limpiaba el exceso de humedad del pantalón del doctor, acerqué mi cara a la suya hasta que nuestras mejillas se tocaron y saqué mi lengua traviesa para darle una suave lamida en la oreja. Él puso su mano sobre mi coño como respuesta a mi jugueteo. -Ay Dulce, estás mojadísima- Voltee a ver mi pantalón y efectivamente, los jugos de mi vagina habían traspasado mi tanga y humedecían mi pantalón. Yo sonreí, coqueta - ¿Y qué querías? Además de mojarme, hiciste que me viniera muy rico- y le di un beso chiquito en la boca.

El turno de la tarde pasó como siempre, había pasado muchas horas sentada así que mi pantalón se había secado rápido. Se acercaba el momento en que comenzara la guardia y me quedara casi a solas con el doctor H. Ya entrada la madrugada, por las 3 de la mañana, vi que H. se dirigía al baño y decidí seguirlo. Notó mi presencia hasta que iba a cerrar la puerta del baño y ya era demasiado tarde. Entré detrás de él y puse el seguro en la chapa, luego me lancé a sus brazos para darle un beso que él correspondió metiendo su lengua en mi boca y bajando sus manos de mi cintura a mi culo, estoy segura que por lo delgadito de mi pantalón el doctor H. podía sentir la temperatura de mi piel bajo la ropa. Lo rodee con una pierna mientras se prolongaba el beso y se acariciaban nuestras lenguas, él puso su mano debajo de mi muslo con el que yo rodeaba su cuerpo y me recorrió con sus dedos hasta tocar mi vagina. Me planté de nuevo con los dos pies en el piso y desabotoné mi blusa completamente mientras continuábamos besándonos. Puse mi blusa sobre la caja del wc y me quité también el sostén, dejando la mitad de arriba de mi cuerpo totalmente desnudo. Yo me había quedado de frente al espejo del lavabo y podía ver la cabeza del doctor moviéndose al compás de nuestro delicioso beso, veía también sus brazos moviéndose mientras sus manos acariciaban mis ricas tetas. Decidí regalarle una mejor vista para lo que pensaba hacerle a continuación, así que nos hice girar hasta que él quedó frente al espejo. Supe que había acertado en mi movimiento porque en seguida sus dedos me acariciaban el huequito que se forma al centro de mi espalda, justo donde comienza mi cadera.

Me separé un poco del doctor y me puse de rodillas frente a él, abrí el cierre de su pantalón y metí la mano, bajé el elástico de su bóxer y por fin ahí estaba, la verga que tanto había deseado sentir, rodeé ese delicioso pene con mis dedos y lo saqué, todavía no estaba erecto del todo, en su longitud describía una curva hacia abajo. Era una riquísima verga sin circuncidar, recorrí la mano con que le sujetaba hacia la base del pene para descapuchar un glande que se presentaba frente a mí de un rojo oscuro, casi morado, el doc. H. dejó salir un suspiro de gozo, levanté la vista hacia su cara, él también me veía, nuestros ojos sostuvieron la mirada, yo abrí mi boca e incliné hacia mi cabeza hacia atrás, con mis ojos clavados en los suyos y metí en mi boca muy abierta toda su verga semi erecta, hasta el fondo, no cerré la boca hasta que mis labios estaban en la base de su miembro, una vez que tuve toda su carne en mi boca, rodee con mis labios el lugar donde nace su miembro, apreté mis labios contra la suave piel de su falo y muy despacio lo recorrí hasta la punta; y sin bajar la presión con la que mis labios apretaban ese delicioso pedazo de carne, me dispuse a comérmelo todo otra vez, ahora de la punta hacia la base; pero su verga ya había alcanzado el máximo de su erección y no llegué con mis labios hasta el lugar donde al doc. le nacía esa delicia, en el instante que me detuve, el doctor H. adivinó que no me iba a caber toda de nuevo ahora que ya tenía su verga bien parada, así que antes que yo pudiera empezar el camino de regreso a la punta, puso su mano en mi nuca y me empujó la cabeza hacia su cuerpo haciendo que me tragara su pene completo por segunda vez; sentí su glande en mi garganta y me dio una leve arcada que contuve, y también hizo que me lloraran los ojos. Mientras eso pasaba siempre nos habíamos estado mirando directamente, y cuando me ahogó con su miembro, entre mis lágrimas alcancé a ver que en sus labios se dibujaba una sonrisa. El acto reflejo que me generó su glande en mi garganta me obligó a echarme hacia atrás y a abrir la boca para tomar aire, pero inmediatamente después, volví a apretar mis labios alrededor de esa verga gruesa y dura y de nuevo la mano del doctor me empujó hacia él obligándome a tragarme su hombría hasta el fondo. Luego de estársela mamando completa al doctor durante un par de minutos, tuve que apoyar mis manos contra sus piernas para darme un soporte que me permitiera regular la profundidad a la que mi boca estaba siendo penetrada. Estuve chupando su verga no tan profundo durante un rato, dándole un besito ocasional en la punta del glande con mis labios muy paraditos. Una vez que recuperé el aliento y mis ojos estaban menos llorosos, decidí convertir uno de esos tiernos besitos que le daba en la punta del glande en una rápida y profunda chupada que repetí igual de profunda a un ritmo tan acelerado que se escuchaba el chasqueo de mi saliva acumulada.

Con su mano en mi nuca empujando mi cabeza hacia él, mientras mis labios no aflojaban la presión alrededor de su pene, el doctor H. iba marcando el ritmo de la primera mamada que yo le daba. Ya sentía en mi boca su verga durísima a punto de dispararme su carga. Como otra vez se lo estaba mamando profundamente, mi saliva había empezado escurrir formando delgados hilitos que se convertían en gotas de saliva y fluido pre eyaculatorio en el piso del baño. El final estaba cerca y tenía que hacerlo eyacular rápido, pues con tan poca gente en servicio en la clínica a esas horas, nuestra ausencia se iba a notar en poco tiempo. Así que saqué su verga de mi boca y me repegué al cuerpo del doctor, que en los últimos minutos había dejado de verme a los ojos para deleitarse con nuestro reflejo en el espejo durante la rica mamada que le estaba haciendo: yo de rodillas frente a él mamándole la verga, con mi cabello castaño recogido por las políticas del hospital y en mi cabeza el conocido tocado de enfermera; mi espalda desnuda y mi cabeza balanceándose al ritmo que me imponía con su mano. Levanté la cara para voltear al espejo y verme reflejada como una puta sometida al placer de mi amante, luego, volví a mi posición frente a él, me sujeté la base de las tetas para levantarlas y me estiré hasta ubicar la verga del doctor entre ellas. Yo mido 1.68 y el doctor H. a pesar de ser alto, no rebasa por mucho el promedio, así que la maniobra para atrapar su pene con mi busto no implicaba mucho esfuerzo y sí un buen margen de movimiento, que aproveché para estimular a mi amante. Su verga, empapada por mi saliva se resbalaba deliciosamente en el espacio entre mis senos, espacio que se veía estrechado por la fuerza con que mis manos apretaban mis tetas. Miré hacia el lugar en donde el riquísimo fierro del doctor ultrajaba la suave piel de mis senos. Aceleré el ritmo de mis movimientos y en la punta de la verga del doctor se comenzaba a acumular un líquido blanquecino, miré fijamente al doctor y susurré -Dámelo, mi amor-  Terminé la frase y mordí mi labio inferior emitiendo un par de gemiditos sin dejar de mirarlo a la cara para terminar de prender a mi hombre, luego, apliqué más fuerza al abrazo de mis tetas, y sucedió… El doctor me disparaba dos consecutivos chorros de semen que me salpicaron el cuello y terminaron dibujando gruesas y brillantes líneas blancas sobre mi busto. Para mi sorpresa, cuando pensé que todo había terminado, el doctor me tomó por el bulto que hace mi cabello recogido en mi cabeza y me inclinó hacia atrás, con su otra mano tomó su pene erecto y la apuntó a mi cara; en seguida su tibia y dorada orina mojaba mi cara, tuve que acomodarme para que el líquido no escurriera por mi cuerpo. La presión del chorro cristalino que brotaba por el orificio en la verga del doctor fue cediendo y con él, la fuerza con la que me sujetaba del pelo. Su acción me sorprendió y entre risas me levanté, tomé un montón de toallas desechables y me sequé la cara y me quitaba el semen que había empezado a escurrirme entre los senos hacia el vientre.

-Eres un cochino, mira lo que me hiciste, malo.

-Si te ha parecido mal, lo siento, es solo que me incitas a hacer eso y otras cosas más cochinas. - Me dijo mientras se acercaba a mí y me ayudaba a secarme y vestirme.

-Está bien, aunque no lo creas, me gustó; pero alguien va a tener que limpiar esto. - Dicho eso, me alisé la blusa, acomodé mi peinado y salí con rumbo al baño de mujeres para terminar de asearme.

Estas travesuras son un paso importante para lograr lo que deseo, y presiento que ya está cerca el día en que pueda tener al doctor dentro de mí. Hace 3 semanas que me he estado aguantando las ganas de coger con algunos amigos que me lo han propuesto, quiero reservarme para el doctor más guapo del hospital. A estas alturas ya estoy caliente todo el tiempo, mi vagina necesita ser penetrada, necesito que el doctor se decida rápido. No había querido entregarme al doctor en el trabajo porque quiero que mi coja por un buen rato y pues en la clínica no se puede, pero si la siguiente guardia que me toque con él, veo una oportunidad como la de hoy, le abriré mis piernas, aunque sea para un rapidín en el baño.

Hace tiempo, fue mi papá quien me enseñó cómo usar mis tetas para masturbar a un hombre, no creo que en el mundo haya alguien a quien le gusten tanto mis senos como a mi papá. Desde el día en que le permití tocarlos en el probador de la tienda, fue como si se obsesionara con mi busto. A veces hasta estando mi madre, mi hermano o alguna visita en la casa, mi papá buscaba insistentemente rosar de algún modo mis tetas y yo a cambio, me las ingeniaba para acariciarle la verga, era nuestro juego secreto, nos ponía muy calientes en la época en que vivía en casa de mis padres.

Bueno, corazón, voy a tomar un par de clases hoy en la facultad. Te escribo pronto para contarte cómo fue mi fiesta de cumpleaños de la que te hablaba anteriormente y para que te enteres de quién era la verga que tomó mi virginidad. Mientras, te dejo unas ricas y fuertes lamidas en tu glande, ay perdóname lo puta, mi amor, pero estoy con una calentura que no aguanto.

Dulce F.

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