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La vida te sorpresas. Sorpresas te da la vida...

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Bien dicen que no hay que decir: “de esa agua no beberé” y menos juzgar, sin antes probar y conocer. De eso precisamente trató el conocer a Rodrigo, un niño de apenas 18 años que desde el primer momento en que me conocí me demostró cuanto le gustaba y que buscaba cualquier momento para insinuarme sus ganas.

Rodrigo es el hijo de la persona que nos hacía el quehacer en casa, hasta hace apenas un año. Lo conocimos porque los fines de semana iba a ver a su mama mientras ella estaba en casa trabajando, algunas veces para estar con ella, saludarla o dejarle cosas. No era feo, eso sí tengo que admitirlo. Mide como 1.75 aproximadamente, tez morena clara y cuerpo delgado pero atlético, condición normal en chicos de su edad. Acaba de cumplir la mayoría de edad un mes antes de nuestro encuentro, por lo que eso no era impedimento, además, en el juego del abuso era a él a quien mejor le quedaba el papel.

Un día llegó entre semana, recuerdo que era viernes por la tarde. Pretextó ir a recoger a su mamá, cosa que era fuera de lugar porque ésta jamás llego a mi casa. –“¿Está mi mamá?, quede de verla aquí como a esta hora.”- su mirada era de un niño perdido, esperando el abrazo de su mami.  –“Mmmmm, no. No está aquí Luisa. Ella no ha venido y no la he visto desde ayer, tampoco me avisó absolutamente nada de hoy. Creo que hubo una confusión”- mientras le explicaba, podía sentir como me “desnudaba con la mirada”, recargado en el filo de la puerta y con su vista fija en mi escote, noté como en un movimiento se tocó el “paquetín” queriendo acomodar o despertar a su mejor amigo ¡escuincle caliente! –“No creo. Ella fue clara cuando me aseguro que aquí nos veríamos. A lo mejor se le pasó decirle a usted.”- yo, solo lo miraba hablar lento y pausado con cara de baboso. –“¡Que raro!, pero está bien. Pásate, déjame le llamo a tu madre para decirle que estas en mi casa y pueda explicarme.”-.

Tome el teléfono y a punto de marcar escuché: -“Ah, me acaba de mandar mensaje y dice que no tarda que está a unas cuadras. Ya casi no tiene pila en el celular, que no me mueva de aquí ¿puedo esperarla unos minutos?”- resultaba que empezaba a tener un papel que no deseaba ¡niñera y en mi propia casa! –“Si, no hay problema. Estaba viendo una serie, si quieres algo de tomar o comer ya sabes dónde guarda tu mamá las cosas”- era una manera fácil para quitármelo de encima, aunque no por mucho tiempo. Se sentó casi junto a mí –“¡Esta fea esa serie!, pensé que le gustaban otro tipo de películas. En esas no hay nada de acción y no se culean a nadie”-, me quede con cara de ¿What? –“Y tú ¿qué sabes de culear o culear o coger, como quieras llamarlo? Estas bien chavito, con pedos apenas y se te ha de parar ¿no?”- solté la carcajada, me levanté del sillón y camine hacia la cocina, dispuesta a servirme una buena y rica copa de helado de vainilla (mi favorito), yo me seguía riendo del “intento” de hombre sin experiencia y menos en artes amatorias. De pronto –“¡Mire! ¿usted cree que con este pito no pueda coger a cualquier vieja?”- el helado casi se me cae del vaso cuando vi el tamaño de su pene, no puedo decir que era o no como lo imaginaba porque sencillamente nunca me había planteado la posibilidad de “encamarme” con un chavito, un chavito con la edad de mis primos, casi hermanos. –“¡No te pases Rodrigo!, va a venir tu madre, súbete ese pantalón”-, él en vez se obedecer de plano los dejó caer, se comenzó a acercar a mí y fue definitivamente muy claro –“Mire, la verdad es que me encanta y me ha he jalado un buen de veces pensando en usted y en sus tetas enormes. No me diga que no, mejor déjeme le pruebo que si se culear rico”- debo de decirles que me dio miedo, era la primera vez que un hombre me podía intimidad, no por su apariencia, intenciones o por el “paquetote” que se cargaba, sino, por la cercanía que tenía con su mamá, por la confianza y demás cosas, llámenlo prejuicios pero sí, tenía temor y resorbas de actuar. Además ¿qué tal que ni cogía rico?

-“Estas mal Rodri. Gracias por dedicarme unas “chambitas” pero, date cuenta de la relación que hay entre tu mamá y yo. Estas simpático, pero no creo que sea una buena idea.- inmediatamente, dio la media vuelta, caminó como imitando a quién se despide esperando ser retenido. Y fue entonces que, una idea muy sucia cruzó por mi cabeza, pensé que sí tenía a la presa podría ser hora de comer y comer bien, a mi gusto, a mi manera, a mis porciones y a mis condimentos; pensé que “enseñar” o “abusar” no eran tan mala idea, así que fui al comedor, me baje el short, me acomodé y le dije… -“¡Órale!, está bien Rodri. No te vayas, ven y demuéstrame lo poco que sabes y las ganas que tienes de aprender”-. Abrí mis piernas, le ofrecí mi vagina y él mudo se acercó, no sabía ni que hacer. Le tome de la camiseta, lo jale y le plante unos besos ricos, tome su mano y la lleve a mi pubis, le dije que acariciara, que sintiera y él así lo hizo. Me encantaba ver como temblaba de nervios. Mientras me besaba el escuincle metía y sacaba dos dedos de mi vagina, lo hizo tantas veces que me empapó. –“Me gustaría más si la pruebas ¿no quieres saber a qué sabe?”- él no lo pensó dos veces y me empezó a hacer un oral delicioso, era un oral nuevo con sabor a fantasía e inexperiencia, sabía bien que hacer y cómo mover la lengua, pude darme cuenta de que eso de “soy inexperto” era una farsa.

Terminó de lamerme, cuando yo extasiada le mire a los ojos -“¿Quieres que te la meta ya?”- sólo asenté con la cabeza y sonreí; se agachó para sacar de la bolsa de su pantalón un condón, se lo puso, me acomodó casi recostada en la mesa, puso mis piernas sobre sus hombros y me penetró, lo hizo suave y muy lento, podría decirles poéticamente que fue tierno. Me la metió y me la sacó como siguiendo el ritmo de aplausos, parecía que tenía urgencia por terminar, por acabarse ese “hueco” de placer con el que tantas veces soñó. A la vez que me penetraba no dejaba de chupar mis pezones, era como si quisiera recordar lo que era ser amamantado, tenía sed, eso me quedaba muy claro. Les mentiría si les dijera que duró la cabalgata mucho tiempo, porque la verdad es que no. Tampoco era eyaculador precoz, pero si tenía desventaja en tiempo y práctica sobre el resto de mis amores. –“¡Estas bien buena!, la tienes bien rica y apretadita.”- seguía gimiendo y sudando mientras me miraba a los ojos y me decía a través de ellos que no quería venirse, que hiciera algo para que no sucediera, pero… nada pude hacer y la verdad, es que tampoco quise hacer. Cuando sintió que se venía, forzó la marcha de penetración como locomotora con tal desesperación que dejo caer de un golpe su cuerpo sobre el mío y supe que había terminado.

Me miró, me sonrió y se puso de nuevo los pantalones. –“¿Tu mamá ni idea tiene que estás aquí verdad?”- se sentó en la silla, me acaricio las piernas mientras me veía de arriba a abajo –“¡No!, ni sabe que tampoco fui a la escuela por venir a echarme un polvo con usted.”- ¡lo sabía! Era un escuincle además de caliente mentiroso –“Yo no le diré nada Rodri, pero tu promete que tampoco saldrá nada de tu boca”- se echó a reír, se pasó la mano por el pelo, se levantó de la silla, caminó a la puerta, tomó su morral y dijo –“¿Usted cree que le diría? ¡Me mata! Además no soy tonto, así podré venir a verla cada vez que quiera dar clases o cada vez que me la jale pensando en usted y me deje cogerla-”.

Asombrada es la palabra. Nunca me imaginé que ese chamaco “inexperto” sería capaz de callarme la boca y de regalarme un mini, pero rico y sentido orgasmo. ¿Me gustó el papel de maestra?... quién sabe.

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