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Complejo de Edipo

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Tenía diez y ocho años cuando con unos compañeros de estudios, entre muchachos y muchachas de mi misma edad fuimos un día sábado por la mañana para visitar a unas gitanas que habían llegado a la ciudad y como ellas dicen que nos pueden decir sobre nuestro avenir las fuimos a ver para nos digan que será de nuestras futuras vidas. Había como ocho carpas grandes que se habían instalado en las fueras de la población. Vimos una veintena de seres entre mujeres y niños que estaban en el campamento gitano, las mujeres entregadas a sus quehaceres domésticos y los niños retozando por aquí y acullá, no vimos a los hombres.

Éramos una docena de muchachos recibidos con algarabía. Sabían que la jornada sería buena ya pocas veces llegaban a ellos tantos muchachos ingenuos dispuestos a dejar hasta la camisa por saber que sería de su futuro.

Las gitanas nos abordaron. Rápidamente entablamos conversación sobre lo que queríamos, quienes éramos y que deseamos que nos depará la vida futura. Ellas con habilidad hurgaban nuestras vidas como para saber que decirnos en todo caso mis amigos estuvieron dispuestos para que les digan la buenaventura.

Yo no quería entrar ya que me parecía una pérdida de tiempo ya que nunca creí en esas cosas de pronto aparece una anciana mujer. Las otras mujeres la saludaron con reverencia sorprendidas porque ha salido de su cubículo cuestión que pocas veces ocurre. Nos recorre con su mirada a todos. Nos recorre con sus ojos nuestros cuerpos y hasta nuestras almas. Nos sonríe y saluda a todos. Se pasea por la plaza de un lado a otro. No dice palabra de pronto se detiene dónde estaba yo. Me clava los ojos de tal modo que parece que sus ojos llegan al fondo de mí ser y me desnuda toda. Me asusto por su mirada penetrante, fuerte, profunda, infinita y enigmática. Trato de rechazarla y huir del sitio pero no puedo. Trato de salir corriendo, pero no puedo sin saber la razón estoy atada a ella.

Las otras gitanas se sorprenden por su reacción entre ellas algo cuchichean pero la matrona al ver su reacción les dice que continúen con su labor. Se me acerca. Toma mis manos. Me abraza y muy quedo al oído me dice:

-No puede ser. La historia se repite. No puede ser. Eso pasa de generación en generación. Mi abuela lo vivió. Mi madre igual. Todos mis ancestros lo han vivido desde hace muchos siglos. Esperaba a que llegues ya estaba perdiendo la esperanza, haz llegado. Ya estás aquí con tú llegada completo mi labor. Te esperaba. Sabía que llegarías. Ven no te cobraré nada por lo que voy a decirte, te daré un trato especial, ven te esperaba. Estaba segura que tarde o temprano vendrías a mí. Ven no me temas…

No deja que reaccione y me lleva a su cubil donde nadie entra, las otras mujeres tratan de no inquietarse por la reacción de ella cuestión que nunca pasa y hacer lo que la matrona les había dicho Me dice que lo que tiene que contarme nadie debe sabe únicamente los escogidos por ella que visitan su hogar. Yo entre ellos. No podía dejar de repasar sus palabras: “Esperaba a que llegues. Ya estás aquí con tú llegada completo mi labor. Te esperaba. Sabía que llegarías. Ven no te cobraré nada por lo que voy a decirte, te daré un trato especial, ven te esperaba. Estaba segura que tarde o temprano vendrías a mí. Ven no me temas”…

Su estancia amplia. Dividida en dos ambientes por espesas cortinas, seguramente es su dormitorio y la otra su sala llena de alfombras, almohadones, flores. Al medio de la sala hay un hogar de donde salían deliciosos olores que me tranquilizaron tanto que me olvide de todos mis temores, dudas e incredulidades. A un costado del hogar hay una mesita. Me lleva a ella. Nos sentamos frente a frente. Su mirada era penetrante, fuerte, profunda, infinita y enigmática también estaban cargados de tristeza, profunda pena, desconsuelo, aflicción, melancolía que me sorprende.

Me acaricia el rostro con ternura de madre. Besa mi frente. Veo que sus ojos penetrantes se humedecen y dejan salir un par de lágrimas. Eso me inquieta más aún. No sé qué hacer. Soy toda nerviosa. Las piernas me tiemblan. Quiero salir corriendo. Estoy muy asustada no puedo hacerlo, estoy atada a ella con lazos invisibles.

Me toma de las manos y dice:

-Manuela, tranquila. No te inquietes, hay situaciones en la vida que no podemos evitar, aunque salgas de aquí sin que te diga lo que tengo que decirte. Se cumplirán. No lo puedes evitar, es la ley de la vida es mejor que lo sepas.

Me quede fría al escuchar sus palabras. No sabía que responder luego dije:

-¿Cómo sabe mi nombre?

-Todo lo sé. Te esperaba desde hace muchos años. Tú llegada cierra toda una vida entregada a aclarar el futuro de tanto humano deseoso de ser que le depara el provenir, lo que les dijo quede ser bueno o malo pero digo la verdad. Soy la Madre de todos los que aquí vivimos. Únicamente gente especial como tú conocerán el futuro de mis manos. Tengo que decírtelo aunque que te duela, es más sé que te dolerá y dejará huellas profundas en ti pero no podemos evitarlo. Tú destino ya está trazado por la vida misma desde el día que naciste aun que lo evites se cumplirá.

-Me abruma con lo que me dice-

-No miento es duro pero es la verdad.

Me contó la mitología griega de Edipo rey de Tebas, hijo de Layo y Yocasta, reyes de Tebas. Me dijo que la vida tiene sus matices y que aunque me cuide no lo puedo evitar. Siempre se repite con sus cambios pero se repite.

-Señora ¿puedo saber su nombre?

-Yocasta.

-¿Yocasta?

-Sí. Muchachita. Yocasta. Voy a ir directo al grano sin rodeos, concebirás un hijo no deseado. Un familiar tuyo te preñará, pese a que tú querrás cuidarlo. Tus padres se opondrán y lo entregarán en adopción. Lo buscaras por muchos años pero tus intentos serán vanos sin embargo él vendrá a ti cuando menos lo esperes, cuando cansada de buscarlo te hayas olvidado de su existencia. Su presencia te cautivará al instante, te cambiará la vida radicalmente. Lo amarás y lo desearás fuertemente, pese a la veintena de años que los separará te entregarás a él en cuerpo y alma luego sabrás que es tu hijo, él te preñará. Será tu único verdadero amor ya que luego del familiar que se inmiscuyó contigo odiarás a todos los hombres. Serás una rabiosa feminista.

-¿Puedo evitarlo?

-No puedes evitar enamorarte y vivir con él como pareja pero si puedes cambiar su trágico final.

-¿Cómo?

-No lo sé creo que el feminismo te ayudará y esto que te he dicho también ya que estas advertida, guerra avisada no mata gente hijita. Felizmente llegaste a mí para prevenírtelo cuando ya perdía la esperanza, ya pocos años de vida tengo pero llegaste puedo morir tranquila. Sabes que nuestra vida es errante. Nadie sabe si retornaremos a esta ciudad pero amorcito vamos tus amigos te esperan. No digas a nadie lo que te he dicho. Si lo haces nadie te creerá.

-Es muy cruel y duro lo que me ha contado señora me deja aturdida, desconcertada sin saber que hacer ¿Por qué me lo ha dicho? ¿Cómo creer que me dice la verdad? Mi padre me ha dicho que ustedes son unas embusteras, patrañeras, sofistas. No quería venir pero algo me dijo que lo haga pero no me esperaba que usted me diga esto. ¿Por qué creerla?

-No lo sé hija. Puedes creerme o no ese es tu problema. Puedes pensar que soy una vieja embustera más y salir a la calle como si nada hubiese pasado y burlarte de mí pero sabes que la duda vivirá junto a ti. Esperaba que llegues a mí desde cuando mi madre me dijo que una chiquilla llegará a mí, dudosa, incrédula, escéptica yo tampoco la creí y llegaste como mi madre lo advirtió, ella ya sabía que llegarías como llegaste. Lo principal para mi conciencia es que te dicho algo que mi madre me lo contó por que la suya lo hizo porque la madre de ella igual le contó. Esa tradición oral se ha mantenido a lo largo del tiempo pero recuerda que muchas verdades son crueles pero hay que decirlas es peor callarlas. Hay que decirlas aunque duelan y laceren el alma. Ahora únete a tus amigos. Oraré por ti.

-Señora que puedo decir.

-No me digas nada ya te he dicho lo que tenía que decirte ahora puedo morir tranquila, el resto es cuestión tuya.

El tiempo paso raudo y veloz. La duda no había dejado de acompañarme por lo que siempre cuidaba para no inmiscuirme con mis parientes pese a que una vez estuve a punto de perder mi virginidad con un primo que gustaba mucho. Estamos solos en mi habitación sin saber porque empezamos a besarnos y acariciarnos con mucha pasión. Mi primo pronto llegó a mis tetas, las mamó, chupo mis pezones, lo que hizo que me excite mucho. No tarde en llevar sus manos a mi conchita que ya estaba caliente y jugosa presta a ser conocida de pronto mi madre nos llama al almuerzo, ambos reaccionamos al instante, saliendo de mi habitación como si nada hubiese pasado por cosas de la vida no pude encontrarme con mi primo nuevamente y como no me había sucedido nada llego a creer que sido un embuste por lo que olvide la advertencia de Yocasta,

El tiempo paso sin que haya ninguna situación que se preste a lo que Yocasta me había dicho pero sucede que mis padres debían viajar al exterior por algunos meses como soy hija única y no me podían llevar, me dejaron en casa de un tío por parte de mi madre para que cuide de mí por los meses que están ausentes ya que como estoy estudiando para los exámenes de ingreso a la universidad no me llevaron con ellos como siempre lo hacían.

Él es soltero de unos cuarenta años, vive de sus empresas. Tiene buena posición económica; siempre fue cariñoso con todos especialmente conmigo. Recuerdo que a él le encantaba sentarme en sus piernas y acariciarme los cabellos, mis pechos, mis muslos de niña mientras me decía lo linda que era, yo ingenua nunca se lo impedí es más me gustaba sentarme en sus piernas y me diga lo linda que soy.

Estaba ya en su apartamento, estaríamos solos por dos meses. Me gustaba la idea de ser su consentida. Pensaba que pasaría muy bien. Él dijo a mis padres que me cuidaría como la sobrina preferida que era. Mis padres me dejaron en su casa seguros de que habían hecho bien no sabían lo que él pensaba hacer conmigo.

Samuel, mi tío me condujo a mi habitación. Dijo que me sienta como en mi casa y que tome todo sin necesidad de pedir permiso y me dejo sola. Cuando estaba en mi lecho sin saber porque regresaron a mi mente lo que me había contado Yocasta con eso recordé perfectamente que una vez él me sentó como siempre lo hacía en sus piernas y mientras acariciaba el cabello, me decía lo linda que era y cuanto me amaba sentía que un bulto crecía y creía tanto que se puso duro como la roca y me lo hacía sentir en mis nalgas. Ese bulto me incomodaba haciendo que acomode una y otra vez tanto que me incomodaba mucho por lo que metí mi mano entre su bulto y mis posaderas. El bulto era grande, duro, grueso. Recuerdo que me retiró la mano me abrazó fuertemente, se quedó rígido por un par de minutos. Su reacción me asustó por lo que salí corriendo por cosas de la vida y falta de oportunidades no volvió a hacerlo.

No puede ser me dije. No mi tío Samuel, tanto pensar y dudar me quede dormida. Trate de no darle ocasión que me abuse pero él se portó indiferente tanto que me tranquilizó por lo que deje de cuidarme y comportarme como si estuviese en mi casa así pasaron los días. Él hacía su vida yo la mía.

Es miércoles quince de julio acabo de cumplir diez y nueve años. Mi tío Samuel me felicita por eso y parte a su trabajo sin más; su reacción me entristece ya que pensaba algún regalo pero nada de nada, así pasan los días. Llega el día sábado. Salgo de paseo con mis amigos para dejar de pensar en el futuro examen de ingreso a la Universidad. La paso muy bien con ellos paseando todo el día. Arribo a su casa al caer el día, cansada, tomo un baño y me voy a descansar a eso de las nueve de la noche escucho música y algazara, salgo a la ventana para ver qué pasaba y me encuentro a mi tío con una veintena de amigos y amigas y un conjunto musical que me deleitaban sus canciones en mi honor. Me asusté por eso cerré la ventana y me encerré en mi habitación. Todos entraron a la casa. Mi tío me dijo que le disculpe por la sorpresa y que salga para festejarme. Me dieron tiempo para salir arreglada.

Con la fiesta por mi cumpleaños empezaba también lo predicho por Yocasta eso no caí en la cuenta ya que luego de varias horas de algazara donde hubo exceso de baile, comida y bebida. Estaba feliz por haber sido la reina de la fiesta. El licor ingerido hizo que me olvide de lo dicho por la gitana, y de mi comportamiento siempre recatado ya que siempre fui así. Estaba completamente feliz y caliente. Mi cuerpo me hervía. Nunca me di cuenta de mí estado y de lo que me sucedería hasta cuando nos quedamos solos. La luz es tenue. La música es suave. El ambiente es ideal y propicio para que lo predicho por Yocasta se cumpla. La lujuria es la reina. El desenfreno se ha apoderado de nosotros. Mis instintos de hembra deseosa de más son como los de una potranca en celo buscando que su caballo semental la tome y la haga suya. Los suyos de garañón deseoso de montar a esa potranca virgen. Nadie, nada, ni yo misma pueden evitar que Samuel tome mi virginidad y me lleve a la cima del erotismo.

Mi tío me toma de las manos y dice:

-Ven Manu, ven aquí. Me lleva a sus piernas como hace tiempos lo hizo. No dude en sentarme ya que estaba feliz por la fiesta y desinhibida por la bebida. Nos quedamos en completo silencio unidos férreamente su pecho a mi espalda hasta cuando él comenzó a acariciar mis pechos con mucha delicadeza a besar mi cuello con gran maestría. Me gustó mucho lo que me hacía nunca había sentido tanto placer ya que pocas veces había sentido ese rico gusto que naciendo de lo profundo mi útero, salía por mi conchita que ya estaba mojada y recorría todo mí cuerpo. Recordé los besos y manoseos con mis amigos y mi primo y me dejé llevar por lo hermoso de sentir así tan excitada pese a que nunca había tenido sexo con nadie me gustaba mucho. Mi cuerpo pedía más.

Mi tío no paro en su accionar poco a poco fue encendiendo mi horno erótico tanto que me deje hacer lo que el deseo ya que me gustaba mucho sentir ese calorcito que recorría mi cuerpo y me estremecía toda, sentí que mi conchita estaba muy mojada. Volví a sentir ese bulto entre mis nalguitas que me incomodaba. Volví a acomodar pero ese bulto no dejaba de molestarme por lo que metí una de mis manos entre los dos. Él dejó que lo haga sin objeción. El bulto era grande, duro, grueso. Lo abarque todo y lo apreté fuertemente. Mi tío cierra los ojos del gusto al sentir mi mano en su masculinidad. Continúo recostada sobre su pecho. Estoy recostada a su merced con mis pechos agitados con mi respiración entre cortante y mi cuerpo sudoroso. Mi horno erótico ha llegado al blanco vivo. Toma mi mano y lo retira delicadamente continua con su acción de calentamiento. Me levanta la falda y lleva sus manos a mis muslos sudorosos y los recorre de abajo hacia arriba muy delicadamente. Yo por instinto separo mis piernas completamente y llega a mi conchita inmaculada sin obstáculos que dejaba escapar de entre sus valvas jugos olorosos de deseo pero cuando él me la topa cierro los muslos herméticamente esa acción le deleita. Friega y refriega su mano tanto que comienzo a temblar luego mi cuerpo se pone rígido. Mis ojos están entreabiertos. Mi respiración jadeante luego viene un gran espasmo de sublime placer como un”flash”que sale de lo profundo de mí ser y se expande por todo mi cuerpo que se pone rígido luego se relaja, se suaviza, se desahoga. No sé qué me pasa pero la satisfacción es hermosa, sublime, encantadora, nunca antes estaba tan gustosa, tan placentera con deseo de más, mucho más; luego habré los botones de mi blusa y me acaricia los pechos, toquetea mis pezones que se ponen duros. Besa mi cuello. Más gusto. Más placer, poco a poco me va llenado de besos y caricias mi inmaculado cuerpo poco a poco vuelvo a sentir que mi útero está muy caliente, siento que de mi conchita salen jugos espesos y olorosos que mi tío no tarda en beberlos cuando lleva su boca a mi intimidad. Tengo tanto gusto que no sé qué hacer ni que decir sino dejarme que él haga de mí lo que quiera. Yo ya estaba lista para que rompa mi velo virginal es así que abre mis piernas completamente, se arrodilla frente a mí, blande su falo y en lugar de introducir lo toquetea en mi clítoris, friega y refriega su miembro constantemente sin detenerse es ahí que nuevamente empiezo a temblar. Mi respiración es cada vez más jadeante llegó nuevamente a la cima donde se encuentran los orgasmos, los hago todo míos. Me pongo dura como la roca, una electricidad lujuriosa, recorre mi cuerpo. Mi tío, me abraza, besa con pasión. Yo respondo con más ímpetu y cuando pensaba que me iba a quitar mi virginidad, me dice: “Otro día continuamos” me toma de la mano y me lleva a mi habitación. Satisfecha por los orgasmos que tuve me dormí claro está pensado cuando seré completamente de él. Me olvide de la advertencia de Yocasta.

Samuel muy hábil en estas cosas no dejó de irme amoldando a él haciendo siempre lo mismo, tanto que un día a gritos le pedí que me la meta. El muy cruel se sonrió y me dijo:

-Tranquila ya serás completamente mía y te haré mujer.

-Lo que usted dija, respondí.

Una noche fría otoñal Samuel me conduce a la chimenea. Los leños de la chimenea arden como mi cuerpo. Allí estamos frente a frente. Poco a poco me desnuda. Contempla hermoso cuerpo inmaculado, deseoso, apetecible, exquisito y regalado. Se desnuda descubro el suyo, viril, firme, poderoso, potente musculoso y ardiente decidido a todo. Descubro su bulto; ese bulto que alguna vez me hizo sentir, ahora lo veo, es grande, grueso, tieso, portentoso y hasta miedoso. Me inquieto al ver ese instrumento nunca visto peor sentido dentro de mí. Mis ojos le dicen que temo pero él me abraza me tranquiliza con su acción de recorrer mi cuerpo con habilidad de macho. Me excita nueva y constantemente. Tengo una rara sensación opuesta de deseo y miedo pero él aviva mi horno erótico con maestría para que olvide mis contradicciones. Besa mi boca, vuelve a toquetear mis cónicos pechos, mis pezones se ponen duros de gusto al sentir sus manos maestras, recorre mi espalda que piden más, toquetea mis nalgas tentadoras; más gusto, más placer; luego me abre las piernas y pone su instrumento masculino en medio de ellas, sus movimientos de va y viene de tocar y retirar mi feminidad, mi centro de placer hacen que nuevamente la satisfacción hermosa, sublime, encantadora regresen a mí y que nuevos espasmos tenga. Mis piernas flaquean por lo que él viendo mi reacción. Me recuesta en la alfombra, se encarama sobre mí. Nuestros cuerpos se juntan. Nuestros sudores y olores se funden. Nuestros deseos piden más. Besa todo mi cuerpo. Me recorre. Me hurga. Llega a mí ser íntimo que expelía sus jugos íntimos, lo chupa, mordisquea, lengüetea, succiona, eso me gusta mucho tanto que espero que los espasmos vengan y llegan nuevamente, uno a uno como si fuese un desfile de orgasmos. Miles de ellos salen de mi cuerpo tanto que pierdo el sentido y me dejó llevar por tal hermoso gusto. Samuel se incorpora. Me contempla luego se inclina y me da un hermoso beso en mi boca. Se arrodilla blande su instrumento, lo contemplo es grande, grueso, tieso y portentoso vuelve a toquetear y jugar con mi jugoso fruto. Pone su cabeza a la entrada de mí cueva. Se detiene un instante para que lo guste y luego sin piedad me introduce todo su gran masculinidad hasta el fondo de mi ser empezando el típico bombeo, saca y mete sin parar. Siento un gran dolor que desde mí bajo vientre recorre mi cuerpo tanto que grito del daño sufrido:

-¡Ay! No más pare. No más. ¡Ay! Nooooo. Duele. No. No más duele. ¡Ay! No, esta gorda, me hace daño, no mássss.

-Tranquila ya paso. Así es la primera vez luego te gustará mucho; además…

-Además, ¿qué? Pude decir mientras me sometía, me introducía, retiraba una y otra vez su miembro me dice:

-Ya lo sabrás. Tienes que darme todo lo tuyo. Te deseo desde hace muchos años desde cuando eras niña y te sentabas en mis piernas.

-¿Sabré qué?

No me contesto. No me dijo nada y sin piedad me hizo suya. Rompió mis velos inmaculados luego rompería otros que me dolería más aún.

Mi reacción fue morder su hombro y clavar mis garras en su espalda con furia, saña y venganza que sangraron como lo hice yo. Ambos sangramos. Ambos entregamos algo de nuestros cuerpos. Él me diría que ninguna mujer había hecho lo que hice, dejarle huellas en su cuerpo y él me dejaría también otra ya predicha por Yocasta; poco a poco el dolor y el oposición de lo que estaba haciendo se perdieron por el placer que sentía; cosas que no me imaginaba se podían hacer.

Esa noche sería el inicio de una relación donde nos entregamos al placer de placeres, a la lujuria erótica donde todo nos dimos, donde todo nos permitimos y entregamos, donde fusionamos mi ímpetu juvenil con su sabiduría amatoria madura. Ningún lugar de nuestros cuerpos fue dejado de conocerlo, recorrerlo y tomarlo. Sorteamos con habilidad todos obstáculos que teníamos por delante y fácilmente. Yo con mi erotismo iniciado pedía más y él con sus conocimientos me complacía, me sentía en el paraíso del éxtasis donde todo es permitido.

Hicimos el amor por todo sitio de su apartamento y por todas partes de nuestros cuerpos. Hicimos el amor varias veces al día. Me convertí en una hembra ardiente y permanentemente insatisfecha; con suma delicadeza fui completamente de él y él con mi lujuria desenfrenada fue totalmente mío. Nos amamos con desenfreno. El libertinaje fue el rey de nuestra relación. El abuso del otro lo normal. La osadía en pedirle más lo constante tanto que en más de una vez él se rindió a mi ímpetu. Él nunca se imaginó lo que hizo y despertó de mí. Una hembra deseosa de más y más. Siempre estaba lista para ser penetrada, satisfecha y devorar de pasión a mi hombre y darle todas las partes de mi cuerpo que las gustó e hizo de él en más de una vez era yo quien lo tentaba para que sea mío y calme mi sed de sexo. Sin desearlo nuestra relación se convirtió en combate donde inicialmente él fue el triunfador hasta cuando caí en la cuenta que mi poder femenino era sumamente superior a su fuerza de macho poco a poco me convertí en la reina del erotismo tanto que en más de una ocasión tuvimos inconvenientes que llegarían a la ruptura casi total de nuestra relación. Ya cansada de sentirme insatisfecha descubrí que yo misma podía hacerlo…

Desde esa noche en que yo quería más y él ya no podía darme gusto pocas veces dejé que me haga el amor cuando él lo quería, yo me impuse totalmente. Me gustaba hacerle sufrir. Me gustaba que me suplique, que bese mis pies y lo hizo, yo fui la reina el mi fiel sirviente.

Desde caí en la cuenta que sí bien él me inició en el sexo y me hizo gustarlo, a la larga me convertí en el ser que conducía el carruaje erótico tanto que él se convirtió en mi esclavo erótico, hice de él lo que quise. Cuando me decidía a darle gusto y que me introduzca su bulto lo hacía sin ninguna objeción y le daba todo lo que yo deseaba darle, nada más, sino no había fiesta, así de simple.

Hacíamos el amor una y otra vez sin parar hasta cuando el pobre decía:

-Manu ya no puedo más. Tranquila hijita. ¿Qué más quieres?

-Sami ya sabes. Tu bulto, grande, grueso, tieso, portentoso. Introdúceme por donde quieras qué pasa dame más acaso ya no puedes.

-No Manu ya no puedo más estoy cansado.

-Yo quiero más, mucho más, necesito más, mucho más.

Siempre fui la ganadora de nuestro combate erótico hasta que él un día cansado de que yo pida más, me da una cachetada muy dura ahí en medio de la sala me desnuda y empieza a arrecharme como me gusta pero cuando yo creía que me daría por mi conchita, me pone boca abajo, toma un frasco de aceita que de casualidad estaba en la mesa unta mi culito y sin piedad me sodomiza por supuesto que grité, protesté lo insulté pero no había poder humano que deja de meter y sacar su picha frenéticamente en mi culito hasta ese entonces virgen a la larga me gustó mucho pero el muy estúpido mientras taladraba mi culo él me decía:

-Ya está carajo mierda más querías, ya está, te he complacido.

-Pero no así Samuel, no pensé que me darías por rabito, duele mucho ya basta así no quiero, no me gusta.

Se detuvo, yo creí que ahí terminaría todo, me arrodilla delante de él, hace que abra mi boca, me incrusta su falo hasta lo más profundo de mi boca, me hizo mamar su picha dejándome su semen en mi boca en todo caso si bien salí maltratada pronto pedí más.

Nunca supe cuando me embaracé. Únicamente sé que a la llegada de mis padres tenía un retraso en mi ciclo menstrual de dos meses. Debía decir a mis padres mi situación. No les escondí nada. El lío que se armo fue tremendo. Nunca había visto esa reacción de mi padre. Únicamente pude escuchar lo que mi padre increpó a mi madre: Samuelito. Samuelito. Otra más de tu hermanito porque tu me lo dijiste que no hay problema. No sé porque le confié a nuestra hija, sabiendo que tipo es… es un imbécil. Mi madre nunca respondió a las palabras duras de mi padre que no me reprochó ya que sabía que había sido utilizada por Samuel; luego de eso mi padre me recluyó en un convento bajo la constante vigilancia de las monjas que allí vivían. Mi embarazo transcurrió sin problemas. Frecuentemente venía mi madre a visitarme no así mi padre. Nunca supe de él ni que fue de mi hijo ya que penas parí se lo llevaron de mis brazos. Nunca lo vi peor aún darle mi leche…

Cuando regrese a casa supe que mis padres se habían divorciado ya que mi padre estaba cansado de tanto problema de mi tío Samuel y que mi madre no haya hecho nada. Él era de esos machos que copulan con cualquiera y que en más de una ocasión él le sacó de problemas ya que mi padre es un buen abogado. Se me hacía difícil vivir allí. Estaba muy resentida con él por lo que hizo ya que no fue mi culpa haber sido seducida de ese modo por lo que me independice estudié abogacía. Busqué trabajo y lo encontré fácilmente por ser hija de un abogado de prestigio. Trate de llevar mi vida lo más estable posible pero nunca deje de pensar en mi hijo. Fui donde las monjas ellas me dijeron que mi padre se lo llevó luego que lo parí. Suplique y suplique pero no había modo de saberlo. Mi padre nunca quiso decir que hizo con mi hijo, únicamente me decía: está bien sus padres adoptivos lo quieren mucho y es muy educado, siempre lo veo y tengo contacto con él. No le hace falta nada. Olvídalo por el bien de los dos.

Acontece lo inevitable

Muchos años pasaron creo que millones. Pese a su divorcio la relación con mis padres se hizo estable ya que el tiempo todo lo cura. Nunca más tuve sexo con nadie, ni salí a diversión alguna llegué a odiar a los hombres sin medida por lo que habían hecho Samuel mi tío al embarazarme y mi padre por haberme quitado a mi hijo que no tenía la culpa de haber venido al mundo.

Mi vida era trabajo y más trabajo. Fue muy duro aceptar que lo había perdido ya me había olvidado de lo predicho por Yocasta, aconteció que la empresa donde trabajo organizo una fiesta por sus cincuenta años de su creación a la cual no debía faltar. La misma transcurrió sin problemas. Me divertí mucho, baile, bebí como si fuese la última vez en mi vida es más ya me sentía un poco ebria cuando el socio de mi jefe me presenta a su hijo. Él tiene unos veinte años, es guapo, alto, blanco con cabellos claros rizados y con un par de lentes que hacían de Clemente todo un dandi. Rápidamente nos hicimos amigos. Bailamos juntos varias veces. Nos encantamos tanto que me dejé que él me apriete, ciña mi cintura, se pegue a mi cuerpo tanto que volví a sentir ese bulto que los hombres tienen pese a mi misantropía. Me gustó. Me excite. Mi cosita volvió a mojarse. Él se dio cuenta de mi estado y se aprovechó de mí. Perdón yo deje que se aproveche.

-Señora es usted muy guapa.

-Señorita le respondí pero no me llames así, soy Manuela, Manu para ti.

-Bien. Manu la veo fatigada que le parece si salimos a tomar un poco de aire fresco ¿qué opina?

-Sí está bien vamos es buena idea.

Tomados de las manos salimos al gran patio donde se encontraban otras parejas. Unas charlando otras besándose. La noche era clara, fría tanto que empecé a temblar de frío él se valió de eso para abrazarme. No puse obstáculos a su acción es más recosté mi cabeza en su hombro correspondiendo a su abrazo.

Nos quedamos sin decir nada luego de un rato le dijo:

-Hace tantos años que…

-¿Qué, qué?

-Que un hombre me abraza con tanto cariño.

Su respuesta fue un beso en mi mejilla pero la retire dándole mi boca. Nos besamos con pasión. Nuestras bocas eran como dos poderosos imanes fusionados en uno. Él pese a su juventud era todo un experto. Yo pese a mi edad – ya pronto cumpliré cuarenta – todo lo contrario. Los opuestos se encontraban raudos.

Besos y más besos. Caricias y más caricias, mutuas.

La excitación se nos apoderó a los dos. Mi intimidad se humedeció. La suya se endureció. Nuestras manos recorrieron nuestros cuerpos de pronto Clemente hace algo que no me espere introduce una de sus manos por entre el escote de mi vestido y apretuja uno de mis senos y toquetea mi pezón que reacciona poniéndose duro. Cierro los ojos, empiezo a jadear por su acción. Mi cuerpo se erizó, mis piernas flaqueaban. Mi horno apagado desde hace tantos años volvió a avivarse rápidamente. Me olvide de mi misantropía tampoco recordé la advertencia que hace años una anciana gitana me había dicho. Me gustó mucho lo que me hacía por lo que respondí acariciando sus cabellos e introduciendo mi lengua en su boca esa acción le excita más tanto que retira su mano de mi seno. Me abraza fuertemente. Responde a mi acción con besos y más besos. Recorrió mi espalda con suma delicadeza como sabiendo lo que me gustaba. Llega a mis nalgas las conoce. Las recorre, lenta y delicadamente.

Más gusto, más delirio, más pasión, más lujuria mutua.

-No puedo más vamos a mi carro es amplio ahí podemos amarnos tranquilamente. Hazme tuya. Desde hace muchos años que no lo hago.

-¿Cuántos?

-Como veinte creo, no lo sé.

-¿Tantos?

-Si amorcito. Creo que ya tengo telarañas. Deberás romperlas con cuidado. ¿Lo harás?

Él se puso algo nervioso no supo cómo responderme pero lo tranquilice con un ardiente beso, diciéndole:

-Te comerás mi coco viejo.

Nos reímos mucho por lo que había dicho Su reacción a mi respuesta fue más besos, más caricias, más recorrido de mi cuerpo. Su osadía de más lo llevo a levantarme el vestido introducir una de sus manos por mi prenda íntima. Me despoja de ella. Su mano se apoderó de mí ser que estaba, jugoso, despidiendo desde lo más profundo de él, un agradable olor fuertemente agridulce que abarco todo el auto y jugos que bañaron mis muslos y su mano.

Ese muchacho me atrae mucho. No sé porque pero me gusta con delirio. Me trastornó únicamente pensando tener su virilidad dentro de mí y rememorar las vivencias vividas hace muchos años atrás. Me decía a mí mismo: -Estoy muy nerviosa como si fuese una inexperta madura pero mi excitación llega a su máxima expresión que no puedo más deseo con ansia entregarme a él por lo que lo tomo por sus hombros lo traigo hacia mí y le dijo con desesperación:

-¡Ay! No más para. No más. No así. Quiero tu miembro. Métemelo, ya.

Se sonríe con malicia como todo un perfecto macho triunfador. Blande su miembro y me lo muestra enhiesto, tieso, garboso. Me gusta verlo todopoderoso. Lo coloca a las puertas de mi hogar. Introduce su cabeza luego se retira una y otra vez toquetea mi clítoris y vuelve a introducirse más y más. No se detiene. Se introduce y sale poco a poco cada vez más adentro de mí pero no lo hace totalmente, por lo vuelvo a pedir:

- ¡Ya! Quiero todo tu miembro. Métemelo todo, ¡yaaaaaaa! No lo saques por favor, hazme tuya.

Me da gusto y me lo introduce todo. Al fin se presenta todo poderoso, fuerte, enérgico y ardiente. Yo le ofrezco todo mi cofre deseoso de ser reiniciado, nuevamente sometido, gustado, deleitado. Dispuesto a todo. Se retira y vuelve a llegar al fondo del fondo una y otra vez. Lo hace como un mago del erotismo. Abro completamente mi cofre para dejar que lo penetre, lo conozca y se adueñe todo; pese al ligero dolor que tengo no impido su acción, cuando se retira cierro mis valvas para impedir que se me escurra pero él se va y viene una y otra vez con más ímpetu. Ese combate hace que llegue a la cima de mi excitación.

Eros nos estaba erotizando, había juntado a una mujer madura con un jovencito.

Mi orgasmo es sublime, sobrehumano por lo que le abrazo, le beso y le pido más mucho más ya que mi cuerpo desea más satisfacción cuando escuchamos una voz de una muchachita que grita:

-¡Clemente!, ¡Clemente!, ¿Dónde estás? Mi mamá te busca.

-Ya voy.

No pudimos continuar la hermana menor le buscaba por pedido de sus padres. Antes de que nos encuentre en pleno acto sexual Clemente se retira sin decir palabra pero destellando una gran frustración. Clemente salió ante el llamado de su hermana y se fue con ella. Yo no pude hacerlo mío como deseaba, mi cuerpo hervía de lujuria. Mi clítoris latía fuertemente. Las valvas rojizas de mi conchita estaban completamente abiertas, jugosas, olorosas esperando a que el extraño invasor termine de intimidarme, me dejo incompleta de él tanto que sin saber cómo empecé a auto consolarme recordando nuevamente los hermosos momentos vividos con Samuel como me hizo suya, como me inició en el arte del erotismo, no recordé las crueles consecuencias de la relación que mantuvimos luego un momento en que ya estaba satisfecha me junté a la reunión pero en mi mente y cuerpo no podía dejar de sentir a ese hombre que había revivido mi erotismo por lo que decidí buscarlo para terminar lo que habíamos dejado a medias.

Cuando fui a casa recordé lo que Samuel me enseñó y lo que él aprendió de mí y de las huellas imborrables que nos dejamos en nuestros cuerpos. Ardía de pasión únicamente pensando tener un nuevo encuentro con Clemente, más de una noche me desperté porque mi cofre exudaba lujuria. No sabía qué hacer si dejar todo ahí si retornar a mi misantropía pensando que fue un simple sueño o devorármelo todo o buscarlo para dejarle exhausto o hacerle creer que él es el rey y yo su sierva.

Mientras me autoconsolaba decidí que lo último era más apasionante para ver hasta dónde llega y poder manejarlo sin que se dé cuenta como toda mujer sabía en lo erótico lo hace.

Me juré hacerlo mío. Me juré dar todo mi cuerpo, vulva, boca y hasta ano si lo quiere, darle todo de mí para lograrlo y lo hice todo se lo di y lo ate como yo quería, por cuestiones de trabajo luego de un par de semanas llegó a la oficina de su padre; él salió luego de una hora sabiendo lo que deseaba de él le invite a mi oficina y para estar solos creo que él sabía que pretendía ya que llegó sin problema, mandé a mi secretaria a realizar una tarea que estaba pendiente y que llevaría por lo menos un par de horas. Sin que medie palabra alguna nos trenzamos en un ardoroso abrazo y un ardiente beso. Nuestros cuerpos se fundieron nuevamente en uno solo.

Las manos de Clemente me recorrieron toda, se detuvieron en mis posaderas. Me las acaricio como la otra vez lo hizo, delicadamente, sutilmente, etéreamente y perspicazmente. Las recorrió completamente. Respondí acariciando su rostro, sus cabellos, su fuerte espalda. Respondí introduciendo mi lengua en su cavidad bucal. Me excité mucho al sentir en mi bajo vientre su miembro más enhiesto, tieso, garboso como en nuestra escena insatisfecha relación amorosa del otro día por lo que tome su mano y la llevé a mi sexo que ya estaba húmedo.

-¿Te gusta?

-Sí pero más tus nalgas.

-Mis… ¿qué?

-Tu trasero. Lo tienes rico, voluptuoso, deseable me lo darías.

-¿Lo quieres?

-Sí. Dámelo. ¿Sí?

-Lo tendrás, eso y más de mí así mismo y ¿me darás todo lo tuyo?

-Sí, sí pero dámelo.

-Otro día cuando tengamos más tiempo.

Respeto mi decisión. Me penetro por donde yo deseaba y me baño con su leche por donde yo apetecía.

Se aman con desenfreno

Desde ese día nos amamos con locura, desenfreno, libertinaje, desvergüenza y hasta con osadía. Ellos fueron los reyes de nuestra relación. Si él pedía algo, yo me daba toda sin dudarlo. Si yo quería más de él entregaba todo lo posible a dar igualmente sin titubear. Nos amamos en todos lugares posibles. Nos encontrábamos a diario para poseernos como si fuese el último encuentro.

Todo nos dimos. Mi trasero fue todo de él como lo había prometido. Me penetró con desesperación con ansias de ocuparme toda. Sentí un gran dolor, lloré, grité, aullé, suplique, vociferé que se detenga pero mis gritos y suplicas hicieron que su excitación aumente y aumente tanto que culminó dejando dentro de mí su abundante fluido; con esa penetración me apoderé todo de él fue mi esclavo sexual. Lo ligue a perpetuidad.

Me dijo que era su primera mujer que a quien penetraba por la colita. Me pidió perdón por lo que su acción. Respondí con muchos besos, abrazos y caricias como diciendo que no se inquiete que me gusto.

Desde ese día empezamos la mejor relación que dos seres han tenido todo fue comprensión, nunca tuvimos desacuerdos. Éramos la unión de los opuestos, la madures con la juventud, la inexperiencia con la experiencia. Éramos como es un imán, lo positivo y lo negativo en un mismo cuerpo.

La solución fue vivir juntos eso claro esta llevo a que sus padres no acepten su actitud ya que había muchos años que nos separaban que fue negativa pero cuando él les dijo que iba a ser padre y que no pueden evitar lo nuestro y pese a que no me conocían nos dieron su apoyo total eso me gustó mucho ya que sabía que cuando me conozcan me aceptarán sin problema.

Una tarde cuando charlábamos en un café organizando nuestra futura boda veo a un grupo de gitanas que estaban paseando en el sector. La más adulta se nos acerca. Me mira a los ojos, recorre con los suyos todo mi cuerpo. Toma mis manos. Me abraza. Y muy quedo al oído me dice:

-¿Manu?

-Sí, ¿Cómo sabe mi nombre? Respondo.

- Todo lo sé. Ven con nosotras, sabía que tarde o temprano te encontraría, al fin has llegado, sabía que ese día llegaría. Ven con nosotras tenemos que hablar de tu vida.

-¿Qué tiene qué?

-No esperé encontrate felizmente haz llegado.

De pronto recuerdo mi encuentro con Yocasta la anciana gitana le contesto:

-No puedo estoy con mi novio ¿qué desea? Señora de mí.

-No te puedo decir ahora pero recuerda lo que mi madre Yocasta de lo dijo. Ven mañana a nuestro campamento y lo sabrás, no faltes.

-Bueno, bueno mañana voy.

No pude conciliar el sueño, repasé toda mi vida y lo que hace tantos años atrás una vieja gitana me había dicho y lo había olvidado por completo. Pensé no hacer caso pero no podía dejar de visualizar nuevamente los ojos de la gitana que me recordaban a los de Yocasta por lo que decidí que no perdía nada en ir a la cita.

Encuentro con Jamira la gitana hija de Yocasta.

Al día siguiente fui a donde me había citado.

Me quede estupefacta al ver donde me condujo, Jamira la gitana me llevó al mismo lugar que cuando Yocasta me predijo mi futuro hace una veintena de años atrás. Todo estaba igual nada había cambiado salvo que en lugar de Yocasta estaba su hija Jamira.

Ocupamos los mismos sitios que cuando yo era una chiquilla lo había hecho. Me sentí como en ese entonces, nerviosa e inquieta. Era como si tuviese diez y ocho años. Jamira me mira fijamente a los ojos tanto que parecía que su mirada llegaba a mí ser interior, se queda así por un rato y me dice:

-Mi madre Yocasta ya no está con nosotros ya falleció pero me dijo antes de que parta de este mundo que un día te encontraré y te recuerde el encuentro que tuviste con ella cuando eras jovencita. Me dijo igualmente que no olvides que también te dijo como puedes evitarlo por lo visto no lo hiciste olvidaste el consejo que te dio para evitarlo, te olvidaste o no creíste en sus consejos eso me apena Manuela. Clemente es tu hijo. Tu semblante me dice que estás embarazada… ¿Te casaras con él? La historia se repite y se repetirá nuevamente. No hay poder humano que lo impida, es la ley de la vida.

Silencio total luego de un rato respondo:

-¿Qué me dice señora? Luego me dijo nuevamente: -Creerlo o no es tu problema, mi madre te lo advirtió, te dijo cómo puedes evitarlo pero no creíste en ella o te dejaste llevar por la mala fama que tenemos nosotras. Sí manipulamos a los incautos pero también decimos la verdad cuando hay que decirla como en tu caso. Tenemos poderes que tú no los entiendes pero “el complejo de Edipo” se ha hecho nuevamente presente, ya nada puedo hacer, la historia se ha repetido y se repetirá es la ley de la vida.

No supe que decir pero en mi mente recorrió toda mi vida desde cuando Yocasta me había predicho y advertido mi vida y la solución para cortar el maleficio que la vida me había dado.

Un silencio profundo cubre el recinto, yo estoy lívida sin saber que decir no tengo manera de explicar mi situación, recuerdo las palabras de Yocasta cuando me dijo como puedo evitar lo inevitable.

Vi que Jamira con sus ojos azabaches que soltaban lagrimillas de dolor, me miraba con mucha pena, acaricia mi rostro, besa mi mejilla con profunda tristeza diciendo: “el complejo de Edipo” se ha hecho nuevamente presente, ya nada puedo hacer. Todo está consumado. Nada pude decir, sino bajar la mirada peor hacer, dejé la carpa sin despedirme salí del reciento. Me marche subsumida en la desesperación…

Al día siguiente seguramente el periódico local narraría el suicidio de una hermosa dama.

(9,40)