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Las otras historias – Rosario, La chica de provincia

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Conocí a Rosario, cuando éramos unos niños, ella de 12 años y yo 10 aproximadamente, era la tercera hija de un matrimonio amigo de la familia que radicaban en un humilde rancho de la Huasteca Potosina, acostumbrábamos visitarlos por lo menos una vez al año. El lugar era muy humilde y sin ningún servicio, pero nos gustaba ir por el campo, el bosque y los arroyos cercanos. Como niños, nos encantaba jugar todo el día y en la tarde ir a nadar en un pequeño estanque del rio, solo nos quitábamos la ropa y nos metíamos al agua. Con el paso de los años, dejamos de ser niños y los juegos y travesuras cambiaron, pero el gusto de ir a nadar nunca cambio, ahora con shorts y playeras o trajes de baño, al paso de los años, fui cada vez más consiente de los cambios que ocurrían en nuestros cuerpos.

Nueve años después, siendo Rosario ya una mujercita, se había escapado con su novio (algo común en esos lugares) para regresar a su casa poco más de un año después, huyendo de su pareja y cargando un pequeño.

Fue en esa ocasión que, la Señora Guadalupe (madre de Rosario), le pidió a mi mamá, que recibiera a su hija, en la casa, para que ayudara en el quehacer de la misma, pues su situación económica no era muy buena y necesitaban que ella, fuera a trabajar para ayudarles económicamente. Mi madre acepto, y a los pocos días llego Rosario a la casa en su nuevo rol de empleada doméstica. Mi madre le arreglo el cuarto de servicio que teníamos al fondo del patio posterior, el  cual contaba con todos los servicios, pero que también usábamos como bodega.

Rosario ya era una mujer plena, a sus 22 años, morena con una larga cabellera negra, no era una mujer muy bonita, pero si atractiva, tenía su cara un poco maltratada por las cicatrices de una enfermedad mal cuidada. Todo en la casa era nuevo y extraño para ella, cosas que tendría que aprender a utilizar, y nosotros acostumbrarnos a la nueva inquilina, fue por esa falta de costumbre que a los tres días de que había llegado, entre a su cuarto buscando unas herramientas y cual sería mi sorpresa al encontrarla recién bañada y vestida con tan solo su nada sexy ropa interior,  pedí disculpas, pero no pude dejar de ver lo que me había encontrado,  ella púdicamente, trato de taparse con las manos al principio, pero al ver que yo no me movía ni parpadeaba, simplemente dejo de cubrirse diciéndome que no había más de lo que yo había visto cada año cuando nadábamos en el rancho. Pero claro que había más, un cuerpo de mujer delgado tirando un poco a gordito, sobre todo en su cintura y unas piernas bien macizas.

Para un joven de 20 años, con las hormonas a todo su esplendor,  eso era todo un manjar para los ojos y un objetivo sexual, a partir de ese día, yo aprovechaba cualquier oportunidad para verla discreta o indiscretamente e imaginármela nuevamente con tan solo su ropa interior, algo que notaba, a ella más que incomodarle, le agradaba. Además cuando sabía que podía, entraba a su cuarto a escondidas y buscaba en el ropero su ropa interior. Y en más de una ocasión, aproveche esta para pajearme pensando en nuestra nueva empleada.

En una de estas ocasiones, mientras mi madre se bañaba y Rosario hacia la habitación de mis hermanas que se habían ido a la escuela, aproveche para entrar a su cuarto. Justo cuando yo buscaba en su cajón, entro Rosario, descubriéndome mientras esculcaba entre sus prendas, en su cara no había molestia, más bien sonreía ante mi sorpresa, cerró la puerta con llave y me dijo que aprovecháramos, mientras mi madre se bañaba.

La condenada estaba también esperando una oportunidad para encontrarse conmigo, se acercó a donde yo estaba ofreciéndose completamente, en instantes comencé a mordisquearle el cuello mientras ella emitía pequeños gemidos de placer, rápidamente salió su playera y su larga falda. Un par de preciosos y firmes senos atrapados por un viejo brassiere de encaje eran el marco de un rico cuerpo. Un calzón tipo short mostraba un muy tentador culito.

Su piel morena se sentía entre mis manos como una porcelana mientras la acariciaba. Su boca, enmarcada por unos apetecibles labios que resaltaban su sensualidad, contrastaba con su piel. Su liso y oscuro cabello resaltaba su natural belleza.

Mientras nuestras bocas se reconocían con pasión termino por desnudarse, mientras mi ropa fue saliendo de mi cuerpo no sin la ayuda de sus suaves y ágiles manos. Pronto Rosario se volteó apoyando su culo sobre mí ya de por si excitada verga. La suavidad y firmeza de estas dos redondeces masajeaban deliciosamente mi pene poniéndolo cada vez más duro. Mis manos pellizcaban con suavidad los ricos pezones mientras masajeaban sus senos y le mordisqueaba el cuello y las orejas. Jamás pensé que en menos de un mes de su llegada, llegaría a estar así con ella. Los dos estábamos muy excitados. De pronto Rosario me tomó del pene con su mano derecha se recostó en su cama boca arriba mientras nos besábamos y le acariciaba su cuerpo. Comencé a besarle el cuello, luego el pecho, y los senos, bajando por su vientre hasta llegar a sus piernas. Procedí a abrirme camino lentamente ante su sexo cubierto por un enorme pelambre. Lo que tenía ante mí era un deleite: unos labios gruesos que invitaban a ser besados y mordidos abrían camino a un invitante y oculto clítoris. Comencé a lamerle los labios y ese rosado botón al tiempo que introducía en suaves embestidas mi lengua en su vagina. Sus gemidos eran cada vez más altos. Súbitamente su cuerpo comenzó a estremecerse violentamente al llegar a un tremendo orgasmo.

Era la señal esperada, mi verga estaba lista para servir de instrumento para su placer, tomo mi cabeza y la llevo a su cuello, al tiempo que se abría de patas y presentaba su humedísima raja para recibir todo la carne de mi miembro y así mientras gemía y exigía, fui introduciendo cada centímetro de verga en ella. Al sentirse poseída, clamaba dureza en cada uno de mis embates, abrió más sus piernas y con sus manos y uñas firmemente poseídas en mis nalgas, ayudaba a fortalecer cada uno de ellos. A los pocos minutos de tan fiero encuentro, y después de otro orgasmo de su parte, yo estaba a punto de correrme y así se lo hice saber, por lo que rápidamente saque mi falo de su cueva y deje salir cada chisguete en su cuerpo y cara, ella cerraba su boca y sus ojos pero sonreía al sentirse llena de mi leche.

No había tiempo para más, rápidamente limpiamos su cuerpo con las sabanas de su cama y nos vestimos.

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