Nuevos relatos publicados: 0

“Tuyo hasta el fin de los tiempos”

  • 10
  • 8.672
  • 8,91 (11 Val.)
  • 0

Cada que podíamos nos entregábamos completamente en cuerpo alma y mente pero necesitábamos estar juntos, completamente solos los dos sin que nadie nos moleste por lo que decidimos irnos al campo a pasar un lindo fin de semana sus dos hijos que pasarían con su padre, ese momento sería el ideal para yacer con ella, no me importaba que tenga sentencia de muerte determinada, total todos la tenemos, la mayoría no la conoce ella sí, yo había aceptado eso, sabía que sufriría cuando me dejé por lo que debíamos aprovechar cada momento de nuestras vidas para estar juntos.

 

Generalmente nadie lo sabe pero mi Tangay materializada en María Fernanda, sí, no podía dejar que se marche sin amarla cada podamos. Total ella era mi hembra Tangay y yo su macho Urawan.

El viernes por la tarde luego de la jornada de trabajo ya estuve donde ella. Toque el timbre con ansias de estar junto a mi diosa materializada. Allí estaba yo con mi infaltable sombrero negro de ala ancha, mis largos cabellos ensortijados, mi luenga barba, mi sonrisa y mi amor por ella. Tangay me ha dicho en más de una vez cuanto le excito únicamente con verme, eso a mi me gustaba mucho, ella también a mi pese a que no es la mujer que me guste pero algo tenía que me ponía muy excitado.

-Hola, ¿Cómo estás?

-Bien como siempre

-Pasa.

Entré en sus dominios que serían los míos hasta cuando ella lo permita. Me llevó a la sala de estar nos sentamos muy juntos, nos abrazamos, nos besamos tiernamente, nos miramos y buscamos nuestro ser interior.

-Estas linda, eres como una gata que busca que la ame, que la acaricie, que la mime y llene de mil amores. Me gustas mucho.

Ella ronroneo alegre al escuchar mis palabras.

No podíamos perder el tiempo, su vida se iba más rápido que la mía, sus días estaban contados, nos fuimos a sus aposentos, su lecho nos acogió, sin pérdida de tiempo me desnude en su delante hice que sus ojos gusten de mi cuerpo y me adentre en el mullido catre. Ella pesarosa de que su cuerpo ya había entrado en decadencia me lo escondió. Lo escondía, yo lo buscaba y encontraba, ella tenía vergüenza de su decadencia pero la veía hermosa, apetecible, sabrosa, regalada, deseable por ser una fruta madura exquisita como también era yo un fruto maduro que ella gustaba mucho.

-Traje buena música mística para compartir y sándalo para que se expanda en tus dominios.

-Sí eso me gusta cariño. ¿La música de tu programa?

-Si Tangay, cantos gregorianos.

Ya en el lecho empezamos a amarnos sin pérdida de tiempo, no podíamos perderlo, debíamos amarnos a raudales. La abundancia debía ser nuestra bandera. La riqueza y el exceso nuestra meta escondida en las profundidades del erotismo que a raudales corrían por el lecho. El deseo, la pasión y la lujuria eran nuestros.

Desde ese día caí en la cuenta que se debe vivir a diario, día a día. Desde ese día caí en la cuenta que nadie sabe hasta cuándo va a vivir por lo tanto vive.

Ya estamos desnudos en su catre, empezamos a recorrer nuestros cuerpos la excitación ya esta presente. Tangay tomó mi falo que lujurioso se lo ofrecía, portentoso, grande, grueso, erguido y jugoso. Mi energía que estaba para ella. Lo asió con gusto lo acarició y lo hizo suyo. Busqué sus pechos bien escondidos y los encontré los tome, los embebí de amor, mordisquee sus pezones y los hice míos buscando que suelten su leche de hembra.

Las horas pasaron como la música sacra que nos llevaba rauda a la excitación. El sándalo había cubierto la habitación con sus olores de oriente. Solo quedaba nuestro encuentro, nuestra entrega, nuestros cuerpos entregándose, nuestras intimidades desconocidas buscando ser encontradas. Nuestros cuerpos exudaron, olores y sabores divinos.

-Urawan, te deseo, penetrame toda. Dame tu vida en lo más profundo de mi ser.

-Tangay, mi vida, mi ser, mi diosa, ¿quieres mi miembro? Tendrás no solo eso sino mi vida, mientras más semen te dé más te vida te comparto; pero dime mi amor, vienes a mí, me amas y te vas dejándome hecho una piltrafa humana. Puta madre nunca olvidaré tus olores tus sabores.

-Urawan, amorcito, dime: ¿Por qué vienes cuando muero? Vienes en mi ocaso en las postrimerías de mi vida no en mi auge en mi esplendor como me hubiese gustado.

-Tangay, calla no digas eso nuevamente ya lo aclaramos. Calla por favor es peor que partas sin conocer lo que te doy.

-Sí, sí tienes razón.

Basta de palabras me repetí a mí mismo e introduje todo mi bálano en su intimidad moribunda que había sacado todo su fluido posible de sacar… Dar y recibir mutuamente fue nuestra acción. Miembros que daban y miembros que acogían. Nuestros miembros se atañían, se respectaban. Los orgasmos venían y se extasiaban con sus propios orgasmos que se lanzaban cuan saetas lujuriosas por allende el espacio en una cadena sin fin de culminaciones. La habitación estaba cargada de excitaciones, el olor del sándalo se fundía con los nuestros.

¡Tangay, mi amor, mi diosa!

Cloto, ya había dejado de hilar el hilo de la vida, Láquesis ya echó su suerte y dio la orden para que Átropos la inexorable corte el hilo de la vida de Tangay. Únicamente eso esperábamos cualquier día de estos eso pasaría, las Parcas ya lo habían decidido, eran nuestras amigas y compañeras de existencia, ya no las temíamos para que hacerlo si son inevitables, son las parteras, ellas te reciben a la vida y son las panteoneras, te despiden de ella.

Las Parcas fueron las primeras en instalarse en el vehículo que nos llevaría a Guayllabamba, tengo la impresión que nos cuidaban, que se decían:

-Únicamente ella partirá, pero a su debido momento, no partirán ahora juntos. Deben amarse entregarse todo lo que se pueden dar…

Luego del almuerzo, nos dirigimos a nuestro nido de amor del fin de semana. El viaje a nuestra estancia de fin de semana fue como siempre llena de alegría, allí aprovecharíamos cada instante de nuestra existencia para adentrarnos e intimar profusamente, copiosamente, excesivamente. Buscaríamos la joya perdida que cada ser tiene en el fondo del alma. Eso buscábamos y eso tendríamos. Seríamos nuestros. Nos embeberíamos mutuamente.

Recuerdo sus ojos gatunos, grandes vivos, con abundante deseo de amor, con abundante deseo de erotismo, con abundante deseo de recibir exuberante energía. Recuerdo su boca deliciosa que buscaba recorrerme todo, como deseando aprenderse de memoria mi cuerpo. Así lo hizo, me corrió todo, se aprendió todo de mí. Recuerdo su exuberante cuerpo seductor, su amante busto conquistador, sus hábiles manos de escultora enamoradoras, sus envolventes caderas galanteadoras, su nido de amor acogedor. Recuerdo sus esculturales piernas embobadoras. Recuerdo a Tangay mí gata en permanente celo para que la posea. Recuerdo sus olores íntimos grabados en mí cerebro, sus fluidos recorrer mi boca y adentrarse en mí ser. Recuerdo sus orgasmos etéreos. Recuerdo sus sudores pegados a mí cuerpo y lamidos por mi lengua. Recuerdo sus recuerdos.

Tangay recordará mis ojos verdeazulados, vivarachos achinados con abundante deseo de amor, con abundante deseo de erotismo, con abundante deseo de dar su exuberante energía para que viva aunque sea un instante más. Eso lo hice en cada instante que pude, la llené de abundantes fluidos que llegaron hasta lo más profundo de su ser y rebosaron su fosa íntima. Recordará mi boca gozosa que buscaba gozarla, recorrerla y aprenderse de memoria su cuerpo. Así lo hice, me aprendí todo de ella. Recordará mi generoso cuerpo seductor, mis juguetonas manos estimuladoras, mis férreas caderas coquetas, mi ave presta a posarse en su nido solicito para ello. Recordará mis musculosas piernas hospitalarias. Recordará a Urawan con su fuerza conquistadora. Recordará al conquistador conquistado. Recordará los versos de amor que los susurraba al oído que la embriagaban de amor y deseo que predisponían para el encuentro carnal. Recordará mis fluidos recorrer sus intimidades. Recordará mis olores íntimos grabados en su cerebro de angelito. Recordará mis olores pegados a su cuerpo. Recordará mis sudores relamidos por su golosa lengua. Recordará mis orgasmos etéreos. Recordará mis recuerdos.

El tálamo de la cabaña nos llamaba, nos decía:

-Venid, acostaos, complacedse.

A él acudimos prontos sabiendo que puede ser nuestra despedida. Sabíamos que cada encuentro era una despedida.

Las Parcas la decían:

-Tangay entrégale tu adiós, marcale, hazle tuyo. Apodérate de él. Haz todo lo sabes, da todo lo que tienes, toma todo lo que posee. Puedes hacerlo para que no te olvide. Entrega todo, pide todo, hazlo, Tangay es tu última oportunidad ahora es el momento mañana es demasiado tarde.

Las Parcas participaron de nuestra despedida, ellas nos estimularon para que nos diéramos con el ímpetu la despedida.

En él nos acostamos con pieles de animales divinos cubrimos nuestros desnudos cuerpos, vividos, recorridos por más de una mano pero como sabiendo que luego de vivir, amar, erotizar al fin han encontrado su ser perfecto, su alma gemela, reflejado en el espejo de la vida.

Urawan muy quedo al oído la seducía como siempre supo hacerlo.

-Entrégate toda. Tangay. Entrégame todos tus rincones hasta el más íntimo, hasta el más escondido, hasta el más personal a quien a nadie has dado, entrégame tu pozo del deseo. Dame tu sitio desconocido, buscado y no encontrado. Déjame beber tú néctar que los dioses te han dado, tengo sed de él. Tú néctar es golosina para mí. Acoge mis arrebatos de deseo. Aplácalos. Déjame recorrer poco a poco palmo a palmo tu cuerpo, mente y alma. Recepta mi saeta cargada de fluidos de vida que busca su meta. Tu cavidad.

Tangay con sus ojos zarcos medio cerrados dejaba salir lágrimas de amor y deseo. Su boca expresaba el deseo reprimido que quería salir a borbotones con gemidos de lujuria. Mis palabras la excitaban, cautivaban, encantaban. Tangay era nuevamente mía. La había hechizado con mis palabras.

-¡Urawan!, mi Urawan. Deseo tus deseos. Abres mis deseos más íntimos. Tengo avidez de ti. Mi concupiscencia se exacerba. ¡Tómame toda! Me tienes para ti. Empótrame, embuteme, embébeme toda. Deseo alojarte, recibirte. Deseo acoplarme a ti mi macho hermoso. Deseo sentir tu falo ocupar toda mi interioridad. Deseo que me habrás toda hasta el rincón más secreto y cerrado que tengo. ¡Ábreme! Corazón hazlo.

-Tangay, mi ser divino, eres única, insuperable, insustituible. ¡Tangay! Tangay de mi amor, eres mi ser mismo. Amorcito ya formas parte de mi alma, te has metido de una sola hasta el fondo de mí ser y de allí no saldrás jamás.

Así nos recorrimos todo nuestra existencia, una y mil veces. Nuestras culminaciones culminaron la cima del deseo, nuestras polucines bañaron nuestros cuerpos. Nuestros espasmos se esparcieron por doquier. Nuestras intimidades eyacularon torrentes de deseo exacerbado, acalorado, exasperado.

Los ojos de Tangay se llenaron nuevamente de lágrimas de gozo por lo vivido y de pena por la pronta separación inevitable que salieron de su madre para llegar como ríos hasta su sexo. Los ojos de Urawan respondieron también con abundantes lágrimas que salieron raudas a juntarse con las lágrimas de Tangay que se fundieron con los fluidos de su intimidad.

Las parcas alegres danzaban entorno a nosotros complacidas por la orgía desenfrenada, por la lascivia extraviada. El festín erótico que ellas habían contemplado las había disipado.

Tangay hizo todo lo que sabía y podía para adueñarse de mi mente y mi cuerpo.

Esa fue la tónica del todo el fin de semana, copulamos millones veces, tuvimos orgamos infinitosm receptamos nuestros fluidos incontables veces. Nos amamos condelirio.

Domingo por la tarde, nosotros y las parcas retornamos a la ciudad completamente felices por lo vivido. Nosotros nos decíamos:

Tuyo hasta el fin de los tiempos”

(8,91)