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Nuevo encuentro en El Edén

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Nuevo encuentro en El Edén

Mi vida transcurría sin problemas con una salud buena, trabajo estable y una existencia buena sin que faltan los azares y eventualidades que la vida misma nos da. Tuve algunos encuentros sexuales nada serios que más que nada me daban compañía momentánea ya que vivo sólo; luego de que mi único y verdadero amor, Tangay partió a yacer junto a Yahvé, nuestro Dios.

Una mañana cualquiera en que estaba trabajando en lo profundo de la selva siento en mi cuello unas protuberancias en mi cuello. Me hice tratar por varios médicos que me dieron varios tratamientos que no surtieron efecto por último se me detecto adenomas malignos a los ganglios linfáticos como era de esperarse me sumí en una profunda melancolía, esa noche llore hasta secar mis ojos de lágrimas. No increpé a mi Señor por la enfermedad incurable que padecía y por lo que me esperaba, únicamente deseaba fallecer sin tener el típico sufrimiento de los que padecen cáncer. Pensaba que todavía tenía una larga vida por delante pero los designios de Yahvé no se los cuestionan sino que se los acepta y los acepte con sabiduría tratando de vivir el resto de vida que tenía como lo había hecho lo más sano y feliz posible basándome en tres principios básicos de la vida que en algún sueño que tuve Yahvé mi Señor me había dicho que trate de cumplir a raja tabla y que resumen todo lo que en la Biblia se dice y que son: “Amar a todos, decir la Verdad pese a las consecuencias que ello tenga y ser completamente Justo”.

AMOR VERDAD Y JUSTICIA”

Fui sometido a varios tratamientos anti cancerígenos entre ellos una operación donde me extrajeron los tumores esperando que no se vuelvan a reproducir pero no surtió efecto por lo que mi vida se fue poco a poco apagando, Cloto había dejado de hilar el hilo de la vida, Láquesis echó su suerte y dio la orden para que Átropos la inexorable corte el hilo de mí vida, nada podía hacer. Ellas te reciben a la vida son tus acompañantesen tu existencia y las panteoneras, te despiden de ella por lo que un día las parcas me acogen en sus brazos y parto al más allá. Me voy satisfecho por lo vivido porque pese a las grandes diferencias que siempre tuve con la sociedad ya que ella trataba de imponerme su modo de vida y yo oponerme a lo que ella deseaba, esa fue mi lucha toda la vida. Hice lo mejor que pude para ser un buen yahvista. Durante el viaje al Edén vino a mí mente los hermosos momentos vividos con Tangay, pensé que mi viaje era para encontrame con ella claro está con la bendición de Yahvé ya estoy en las puertas del Edén San Pedro me recibe y decide que pese a mis acciones desquiciadas cometidas en mi vida y que fueron el producto de haber nacido diferente, de pensar diferente y vivir diferente que si bien afectaron a muchas personas como a mi familia y amigos supe borrar con creces algún mal acto cometido; luego de analizar y balancear concienzudamente mis acciones buenas y malas, las primeras tuvieron más peso en la balanza que San Pedro tiene él me abre las puertas del paraíso y entro al Edén divino.

Pensaba que el tiempo y espacio no contaban que las necesidades están aquí plenamente satisfechas, creía que todas necesidades del cuerpo corrupto estaban suprimidas por siempre pero no era así pese a lo feliz que estaba algo había que me faltaba, había algo que no cuadraba en el paraíso que me había imaginado. Mi nuevo cuerpo incorrupto me pedía algo que no sabía que era, luego de tanto cavilar caí en la cuenta que me faltaba tener amor de pareja como yo siempre lo había expresado en mi vida terrena. Siempre fui fiel a la mujer que compartí mi vida, nunca tuve un desliz. Siempre pregone: Soy genéticamente fiel. Siempre pensé que aquí todo lo tendría al alcance de mis manos pero no era así, amor de pareja me faltaba.

Muchas preguntas me hice:

¿No era el paraíso la plena satisfacción, el pleno gozo, el pleno deleite? Donde uno tenía todo cuanto se desea cómo compartir de algo qué no sabía qué era. Me preguntaba una y otra vez: ¿El paraíso no puede ser así de egoísta algo se debe compartir? ¿Qué era? ¿Qué me faltaba? ¿Qué me hacía falta? Estaba en el paraíso donde el equilibrio es lo normal pero no tenía respuestas a mis inquietudes. En todo caso pronto me adapté al Edén. La miseria humana había quedado atrás, la abundancia divina estaba conmigo pero algo me faltaba. Empezaba a creer que soy tan distinto que ni en el paraíso me acoplaba. No lo podía creer por lo que mi única opción fue dedicarme a la oración y meditación para tratarde suprimir esa carencia que tenía pero no lo lograba. Algo me faltaba. Es así que una de esas mañanas que repasaba mi vida y la falta de amor de pareja se hacía cada día más evidente, más fuerte, más necesario, más vital. Una hermosa mujer diviso por allá entre una espesa arboleda, animalitos y pajarillos la acompañaban en su caminar lento y seguro de los pasos que da, parecía que las flores de los campos se inclinaban a su pasar. Ella venía cargada de totalidad, de amor, de entrega. Venía llena de felicidad. Era la felicidad y satisfacción misma, algo hizo que no la deje de ver, algo hacía que no pueda quitar mis ojos de ella. Era como un imán poderoso pletórico de luz, poco a poco se me acerca, se planta ante mí, silenciosa y tranquila. No me habla, únicamente me ve fijamente a los ojos. Me clava su mirada tanto que me inquieto. Estaba muy sonriente, completamente feliz, diría totalmente feliz. Inmóvil, estupefacto, atónito, absorto me quedo contemplando lo que estaba viendo no sabía sí mis ojos me estaban engañando. ¿Qué era lo que estaba viendo? Era verdad o una fantasía del Edén. No podía creer lo que tenía ante mis ojos. No puede ser, no es posible, no puede ser ella me dije dando un salto.

Grite con todas fuerzas que tenía:

¡Tangay!, tu Tangay mi ángel hecho carne, mi vida, mi ser, mi todo, mi orgasmo. Mi fusión, no sabes cuánto te he soñado, no sabes cuando he esperado estar contigo. Tangay mi vida. ¡Tangay, Tangayyy! ¡Tangay mi vida! Continuaba gritando con desesperación que hizo que la vida apacible del paraíso se sobresalte. Mis gritos rompieron toda la armonía del lugar.

-Eres tú, mi Tangay dímelo ¡Tangayyyy!

-Tranquilo mi príncipe azul mi ser mismo. No grites más. Tranquilo. Sí Urawan soy Tangay. Tu Tangay. Veo que no me has olvidado que me recuerdas como si ayer mismo hubiese sido tuya en nuestra última noche de amor pero también “Soy el que soy” aquí todo soy. Él o Ella como tú lo quieras eso soy.

Soy el que soy” Él o Ella como tú lo quieras retumbo en mi mente.

Soy el que soy”

No me importaba que seas “Soy el que soy” Él o Ella o lo que sea no me importaba; únicamente sé que Tangay, el amor de mi vida me abordaba para darme acogida a mi nueva existencia, para cubrir el espacio en el paraíso eterno que me estaba haciendo falta desde que llegue aquí y que luego de tanta lucha, luego de tanto llorarla, de tanto buscarla para compartir lo que siempre habíamos compartido, de tanto sentir su cuerpo junto a mi lecho y no poder amarla, de tanto oler sus olores íntimos y no poder apoderarme de ellos, de tanto visualizar su ser que tantas veces fue mío, de evadirse de mí mismo y escaparse como agua entre los dedos. Viene ella como siempre fue completamente feliz para recordarme lo que vivimos allá en la tierra como en nuestra última noche de amor, en Guayllabamba donde todo nos dimos o en la primera vez en Mindo donde nuestra suprema experiencia de amor llegó al cima del éxtasis, ratifique que María Fernanda era Tangay mi ángel terrenal que me hizo suyo allá en la selva amazónica indómita.

Tangay al fin nuevamente contigo.

Recuerdo muy bien cuando tú me decías que mi nombre era la expresión misma de cómo soy; la unión de un volcán y un huracán: “Urawan” dónde vas dejas huellas imborrables, destruyes,y reconstruyes, quitas la vida y das nueva vida. Nadie se olvida de ti cuando te conocen. Dejas huellas que no se borran nunca jamás.

Recuerdo muy bien cuando me decías: ¡Urawan Mi príncipe azul! Te deseo dame más de tu energía. Inundame de tus fluidos, ocúpame toda en más de una vez, te inundé de mis fluidos te di mucha de mi energía que te daba más vida de lo que los médicos esperaban y no es explicaban de donde nacía esa vida, me ocupe cada espacio de tu cuerpo y mente cada vez que tú me lo pedías. Siempre lo cumplí nunca te falte.

Acuden también a mí los gratos momentos cuando tu cuerpo físico mermaba y la muerte se apoderaba poco a poco de ti, tú luz se iba oscureciendo y yo trataba con desesperación erótica de aclararla, de avivarla. Trataba de darte vida con la mía como buscando que nuestra felicidad se prolongue aunque sea un día más. De pronto recordé el juramento que te hice en nuestra última noche de amor, nuestra noche de despedida: amor mío deseaba estar junto a ti hasta el último momento. Evoco lo que me dijiste:

-No deseo que me recuerdes así como estoy; no como cadavérica sino como una hembra llena de vida de deseo y lujuria.

-Amor, mi vida “antes de ti cualquiera luego nadie” Te jure.

No te volví a ver hasta cuando tu cuerpo se apagó. Recuerdo cuando te contemplé allí en tu último lecho vestida de ropa celestial ungida de una corona de flores divinas. Tangay te tengo grabada en mi mente como si ayer mismo te hubieras ido.

-Urawan, mi príncipe azul. Mi amor completo.

-Tangay, amor mío cumplí mi promesa, bien lo sabes no ame a nadie luego de haberte entregado mi ser, bien lo sabes.

-Lo sé Urawan y por eso estoy aquí para rememorar lo vivido en la tierra pero con la excelencia del paraíso; aquí cariño todo es perfecto, sublime, interminable hasta los orgasmos, como olvidar los hermosos poemas de amor que susurrabas a mi oído mientras me hacías tuya, y yo te hacía mío; como olvidar los fluidos de vida que me transmitías cada vez que yo habría mi cobre jugoso para te apoderes de mis integridades. Urawan desde el primer día que nos juntamos me excitaste con tus versos lujuriosos, me dejabas borracha de amor. Urawan luego de amarnos copiosamente por millones horas y que pese a tus pedidos de yacer junto a mí todo el resto de vida que me quedaba para seguir amándome yo me negaba a ser tuya el resto de la poca vida que me quedaba. Urawan amor mío no era egoísmo sino miedo a lo que venga luego de mi muerte física. No quería lastimarte más de lo que ya te había hecho. Tú partías a tus lugares, insatisfecho de no poder dar más de que tenías para darme pero lo hacías sin cuestionarme nada por el amor que me tenías. Luego de tu partida yo sentía tu miembro fuerte, poderoso, vivo, jugoso dentro de mí mismo por largo tiempo. Urawan dejabas mi cofre abierto dispuesto para que cuando desees te vuelvas a introducir en él sin previo aviso.

¡Urawan!

-Tangay, mi amor mi ser mismo, te amo nunca deje de amarte, te amo más que la primera vez que nos amamos. ¿Lo recuerdas?

-Mi príncipe azul, como crees que podría olvidar si me hiciste completamente feliz como nadie lo hizo, bien lo sabes, te lo dije cuando mi cuerpo tenía ya poco camino que recorrer y la meta final de mi existencia la veía cada vez más cerca. Urawan te lo dije con sinceridad ven vamos a mi morada, las palabras sobran, ven donde viviremos amándonos eternamente, nuestros orgasmos serán bendecidos por el supremo como lo fueron en nuestra vida terrenal, este encuentro ÉL mismo lo ha consentido por eso estoy aquí-

-Lo sé perfectamente, nunca dude de tus sentimientos si lo recuerdas pero la duda impidió que nuestra entrega sea total.

-Calla no me lo recuerdes, no debí dudar de ti. Perdón por lo dudado.

-Amorcito, “Dudar y creer es lo mismo únicamente la indiferencia es atea”. Mi angelito ya te perdoné hace mucho tiempo, lo hice el mismo día en me dejaste físicamente algo me decía que debía tener calma y paciencia ya que nos volveríamos a encontrar pero nunca pensé que fuese en el Edén.

Tangay tomó mi mano y me condujo por caminos llenos de felicidad donde la paz era la suprema ley, donde todo era equilibrio. Todo era perfecto. La naturaleza estaba plena de gozo, así caminamos sin nada decirnos con palabras para que hacerlo si nuestras miradas y con nuestras caricias todo lo decían. Caminamos por varios minutos, horas o eternidades que se yo, total el tiempo en el paraíso no cuenta, llegamos a un río, allí tomamos una canoa que nos conduciría a su morada luego de un corto recorrido acodamos en una playa, allí nos esperaban doce hermosas muchachas que nos dieron la bienvenida, una de ellas dijo:

-Tangay al fin tú príncipe azul vine a ti se ve que estás feliz.

Sí respondió Tangay y dejo salir unas cuantas lagrimas de felicidad, me abrazo y beso con pasión divina y me dijo:

-Ellas me han acompañado todo el tiempo que he estado aquí esperando que cumplas lo ofrecido que seas un buen ser humano y vengas a juntarte en mi cubil del Edén. Ellas están felices muy felices de que no has faltado a la promesa que me hiciste; luego partirán para acompañar a otro ser solitario que necesita apoyo, ese es su labor desde cuando Yeshoua el hijo de Yahvé se humanizó para redimirnos.

Las doce vírgenes en coro dijeron en canto llano digno de las mejores catedrales del primer milenio de la cristiandad:

Antes de ti cualquiera, luego nadie”

Allí estaba estupefacto por tal recepción, allí estaba recordando cuando nos amábamos al son de hermosas composiciones de fieles creyentes cristianos y con lágrimas en los ojos pregunte a Tangay:

-¿Ya me conocen? ¿Qué saben de mí? ¿Qué saben de lo nuestro? ¿Qué saben? Dímelo, Tangay por favor.

-Todo hasta el más mínimo detalle. Lo supieron antes de que nos amemos. Nuestro amor ya estaba predestinado por Yahvé mismo. Ellas son creación divina no lo olvides amorcito. Ven te las presento.

Las doncellas se alinearon frente a nosotros. Ellas portaban teas que nos daban luz divina. Todas estaban cubiertas por ropajes de color ocre que dejaban insinuar sus hermosos cuerpos virginales. Eran hermosas, cada una tenía su don específico que estaba de acuerdo a su nombre.

Primero se presentaron:

Fe, Continencia, Fortaleza y Paciencia que son las principales del grupo, cada una dio un paso adelante y me saludaron con ligera inclinación. Luego me saludaron las ocho restantes: Sencillez, Inocencia, Castidad, Alegría, Verdad, Inteligencia, Concordia y Caridad.

No podía creer lo que estaba viviendo. El paraje se parecía a mi experiencia terrenal en la selva amazónica, la misma selva, el mismo ambiente pero más puro, más sublime cuando Tangay me amo y me dijo que me amaría eternamente. Recorrimos un buen trecho hasta llegar a su morada. Mis ojos no podían concebir lo que estaban viendo. Todo era igual completamente igual, la gran plaza con la morada central de Tangay rodeadas por otras igualmente bellas, la diferencia que estas eran doce no tres como en mi vivencia terrenal amazónica. Cuando llegamos a su morada, todo estaba dispuesto para la recepción, su palacete está repleto de delicias, de felicidad. La plenitud era lo supremo. Un sin número de ángeles nos esperaban ansiosos entonando hermosos cánticos de bienvenida. En lugar de la gran pira, había una fuente de agua purísima, a un costado pude ver hermosos ropajes seguramente confeccionados por ángeles de amor. Ropajes blancos más blancos que la nieve más pura cosidos con hilos de oro, decorados con nácar, perlas y un sin fin de joyas.

Tangay subió a su cubil para esperarme. Antes de entrar a su morada debía ser renacido, antes de entrar en sus aposentos debía dejar todo lo pasado y acudir a sus brazos límpido lo más puro posible.

Sus doce acompañantes me rodearon. Fe, Continencia, Fortaleza y Paciencia me despojaron de mis vestiduras terrenas, me tomaron de las manos y me condujeron a la fuente para que renazca en Yahvé, me introdujeron en ella tanto tiempo que me pareció que mi vida se iba a quedar en esa fuente ya cuando mis fuerzas flaqueaban me renacieron, me vistieron con los ropajes que me habían estado esperando.

Fe me expreso:

-¡Urawan! Puedes pasar haz renacido en Yahvé, estas puro de cuerpo y alma, júntate con el ser que te ha estado esperando. Ella con el beneplácito de nuestro Amo y Señor, Yahvé te ha traído al Edén, ahora no luego. Ella no podía vivir más sin ti sabiendo que dejas en la tierra gente que te llora y se pregunta: ¿Por qué? Ya lo comprenderán y serán felices al saber que tú eres feliz.

Uno a uno fui subiendo los escalones que me separaban y acercaban a mí ser amado. Mi corazón latía a cada escalón ganado con más fuerza. La música que habíamos escuchado cuando nos amábamos en la tierra volvió a sonar. Allí estábamos frente a frente, cuerpo a cuerpo, mente a mente, espíritu a espíritu. Nuestras trilogías enfrentadas buscaban acoplarse.

-¡Tangay! Al fin juntos para la eternidad.

-Sí amor ya nadie ni nada nos podrá separar.

-Yahvé bendito seas.

-Sí mi amor lo nuestro es porque Él lo ha determinado.

-Te amo, nunca dejé de amarte.

-Yo igual.

El lecho nos llamaba, parecía que nos decía:

-¡Ámense! Vengan a mi estoy presto a cobijarlos y receptar todo su amor, acudan a mí los he esperado largas eternidades. Como no hacer caso al pedido, que más podíamos hacer sino amarnos, en mi mente se avivaron nuestras hermosas vivencias eróticas terrestres en el portal de su morada, en su lecho no conocido por otro ser, en su apartamento en Mindo o Guayllabamba o en cualquier lugar solitario que se prestó para amarnos, allí nos buscamos, allí nos encontramos, allí nos conocimos, allí intercambiamos nuestros seres íntimos. Como poder olvidar cuando al sonar de cantos sacros allí cubiertos por cobijas eróticas nuestros sexos destilaban fluidos divinos y daban alabanzas por habernos juntado, extasiado eróticamente.

La recepción por mi llegada fue magnífica. Ángeles y arcángeles bailaron sonatas divinas. Gustamos los manjares más exquisitos. Yahvé nos bendecía y se complacía…

Al fin, juntos y solos luego de tanta diversión divina. Su cuerpo se me ofrecía. El mío estaba presto para ofrecerse. Su ser me pedía que lo abarque que recorra todo cuanto puedo hacerlo. El mío se ofrecía total para ser tomado, recorrido palmo a palmo; mientras los cantos sacros que en vida terrenal lo habíamos escuchado cuando nos amábamos; volvían a cubrirnos ahora cantados por los propios ángeles. Su cuerpo maduro me recordó como lo hice mío, su busto cuan conos perfectos me dijo: aquí estoy renovado tómame, su monte de Venus florido y voluptuoso me recordó cuando lo recorrí y lo conocí, su centro erótico me rememoraba cuanto lo hice mío y me pedía más conocimiento, ahora divino. Recordé como mi cuerpo fue recorrido totalmente por sus manos y bocas prodigiosas. Recordé como mi Príapo se agrando cuando su ser me abarco y saco de mí todo el poder que podía dar y se introdujo en su intimidad.

Otra vez juntos, únicamente que ahora sería la mejor relación que tengamos. Sería la relación perfecta como perfecto es el Edén. Sería completar todo lo cuanto vivimos en la tierra y se interrumpió por su partida.

-Urawan. Te amo.

-Tangay. Nunca deje de amarte, de recordarte, de esperar este momento en que podamos juntarnos como lo estamos haciendo en este lecho divino.

A su oído susurré:

-Mi diosa, mi ser, mi todo. Tómame, soy todo tuyo.

-Urawan, mi príncipe azul. Ven a mí. Todo lo mío es tuyo, me respondió.

Pegado a ella le daba delicadamente besos en su oído y dejaba entrar por mi nariz directamente a mi cerebro sus olores de mujer excitada. Volví a ver sus ojos azules como el cielo volver a brillar de amor, su cuerpo empezaba a calentarse como el mío, estábamos llegando a la plenitud erótica, bendecida por Yahvé mismo.

-Mi príncipe azul, no sabes cómo te he esperado a que te juntes conmigo. Amor vida, expresión divina. Te amo.

-Yo igual. Mi amor se alimentó de lo vivido, de lo amado, de todo lo que nos dimos.

Su espalda estaba pegada a mi pecho, mis manos ya se habían aferrado a sus pechos y delicadamente los masajeaba.

-Me enciendes todo. Me exacerbas todo, voy a explotar de lujuria. ¡Tangay! ¡Tangay! No puedo más mi ser real le dije y como niño me puse a llorar.

Ella se tornó me abrazó. Puso mi cabeza en su regazo y me dijo:

-Urawan, mi niñito falto de amor. Sí es real. Yo también te amo, bien lo sabes. ¿Quieres mi leche? Mama Urawan toma mi leche mama amorcito lindo.

Me tomó por la quijada y guío mi boca a su busto.

-Mama cariñito, tengo harta leche para ti. Mámeme me gusta que lo hagas, hazlo como hijo y como amante.

-Sí, sí Tangay...

Así lo hice, mame sus pechos como hijo, sacaba de ellos torrentes leche que calmaban mi llanto; pero también se los mame como macho sacando de ellos torrentes de excitación que hacía que poco a poco nos vayamos encendiendo.

Mi llanto de dolor por la falta de ella se terminó, ya la tenía ya para mí ya era mía nuevamente y ahora para siempre de ahora en adelante podríamos amarnos día a día, minuto a minuto, como Dios manda.

Ya satisfecho de su leche continué besando el resto de su cuerpo. Mi boca no dejo sitio sin ser besado, hurgado, manipulado.

Tangay bien sabe cómo me gusta su cuerpo, como me place sus olores de mujer madura excitada; a cada beso a cada tope de mis manos ella se encendía más y más expeliendo sus olores y fluidos. De pronto me dice:

-Basta papá quiero tu cuerpo.

Se me encaramó y empezó ella a reconocerme, a hurgarme nuevamente, muy pronto yo estaba ya a punto de explotar de calor de excitación.

-¡Más Tangay! No pares.

Poco a poco fue bajando a lo que más le gustaba de mi cuerpo, sus manos, lo asieron, lo acariciaron, lo estimularon. Mi príapo respondió inmediatamente como diciendo:

-Aquí estoy, no me olvidado de tu boca de gata golosa.

Y lo engullo completamente, lo mamo, lo chupo buscando sacar de él hasta el fluido más profundo que tenía y fue de ella mis fluidos su boca golosa nuevamente se apoderaba de ellos como lo había hecho en la tierra. Chupó y chupó hasta hacerse completamente de ellos; luego vino a mi boca, me beso y compartió conmigo los líquidos que en su boca tenía.

-Tangay tus olores y sabores me cautivan, dame un poco de ellos; deseo bebérmelos y olerlos todos.

Antes de que ella me responda ya estaba bajando mi boca para engullírmela toda. Cuando llegué a su feminidad, ésta ya me esperaba lista para ser comida, sus valvas húmedas y pegajosas me llamaban para que las coma, eso hice, su ser interior me pedía a gritos que lo vuelva descubrir, eso lo hice, su centro vital latía a ritmo acelerado al primer tope. Oleadas de electricidad recorrieron su cuerpo. Su espalda se arqueó. Sus manos se aferraron a mi cabeza; luego de cadenciosa danza del vientre se puso rígida muy rígida. Sus fluidos salían a borbotones de su ser. Hermoso río erótico que baño mi rostro. Esparciéndose por todas sus partes. El monte de Venus parecía una isla de tanto fluido que su hogar había expelido. Me bebí sus fluidos, olí sus olores. Los hice míos. Todos míos. ¡Qué ricos! Cuanta falta me hacían. Nuevamente míos y ahora para la eternidad.

Igual que ella había hecho yo participe de sus fluidos con un largo beso. No era todo más nos pedían nuestros cuerpos y más les dimos. Faltaba que el huésped principal acuda al hogar de su amada y se aloje allí para nunca abandonarlo. Las puertas estaban abiertas de par en par, hermosa alfombra roja había sido desplegada en el piso. Las paredes con pliegues estaban cubiertas de las finas sedas destilaban jugos de amor. Eso haría que la introducción sea más expedita. Poco a poco el invitado fue avanzando entraba y salía. Salía y entraba así constantemente hasta alojarse en el final de su hogar.

-Ven a mí. Entra acude a mi llamado. Me gustas. Hazme de ti tómame como me tomaste en nuestro lecho terrestre me decía una voz que salía del fondo de su hogar.

-Sí amor ya voy, daré todo lo que te gusta, ya voy, soy tuyo amorcito, todo tuyo.

-Ven a mi te he esperado con ansias ya no puedo más, ya, ya más si así entra hasta lo más profundo de mi.

Al fondo se podía distinguir el gran tesoro colmado de oro, incienso, mirra, piedras preciosas y fluidos que despedían sus fragancias que atraían al invitado para que cubra con sus fluidos vitales el cobre de amor. El invitado al ver y sentir y oler tanta delicia ya no pudo más y se lanzó con furia hacia el tesoro para apoderarse de él. La introducción fue violenta. Los velos que cubrían las paredes del hogar se rasgaron. Tomó el cobre del tesoro lo hizo suyo cubrió todo el hogar con su erotismo líquido.

Tangay se había aferrado la espalda de su ser amado. Tangay había clavado sus uñas en la espalda de su amante dejando salir hilillos de sangre teniendo el más exquisito, sabroso, placentero, y apetitoso orgasmo de su vida. Urawan lloró de amor y placer deposito ríos de semen no dejó de amar a su amada. Conociendo a su conocida con tanto ímpetu que su acción llego a la tierra con rayos y truenos.

Tangay continuaba amando a su amado. Conociendo a su conocido.

Más se pedían. Más se daban. Más se unían. Más se fusionaban de su acción nacieron en el universo más de una estrella que decían que Yahvé el todo poderoso había permitido que Urawan Y Tangay se amen en el Edén.

Nuestros seres íntimos se reconocieron, se amaron y se satisficieron, lanzaron a la tierra miles de orgasmos en forma de copos de nieve que expresaban que hace muchos años en la tierra ya habíamos hecho lo que estábamos haciendo.

Así es y sí será por la eternidad.

(9,21)