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Ana 5, chantajeada por tres pendejos

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El romance de Ana con su alumno facundo seguía adelante. El chico la visitaba cada semana para que durante dos horas le enseñe a tocar el violín, pero eso era lo que menos hacían. Apenas entraba al departamento, Facundo se deshacía del uniforme del colegio para mostrarse desnudo, con su pija ya al palo, y muchas veces, incluso, con líquido pre seminal brillando en el glande.

Ana, a veces, dejaba la puerta abierta, pero arrimada, como le gustaba hacer con su viejo amante, el vigilante del edificio, para que Facundo entre directamente, sin esperar a que ella le abra, ya que lo estaría esperando en el living, tocando la suite número uno de Bach, completamente desnuda. En esos casos, Facundo se arrodillaba a sus espaldas, y le chupaba el culo mientras la profesora terminaba de ejecutar la pieza.

Pero lo que más le gustaba a Facundo, era cuando llegaba a punto de estallar, y una vez desnudo, ella lo agarraba de le pija, y lo llevaba del miembro como quien lleva a un niño de la mano,  hasta la habitación. Entonces lo acostaba en la cama, y lo primero que hacía era llevarse la pija a la boca, chupando la punta cual chupetín, succionando el líquido pegajoso que desbordaba del glande. Luego seguía mamando hasta recibir toda la leche.

Como les preocupaba el hecho de que la madre de él, sospeche que no iba hasta el centro todas las semanas para aprender música, entre cada orgasmo practicaban unos minutos, cosa que era interrumpida enseguida porque facundo empezaba a chuparle las tetas a la profesora mientras ella le mostraba como debían moverse los dedos a través de las cuerdas, o porque la misma Ana necesitaba la pija del chico adentro suyo.

Fuera de esta alegría, la vida de Ana seguía igual. La situación económica no mejoraba, porque tenía pocos alumnos. Y su vida personal seguía en el camino de la autodestrucción. Cada semana se acostaba al menos con un hombre diferente. Y su vecino del departamento de al lado, la seguía acosando, y violando. Siempre se las arreglaba para acceder a ella. Una noche, Ana se había citado con un abogado que había conocido por Facebook. El hombre la llevo a comer a un restaurant elegante, y se había comportado muy amable. No le resultaba muy atractivo, pero su apetito sexual siempre era muy grande, todavía faltaban dos días para verse de nuevo con Facundo, así que no le vendría mal una pija esa noche. El tipo la llevó a su casa, pero una vez dentro de ella, se llevó una sorpresa: su vecino la esperaba con una sonrisa perversa. Ana se sorprendió solo un instante. Miró al abogado y vio que también sonreía. Ambos eran cómplices y había caído en la trampa.

— ¿viste que es una puta? — dijo el vecino, dirigiéndose al abogado, pero mirándola a ella. Se acercó y le tocó las tetas por encima de la blusa.

—Más fácil que la tabla del dos. — dijo el otro, apretándole el culo.

Ella no ofreció resistencia, se dejó desnudar, y cuando el vecino abusador le dio un beso apasionado, le masajeó la lengua con la suya. No le veía el sentido a resistirse, lo mejor era hacer todo lo que le pidieran, no quería que la lastimaran.

—Vení putita trágate la pija. — ordenó el vecino. Y ella así lo hizo. Lamió el tronco con la misma dulzura que lo hacía con Facundo. — bien, así me gusta, que seas una puta obediente.

Ana se sacó la pija de la boca un instante. Giró su cabeza dorada y entonces el abogado pudo ver como esa carita angelical decía las palabras más dulces.

—¿querés hacerme el culo mientras se la chupo a él? — preguntó, esperando que su entrega sea retribuida con amabilidad.

El abogado río.

—Que puta divina. — y se arrodilló detrás de ella para clavarle la pija con pericia.

Esa noche Ana tuvo que recibir mucha leche para poder librarse del vecino. Pero no es sobre este hecho lo que va a tratar este relato.

Una tarde Ana recibió un llamado. Era la voz de un chico de la edad de Facundo aproximadamente. El chico quería aprender a tocar violín. Ana se puso contenta, aunque no sea mucho dinero, le venía bien. Lo citó para el otro día. No tenía manera de saberlo pero estaba a punto de caer en una trampa.

…………

Unos días antes, Facundo fue asaltado. Le robaron la mochila y el celular. Este último fue vendido inmediatamente. Lo compró Diego, un alumno de la escuela media 41. Antes de ir al negocio donde le liberarían el celular para poder usarlo, por pura curiosidad, se puso a ver su contenido. Fue así como accedió a las conversaciones que mantenían alumno y profesora. En ellas no sólo había mensajes subidos de tono, sino que también era posible deducir toda la historia que existía entre ellos. Diego les mostró las conversaciones a dos amigos. Juan era uno de ellos y fue el que reparó en que la mujer era mayor de edad mientras que facundo era menor.

—Que flash cogerse a una profe, ese pibe tiene una suerte…—  Dijo Carlos, el tercero.

—¿Y si vamos a verla? — Propuso Juan.

A diego se le brillaron los ojos. Dentro de su cabeza se empezaban a unir montones de partes de un enorme rompecabezas.

……

El timbre sonó a las cinco en punto, para no perder tiempo, Ana le pidió al portero que le permita el ingreso a su alumno. Cuando escuchó el timbre de su departamento no tardó en abrir, pero se encontró con la primer sorpresa de la tarde: no era una sola persona la que venía a tomar clases. El instinto le dijo que no debería dejar pasar a ese trío. Pero uno de ellos dio un paso para saludarla y ya se encontraba adentro.

—Hola, soy Diego. — saludó el que se había contactado con ella el otro día. Era un chico regordete, pero grandote, de hombros anchos y brazos fuertes. — ellos son Juan Y Carlos. El último demostraba una timidez que le hacía recordar a Facundo. Aunque enseguida notó que lo suyo no era timidez sino nerviosismo.

Juan estaba fascinado. Viendo la foto de WhatsApp supo que era una mujer bella, pero no se imaginaba que tanto. Esa tarde hacía mucho calor y a Ana no le funcionaba el aire acondicionado, por lo que se vio obligada a usar una pollera floreada. Era la más larga y sobria que tenía, pero aun así dejaba ver sus bellas piernas e invitaban a ser levantadas para alcanzar el trasero.

—Pensé que te dije que las clases eran individuales. — dijo dirigiéndose a Diego.

—Si, perdón.es que a ellos también les interesó, y bueno, si no te gusta de a tres, después venimos a verte de a uno. — Dijo Diego irónicamente.

Ana no necesitó escuchar más, ya sabía a qué venían esos tres ¿sería otra trampa del vecino?

—Ustedes no vinieron a estudiar, así que se van por favor. — pero hace mucho que había perdido la firmeza en la voz cuando se enfrentaba a estas situaciones, y ya se estaba imaginando empernada por esos tres pendejos. Se preguntaba como pretendían obligarla. ¿la tomarían por la fuerza? Eran adolescentes, pero cada uno de ellos pesaba mas que ella, y aquel gordo llamado diego era enorme.

—Mire profe, se la hacemos corta. — dijo Juan tomando el control de la situación. Era rubio y alto. Le pareció bastante atractivo a pesar de su edad, y con esa estatura seguramente tendría un miembro muy grande, seguramente no le costaría tener sexo regularmente, pero sabía que a algunos hombres los excitaba obligar a las mujeres. Juan siguió diciendo: — Acá tenemos toda la conversación suya y de Facundito. — dijo, mostrando su celular.  — si no hace lo que queremos se va a enterar todo el mundo que se está cogiendo a un pendejo y va ir en cana.

Ana enmudeció, sabía que decía la verdad. Los mensajes que se mandaba con su alumno eran muy reveladores, siempre lo supo, pero le excitaba el hecho de correr el riesgo de que alguien los descubra. Y acá tenía las consecuencias.

Carlos se había quedado viéndola como hipnotizado. El corazón le latía a mil por hora, tenía miedo porque sabía que estaba haciendo algo malo, pero Ana era muy hermosa, y en los mensajes que leyó, la conoció como amante. Por eso, a pesar de ser el mas miedoso, fue el primero en acercarse. Ana no huyó, y eso lo excitó muchísimo. Le acarició la mejilla. Le pareció muy suave y tierna. Ana lo miraba a los ojos, como suplicándole que no la lastimara.

—No te preocupes, te vamos a tratar bien. — dijo, y usó la otra mano para acariciarle la rodilla, deslizando suavemente los dedos, comenzando a levantarle la pollera, descubriendo sus muslos. Ana seguía mirándolo con los ojos abiertos. Ese chico que la estaba tratando tan delicadamente era el que mejor le caía. por eso separó sus piernas levemente para que este pudiese meter mano a su gusto.

—Epa, parece que le gusta a la puta. — exclamó Diego, quien ya se había puesto a su espalda y comenzaba a imitar a su amigo, pero con mayor impaciencia, manoteándole el culo por encima de la pollera . — Mirá lo que es esta mujer. — comentó mirando a Juan que era el único que todavía no la estaba tocando, pero que sin embargo ya se estaba quitando la remera mostrando sus abdominales marcadas y su pecho impúber.

Ana sintió la necesidad de ejercer una última resistencia, para que al menos quede claro que todo iba a suceder contra su voluntad. Entonces se dio vuelta y le dio un fuerte cachetazo a diego. Pero Carlos seguía avanzando en su expedición y estaba a punto de descubrir el color de la ropa interior de Ana. Diego quedó petrificado un instante, pero  devolvió la agresión metiendo mano nuevamente, esta vez por debajo de la pollera. La piel se sentía un poco fría pero el culo era muy firme, extremadamente agradable al tacto. Juan finalmente empezó a participar, manoseándole una teta. Ahora estaban los tres en el living rodeándola. Ana hacía movimientos involuntarios a un lado y a otro, provocados por los empujones de todas las manos que la ultrajaban. Juan fue el primero en desnudarse, y Ana pudo comprobar que el tamaño de su pija le hacía honor a la estatura de su cuerpo. Sin embargo, el mas dotado era diego, quien ya le apoyaba su tronco duro en el culo. Carlos también se desvistió, y Ana pudo ver el líquido preseminal, chorreando. Le recordó a su amante, y entonces, instintivamente, se agachó para lamer la punta de esa pija y beberse su liquido viscoso. En ese momento Carlos la amó.

—Vieron que es una puta.— Dijo Juan.

Diego seguía entretenido con los glúteos de la profesora. Ana se metió la pija de Carlos hasta la garganta. Era la más chica de todas, así que pudo hacerlo con facilidad. Mientras saboreaba el falo de su violador preferido, sentía como le desgarraban la tanga de un tirón, para luego recibir lengüetazos desesperados en el culo. Juan miraba la escena masturbándose, pero ya quería participar.

—A ver, vamos a la cama. — los otros dos tardaron en hacerle caso. Diego nunca había saboreado un culo, y nunca pensó que era tan delicioso. Carlos, por su parte, ni si quiere lo escuchó., Ana seguía chupándole la pija, concentrándose ahora en el tronco y cada tanto en las bolas no quería que acabe rápido, los otros no serían tan amables como él. sin embargo, el chico no pudo aguantar mucho, era el primer pete que le hacían en la vida y la sensación era demasiado poderosa como para dominarla.

—Ahí voy —dijo. —   ah, aaahhh, aaaaahhh. — y desparramó la leche, dejando un camino blanco entre sus pechos y los labios. La imagen de aquella mujer pequeña y hermosa bañada con su eyaculación sería la imagen mas hermosa que vería jamás.

A Juan no le gustó tanto verla llena de semen, porque quería chuparla en todo su cuerpo. La agarró del brazo y la llevo hasta el baño. Diego los siguió sin dejar de soltarle el culo. Ana solo tenía puesta la pollera floreada y la tenía por la cintura, así que se la quitó.  Se ducho rápidamente mientras los otros dos la observaban. Ambos descubrieron con agrado que se encontraba completamente depilada. Diego la ayudó a secarse sólo para seguir toqueteándola mientras le pasaba la toalla por todas partes

—Ahora sí, vamos a la cama. — dijo Juan ansioso. Carlos los esperaba en el pasillo. —Mira, estaba lista para coger la puta. — le dijo Diego.

Los tres muchachos la escoltaron hasta la pieza. Tres jóvenes fuertes y grandes detrás de un pequeño cuerpo delicado y embriagante.

—Ponete en cuatro. — Ordenó Juan.

—Si me vas a hacer el culo, metémela despacio,— pidió Ana.

—Si bebé, quedate tranquila que te cojo despacito. — contestó —vos Diego tirate a la cama primero, y que te la chupe mientras se la doy.

Diego se puso boca arriba, con el enorme miembro duro. Ana fue en su busca y se lo metió en la boca, quedando arrodillada justo en el borde de la cama, para que Juan la pueda penetrar de parado. Esta vez Carlos era el espectador: el cuerpo chico y blanco de Ana, estaba atrapado entre sus dos amigos. La cabellera rubia se pegaba a la panza voluminosa de Diego, y subía y bajaba a medida que se introducía o se sacaba la pija monstruosa de este. Mientras tanto, Juan embestía con suavidad, tal como lo había prometido, Ana gemía cada tanto, y no era de dolor. A pesar dela penetración anal, no perdía concentración en la pija de Diego: entre gemido y gemido la ensalivaba con su lengua. La lamia cual helado, midiendo la dimensión del miembro con la lengua, sintiendo las venas duras del tronco, llegando hasta el glande, y bajando de nuevo hasta las bolas.

Diego fue el primero en acabar.

—Abrí la boca. — ordenó. Ana lo hizo, y Diego se masturbó hasta finalmente acabar. Derramó más leche que Carlos y todo fue a parar a su boca. Ya sabía lo que le iba a ordenar a continuación, así que se tomó todo. Por su parte, Juan seguía dedicándose al orto, y de a poco se animaba a penetrarla con mayor profundidad.

—¿Te gusta profe?¿te gusta por el culo? — preguntaba mientras escarbaba más y más.— ¡tome profe, tome!¡¿le gusta en el culo no?!

—Aaah, aah, ayy, aaayy — gritaba Ana, que ya estaba disfrutando de la embestida.

—Tome la leche profe, tome toda la leche. Aah, aahahah, aaaaahahhhhh. — Juan decidió eyacular en su espalda.

Ana se quedó tirada boca abajo, inmóvil, silencios.

—¿está bien? — preguntó Carlos.

—Váyanse, por favor. — pidió Ana

—Por hoy nos vamos profe. Pero vamos a volver. — contestó Juan por los tres.

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