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¡Sorpresa!

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Un día de tantos que hablamos disimuladamente consigo sonsacarte la dirección exacta de tu casa.

Es viernes, al salir de clase, se me ocurre pasar a hacerte una visita.

Timbro. Me abre la chica que limpia. Pregunto por ti, no estas pero me deja pasar.

Ella se va.

Me siento en la mesa de tu despacho, cojo en la mochila las tareas y me pongo a hacerlas.

Pronto me aburren y pensar que pronto llegarás a casa me excita mucho. Aparto las cosas, me reclino en la silla, separo las piernas, meto la mano bajo la falda del uniforme empiezo a masturbarme.

Estoy tan excitada y ocupada que no me doy cuenta de que has llegado a casa y que estás en el umbral de la puerta mirando absorto mis muslos y lo que entre ellos encierro.

Cuando al fin me percato de que observándome te hago señas para que vengas, pero tú no quieres, me dices que siga masturbándome.

Yo no discuto, lo estoy pasando muy bien.

Al verme disfrutar de tal manera desabrochas tus pantalones, no los llegas a bajar pero si sacas tu polla muy excitada ya por el espectáculo que se muestra ante tus ojos.

Dejas caer un chorro enorme de saliva sobre ella para que resbale al masturbarla y así imitar la sensación de humedad de mi boca o mi coño.

Estoy muy excitada, por lo que paro, me pongo de pie, voy a buscarte y te obligo a sentarte en la silla.

Antes de obedecerme me alzas y me sientas en la mesa enfrente de ti.

Coloco cada pie sobre el reposabrazos, quedándome muy abierta.

Aún llevo el uniforme puesto.

Comienzo de nuevo a masturbarme, esta vez con más ganas.

Me desabrochas mi blanca y pulcra camisa blanca, dejando mis pequeñas tetitas al descubierto.

Coges mi mano, me obligas a parar. Quieres hacerlo tú. Humedeces los dedos y me los metes despacito, y con mientras que la otra mano la posas sobre mi barriga presionando el dedo pulgar contra mi clítoris.

No quiero ser la única que disfruta del momento. Desabrocho los zapatos y me los quito. Me dejo momentáneamente las medias.

Con el pie empiezo a rozarte la polla para que no pierdas el interés.

Te excita mucho.

Me sacas con la boca las medias, para que te masturbe con el pie desnudo.

Junto los pies, encerrando tu polla en medio. Subo y bajo con fuerza.

Pides que pare, pero hago caso omiso. Sigo haciéndolo cada vez con más desenfrenadas ganas. Por dentro estás intentando resistirte y eso, al contrario de hacerme ceder, hace que me esfuerce más aún. Por fin te dejas llevar. Salpicas todo, la silla, la mesa y dejas mis pies completamente manchados de  semen.

Ahora que te dejé satisfecho, te inclinas hacia delante para comenzar a comerme el coño.

Escupes sobre él abundantemente y sin miramientos me metes tres dedos.

Me duele un poco pero te da igual, al contrario te pone muy cachondo infligirme cierto grado de dolor.

Me masturbas moviendo en todos los sentidos los dedos dentro de mí y a la vez me chupas, tirando y mordisqueando mi clítoris.

Sigues hasta que saboreas ese sabor tan conocido para ti.

Ahora que estoy satisfecha, te siento de nuevo en la silla. Me arrodillo ante ti, estoy toda sumisa ahora. Cojo tu polla con la mano y me la llevo a la boca. Mirándote a los ojos con mi carita de niña buena, no paro de lamerla de arriba abajo, desde la base a la punta, a la vez que introduzco la punta de mi lengua en tu glande,

Cuando noto que estas muy excitado, me levanto, me doy la vuelta quedando de espaldas a ti y me siento sobre tu polla enorme.

Me agarras por la cintura ayudándome a subir y bajar sobre ella.

Ves como mi culo rebota sobre ti cada vez que me la clavo hasta el fondo. Estoy tan excitada que te ruego que me azotes con fuerza hasta que me quede rojo.

Te acercas al borde de la silla llevándome contigo, haces que me gire un poco y me veo encima de tus rodillas sentada sobre tu polla como si tuviese que pedir un regalo a Papá Noel.

Sigues follándome en esta postura un buen rato, me encanta porque puedo sentirla como entra toda.

Como soy una niña traviesa me zafo de ti en un descuido e intento salir corriendo.

No lo intento puesto que me agarras en el último momento por la falda.

Tras un merecido bofetón por la travesura me arrinconas contra la mesa.

Apoyas mi cabeza en ella, coges mis dos manos, las entrelazas y las aguantas a mi espalda, subes un poco la falda me separas las piernas y me penetras con fuerza.

Suelto un gemido de placer. Me gusta que me domines así.

Me follas sin control. Yo no puedo hacer nada, tienes mis manos aprisionadas bajo la tuya. Tu otra mano excita mi clítoris mientras me follas sin control.

Me corro más de una vez.

Tú te corres obligándome a ir con la falda manchada de semen para casa.

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