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Diario de una ninfómana

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6 de diciembre de 1999.

Cierro los ojos y puedo ver cientos de figuras humanas desnudas. Hombres y mujeres de todas las complexiones. Yo estoy en medio y ellos me dan placer, entre caricias y embestidas; todo es bueno, todo sirve, todo satisface.

He decidido iniciar este diario para desahogarme ya que en este punto de mi vida nadie es confiable.

Hoy tuve un encuentro casual en los probadores del supermercado, confieso que ni yo me lo esperaba…

Iba a comprarle un obsequio a Nina, mi amiga, buscaba una blusa linda y como somos de la misma talla opté por ponérmela.

Pedí ayuda a un trabajador, era un joven alto y delgado, bien parecido pero nada espectacular.

Me llevó al probador y entré mientras él buscaba otra blusa, justo cuando estaba semidesnuda él entró. El tiempo se detuvo, parece que los dos tardamos 10 horas en decidirnos cuando en realidad fueron 10 segundos.

Entró torpemente al probador y cerró la puerta tras de sí, había poco espacio lo que dificultó la situación, pero no la hizo menos placentera.

Lo primero que hizo fue lamer mis pezones mientras metía dos de sus dedos a mi boca. Yo masajeaba su pene por encima de los pantalones, los cuales desabroché rápidamente. Comenzó a penetrarme, primero lento y suave, luego muy rápido y duro, cada embestida mejor que la anterior.

Luego me giró y lo hicimos analmente. Un par de veces sacó su pene y le escupió para lubricar un poco.

Aún no sé lo que me excitaba, era él o el hecho de estár en un lugar público y poder ser descubiertos.

Como él no traía condón decidió eyacular sobre mi muslo, sentí el líquido tibio y lo tomé con los dedos para saborearlo, me besó apasionadamente. Me vestí y los salimos del probador.

Al salir del probador sentía las miradas de la gente. Me hizo pensar… ¿Esta soy yo, así quiero ser? De nuevo después de un inmenso placer venía la horrible culpa...

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